Donde antes hubo música, baile, muchedumbre y expresiones alternativas, hoy quedan cortinas metálicas con sellos de clausura o negocios que los han sustituido. Poco a poco, la vida nocturna ha vuelto a la Ciudad de México, pero los efectos de la pandemia se reflejan en los espacios culturales independientes que han cerrado o se resisten a hacerlo.
Es el caso del Punto Gozadera (conocido como La Gozadera), un Espacio Cultural Independiente (ECI) que funcionó entre 2015 y 2021 en la colonia centro de la Ciudad de México. Vendían comida oaxaqueña y destilados artesanales, pero destacaba por su agenda llena de presentaciones de libros, conferencias, conciertos, bailes y encuentros que nutrían la reflexión política sobre el feminismo, el activismo LGBT+ y la autogestión.
La renta de este lugar era de 40,000 pesos mensuales, un monto que ante las restricciones de aforo por la pandemia fue imposible de saldar. Su fundadora, Libertad García, comparte a Corriente Alterna que “Punto Gozadera vivió de aglomerar gente. Pero era una actividad que en 2020, por ley, no podíamos hacer. Tuvimos nula empatía del dueño del lugar, acumulamos una deuda que, a la fecha, se sigue pagando y finalmente tuvimos que cerrar”.
La Gozadera remató muebles, bajó cortinas y dejó el lugar, que ahora es un restaurante de pollos peruanos que casi siempre está vacío.
Como este espacio cultural también cerraron el Foro Piedra del Sol, Casa Artes y Circo, Territorio Multimedia, Carretera 45, el Mundano, el Café Trevi, el Gato Calavera.
El compromiso de estos espacios culturales independientes es hacia lo no convencional, las nuevas propuestas artísticas, el fomento de pensamiento político a través de sus actividades y, sobre todo, visibilizar la diversidad de realidades que coexisten en una ciudad tan grande y compleja como la nuestra.
–A una banda de punk difícilmente la vas a ver tocando en un museo o en un festival cultural de la Ciudad de México –asegura Felipe Bustamante, socio fundador del Multiforo 246 e integrante de la banda de rock Panteón Rococó–. Hay opciones que no son tan visibles. Creemos que espacios así abren ese abanico de posibilidades. Es una oferta ciudadana, es bueno que haya espacios donde la puedas promover.
Por eso, la ausencia de los ECI es notoria en el panorama de la Ciudad de México que hoy intenta reestructurarse.
Sobrevivir en la pospandemia
Eduardo Zúñiga es socio fundador del Multiforo Urbano Bajo Circuito, espacio ubicado en un bajo puente de Avenida José Vasconcelos, a un par de cuadras del Bosque de Chapultepec. En entrevista con Corriente Alterna, Zúñiga recuerda cómo se complicó la situación debido al covid-19: “Al inicio no pensamos que el cierre fuera a pasar de quince días. Gracias al programa Ciudad al Aire Libre pudimos abrir como restaurante, vendiendo comidas corridas. Nosotros tenemos una renta que no es nada cómoda”.
Algunos vecinos apoyaron comprando comida; otros solo se asomaban a corroborar la transformación de ese espacio que, como muchos otros, recurrieron a la venta de alimentos durante el día, porque su dinámica nocturna se encontraba suspendida por la pandemia.
Desde lo legal, estos lugares no son restaurantes con música en vivo ni auditorios que venden comida. Entonces ¿qué son los Espacios Culturales Independientes y por qué son tan importantes?
Para Argel Pineda, quien se presenta en distintos foros de la Ciudad de México con su proyecto de salsa brava La Necedad Orquesta, “no son espacios donde solo vas a escuchar música sino donde vas a conocer la realidad en la que vives, en los que vas a organizarte, en los que puedes contactar con colectivos y colectivas que están haciendo cosas, que están luchando por los derechos de la gente. Por eso pega que espacios como ellos son los que están más golpeados en este periodo”.
