La voz de las escritoras mexicanas se escucha más fuerte que nunca. Después de siglos de una tradición literaria eminentemente masculina, la cuarta ola del feminismo en México ha inspirado diversas iniciativas (algunas institucionales y otras independientes) que visibilizan a las mujeres en la literatura nacional. Desde la colección Vindictas de la UNAM, hasta los retos de lectura en Twitter, este texto explora las redes de sororidad que las mismas escritoras han tejido para reclamar los espacios culturales que les corresponden.
Durante siglos, el canon literario mexicano ha marginado la literatura escrita por mujeres. Aunque hay autoras indispensables en cualquier programa académico, su representación no es proporcional a la de los escritores hombres. Mientras ellos son presencia constante en la cultura popular, los espacios públicos dedicados a ellas son muy limitados. Sor Juana Inés de la Cruz aparece en un billete, pero pronto la cambiarán a uno de menor denominación. La vida de Rosario Castellanos resurgió en el último lustro, cuando fue llevada al cine en la película multipremiada Los adioses (2017), de la directora Natalia Beristáin. El nombre de Elena Poniatowska está desde 2008 en el Premio Iberoamericano de Novela que otorga la Ciudad de México, uno de los pocos premios literarios que llevan nombre de mujer en este país.
Son más comunes las anécdotas sobre el sexismo que hasta las autoras más célebres han encontrado en sus trayectorias. A Margo Glantz no quisieron publicarle sus primeros libros de ficción, como le contó a El País en 2018. “Solo querían ensayos, rechazaban los de ficción y en parte se debía a que era mujer”. Elena Garro no tenía lápida en su sepulcro hasta que se la pusieron en el centenario de su nacimiento en 2016; aquel año, una editorial española reeditó su novela Reencuentro de personajes con un cintillo desafortunado; la presentaba como “mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”.
Es significativo que las autoras más reconocidas de las letras en México puedan contarse con los dedos de las dos manos; cuando las mujeres somos el 51.4% de la población. En la actualidad hay un esfuerzo colectivo liderado por académicas y escritoras que buscan darle voz a un sector marginado por mucho tiempo. Más allá de la anécdota están los números para confirmarlo.
México tiene, de por sí, un bajo índice de lectura. De acuerdo con el Módulo sobre Lectura del INEGI (2019), solo cuatro de cada diez mexicanos habían leído al menos un libro en el último año. No es posible saber en qué proporción leyeron a mujeres u hombres porque ni este ejercicio ni la Encuesta Nacional de Lectura hacen esta pregunta. No es un tema que le preocupe a las instituciones gubernamentales. La invisibilidad es otra forma de violencia de género.
Otro ejemplo está en los primeros acercamientos de la infancia mexicana a la literatura mediante los libros de texto gratuitos. Desde sus primeros ejemplares entregados en 1960, los libros de texto gratuitos son la herramienta básica de la educación primaria en México. Estos libros alcanzan a más de 14 millones de alumnos y alumnas cada año, tanto en escuelas públicas como en privadas. En esas páginas empiezan a interiorizar una brecha de género.
La proporción de autoras publicadas en el Libro de lectura de cada grado de primaria para el ciclo escolar 2019-2020 es mínima en comparación con los autores. En el de primer año, únicamente seis entradas corresponden a escritoras: Rosario Castellanos, Gloria Fuertes, Juana de Ibarbourou, Evangelina Mendoza Márquez, Mónica Tirabasso y Silvina Ocampo. Mientras que 12 son textos de origen folclórico o anónimo y 34 fueron escritos por hombres.
Para segundo año, la proporción empeora: 14.3% de escritoras contra 69.6% de escritores. En grados posteriores se reduce la cantidad de textos por libro, pero la tendencia se mantiene. Para el final de la primaria, los estudiantes habrán leído en este libro a un 13.7% de autoras, contra 65.4% de escritores. Si desde niños aprenden a leer solo a los hombres, ¿qué esperanza hay de que al crecer se acerquen a la obra escrita por mujeres?
