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Toma otomí - incendio

Toma del INPI: otomíes incendian archivos y mobiliario tras ausencia de autoridades

Carlos Acuña, reportero / Corriente Alterna el 24 de noviembre, 2020

En protesta por la falta de atención por parte de autoridades, familias otomíes incendian archivos y mobiliario del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas.

Frente a la hoguera, Verónica Margarito deshoja un libro llamado Al servicio de los pueblos indígenas. Cada página alimenta una barricada de fuego instalada frente a las oficinas del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) en avenida Coyoacán. 

Corre el mediodía del martes 24 de noviembre. Junto a sus tres hijos –la mayor de 12 años, el menor de tres–, Verónica ha dormido desde hace siete semanas dentro de las oficinas de la dependencia, debajo de un escritorio del primer piso, donde antes se ubicaba la dirección de Fortalecimiento de Capacidades Indígenas. Los papeles que ahora se queman, las sillas y las mesas, fueron extraídas de ese mismo despacho. 

–A ver si ‘ora sí nos voltean a ver –dice Verónica antes de lanzar otra carpeta al fuego–. A ver si ‘ora sí nos toman en serio.

El 12 de octubre pasado, un centenar de familias otomíes tomó las oficinas del INPI. Sus demandas fueron claras: expropiar y destinar a vivienda indígena tres predios en las colonias Roma y Condesa, garantizar salud y educación a la comunidad otomí durante la pandemia. 

Eso para empezar. 

Porque las familias que mantienen la toma otomí pertenecen al Congreso Nacional Indígena (CNI) una organización de colectivos afines al zapatismo, y denuncian las agresiones a otras comunidades. Como el ocurrido este lunes 23 en Ayala, Morelos, donde la Guardia Nacional desalojó un campamento de ejidatarios de la comunidad de San Pedro Apatlaco, que se oponen a la construcción del Proyecto Integral Morelos y la termoeléctrica de Huexca. 

Luego de semanas de exigir un diálogo, la comunidad otomí ha comenzado a quemar archivos y mobiliario.
Foto: Carlos Acuña

–Van tres martes que nos dejan plantados las autoridades del INPI y las autoridades de la ciudad.

Verónica porta un vestido color azul celeste, un regalo de su familia. A diferencia de su madre, quien solía usar sus vestidos tradicionales todos los días y a toda hora, ella sólo viste así, con esta blusa en ocasiones especiales. En las fiestas, por ejemplo. Esta mañana decidió ponerse este vestido porque la comunidad tenía programada una reunión con el titular de la Secretaría de Gobierno de la ciudad, Alfonso Suárez del Real, y el director general  del INPI, Adelfo Regino.

 El 3 de noviembre pasado, estos funcionarios se habían comprometido a acelerar los trámites para atender las demandas de las comunidades otomíes y proceder a la expropiación de los predios. Desde entonces la comunidad otomí no los ha vuelto a ver. En su lugar, afirman,han acudido funcionarios medios, sin atribuciones operativas y que desconocen los acuerdos tomados.

Otomíes incendian archivos durante la toma del INPI
Foto: Carlos Acuña

–Nosotros ya casi que sabíamos que no iban a venir pues –ríe Verónica–. Entonces casi que me vestí con mi ropa tradicional para quemar todo esto. 

Hasta ahora, las instalaciones del INPI habían permanecido intactas. La comunidad apenas se había atrevido a tocar el mobiliario, los archivos o las computadoras: querían enfatizar que sus acciones eran pacíficas. 

El humo llena la calle, un grupo de niños acarrea un archivero antes de lanzarlo sobre las llamas. Monserrat, la niña de 12 años de Verónica, se divierte lanzando carpetas y hojas a la hoguera. Al menos la mitad de los muebles del primer piso del instituto se deshacen en cenizas. Los otomíes incendian archivos, carpetas, libros, calendarios, directorios.

Pasa la una y media de la tarde, aparece Arturo Medina, subsecretario de gobierno de la ciudad. Promete que las autoridades llegarán el día miércoles, a primera hora. Solicita que la comunidad permita a los bomberos apagar el fuego y liberar la avenida. Los reporteros intentan entrevistarlo pero las mujeres otomíes –quienes han sido la voz pública de la toma– las rodean y megáfono en mano sabotean las entrevistas gritando consignas: “¡Zapata Vive! ¡La lucha sigue!”. 

Verónica en la toma otomí, durante la quema de archivos.
Foto: Carlos Acuña

–Si no llegan mañana, vamos a quemar el segundo piso –dice Verónica–. Y si no llegan, pues nos vamos al tercer piso. Luego el cuarto y ya veremos si después el quinto. Y aquí vamos a ir haciendo ya casa. Aquí nos vamos a quedar a vivir.