En la céntrica alcaldía Cuauhtémoc, en el número 17 de Avenida Tenochtitlán (antes Puente de Alvarado), se encuentra el Foro Cultural Hilvana. Mac Andaluz, administrador del lugar, califica a los dos años que duró la pandemia como “devastadores”. Las restricciones de aforo y los semáforos sanitarios no fueron correspondientes con las licencias para operar.
“Te enfrentas con que estuviste parado un ratote y te toca renovar la licencia de funcionamiento. Son miles de pesos. ¿Cómo los vas a pagar si estuviste cerrado? Quedas a expensas de que te caiga una inspección y te clausure. ¡Les vale madre!”.
La taquilla no es un ingreso fuerte: 70% de lo recaudado se destina a los artistas invitados; el 30% restante no basta para cubrir los gastos. Por este motivo es necesario tramitar un permiso de “establecimiento de impacto vecinal” que les permita a estos lugares vender alimentos y bebidas alcohólicas para garantizar una segunda entrada de dinero. Lo que se tiene que vender debe ser suficiente para obtener una ganancia, pues el costo de este permiso es de 80,000 pesos anuales.
Otro requisito obligatorio para operar es una constancia de estacionamiento: tres lugares por cada 100 metros cuadrados del lugar. Si no hay un espacio propio, rentar 20 lugares al mes en un estacionamiento cercano podría costar 70,000 pesos, aun cuando buena parte de las personas que asisten a los eventos de estos espacios llegan en transporte público.
Se suma el pago del agua, luz, gas, internet, los sueldos del personal, insumos para cocina, equipo de audio e iluminación.
Y, además, las rentas se acumularon.
De acuerdo con los dueños de los foros entrevistados para este reportaje, sostener un espacio cultural de este tipo implica un compromiso económico muy fuerte. Por ejemplo, la renta en una zona céntrica de la alcaldía Cuauhtémoc oscila entre 50,000 y 80,000 pesos mensuales.
Felipe Bustamante, del Multiforo 246, señala al respecto: “De repente ganamos en un mes algo de dinero; luego se pagan los gastos y casi no queda nada… Pero, bueno, estamos ahí. Después llegan los impuestos, dicen que le debemos 12 mil, 15 mil pesos a Hacienda, y es: ‘¿Neta, no ganamos nada?’”.
Ley en pausa por emergencia sanitaria
Aunque la pandemia es un golpe reciente, la demanda por garantías legales se plantea desde hace nueve años, cuando los dueños de algunos foros ubicados en la zona centro de la ciudad conformaron la CECI (Coordinadora de Espacios Culturales Independientes).
“Cuando hicimos la CECI buscamos ser tomados en cuenta. Que nos dejaran constituirnos como figura legal. Todos estamos dados de alta como restaurantes o fondas. Pero en la política, a las instituciones les incomoda la palabra independiente, les causa un escozor impresionante”, cuenta Felipe Bustamante.
En diciembre de 2018 la Comisión de Derechos Culturales del Congreso de la Ciudad de México convocó a representantes de distintos foros para escuchar sus demandas. Esta reunión sucedió en el Museo Universitario del Chopo, un espacio representativo de la contracultura, ubicado en la zona norte de la capital.
Tras dos años de mesas de trabajo que recorrieron las 16 alcaldías de la Ciudad de México, en noviembre de 2020 se aprobó la Ley de Espacios Culturales Independientes. En el documento destacan dos cosas: la posibilidad de solicitar inmuebles en donación para la gestión de espacios culturales y que haya ajustes sobre los pagos por impuesto para venta de alcohol.
Sin embargo, la pandemia retrasó la ejecución de esta ley. Actualmente no hay reglamento: es una tarea pendiente de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.
Desde septiembre de 2021 la encargada de dar seguimiento a esta Ley es la diputada local Ana Francis López Bayghen Patiño, quien antes de su actual cargo público era actriz y dirigía su compañía de teatro-cabaret Las Reinas Chulas. Ana Francis Mor –como se hace llamar– es también administradora del Teatro Bar El Vicio, al sur de la Ciudad de México, en la alcaldía Coyoacán.