Hay una brecha similar fuera del salón de clases, en el Catálogo Biobibliográfico de la Literatura en México. Antes llamado Diccionario Biobibliográfico de Escritores de México del siglo XX, este instrumento de consulta cambió su nombre en 2017 para evitar el uso sexista del lenguaje… Pero, el cambio, fue más bien superficial. Esta herramienta digital del INBA se ocupa del quehacer literario mexicano de los siglos XX y XXI.
En marzo de 2020, el diccionario registraba un 26.7% de escritoras contra un 73.3% de escritores. De 2 mil 94 nombres registrados, menos de 600 son mujeres. El panorama hacia el siglo XIX es peor: solo 11.5% son mujeres, tres de 23.
El “rinconcito” de la literatura femenina
“Le pregunté al señor librero sobre una autora, él me mandó a un rinconcito y me dijo: ‘Ahí está la sección de literatura femenina’. Era un rinconcito en un estante”, cuenta Adriana Pacheco, investigadora y creadora del podcast Hablemos Escritoras y del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas. “Le contesté ‘Ah, no me diga, ¿este es el rinconcito de la literatura femenina? Entonces, ¿dónde está la literatura masculina?. Desconcertado me respondió: ‘Pues es toda la librería’”.
El “rinconcito de la literatura femenina” en esa librería es un reflejo del lugar que se ha sido asignado a las escritoras mexicanas por décadas. Ampliar ese “rinconcito” es una batalla constante.
Pacheco, investigadora del departamento de Español y Portugués de la Universidad de Austin, en Texas, es una apasionada por la literatura de mujeres. En 2015 inició el Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas, una comunidad de autoras en Facebook. El primer resultado concreto fue el libro Romper con la palabra, un estudio crítico sobre cómo el tema de la violencia atraviesa la narrativa de las escritoras mexicanas.
El libro incluyó también una lista de 100 autoras activas y sus publicaciones, así como los resultados de un estudio para medir qué tanto espacio tenía la literatura escrita por mujeres en las aulas escolares y planes de estudios.
De acuerdo con ese estudio, 41% de los profesores entrevistados aceptó que no incluye a escritoras en su temario; 20% admitió incluir solamente a las escritoras “de siempre”, y una gran mayoría no podía nombrar a diez escritoras de las últimas tres décadas.
Adriana Pacheco se dio cuenta de que no sólo se trata de imprimir más libros de mujeres o de hacer más foros, ferias y dar más premios. “Implica leer a profundidad, hacer reseñas, hablar de su técnica y que no todo se quede en los libros. Es saber de qué forma trasciende para que sean enseñadas en las escuelas, estudiadas en las disertaciones doctorales y las tesis de maestría”.
“Los programas de estudio durante muchos años favorecieron la literatura escrita por hombres como modelos de creatividad, de fuerza, de interés para los lectores”, cuenta la investigadora Luz Elena Gutiérrez de Velasco, directora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México. Las instituciones académicas, después de todo, son el primer camino para acercar a los estudiantes a la literatura. Ella traza cuál debe ser el sentido del cambio: “Que tengan modelos tanto de hombres escritores como de autoras”.
“Me gusta mucho pensar en nuestras abuelas, en nuestras madres, en todas las feministas que nos antecedieron; que sus luchas no han sido en vano”. Así lo dice Helena López González de Orduña, doctora en Filología Hispánica e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM (CIEG), quien explica que los esfuerzos por cerrar estas brechas rescatan la historia social de la literatura y el lugar de las mujeres como autoras y protagonistas. “Es una manera de reinsertarse en la historia, de recuperar una historia en común que estaba en letras chiquitas, en nota a pie de página”.
Recuperar las voces del pasado
La colección Vindictas de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM recupera la obra de escritoras que fueron opacadas en los procesos de publicación y difusión en el siglo XX.
La voz de Tita Valencia (Ciudad de México, 1938) tenía un potencial infinito pero fue cortada de tajo cuando empezaba a florecer. En Minotauromaquia (1976, Premio Xavier Villaurrutia) el odio y el amor se funden y revelan una llaga abierta. Con este híbrido entre novela, poesía y ensayo, Valencia rompió la noción del despecho femenino como sumiso y silencioso. Escrito en los años setenta, resuena con las búsquedas de empoderamiento femenino del siglo XXI.
