“¿Estás segura?”, pregunta una enfermera. Jacqueline, que está a punto de entrar al quirófano, ha perdido la cuenta de las veces que el personal de salud ha cuestionado su decisión: realizarse una esterilización voluntaria para no embarazarse.
A los 19 años, Jacqueline decidió que no quería ser madre y solicitó una ligadura de trompas en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero fue hasta los 22 cuando lo consiguió.
Lo que parecía un proceso sencillo se convirtió en una espera de casi tres años: trámites, valoraciones médicas y negativas constantes antes de que la consideraran una candidata adecuada para este procedimiento. El motivo no escrito: no ha tenido hijos y todavía es joven.
“Me decían que no, que primero tenía que tener por lo menos un hijo y que todavía era muy joven para tomar esa decisión. Seguí insistiendo, pero cada vez que iba a cada uno de los laboratorios a los que me mandaban y veían para qué era, me decían que no se podía”, cuenta Jacqueline.
La Oclusión Tubaria Bilateral (OTB), también llamada “ligadura de trompas”, es un método anticonceptivo no hormonal, permanente e irreversible con una eficacia del 99%, según la Organización Mundial de la Salud. Consiste en bloquear las trompas de Falopio para impedir el encuentro entre óvulos y espermatozoides.
Un procedimiento sencillo
De acuerdo con la doctora Fernanda Sarabia, ginecóloga y obstetra de atención privada en Querétaro, la ligadura de trompas es un procedimiento quirúrgico seguro y rápido.
Puede realizarse de dos formas: abierta o laparoscópica. En la abierta, se hace una pequeña incisión en el abdomen para acceder a las trompas de Falopio. En la laparoscópica, se introduce una cámara que permite realizar la cirugía con instrumentos muy delgados, lo que facilita una recuperación más rápida.
Las técnicas más comunes de cerrar las trompas son la técnica de Pomeroy y la de Kroner. “La Pomeroy solo corta una parte de la trompa y la liga. La Kroner quita las fimbrias, que son como unas manitas que atrapan al óvulo”, detalla Sarabia.
Tanto las normas mexicanas como los tratados internacionales reconocen la esterilización voluntaria como un derecho que no puede condicionarse a la edad ni al número de hijos.
“Siempre que se cumplan los criterios para la selección del método, la edad y paridad de la mujer no serán factores de contraindicación del método”, así lo determina la NOM-005 de servicios de planificación familiar. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) especifica que los hombres y las mujeres, en condiciones de igualdad, tienen derecho a rechazar la procreación.
Por otra parte, el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) plantea que los Estados deben asegurar el acceso universal a los servicios de atención médica, incluidos los relacionados con la salud reproductiva.
En teoría, cualquier mujer en edad fértil y con vida sexual activa debería poder acceder a este procedimiento. En la práctica, no es así.
Elegir no ser madre también es un derecho
“Hay médicos que en pacientes jóvenes se rehúsan a realizar la cirugía porque es probable que puedan arrepentirse”.
Fernanda Sarabia, ginecóloga y obstetra
“Hay médicos que en pacientes jóvenes se rehúsan a realizar la cirugía porque es probable que puedan arrepentirse”, señala la ginecóloga Sarabia.
Las mujeres jóvenes y sin hijos que intentan acceder a este servicio enfrentan obstáculos como prejuicios del personal médico y protocolos internos que ponen en duda su petición, agrega.
“Hubo muchísimas trabas y me hicieron dar muchas vueltas. En cada estudio cuestionaban mi decisión”, sostiene Jacqueline.
La doctora Araceli Carrillo, ginecóloga y obstetra del Hospital Belisario Domínguez, ubicado en Ciudad de México, describe cómo es el procedimiento para someterse a esta intervención en un hospital público.
“Cuando una paciente solicita la oclusión tubaria bilateral por deseo de no ser mamá, antes de llevar a cabo el proceso se hace un interrogatorio, una historia clínica completa de la paciente y se solicita una valoración con Psicología para que platique con ella sobre por qué esa decisión”, detalla Carrillo.
Desde la atención privada, la ginecóloga Sarabia sigue un procedimiento similar. “Lo que yo hago es darles la consejería y un periodo de un mes para que lo mediten y lo piensen bien porque es algo definitivo. Si están convencidas y seguras, se procede a programarlas para realizar el procedimiento”.