–Durante el confinamiento por la pandemia yo vi a Ana Francis haciendo comida corrida para sostener al Teatro Bar El Vicio; ella cocinaba –asegura Ross Cruz, coordinadora cultural de Casa Libertad, sede de trabajo de la diputada–. Es a través de su experiencia como administradora de El Vicio que Ana Francis Mor conoce las dificultades que enfrentan estos espacios de los que trata la ley.
En entrevista con Corriente Alterna, la diputada Ana Francis López dice que estos espacios “son esfuerzos colectivos comunitarios y de barrio. No pueden pagar lo mismo que paga un restaurante o un bar: su fin no es el negocio sino la promoción de la cultura”.
Sin embargo, otorgar beneficios fiscales a los ECI sobre los permisos y licencias, así como condonar los espacios, es un paso delicado.
“Por la corrupción, cualquier restaurante o bar puede poner un escenario de dos metros cuadrados con un cantante y decir: ‘Yo ya soy un Espacio Cultural Independiente’. Y no es cierto. El temor es que los espacios que venden alcohol se agarren de ahí para no pagar los impuestos correspondientes”, explica la legisladora.
La Ley de Espacios Culturales Independientes busca modificar la Ley de Establecimientos Mercantiles para que contemple a los ECI con venta de alcohol y ambas legislaciones puedan convivir.
Pero Mishelle Muñoz, asesora legislativa de Ana Francis Mor, explica esa tensión: “Algunos restauranteros dicen: ‘Oye, a mí me impones muchísimas cosas y a ellos ¿solo por hacer circo —porque así te lo dicen— pueden vender alcohol sin pagar impuestos?’”.
Otra lucha ha sido mantener el artículo 7 de la ley, que habla sobre la donación de inmuebles para que estos proyectos no se detengan por los costos de alquiler. “Costó sangre, sudor y lágrimas para que no borraran este artículo. No hay ningún otro sector que tenga algo así”, agrega Muñoz.
Mientras el reglamento de la Ley de Espacios Culturales Independientes aún no está listo, los administradores de estos lugares continúan como pueden, con lo que hay, como siempre.
Espacios Culturales Independientes luchan por recuperar la noche
La pandemia continúa, pero los habitantes de la capital han vuelto a los espacios que sobreviven: la necesidad de consumir y acceder a la cultura se ha vuelto inaplazable.
Entre 2020 y 2021 las inspecciones del Instituto de Verificación Administrativa del gobierno capitalino se redujeron un 97%. Ahora, con el semáforo epidemiológico verde, quienes administran estos espacios temen que las inspecciones regresen y no contemplen las secuelas económicas del confinamiento. Cualquier irregularidad burocrática los puede condenar a cerrar o endeudarse más.
En este panorama, el conjunto de problemas que sopesan estos espacios contrasta con la ligereza del público asistente. Algunos todavía portan cubrebocas, pero la mayoría respira de nuevo sin mascarilla y convive sin miedo al contacto con desconocidos, aun cuando en la capital la medida de no usar el cubrebocas solo se ha aprobado para espacios abiertos. Pareciera que el 2020 y la pandemia quedaron, por fin, muy atrás.
A pesar de todo, hay proyectos que resisten. Punto Gozadera busca resurgir, aunque desde una nueva ubicación. Libertad García comparte que será fuera de la Ciudad de México, con la esperanza de encontrar condiciones más amables. “Si nosotras hubiéramos tenido un espacio donde no pagáramos renta, aunque no tuviese la excelente ubicación que tenía La Gozadera, otra historia hubiese sido”, señala. “En ese sentido la ley es inútil porque no entró al corazón del problema, que es: ¿cómo diablos un Espacio Cultural Independiente tiene sustento en esta lógica capitalista?”.
En el Foro Hilvana ya son las once de la noche. Es viernes de salsa, la Necedad Orquesta sube a la tarima y arranca la música en vivo. La gente se levanta de sus mesas para bailar bajo esa suerte de hechizo sonoro. No más encierro, la fiesta fluye de nuevo.
Solo Mac Andaluz permanece sentado en la barra del Hilvana, con la mirada fija en su laptop, meditando frente al mismo archivo de Excel atiborrado de gastos y presupuestos desde hace horas, semanas, un par de décadas…