“Creo que para correr y para escribir hacen falta muchas cosas que son muy parecidas: la resistencia, hacerlo aunque no tengas ganas, hacerlo continuamente, hacerlo a pesar del clima, las malas condiciones del sitio donde estés para escribir, etcétera.”, explica Leila Guerriero, minutos antes de presentar el libro La llamada. Un retrato, publicado en 2024.
La cita fue en la Casa Universitaria del Libro (CASUL), en la colonia Roma. En la sala donde la periodista toma las entrevistas, hay varias luces apuntando hacia un piano de cola ubicado atrás de ella. La solemnidad del piano y el silencio de la sala contrastan con el mar de gente que se ha juntado afuera, ansiosos de verla.

Mientras tanto, en entrevista, ella habla sobre el acto de correr y escribir: la resistencia, la insistencia, la continuidad como elementos necesarios para ambas actividades, al menos para hacerlas bien:
“La continuidad es necesaria, estar ahí, permanecer, tener paciencia, repasar el texto, estar en contacto con el texto. Si no pasa eso, puede ser que las cosas no funcionen.”
La llamada. Un retrato, editado por Anagrama es, en este sentido, maratónico.
“Cuando estoy trabajando en un texto largo, yo no soporto las interrupciones. Interrupciones me refiero a tener que cortar un texto, suspender el trabajo e irme de viaje de trabajo durante 10 días y después volver a eso. No. Yo si escribo largo, no viajo, no doy clases, no doy conferencias, no doy entrevistas, no hago nada”, dice Guerriero.
La única actividad extra que se permite cuando se interna en el claustro de la escritura es correr.
“Los momentos en los que corro más contenta son los momentos en los que puedo escribir mientras corro. No me gusta salir a correr con la cabeza vacía. En términos de que no me gusta salir a correr sin por lo menos llevarme, no sé, una frase, una idea, algo para rumiar. Cuando la corrida sale bien, suena un poco sexual eso [se ríe], pero cuando sale bien pasa lo mismo que pasa con la escritura, que es que te aislás del mundo, te vas, no estás ahí y lo ideal es correr para llegar a ese estado, en el que hay un momento en el que parece que podrías correr 3 o 4 horas, es una completa fantasía.”

¿Perfil periodístico o texto integrado?
Desde mayo de 2021, fecha del primer encuentro que tuvo con Silvia Labayru, la protagonista del libro, la periodista recopiló una inmensa cantidad de testimonios sobre esta exmilitante de la organización insurgente Montoneros, identificada como grupo subversivo por la última dictadura militar argentina, que gobernó ese país de 1976 a 1983.
Silvia fue capturada por los militares cuando tenía 20 años y estaba embarazada de cinco meses. La tuvieron cautiva dos años, de 1976 a 1978. Pero su nombre se volvió noticia hasta 2020, cuando fue una de las tres mujeres, junto con Mabel Lucrecia Luisa Zanta y María Rosa Paredes, que se atrevió a prestar testimonio en el primer juicio realizado en Argentina contra militares acusados de crímenes de violencia sexual.
La noticia del juicio solo es la punta del iceberg de una historia de vida que Guerriero documentó en poco más de cuatrocientas páginas. La llamada, según su autora, pretende ir más allá de sólo una cronología de la última dictadura argentina y sus consecuencias. Su objetivo, dice, es más ambicioso: contar la vida de una mujer.
El método de Leila Guerriero para contar historias es quirúrgico y monumental. A este tipo de trabajos periodísticos, ella les llamaba “texto integrado”, antes de que un músico “muy esnob, muy culto, muy enterado” le señalara que aquello que ella hacía se llama perfil periodístico, así lo cuenta en el ensayo La imprescindible invisibilidad del ser, o la lección de Homero.
Además de hacer extensas entrevistas a familiares, amigos y exparejas, un gran perfil requiere leer mucho, todo, si es posible. Ella lo hizo: leyó todo lo que pudo sobre la dictadura y la insurgencia guerrillera en Argentina. Explica que para reconstruir la vida de una persona no basta con hacer una biografía cronológica.

El periodismo que también sirve para hacer memoria
“Los historiadores tienen una perspectiva de mucho más largo plazo. Siempre se dice que el periodismo es como la arqueología o la historia del tiempo presente. Yo creo que los periodistas que nos dedicamos a esto hacemos un trabajo parecido al de un historiador, por supuesto, pero de una manera más inmediata.
Creo que lo que hacemos es poner un foco sobre algunas cosas que nos parece que tienen relevancia y que están, o miradas de una manera un poco superficial o que no están miradas como demasiado a fondo. Somos un poco eso, el disco duro del tiempo presente. Los periodistas hacemos eso, una especie de backup.”
Leila reflexiona, le da vuelta a las ideas, se pregunta: “¿Por qué tiene relevancia ocuparse un tema así después de 50 años de todo aquello? Uno siente que puede aportar algo para que las historias no se repitan. Para que lo que pasó no vuelva a pasar en el futuro”.

El rumor de la gente que espera afuera del cuarto del piano, en el salón principal de CASUL, empieza a hacerse más notorio. Al menos 150 personas, que es la capacidad máxima del recinto, esperan escuchar la conversación que tendrá con otro periodista argentino: Eliezer Budasoff.
El método de escritura de Leila Guerriero
Para Leila la escritura tiene el mismo gasto energético que una pelea en el ring o una carrera de larga distancia. Y la sombra propia es la única y desleal competidora. En 2017, fue comisionada para escribir una conferencia inaugural del Ciclo de Letras del Centro Cultural San Martín. La pieza se tituló “Mi diablo” y empieza con la siguiente frase: “Escribo como si boxeara.”
“No tener nada para decir, no entender cuál es el norte de tu texto, hace que el texto empalidezca, fracase. Yo soy muy tozuda y cuando eso pasa, que puede pasar, insisto, insisto, insisto, dejo reposar, vuelvo”, cuenta Leila en entrevista.
Sus textos parecen enviar una corriente eléctrica a quien la lee. “La inspiración: esos momentos en los que parece que uno escribe en estado de elevación. Eso va y viene, no hay que preocuparse. Si se va, vuelve, está ahí, uno siempre se preocupa, pero eso está, eso no se va. La escritura no se va nunca a ninguna parte. A veces muerde, a veces se pone arisca, a veces se retira un rato, pues siempre está ahí”.
Es hora de iniciar el conversatorio. Guerriero abandona el piano de cola, pero afuera de ese salón silencioso empieza a sonar algo parecido a un concierto.

Atraviesa la multitud, todas las sillas dispuestas para el evento se han llenado y hay gente que se ha quedado sin lugar, pero de pie o en el piso, comparten la charla entre Guerriero y Budasoff: cómo fue para Leila escribir La llamada, los dilemas éticos y la fidelidad que siempre tuvo con la historia. La charla termina cuando el periodista cita el comentario que un lector dejó en alguna parte de la web respecto al libro:
“Leila Guerriero te coge de la mano en la primera página, y te lleva con cuidado y cariño por todos los escenarios que componen la vida de la protagonista de una forma tan cercana, que al terminar las sientes a las dos –entrevistada y entrevistadora– como amigas, y te da muchísima pena despedirte de ellas”.