En esta obra, su debut como novelista, Valencia desahoga la historia de un amor apasionado y doloroso con un célebre escritor de su época, a quien no menciona por su nombre, pero cuyo rastro está presente en cada página. Este libro, que debió traerle prestigio, le costó a Tita Valencia su carrera literaria y su paz emocional. JJ es una representación ficticia del escritor mexicano Juan José Arreola, con quien Valencia vivió una relación complicada y tóxica. La revelación la marginó de la comunidad intelectual de su época.
Pasaron 30 años para que volviera a escribir una novela (Urgente decir te amo (1932-1942), 2007) y su Minotauromaquia se quedó en el olvido, silenciada por los gritos y sombrerazos que después de su publicación soltaron eminencias literarias de aquel tiempo.
Minotauromaquia es una de cinco novelas escritas por mujeres y olvidadas por el canon que, por su vigencia y relevancia literaria, recuperó la colección Vindictas. “Vindicta” significa venganza en latín; con la reedición de estos libros, el tiempo le está cobrando al machismo un agravio centenario: el desdén a la producción cultural de mujeres. Las vengadoras que apuntalan el proyecto son escritoras contemporáneas, todas menores de 40 años y coordinadas por Ave Barrera (Restauración, 2019). Ellas buscaron en anaqueles y catálogos empolvados novelas que no se habían reeditado en los últimos 20 años y que pudieron haber marcado sus vidas. Debían ser escritas por autoras mexicanas o latinoamericanas cuya obra tuviera algo que decirle al público lector de hoy, aun escritas medio siglo atrás.
Al laberinto pasional de Tita Valencia (prologado por la poeta Claudina Domingo) se unen las palabras de María Luisa La China Mendoza (De ausencia, 1974); Marcela del Río (La cripta del espejo, 1988); Tununa Mercado (En estado de memoria, 1990), y Luisa Josefina Hernández (El lugar donde crece la hierba, 1956). Esta última fue la primera ficha del efecto dominó que dio pie a esta colección literaria y que, en los próximos años, tocará con sus ondas expansivas todas las disciplinas que dependen de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad.
En abril de 2019 Ave Barrera estaba tras la pista de El lugar donde crece la hierba. Después de mucho buscar, la encontró en un fondo reservado de la biblioteca de la Universidad Iberoamericana. Se llevó el libro a casa: “Se me apachurró el corazón al descubrir que ese ejemplar, publicado en 1959, jamás había sido abierto, la tarjeta de préstamo estaba en blanco”. Hizo una publicación sobre esta anécdota en su cuenta de Instagram, que leyó Socorro Venegas, titular de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial. Comenzaron a desarrollar el proyecto Vindictas, que en julio de 2020 abarcaba ya otras disciplinas, como el cine, la danza y el teatro; y que, incluso, cuenta con un espacio semanal en TV UNAM.
Hicieron falta iniciativas como esta en la época de María Luisa La China Mendoza, un torbellino de energía, sagacidad y sentido del humor que encontró en el periodismo el refugio intelectual que le negó la literatura. “No se te olvide que yo adolezco de una falla tremenda en este país nuestro que yo adoro: soy mujer”, comentó Mendoza al escritor Fernando Fernández en una entrevista realizada en 2014, cuatro años antes de su muerte. Su novela De ausencia fue seleccionada por la ensayista Jazmina Barrera (Cuaderno de faros, 2017) para reeditarse en la colección Vindictas.
En la obra de La China, Barrera se encontró con una mente compleja y un bagaje cultural apabullante que le permite saltar de género en género. María Luisa Mendoza tenía una inmensa facilidad para jugar con el lenguaje. En De ausencia, introduce a una protagonista sorprendente, Ausencia Bautista Lumbres, una mujer dueña de sí misma que cuenta con la independencia económica y la libertad sexual con las que millones de mexicanas sueñan en la actualidad.
