Tráileres llenos de mangles talados que salen de noche; camiones de volteo que entran de día con material de construcción; negocios familiares en quiebra; un movimiento que cuestiona la “turistificación” y la llegada de empresarios que se apoderan de la costa yucateca. Todo esto ocurre en Sisal, un pueblo del noroeste de Yucatán, que en 2020 fue declarado Pueblo Mágico.
Sisal, que creció en medio de la Reserva Estatal de Ciénagas y Manglares y la Reserva Estatal El Palmar, vive tiempos de auge para los inversionistas. Este puerto, a 53 kilómetros de la ciudad de Mérida, atrae las miradas de nacionales y extranjeros que buscan vacacionar o invertir su dinero en una residencia de verano frente al mar.
Las autoridades dicen que la adhesión de Sisal al programa de Pueblos Mágicos de la Secretaría de Turismo (Sectur) es para impulsar su desarrollo turístico y económico. Pero los pobladores sostienen, al contrario, que ha encarecido la vida. Restaurantes de familias locales, por ejemplo, resintieron los primeros impactos de la designación: la marisquería El Comanche se despidió en julio de 2021, después de 47 años de servicio, porque el alquiler se quintuplicó de un mes a otro.
—Si antes la renta de una casa costaba 1,800 pesos mensuales, ahora no bajan de 2,500 –cuenta una vecina.
Los habitantes de Sisal consideran que el nombramiento de Pueblo Mágico ha atraído a muchas personas, sobre todo extranjeras. Pero temen que el crecimiento demográfico ponga en peligro los ecosistemas naturales porque la construcción de hoteles, multifamiliares y fraccionamientos exclusivos está provocando sobreproducción de basura y la devastación de manglares y dunas costeras.
Resistir al crecimiento turístico
La mañana del 5 de julio de 2021, un grupo de sisaleños cerró el acceso al andador principal del puerto y limitó el paso de automóviles con el objetivo de exigir la revocación del certificado de Pueblo Mágico. Los habitantes protestaron con una manta que, hasta el día de hoy, está expuesta en la avenida. En ella se lee, con letras rojas y negras: “Sisal dice no a más concesiones y no a más privatización de playas. Sisal dice no a Pueblo Mágico y sí a la salud. Sí a carreteras dignas, sí a espacios públicos dignos”.
La protesta llegó hasta entonces porque los 2,078 habitantes de este puerto no fueron informados ni consultados por ninguna autoridad federal sobre la designación del lugar como Pueblo Mágico.
Un mes después de la manifestación, el movimiento se apagó porque algunos negocios locales enfrentaron obstáculos en la renovación de sus permisos y son “monitoreados” semanalmente por autoridades estatales del sector salud.
Pero, también, porque algunos de sus integrantes fueron intimidados. Aseguran que autoridades estatales les dijeron que “dejaran de alborotar el gallinero o ya saben lo que pasa”. Solo un grupo de personas mantiene la protesta que promueve la preservación de los ecosistemas.
Una de estas personas, que pide omitir su nombre por motivos de seguridad, expresa sus razones: “Yo no ando con el temor de que me maten. Pero, si un día pasara, sería por una causa muy hermosa para mí. Si voy a morir, que sea preservando donde yo vivo: la naturaleza”.
Tierras en venta
La vista es turquesa y celeste. La franja arenosa donde se construyó Sisal es la frontera del mar con los humedales, donde cada año anidan y se alimentan cientos de flamingos. Los manglares y dunas costeras son barreras naturales que protegen a la población de tormentas y huracanes tropicales, además de dar refugio y alimento a hormigas, flamingos, cocodrilos y ocelotes, entre muchas otras especies.
Los lugareños se dedican, principalmente, a la pesca tradicional en pequeños botes o al “chanchuy”, que consiste en tirar redes en la orilla de la playa. Lo obtenido es para autoconsumo y venta.
Esto era Sisal. Pero ya no hay tierras de uso común porque están parceladas y existe un proceso de privatización de las mismas, aseguran los pobladores. El sitio web del proyecto de venta de lotes de inversión, Paraíso Sisal, expone que 70% de sus clientes son extranjeros. Al poniente del puerto, donde se ubican los terrenos que se ofertan en ese portal de internet, estacas amarillas que van del 1 al 120 delimitan los mil metros cuadrados que mide cada terreno del proyecto inmobiliario que avanza por el litoral yucateco. Esta superficie equivale a casi dos veces el Estadio Azteca.
