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El día que amaneció dos veces
Violencia doméstica y trabajo no remunerado en México

Foto: Cuartoscuro

Mujeres en cuarentena: Explotación y violencia doméstica

A las dificultades por la crisis económica y al mayor riesgo de sufrir agresiones, las mujeres mexicanas suman otra afectación derivada de la pandemia: el desigual reparto de las labores en el hogar.

Xareni Márquez Chora, becaria / Corriente Alterna el 26 de mayo, 2020

27 de mayo de 2020.

Karen es estudiante de enfermería y mamá de un niño de cinco años. Trabaja como payasita en fiestas infantiles los fines de semana. Hasta antes de la contingencia por la Covid-19, su rutina consistía en despertar a las siete de la mañana, llevar a su hijo a la escuela, regresar a su hogar para estudiar un poco o hacer tarea, después recoger al niño, llevarlo de vuelta a casa y correr a toda prisa a la universidad.

Es decir, habitualmente Karen corría y corría. Pero ahora,  durante el confinamiento, Karen se dedica todo el día a “los quehaceres de la casa, a los quehaceres de la casa y a los quehaceres de la casa”, reconoce frustrada.

El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) advierte que la emergencia sanitaria actual implica un aumento en el trabajo de cuidados, el cual se lleva a cabo principalmente por las mujeres, a lo que se suma un peligro: la misma institución advierte que, ante las medidas de aislamiento vigentes, las mujeres se encuentran más expuestas a vivir actos de violencia doméstica.

Los reportes oficiales sobre violencia doméstica generados a partir de la contingencia sanitaria concuerdan con dichas previsiones: en México, el primer caso de Covid-19 se confirmó el 28 de febrero, y las medidas de confinamiento voluntario arrancaron en marzo, mes en el que también despuntaron las denuncias de agresiones.

Las denuncias de acoso sexual presentadas ante el Ministerio Público se incrementaron 21 por ciento en marzo, respecto del mes anterior; igualmente, los casos de violencia familiar se elevaron 14 por ciento; los casos de violación sexual, 13 por ciento; los casos de abuso sexual, 12 por ciento; y los casos de violencia de género, 8 por ciento, según los registros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

El trabajo que no es “trabajo”

Tal como observa Wendy Arriaga, psicoterapetua que durante la contingencia ha brindado sus servicios a distancia, con perspectiva de género, como efecto colateral de esta pandemia se está reforzando “la concepción de que la mujer pertenece a la casa”.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), desde antes de la pandemia, el trabajo de cuidados domésticos ya estaba marcadamente cargado hacia la población femenina, puesto que además de cumplir con sus trabajos formales y remunerados, nueve de cada 10 mujeres mexicanas también realizan labores domésticas no remuneradas, como atender a personas enfermas y con discapacidad, cuidar a niños, niñas, adolescentes y personas adultas mayores, preparar o servir alimentos para toda su familia, limpiar la casa, lavar o planchar la ropa de toda su familia y hacer las compras para cubrir las necesidades de todas las personas que ocupan el hogar familiar.

En contraste, en estas labores sólo participan seis de cada diez hombres mexicanos.

La especialista Wendy Arriaga continúa: “Durante años nos han vendido la idea de que la responsable de la casa es la mujer”. Y los demás miembros de la familia son una suerte de “invitados” a los que la anfitriona debe procurar: cuidar, proporcionar alimento, velar por su salud, mantener un ambiente favorable. Mientras, los demás integrantes de la familia “asumen ese papel de ‘invitados’ y esperan que sus necesidades sean cubiertas enteramente por mamá, esposa o, en general, por una mujer”.

Trabajo doméstico no remunerado en México
En México, las mujeres dedican 49 horas a la semana a las labores domésticas, mientras que los hombres aportan sólo 20 horas. Foto: Cortesía María Barajas

Karen, por ejemplo, reconoce que la actual situación que enfrenta por la contingencia sanitaria “es estresante, más que nada por la falta de dinero. Yo me preocupo mucho, me empiezo a estresar, a pensar en qué voy a hacer esta semana y qué voy a hacer la siguiente semana; me desespera ver que mi marido (también payasito en fiestas y en el transporte público) no se preocupe. Además vivimos con mi mamá”.

Este fenómeno suele nombrarse como la feminización del trabajo de cuidados. Esto, aunado a la idea extendida de que las mujeres son más “emocionales” que los hombres, ha provocado que socialmente se espere que las mujeres satisfagan las necesidades materiales, afectivas y morales de aquellos a quienes quiere, explica Mari Luz Esteban en el documento “El debate feminista en torno al concepto de cuidados”, de la Fundación Benéfico Social Hogar del Empleado, de España.