Mediante una narrativa vertiginosa, la autora nos inserta en la psique de Ausencia, en el debate existencial con el que intenta encontrar su lugar en el mundo, y el experimento bullicioso que es para ella dirimir cada rasgo de su feminidad. Hay una libertad en su prosa que la vuelve lectura urgente, casi cincuenta años después de publicada, para las jóvenes en busca de una identidad a la altura de la circunstancia social e histórica por la que transita el feminismo en el México del siglo XXI.
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A veces, lo más difícil para una escritora es escribir como ella misma. Deshacerse de los mantos de su bagaje literario —formado por un canon mayoritariamente masculino— y encontrar su voz. A las autoras contemporáneas que prologan Vindictas, siglos de literatura dominada por varones las han enseñado a ser escritoras de monóculo, bigote y saco de tweed.
“A donde vayas, el maestro del taller es hombre, tus compañeros son hombres y todo lo que lees son hombres y lo que publican también”, dice la escritora Nora de la Cruz (Orillas, 2018); ella es académica especialista en Elena Garro y quien propuso En estado de memoria, de Tununa Mercado, para la colección.
De la Cruz se topó con un silencio alrededor de la obra de Tununa Mercado, quien transforma la observación y el análisis de lo cotidiano en un estudio casi antropológico de los mundos donde se desenvuelven sus personajes, sin rondar estereotipos y lugares comunes.
Tununa Mercado nació en Argentina en 1939 y se exilió en México en 1974 tras recibir amenazas del grupo paramilitar peronista Alianza Anticomunista Argentina. En México trabajó como periodista y fue editora de la revista Fem, una de las primeras publicaciones feministas en América Latina.
En estado de memoria es un libro sui generis que puede leerse como novela o como colección de relatos. La narradora carga consigo la responsabilidad de recordar a sus muertos, víctimas de una violencia sistemática que la expulsó de su patria. Sus palabras resuenan en un país donde la violencia feminicida ha terminado con la vida de miles de mujeres. La memoria se vuelve la única manera de traerlas de vuelta.
“Es imposible negar nuestra existencia”
México es un país históricamente machista, donde la violencia de género está presente en todos los niveles de la vida íntima y pública. Además de la violencia física y económica, el silencio es una de las armas frecuentes del sistema hegemónico para sofocar la rebeldía femenina. Después de todo, “calladita te ves más bonita” es un dicho tan misógino como frecuente que las mexicanas hemos escuchado desde la infancia hasta la vida adulta. La última década ha sido determinante para un cambio social significativo que también se nota en la escena literaria.
La ola feminista es cada año más amplia y combativa. En marzo de 2019, esta ola rompió el pacto de silencio desde las redes sociales y el primer golpe vino desde la escena literaria. Nació en Twitter #MeTooEscritoresMexicanos, una etiqueta inspirada en el movimiento de denuncia de abuso y acoso sexual dedicada a ponerle nombre y apellido a los abusadores y acosadores de la vida cultural. En cuestión de días ya se habían encendido hogueras en todas las disciplinas artísticas.
Paralelamente, cada vez se publica a más mujeres, y ganan más premios. Es más complicado hacer como que no existen. “Las escritoras tienen un protagonismo fundamental en el escenario de la literatura de hoy en día”, afirma Jazmina Barrera. “Ya es imposible negar su existencia y es cada vez más difícil no darles su lugar”.
El giro hacia un país más abierto a la equidad de género ha sido lento, pero sus pasos toman fuerza. “Estamos desde hace unos años transcurriendo hacia un momento excepcional en términos de visibilización de la lucha de las mujeres, explica Sandra Lorenzano, escritora y académica que creció en el discurso feminista y que tiene la conciencia de género a flor de piel.
Y así se percibe en su trabajo como articulista para diversos medios; o en novelas como El día que no fue (2019), donde narra una historia de amor y desamor desde la voz de una víctima de violencia. “¿Qué hacemos nosotras, escritoras, intelectuales, académicas, gente de la cultura?; ¿qué hacemos frente a este horror de tener cuerpos de mujeres que no le importan a la sociedad, no le importan al sistema heteropatriarcal que se pueden matar, descuartizar y desaparecer y no pasa nada? ¿Qué hacemos frente a eso además de enojarnos?”.