Al extremo oriente de la localidad emerge un “segundo Sisal”, dicen los pobladores. Uno con proyectos como Vía Costela y Maramar, que ofrecen una “mezcla de lujo, belleza tropical y tranquilidad” para quienes “planean vivir en una casa de ensueño”, con parques, lobby y hasta un mirador.
A lo largo de 22 kilómetros de costa se repiten letreros con la leyenda: “Prohibido el paso, propiedad privada”, aunque en México, según la Sectur, no existen playas privadas.
—¿Por qué a nosotros no nos dan concesiones y a las personas que tienen dinero sí? —cuestiona un palapero.
Sobre la playa sobresalen casas con acabados de piedra y madera, más grandes que cualquier otra del pueblo de Sisal.
—Llegan extranjeros a ocupar tremendas casonas, pero no salen de ellas. Hacen su supermercado en Mérida y regresan para encerrarse —detalla, molesto, Mario, un hombre alto, de ojos grandes y piel morena. Aparenta unos cuarenta años.
Tiendas como Oxxo, de la empresa Femsa, o Maxicarnes, del Grupo Porcícola Mexicano Kekén —el mayor productor de carne de cerdo en México—, con 17,400 y 480 tiendas en todo el país, respectivamente, han hecho ofrecimientos a pobladores para comprar sus terrenos ubicados a la entrada del pueblo.
—¿Qué puede vender un Oxxo que no pueda vender la tiendita de la esquina? ¿Qué sabor puede tener un Starbucks que no lo pueda dar un restaurante de Sisal? Eso es lo que queremos, que se consuma local y que haya una derrama económica para la población —dice Miguel, un guía de turismo con gesto serio.
El valor económico de los Pueblos Mágicos
Con la promesa de la derrama económica para los habitantes, las autoridades impulsan el turismo en algunas localidades del país. Sin embargo, desde que en 2001 se creó el programa de Pueblos Mágicos, ni los gobiernos estatales ni el federal tienen datos suficientes sobre el impacto económico de esta estrategia turística.
Apenas en diciembre de 2021, la Secretaría de Turismo publicó el Primer Estudio Económico de Pueblos Mágicos. En ese informe se reconoce que, hasta 2018, únicamente 36 de las 132 localidades con esta denominación tenían información estadística de su actividad turística. “Lo que imposibilita que, a más de 17 años de operación del programa, se dimensione el impacto real del turismo en dichos destinos”.
El estudio expone que el valor económico del turismo en los Pueblos Mágicos fue de 8,702 millones de pesos en 2003. En 2018 alcanzó los 42,154 millones de pesos. Sin embargo, los recursos que genera esta actividad turística aportan apenas 0.13% a las economías de los estados donde se ubican los Pueblos Mágicos.
Luis, un joven guía de turismo con aire desenfadado, reconoce que “el cambio de pueblo mágico ha sido muy fuerte” porque, económicamente, hay un beneficio para la población dedicada al turismo; pero, sostiene, a costa de consecuencias ambientales y sociales.
La devastación del manglar
Para los sisaleños, hasta ahora, el impacto visible de vivir en un Pueblo Mágico es el daño a su entorno. En agosto de 2021, algunos pobladores presenciaron que maquinaria del gobierno de Yucatán talaba manglares y removía dunas costeras, aun cuando es un delito ambiental. Medio año más tarde, ya había bardas que delimitan la zona.
La devastación del mangle y de la duna costera es evidente, y en aquellos espacios desnudos se construyen casas. La maquinaria no para: entra y sale de la comunidad con gravilla, bloques y cemento.
Arriba de su kayak, el guía de turismo de nombre Ramón dice que la maquinaria y la deforestación son un problema para que las especies aniden, pues al no ser un sitio silencioso deciden irse a otro lado. Eso reduce el avistamiento de aves como el flamingo, una de las principales atracciones del turismo en Sisal, Celestún y Río Lagartos.
