[Sobre]nombrar el horror: poéticas de lo inquietante 
Jesús Guerra Medina, primer lugar del Cuarto Premio de Crónica Cultural Festival CulturaUNAM

Primer lugar del Cuarto Premio de Crónica Cultural, Festival CulturaUNAM. 

1. “Lo inquietante emerge al desafiar lo establecido” 

Esta frase rebota en mi cabeza cuando ingreso al Foro Matilde Montoya, que huele a papel y  humedad. Son las 5:12 p.m., del sábado 30 de agosto del 2025; tengo las botas mojadas. La lluvia  golpea los cristales del Centro de Exposiciones y Congresos UNAM, en donde se realiza la  FILUNI, como si quisiera entrar. 

Afuera, la ciudad es un animal empapado que se sacude. Adentro, se lleva a cabo la  presentación editorial Voces femeninas contemporáneas: poéticas de lo inquietante. En el templete,  Claudia L. Gutiérrez Piña —coordinadora junto con Inés Ferrero Cárdenas, hoy ausente— dialoga  con Jazmín Tapia y el resto de los asistentes. Me acomodo en una fila de en medio, con el cuerpo  frío; tomo nota. 

Se habla sobre cómo lo inquietante habita la literatura escrita por mujeres latinoamericanas:  un modo de poner en tela de juicio lo que parece fijo. La escritura interroga violencias soterradas:  las domésticas, del Estado, las que anidan como búhos el lenguaje. 

Mientras las escucho, siento que algo se abre paso en mí; 

un escalofrío 

un temblor 

un eco… 

2. Pienso en Juana1 

La conocí al realizar entrevistas para mi tesis de posgrado. 

—Te voy a contar una historia de horror que involucra a una niña de 13 y a un hombre de  36. 

Dijo que es de horror porque escucharla pone los pelos de punta. 

—Se trata de cómo mi padrastro me vendió con su compadre a cambio de cinco cervezas. Escucharla es sumergir la cara en el lodo. 

—Habla de cómo abusó de mí, me embarazó y me obligó a parirlos

Es oír lo que hace daño. 

—A los 17, tenía dos niños y mucho dolor. 

1 Las historias se reproducen con consentimiento informado. Los nombres se han cambiado. Cualquier parecido con  la realidad, nunca es coincidencia.

Hoy Juana tiene 59 años, 5 hijos adultos y un puesto de verdura en Nezahualcóyotl. Aunque  su abusador fue asesinado en una riña, la suya —como la de miles— es una historia de horror que  se renueva a diario porque el miedo nunca termina. 

3. De pronto, el público ríe… 

Por un comentario de Jazmín, pero yo sigo escuchando a Juana con la voz cansada por lo que no  alcanza a nombrar. 

En el foro se señala que el libro reúne 10 conferencias de escritoras latinoamericanas, fruto  del Seminario de Investigación Poéticas de lo Inquietante, creado para salvar los vínculos durante  la pandemia de COVID-19; entre tanto, en mi cabeza se abre otro recuerdo: Paty.  

4. “Cuando pasó, era jueves” 

Su hija, Gaby, había salido para comprar algo de la escuela.  

Tenía 15 y el pelo castaño.  

La papelería no estaba lejos de su casa y Paty acostumbraba verla ir y venir como una  mariposa.  

—Apenas distinguí dos letras de la placa de la camioneta que la levantó.  

Fue en un segundo: dos hombres bajaron y se la llevaron.  

Han pasado 13 años. 

Paty aún espera que le den respuesta, pero el silencio es un perro que ladra todos los días. 

5. Mientras en el foro… 

Se explica cómo el libro aborda temas como la muerte y la violencia, me sorprendo apretando mi  pluma. Estas palabras suenan distintas cuando tienen rostro reconocible. 

La luz es cálida en contraste con la evocación que sugiere el título del evento. Después de  todo, inquietar es quitar el sosiego, turbar la quietud, despojar la paz. 

Claudia dice que el proyecto evita fijar categorías conceptuales. Pero si lo inquietante  tuviera que ser algo, sería el efecto de una escritura que busca desconcertar, poniendo en duda el  aparente orden de las cosas.  

Esto supone dejarse llenar por la pregunta. 

Habitar lo que constriñe las certezas.

6. Vuelvo a otra escena 

Lucía era empleada de una empresa privada. Ese día, salió más temprano de lo usual; necesitaba el  bono de puntualidad. Se despidió de su familia y tomó el microbús. 

—Nunca encontraba asiento —dijo—, pero esa vez sí. Cuando el camión chocó por ir  echando carreritas, eran las 7:12 a.m

Quedó atrapada en el metal. Se le rompieron las piernas y la columna.  

El chofer escapó. Murieron 3 personas.  

Lucía se relata con la voz hecha nudo. Su historia es un recordatorio de nuestra  vulnerabilidad ante lo precario.  

Lo inquietante también tiene la forma de un accidente, un lunes por la mañana.  

7. Regreso al templete 

Las presentadoras muestran el libro, explican cómo las autoras describen sus obsesiones e invitan  a pensar. Por ejemplo, con Gerber Bicecci, sobre el saqueo de agua en Zacatecas; con Diana del  Ángel, el terrorismo de estado en casos como Ayotzinapa; con Mónica Ojeda, el horror y la  violencia. 

Lo inquietante deja de ser una abstracción; late en el foro como algo que reclama atención.  Juana, Paty, Lucía están conmigo, invisibles, en esta presentación que ya termina. Son testigos,  reflejos, posibilidades. 

El micrófono pasa al público y una mujer pregunta si el horror se escribe distinto cuando lo  narran mujeres. Jazmín responde que quizá la diferencia está en cómo, en este caso, lo inquietante  surge de lo íntimo y desde ahí cuestiona. 

Miro mis manos: me descubro temblando; es una sensación que viene de abrirme a lo que  da miedo, de escuchar lo que duele oír. 

8. El foro se vacía. La lluvia no cede 

Pienso que lo inquietante no es solo un recurso literario; es una fisura que deja pasar lo oculto.  Escribir, escuchar, sostener el relato ajeno. Todo eso hiere, pero también posibilita el espacio para  que algo distinto nazca, como una flor en la grieta. 

Guardo mis cosas y miro entorno: algunos se forman para comprar el libro. Las voces son  río que se marcha.

Salgo. 

La lluvia bosteza el crepúsculo con penumbra. Camino entre charcos. Siento en el cuerpo  un peso que me hunde. Es del rumor de las historias que persisten como gotas sobre mi cabeza. Y me digo que tal vez, el periodismo, escribir sea eso: residir entre espectros y dejar que,  por un instante, respiren a través de uno.