Django: teatro para aflojar la soga de la depresión del cuello
La soga y vida de Django pendiendo de un árbol. Foto: Cortesía de Teatro UNAM

Django Reinhardt es uno de los guitarristas más importantes de la historia del jazz. Tocaba la guitarra solo con dos dedos —índice y medio— porque un incendio le inmovilizó los otros. Pero el Django de esta historia no es Reinhardt, aunque sí que está inspirado en él. También toca la guitarra, pero no con dos dedos, porque no tiene dedos. Vive en una cabaña en medio de un hermoso bosque pero su mente no está tranquila, porque quiere suicidarse.

Este Django es un títere y tiene una soga en el cuello.

Primero fue el títere, luego la historia

La idea de construir un títere llamado Django comenzó en Edimburgo, cuando Antonio Vega —actor, director, dramaturgo y creador de Django— promocionaba su primera obra de títeres: El Síndrome Duchamp. “Para promocionar la obra me puse en la calle a tocar la guitarra con el títere —el títere de mi show. A la gente le gustaba ver al títere tocando la guitarrita y dije: ‘Bueno, si estoy haciendo a un guitarrista en la calle, pues un guitarrista, ¿quién es un guitarrista? Pues Django Reinhardt’”, relata Antonio, quién decidió construir a ese guitarrista tan pronto volviera a Nueva York.

Era la segunda vez que construía títeres, y sin ser titiritero o haber estudiado para ello, Antonio construyó a Django: “Por eso se ven todos chuecos mis títeres porque no soy titiritero, nunca estudié cómo hacerlos. Pero me puse a hacerlo y surgió”, dice.

Una vez construido —entre por diversión y por gusto— Antonio se sentaba en Central Park con Django y su guitarra: “Ponía grabaciones de Django Reinhardt en una bocinita: la escondía y me iba al parque. Tocaba la guitarrita y la gente me preguntaba si el títere estaba tocando de verdad: ¿Cómo va a tocar un títere como Django Reinhardt? Era muy padre el efecto que causaba y era muy divertido”, cuenta.En alguna de esas idas y venidas a Central Park pensó en escribirle una historia a ese títere, así nació Django con la soga en el cuello.

Django tocando la guitarra, acompañado por el girar hipnótico del tambor de la lavadora. Foto: Cortesía de Teatro UNAM

Fue cine antes que teatro

Antonio señala que la oportunidad para escribir la historia de Django apareció en pandemia: “Surgió la oportunidad de escribir algo y yo quería al mismo tiempo escribir una historia sobre la depresión que no fuera depresiva, sino luminosa […] Pude haber entregado la obra y ya cumplía con mi compromiso, pero dijimos: ¿qué tal si les enseñamos cómo nos gustaría que se viera la obra en un teatro? Capaz que les gusta y la producen”. 

Para el “qué tal si” —con ayuda de Ana Graham y Cristóbal MarYán— Antonio grabó la primera mitad: “Grabamos sin ninguna pretensión cinematográfica, solo para mostrar que esto —la obra— pasa sobre un escritorio. A ellos les gustó cómo quedó el video”, relata.

Ana y Antonio se encargaron de las luces, cámara, edición de video, efectos sonoros, voces de los personajes y escenografía. Cristóbal —desde México—compuso la música y realizó la mezcla de sonido. En palabras de Antonio: “Básicamente fuimos tres personas que hicimos de todo”.

Era pandemia y para contar la historia de Django utilizaron todo lo que tenían a la mano. “No queríamos ir a la tienda porque no queríamos más contacto humano del necesario. Entonces, trabajamos con cartulina, con cajas de cereal, con el platito de microondas”, cuenta Antonio.

Ese “qué tal si” les dió la oportunidad de filmar la obra completa y experimentar con nuevas formas de contar la historia: “…de la mitad para adelante se empieza a complicar, hay más propuesta. Hasta hicimos tomas aéreas porque se convirtió en un proyecto hecho a propósito, pero al principio lo hicimos con lo que teníamos”, menciona Antonio.

La pandemia terminó, el teatro regresó y la oportunidad de presentar la historia de Django en vivo surgió.