A raíz de las construcciones que iluminan la playa y devastan las dunas, agrega Ramón, las tortugas se confunden y no llegan a anidar a Sisal, que cada año se convierte en el segundo principal sitio de desove de tortugas Carey. Para darse una idea, en 2018 se contabilizaron 38,000 huevos; en 2019, más de 54,000; pero en 2020 se reportaron poco menos de 18,000. Un informe del gobierno de Yucatán expone que, como consecuencia de las inundaciones, la erosión y la pérdida de dunas, hubo “un menor número de nidos registrados” que en años anteriores.
Se acelera la “turistificación” de Sisal
—Cuando se declara Pueblo Mágico a una comunidad, lo que se hace es cambiar las prioridades del espacio público para el turismo. A esto se le llama “turistificación” —explica Carla Escoffié, especialista en derecho a la vivienda y coordinadora del Centro de Derechos Humanos de la Facultad Libre de Derecho, de Monterrey.
En Sisal se puede ver el embellecimiento de la imagen urbana en los espacios de captación de turismo. Hay bancas vanguardistas y focos led que cuelgan de las palmeras. El andador principal es colorido, al igual que las letras monumentales. Es para tomarse fotos. Pero a 110 metros se acaba la magia.
Las calles tienen baches, hay basura en las calles y las banquetas tienen fracturas. En noviembre de 2021, Edna Marisa Franco, alcaldesa del partido Morena que gobierna Hunucmá, municipio al que pertenece Sisal, anunció la repavimentación de trece calles. Cuatro meses después, solo una vialidad, además de la calle principal, se encuentra en buen estado.
Una vecina joven de Sisal, con rostro afilado y cabello largo dice:
—Hay problemas locales que no están observando estos proyectos y que están dejando de lado (las autoridades), porque no viven aquí ni saben cuáles son las necesidades. Llevan a cabo un plan que no va con el sitio ni con las personas.
El caso de Sisal es paradigmático, dice Escoffié, porque demuestra la forma en que la Península de Yucatán es explotada. Tanto la industria turística como la inmobiliaria están generando afectaciones graves e irreparables en el medio ambiente, en la dinámica social, habitacional, en la dinámica de los pueblos y comunidades porteñas.
La especialista sostiene que las autoridades debieron establecer y realizar un protocolo de consulta, atravesado por sesiones de información para explicar qué cambios habría en Sisal o qué medidas se tomarían para mitigar cualquier tipo de daño ambiental, habitacional o social. Y después pasar a una etapa de deliberación conforme al protocolo acordado. Pero nada de esto se aplicó en Sisal.
—El Estado ha sido bastante paternalista al minimizar las críticas o al usar el argumento de que el proyecto es beneficioso porque traerá empleos. Ése siempre es el argumento de los megaproyectos, como si las personas no tuvieran empleos o estos significaran una mejora en la calidad de vida —agrega Escoffié.
Playa platino
Un mes antes de la designación de Pueblo Mágico, Sisal fue nombrada playa platino por la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS), homóloga estatal de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Una playa platino “está certificada internacionalmente” por alcanzar “la excelencia en la gestión de residuos sólidos urbanos”. Pero en Sisal los pobladores limpian las playas desde mucho antes de recibir ese certificado del que se apropió la dependencia estatal para atraer turismo.
A Luis, guía turístico, le parece curiosa esta certificación:
—Si una comunidad hacía basura antes, imagínate ahora con el monstruo del desarrollo. Ahora es el doble de basura la que sacamos.
Mientras la sobreproducción de residuos va a parar al basurero municipal que se encuentra en la carretera Sisal-Mérida, paralelamente los pobladores observan la contaminación de ciénagas y manglares que, en teoría, cuentan con protección.
Luis señala que los manglares se llenan de residuos plásticos por la falta de conciencia ambiental de “los turistas y los pescadores”.
En los manglares habita un tipo de lagarto, explica Luis: el crocodylus moreletii. Convive con él desde muy chico porque bajaba al manglar a recoger jaibas. También sabe que el sitio es hogar de serpientes sin glándulas venenosas y 17 especies endémicas de aves, además de las que migran por temporadas. Sin embargo, las autoridades y empresas que impulsan a Sisal como Pueblo Mágico no han considerado ninguna estrategia para preservar este ecosistema natural.
—¿Cómo huele un manglar no contaminado? —le pregunto a Luis.
—Huele a la descomposición natural de las hojas, no a putrefacción.
Los manglares ubicados rumbo a Paraíso Sisal huelen a basura y animales en descomposición que se acumulan en sus raíces.