La respuesta pareciera ser: seguir alzando la voz para eliminar otras violencias, una a la vez.
Trincheras diversas
Hay muchos proyectos más. Algunos han existido durante décadas, otros nacieron hace apenas un par de años. El más antiguo es el Taller de Teoría y Crítica Literaria Diana Morán, que Luz Elena Gutiérrez de Velasco integra desde su fundación en 1984. Este grupo se ha dedicado a estudiar la literatura mexicana y americana desde la perspectiva de género durante más de tres décadas.
Comenzaron por las autoras del siglo XIX, que habían sido casi borradas de la historia de la literatura mexicana. Luego advirtieron que la crítica se ocupaba más de la vida que de la obra de las escritoras contemporáneas, lo que no pasaba con autores masculinos. El Taller ha publicado títulos como Las voces olvidadas: antología crítica de narradoras mexicanas nacidas en el siglo XIX o la colección Desbordar el canon: Escritoras mexicanas del siglo XX, siempre con la meta de redescubrir autoras olvidadas o marginadas.
“Hemos visto que aumenta el número de escritoras, que hay un interés por leerlas y que en la actualidad se puede hablar de un boom de la escritura de mujeres en México”, cuenta Gutiérrez de Velasco.
Las búsqueda de un espacio propio
La literatura nace en la intimidad del hogar, por lo que, según explica Adriana Pacheco, es una de las primeras actividades en encender un foco rojo ante diversas problemáticas sociales. “Muchas escritoras empezaron a escribir a raíz de una persecución, de acoso, de una violación o de otras formas de violencia hacia ellas. La escritura les ha ayudado a sacar todo esto. Los que toman las decisiones deben escuchar su voz, de no hacerlo estamos en grave peligro”.
Desde Austin, Texas, Pacheco conduce Hablemos Escritoras, la evolución multiplataforma de su Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas. A lo largo de más de 130 episodios, el podcast ha sido una plataforma creativa para difundir y hablar de literatura escrita por mujeres.
Hablemos Escritoras es un programa de entrevistas en el que coinciden autoras, gestoras culturales, editoras y todo tipo de personas relacionadas con el proceso de publicación de las letras femeninas. La diversidad de voces amplía el debate y toca también temas como la gestión cultural, la edición y las cadenas de distribución editorial.
Siempre han estado ahí
“No creo que ‘boom’ sea la manera de definir lo que sucede en el actual panorama de escritoras”, comenta Pacheco. Tampoco le gusta hablar de un “resurgimiento”, pues implica que las escritoras regresaron después de una ausencia. “Eso no es verdad, el talento de las escritoras siempre ha estado ahí. Claro que hay una explosión, pero en el corazón de la sociedad sigue sucediendo que no hay suficiente visibilidad”.
Las voces de las mujeres deben escucharse para poder incidir en la realidad política y social de su país. Esto aplica para las escritoras contemporáneas y para aquellas que fueron silenciadas en el pasado. “Necesitamos escuchar a nuestras antecesoras viendo hacia el futuro”, dice Pacheco, retomando las palabras de la escritora chilena Diamela Eltit, quien se refirió a la necesidad de “nombrar a las antiguas” para no perder su legado. “Hemos tenido que agarrarnos de todas las ramas para poder trepar este gran árbol que nos ha tenido abajo por mucho tiempo”. Lo único que quieren las escritoras, dice Pacheco, es poder desarrollarse y tener un espacio propio donde puedan llegar a ser lo que quieran y así aportar algo a su comunidad.
No están solo en la capital: mapa de escritoras mexicanas
La poeta Esther M. García (Bitácora de mujeres extrañas, 2014) es creadora del Mapa de Escritoras Mexicanas. Su proyecto, inspirado en el Mapa de Feminicidios, de la activista María Salguero, señala la distribución geográfica de autoras mexicanas que han publicado al menos un libro. En poco más de un mes desde su creación, Esther registró a 405 escritoras en el mapa y éste fue consultado más de 30 mil veces.