Según el Inegi las mujeres mexicanas dedican un promedio de 49 horas a la semana a los trabajos domésticos no remunerados (limpiar el hogar, alimentar y cuidar a menores de edad, adultos o familiares enfermos), mientras que los hombres sólo invierten en estas labores 20 horas a la semana.

A la preparación de los alimentos para la familia, por ejemplo, los hombres mexicanos dedican seis horas y media a la semana, en tanto que las mujeres pasan cocinando para su familia el doble de ese tiempo.

Al trabajo no pagado se suma otro factor que rara vez se contempla y es muy difícil de medir: “la sobrecarga emocional es una constante de la mujer cuidadora –explica Arriaga– por el empeño que ponen en que todos estén bien, sin importar que ella se coloque en último lugar”.

Violencia doméstica, la segunda parte del binomio

A este entorno de sobrecarga en el trabajo de cuidados, hay que añadir otro fenómeno: el aumento de la violencia de género. Wendy Arriaga explica que en situaciones de carencia, como la que actualmente genera la contingencia sanitaria en muchas familias, “los hombres retornan a la noción de que deben proveer en su casa, y al sentir que no son capaces de cumplir con esta función, intentan vulnerar a la mujer para que se sienta tan limitada como ellos lo están; es aquí cuando la violencia cobra mayor auge”.

El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) expone que “las pandemias exacerban las desigualdades de género y las vulnerabilidades existentes, lo cual aumenta los riesgos de abuso”, y en el caso de la contingencia por la Covid-19, advirtió el organismo, es previsible que se incremente la violencia doméstica en forma de explotación, agresiones e, incluso, abusos sexuales.

Además, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, del Inegi, revela que 51.7 por ciento de los hombres agrede a sus parejas sentimentales mujeres cuando tienen conflictos, mientras que la Encuesta Nacional de Hogares muestra que la vivienda es el sitio donde más se registran agresiones emocionales, físicas, patrimoniales y sexuales en contra de mujeres. Los agresores son, en ese orden, los hermanos, los padres y los tíos.

Es el caso de Fany, de 23 años de edad, a quien le fue impuesta la obligación familiar de “atender” a su hermano de nueve años. Las medidas de aislamiento le generaron una dinámica muy violenta: “nos decimos cosas muy feas, me pega, y por eso trato de no estar con él, me desafané”. Desde el 20 de marzo pasado, cuando se suspendieron las clases de forma generalizada por la contingencia sanitaria, Fany procura estar en su vivienda el menor tiempo posible, a pesar de que eso incremente el riesgo de contraer Covid-19.

Las tensiones en casa de Fany no son nuevas. Es más, lo primero que pensó cuando se solicitó el distanciamiento social fue que no quería estar en su casa, un espacio pequeño en la alcaldía Iztapalapa, con sus familiares.

Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios, en donde se atiende a 18 mil mujeres víctimas de violencia doméstica, así como a sus hijos e hijas, comenta que el aislamiento social por la Covid-19 puede generar tensiones en el entorno familiar por varios factores, entre ellos el económico y el espacial. 

Respecto a este último, las estadísticas oficiales revelan que en México en un número importante de viviendas no cuentan con lugar suficiente para estar a solas, o para que los niños y niñas tengan actividades físicas.

Según la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi, 10 por ciento de los hogares en México cuentan con un solo dormitorio, pero son habitados por cuatro personas o más.

Pero si se consideran otros factores de hacinamiento, como la falta de servicios básicos en la vivienda, abasto de agua o distancia de puntos de distribución de alimentos, este problema se incrementa hasta alcanzar a 38 por ciento de los hogares mexicanos, según el Programa de la Organización de las Naciones Unidas para los Asentamientos. Este factor incide directamente sobre la seguridad de las mujeres. Ellas, mayoritariamente, acuden  a sitios distantes para satisfacer las necesidades domésticas, lo que las expone a mayores riesgos de sufrir violencia en comparación con los hombres.

Además, agrega la especialista, si existe un historial de violencia familiar, las tensiones aumentan y con ellas los riesgos de ser víctima de violencia doméstica y de género.

El pasado 7 de abril, de hecho, la Secretaría de Gobernación informó que, a raíz de la contingencia sanitaria, en México se han incrementado en 25 por ciento las llamadas de auxilio a números oficiales de atención de emergencias, para reportar casos de violencia intrafamiliar. Aunque el aumento real en la incidencia de agresiones domésticas podría ser de hasta 60 por ciento, reconoció el organismo.

La psicóloga Wendy Arriaga agrega además que están más expuestas a sufrir agresiones físicas, psicológicas y sexuales, por la mayor convivencia con agresores o con hombres que, sin ser habitualmente violentos, son susceptibles a “factores tan banales como el calor o la falta de convivencia con amigos, que provocan en ellos reacciones violentas, lastimando y dañando a su familia”.