Juicios constantes del personal médico
Aunque la salpingoclasia suele ser un procedimiento ambulatorio en el que la paciente recibe el alta el mismo día de la cirugía, Jacqueline permaneció hospitalizada por tres días después de la operación.
Durante su estancia, asegura que recibió comentarios y juicios constantes del personal médico: “Hubo un doctor que fue muy grosero. Me preguntó si sabía que era permanente y por qué lo había hecho. ‘¿Qué tienes en la cabeza?’, ‘¿por qué no piensas en el futuro?’, ‘¿qué tal que tu pareja sí quiere tener hijos?’. Otra psiquiatra me dijo: ‘¿Qué te pasa niña? ¿Cómo no vas a querer tener hijos?’”.
Jacqueline dice que no se arrepiente de su decisión. Reconoce que habría preferido realizar este procedimiento con más calma e información sobre el postoperatorio.
“Las únicas cosas de las que me arrepiento son que lo hice con un poco de prisa y que subestimé el dolor. Pero incluso dentro de esas personas que me cuestionaban, había otras que me decían que había sido muy valiente y que me felicitaron por lo que hice”.
El caso de Jacqueline no es aislado. Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2023, el 44% de las mujeres de 15 a 24 años declaró no querer tener descendencia.
Organizaciones de derechos reproductivos señalan que, aunque la ley respalda el acceso a la OTB sin condiciones de edad o maternidad previa, en hospitales públicos persiste la práctica de negar o posponer el procedimiento a mujeres jóvenes o sin hijos. En el propio sitio del IMSS se establece que la OTB se realiza en mujeres que ya tienen el número de hijos deseado.
Consentir para decidir
Contar con la mayoría de edad, pasar por una consejería en salud sexual reproductiva y realizar la solicitud por escrito al firmar un consentimiento informado son requisitos que deben cumplirse antes de continuar con el procedimiento.
El consentimiento informado es una decisión libre y voluntaria donde la paciente acepta o rechaza las acciones diagnósticas sugeridas por su médico. En los casos en que la persona usuaria carezca de capacidad cognitiva o jurídica para firmar el consentimiento informado, la persona que ejerza la patria potestad sobre ella podrá consentir en su lugar.
La abogada Paola Nava brinda asesoría legal feminista y es socia de la Colectiva de Abogadas Feministas. Nava puntualiza las características que debe tener un consentimiento informado y recomienda leer con atención y detenimiento los detalles.
“Debe tener el nombre de la institución, el título del documento, el lugar y fecha de emisión, el diagnóstico, los riesgos y los beneficios y el nombre y la firma del médico que lo autoriza. Hay que tomarse el tiempo para leer de qué se trata y, si no lo entienden, hay que darse el tiempo para preguntar”, explica Nava.
El Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) menciona que el consentimiento informado debe proporcionarse en un formato y ambiente que favorezca la comprensión.
Para garantizarlo, debe entregarse a la persona usuaria después de que haya recibido información veraz acerca de todos los métodos anticonceptivos disponibles y de los riesgos, los beneficios y la efectividad de cada uno, sin estar sujeta a ningún tipo de discriminación, amenazas o presiones.
Negarse a prestar este servicio podría representar violencia institucional, pero en cualquier caso, la abogada Nava aclara que sería violatorio de los derechos reproductivos y podría tramitarse una queja en la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED).
Crecer cuidando
Jacqueline cuenta que creció con la convicción de que la maternidad es una opción y no una obligación. Al mismo tiempo, dice que aprendió desde pequeña que el propósito de un hijo es cuidar de sus padres cuando envejezcan.
“Durante toda mi vida he crecido siendo cuidadora de mis papás, de mi hermana y de la casa. Entiendo por completo la desesperación de tener que cuidar a una personita que es muy demandante y que no le importa cómo te sientes”, expone.
Además de esa experiencia de crianza temprana, Jacqueline explica que vive con distimia, un trastorno depresivo de baja intensidad, pero crónico y persistente acompañado de un sentimiento de vacío y desesperanza. En su adolescencia llegó a pensar que un hijo podría llenar un vacío emocional.
“Tenía la necesidad de ser necesitada y pensaba que un hijo arreglaría eso”, cuenta Jacqueline.
Pero con el tiempo, su deseo de ser madre cambió y embarazarse se convirtió en su mayor preocupación. Dice que no quería pasar por la depresión postparto, una condición que, en México, dos de cada diez mujeres experimentan, según información de la Secretaría de Salud.