Al igual que otras escritoras entrevistadas, Esther M. García no podía creer que las únicas autoras mexicanas relevantes fueran un pequeño y selecto grupo. Era un tema que le rondaba la cabeza desde años atrás, pero en mayo de 2020 encontró un detonador que la impulsó a actuar.
El 20 de mayo, tras casi dos meses de iniciada la Jornada Nacional de Sana Distancia, la Brigada para Leer en Libertad anunció un curso virtual de escritura. El confinamiento por la pandemia de coronavirus puso de moda el aprendizaje a distancia; esta asociación civil, recuperó una serie de conferencias grabadas en 2016 y las empaquetó como el curso “Para escribir en libertad”.
Diez lecciones sobre distintos géneros literarios: poesía, cuento, novela, dramaturgia, etcétera. Todas impartidas por hombres. No había una sola mujer. Las críticas llegaron de inmediato y acuñaron un hashtag: #SinMujeresNoHayLibertad. “No les da vergüenza su despliegue de machismo? Sólo ustedes escriben en libertad? Las mujeres no escribimos? (sic)”, cuestionó la escritora Gabriela Ardila. “… desde el siglo XIX, nos visitan estas propuestas para cñores @FCEMexico Qué agotador tener que *seguir* insistiendo sobre el tema… (sic)”, tuiteó también Gabriela Jáuregui, quien en 2018 editó y prologó la antología Tsunami (Sexto Piso), que reúne reflexiones de escritoras latinoamericanas sobre la representación de la mujer en la literatura.
Otras escritoras y tuiteras hicieron sus propias propuestas para el curso, como la poeta Martha Mega, que incluyó en su cartel a Margo Glantz, Yásnaya Aguilar y Sabina Berman. “Ahora nomás falta que les paguen y las hagan tan visibles como a los vatos (sic)”, puntualizó. Esta respuesta colectiva inspiró a Esther M. García, aunque era demasiado centralizada para su gusto: “Cuando pasó esto dije: ‘a ver, vamos a nombrar a todas las autoras a lo largo y ancho del país’, porque (recomendaban) puras mujeres de la Ciudad de México. Existe un país entero con 32 estados, ¿dónde están esas mujeres?”
Lanzó un reto al ciberespacio. “Hagamos un hilo de escritoras mexicanas de TODA la República Mexicana”, escribió en Twitter. Ese mensaje logró 796 likes, 271 retweets y alrededor de 50 respuestas. M. García había recabado alrededor de 150 nombres de distintos estados, la primera tanda del Mapa de Escritoras Mexicanas. “Y todavía existen muchas más que no tienen redes sociales”, agrega. “También es una forma de despolitizar, de decir ‘no solamente está el poder en el centro’. Ese poder debe repartirse equitativamente hacia todos los estados”.
Esther abrió la cuenta de correo mapaescritorasmexicanas@gmail.com para que no se quedara solo en un ejercicio tuitero. Ya ha registrado a más de 400 escritoras bajo los siguientes criterios: que las postulantes sean mexicanas (no importa si viven en el extranjero) y tengan publicado al menos un libro en formato físico, con ISBN, en editoriales establecidas. En Saltillo, ella se encarga de la investigación y del mapeo, pero ha encontrado aliadas en distintos estados que la ayudan a ampliar su alcance. “Ha sido un trabajo pesado, pero espero que pueda contribuir a que no pase otra vez eso de que ‘no hay autoras, nada más tenemos una autora’”.
Más espacios virtuales para las escritoras mexicanas
Cristina Liceaga, creadora de Escritoras Mexicanas, es una lectora voraz. En su curiosidad por ampliar su librero notó la disparidad de género en el canon literario. Un día, hace unos ocho años, preguntó en su Facebook por autoras nacionales. Solo supieron recomendarle “a las de siempre”, las que el canon no había despreciado. “Ni siquiera Elena Garro, porque en esa época todavía estaba súper invisibilizada”, cuenta en entrevista durante un descanso en la 41 edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Este año fue la primera vez que Escritoras Mexicanas tuvo un espacio en la feria, compartido con Ediciones Fénix, editorial independiente con la que publican antologías de cuento y algunas novelas.
Escritoras Mexicanas difunde la obra y vida de autoras de diversas épocas. Es un poco blog, un poco enciclopedia y mucho de amor al arte con perspectiva de género. Nació en 2016 como un esfuerzo en Twitter para difundir información relevante sobre Elena Garro en su centenario. Ante el éxito obtenido, Liceaga amplió sus alcances. El lanzamiento oficial de Escritoras Mexicanas fue a finales de 2017. Tres años después, han publicado dos antologías de cuento, celebraron un concurso de novela corta y abrieron el espacio creativo Casa de las Escritoras Mexicanas.
Este crecimiento sería impensable sin la red de contactos que Liceaga desarrolló en el plano virtual. “Las autoras empezaron a darnos retuit, a seguirnos, a buscarnos”, recuerda. Liceaga ha viajado por México, descubriendo tanto a escritoras jóvenes como a talentos olvidados de la literatura nacional. “El gran reto es que la gente que está fuera de los círculos literarios conozca más allá de los tres nombres típicos”, dice. “Eso y la formación de nuevas escritoras, porque hay mucho talento”.
Las redes sociales, el aparente epicentro de la cuarta ola feminista en México, también es hogar de Libros B4Tipos. La colectiva está detrás del Maratón Guadalupe-Reinas, un reto anual que propone leer a diez autoras entre el 12 de diciembre y el 6 de enero. No se dedican exclusivamente a escritoras mexicanas, pero sí promueven la lectura con perspectiva de género.
Libros B4Tipos surgió de un chat de Whatsapp en el que un grupo de booktubers conversaban sobre la necesidad de leer a más escritoras. “Hasta inconscientemente leíamos a más hombres, porque es lo que más está en el catálogo de las novedades editoriales o en cualquier área”, cuenta en entrevista Mayra Dávila, una de las 14 integrantes de la colectiva. “No nos poníamos a reflexionar sobre el bagaje tan grande que existe de literatura escrita por mujeres”.
En enero de este año, Sandra Lorenzano lanzó en su Twitter el hashtag #Escritoras2020, para explorar la obra de mujeres extraordinarias y crear comunidad. Las escritoras usan las redes sociales para reconstruir lazos colaborativos desde los márgenes del canon. “Me parece genial que no dependemos en esos proyectos ni de los grandes holdings editoriales, ni de si alguien decidió que es el boom de la literatura de mujeres”, cuenta la escritora. Para ella, además de una red de difusión, estos proyectos son luces inspiradoras que van iluminando el camino de nuevas escritoras. “No importa si no todo el mundo es Sor Juana o Elena Garro, no todas somos eso. Pero es importante que todas nos sintamos con la posibilidad, la capacidad y la acogida por parte de nuestras pares, de escribir y de crear”.
Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Adriana Pacheco, Cristina Liceaga, Sandra Lorenzano, Esther M. García, Ave Barrera, Nora de la Cruz, Jazmina Barrera, Socorro Venegas, son parte de esta revolución para visibilizar el trabajo de las escritoras en México. Como ellas hay muchas más, cada una con un proyecto valioso: Irma Gallo con su blog La libreta de Irma; Nadia Contreras con Bitácora de vuelo, en el norte del país; Fernanda del Monte del lado de la dramaturgia; y Marisela Guerrero con el proyecto Ropa Sucia, entre otras. Son luces en la oscuridad que se van encendiendo y se convierten en nodos de una red cada vez más amplia, cada vez más unida.
El movimiento feminista librará más batallas contra la violencia de género en México. Queda mucha tarea pendiente para reconfigurar espacios y oportunidades en la difusión del arte creado por mujeres. Sin embargo, las iniciadoras de estos proyectos sumarán voluntarias para quitar las telarañas del olvido y darle espacio a otras escritoras marginadas. El reto mayor para este sector es que las escritoras mexicanas no vuelvan a necesitar a sus vengadoras para hacerse escuchar.