Además, Jacqueline es portadora del gen de la distrofia muscular, una enfermedad genética y hereditaria. Dice que la relación con sus padres le dejó claro que criar implica más que amor: requiere estabilidad económica, apoyo y salud mental.
“Vi a mis papás preocuparse por el dinero durante muchos años, entonces no me gustaría que mis hijos sientan la preocupación que yo sentí mientras iba creciendo. Quiero que sientan la tranquilidad de que mañana van a tener algo que comer y que si se enferman habrá dinero para tratarlos lo mejor que se pueda”, explica Jacqueline.
Movimiento childfree
El movimiento childfree, que reivindica vivir sin hijos por elección, está vinculado a distintas motivaciones. En 2022, El Colegio de México publicó un estudio donde identifica cinco razones principales: la violencia y pobreza estructural del país; la crisis ambiental y la sobrepoblación mundial; la falta de recursos económicos o de tiempo para la crianza; la ausencia de afinidad o paciencia hacia los niños; y condiciones personales como la orientación sexual o enfermedades hereditarias.
“Entendí que un hijo no viene con todo lo que necesita incluido. Traer a una persona al mundo es mucho más de lo que puede ofrecerte a ti”.
Jacqueline, persona joven y sin hijos que se sometió a una ligadura de trompas
Jacqueline comenzó a pensar en la salpingoclasia como una posibilidad desde los 18 años. Expresa que, durante el proceso, su convicción sobre la crianza y la maternidad cambió. “Entendí que un hijo no viene con todo lo que necesita incluido. Traer a una persona al mundo es mucho más de lo que puede ofrecerte a ti”.
Al igual que Jacqueline, millones de mujeres necesitan procedimientos para controlar la reproducción. Según la Organización de las Naciones Unidas, a nivel mundial el 48% de las usuarias casadas usa métodos anticonceptivos permanentes o de larga duración, mientras que el 69% de las no casadas elige métodos de acción corta y el 20% de acción prolongada.
Otra forma de maternar
En el contexto actual, la planificación familiar se ha vuelto una necesidad. En México, cada vez más mujeres tienen menos hijos. Con base en datos de la organización México, ¿Cómo vamos?, en 1970 el promedio de hijos por cada mujer era de 6.5, hoy es de 1.9. De hecho, la esterilización femenina se ha convertido en el método anticonceptivo más utilizado. En 2023, el 45.9% de las mujeres en edad fértil la eligió, de acuerdo con la ENADID.
Actualmente, Jacqueline considera la posibilidad de ser madre adoptiva en el futuro. En caso de arrepentimiento, asegura que cuenta con otras opciones para embarazarse como las técnicas de reproducción asistida. Piensa que la mayor ventaja que trae consigo este método es el derecho a decidir.
“Tenía miedo de embarazarme y no poder elegir cuándo tenerlo. Sé que existe el aborto pero yo no quería pasar por uno”.
Además, dice, desea ayudar a otras a informarse: “Cuando hablo sobre mi experiencia, aparecen mujeres, amigas, compañeras que preguntan cómo lo hice porque ellas también quieren hacerlo”.
Informar, no cuestionar
La ginecóloga Carrillo considera que tener hijos no es sinónimo de felicidad ni de tristeza, y considera que la esterilización femenina es una forma de prevenir embarazos no deseados.
“Un embarazo que no es deseado es un dolor de cabeza, un problema emocional y económico tanto para la mujer como para la familia que está a su alrededor. Es mejor optar por estas acciones con tiempo a solicitar un aborto tardío”, dice Carrillo.
Incluso la ginecóloga Sarabia cree que su obligación se limita a informar a las pacientes, no a cuestionarlas. Enfatiza que el personal de salud no puede prohibirle a una paciente esta cirugía.
“Tal vez yo no me estoy negando, pero le estoy dando otras opciones. Nosotros les decimos los riesgos y los beneficios y les damos las herramientas para que sepan lo que es y tomen una decisión informada. Nuestra obligación como médicos es informarles”.
Jacqueline y quienes defienden el derecho a decidir consideran que la maternidad no puede ser impuesta: ni por la cultura, ni por la burocracia, ni por el sistema de salud.
“Yo estoy tranquila con mi decisión”, dice Jacqueline. “Pienso que las mujeres que dan a luz son muy valientes y realmente me parece una decisión llena de amor porque implica cambiar todo tu cuerpo, sentir mucho dolor y sacrificar muchas cosas durante mucho tiempo para traer una persona al mundo. Pero es algo por lo que yo no quería pasar”.