Para Antonio hacer en vivo una obra —que primero fue cine— podía ser cualquier cosa, pero Ana y él estaban convencidos de que debían hacer la película en vivo: “Vamos a hacer este video, pero vamos a hacerlo en vivo; ante la vista del público. Que el público tenga esos niveles de apreciación de la obra, que pueda clavarse solamente en la pantalla o que pueda estar viendo cómo se mueven los actores —cómo están en friega. De repente ver la pantalla e ir y venir. De repente ver la trompeta por acá. De repente ver a la actriz que está haciendo el foley —el arte de crear sonidos en vivo que dan vida a la escena— ”, sentencia.

Y así fue. 

Con maquetas dispuestas en todo el escenario, como si fueran proyectos de estudiantes de arquitectura en espera de ser calificados. Con un escritorio lleno de objetos, listos para iniciar el ritual de la danza de los efectos sonoros. Con un tripié del que cuelgan tres celulares. Con una pantalla aguardando la proyección de esos tres celulares. Con una mezcla de música western y folklore mexicano. Con un elenco vestido de negro, coreografiando la obra y los títeres. 

Django termina su mutación a imagen viva. Su versión de teatro estaba lista.

 Django entre sombras: el ir y venir de los actores. Foto: Teatro UNAM

Un narrador, un buitre, una soga, un lobo y un perro (con tres patas)

En el teatro, la historia de Django la cuenta el propio Antonio Vega, quien asume el papel de narrador. Interpreta a un dramaturgo que, aunque desea escribir una historia feliz, está tan deprimido que las telarañas en su cabeza solo le permiten escribir tristezas. 

Un buitre que habita su mente entreteje esas telarañas. Según Antonio, ese buitre representa la voz destructiva y desesperanzadora que todos tenemos. “El buitre es esta voz negativa que siempre tenemos adentro […] Siempre hay alguna voz y los que estamos sufriendo, los que sufrimos depresión, esa voz la tenemos muy amplificada”, menciona.

Desde esas telarañas el dramaturgo escribe la historia de Django, un títere atrapado en los hilos que enredan la mente de su creador: los hilos de la depresión. No es casualidad que su historia trate justamente sobre la depresión, uno de los principales trastornos de salud mental en México y en el mundo

Django peleando contra su soga. Foto: Cortesía de Teatro UNAM

La depresión es la sensación de que algo nos está jalando —como una soga alrededor del cuello— hacia caminos escabrosos como el suicidio. Para Django, esa soga es más que el peso de su depresión: es su herramienta para acabar con todo, para acabar con su vida. “A veces es más larga, a veces es más corta, a veces causa muchos problemas. De repente se olvida y no la encuentras. De repente la extrañas y dices ‘a ver, caray, estoy siendo feliz. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? No, yo no puedo ser feliz, no puedo ser feliz. ¿Dónde está mi cuerda? ¿Dónde está mi cuerda?’”, ejemplifica Antonio.

La batalla que Django debe enfrentar contra su depresión lo acecha como una bestia, como un lobo que merodea y acecha su existencia. Luchar contra ese lobo es una batalla, que de acuerdo con Antonio, todos debemos atravesar: “Cada quien tiene un lobo y cada quien sabe cuál es ese lobo. Siempre hay lobos con los que luchar. Nadie se va limpio de esta vida sin tener que enfrentar una batalla. A veces, el enemigo está dentro de ti y a veces está fuera, y vamos a encontrar enemigos de ambos tipos”, señala.

El suicidio de Django, interrumpido por la pipí de un perro. Foto: Cortesía de Teatro UNAM

Un perro llamado Tripi —de Tripié, tripita, tristeza + tripita— y su pipí le ayudarían a Django a enfrentar esa batalla, ofreciéndole un respiro de la soga que lleva alrededor de su cuello: “Un perrito de tres patas como la manifestación de algo inocente y de algo fiel, de algo que podría no querer la gente porque está incompleto. ¿Cómo algo incompleto puede también salvarle la vida a alguien que también está incompleto o está batallando por seguir viviendo?”, relata Antonio.

Más que fortuna, más que arte

Para Antonio la historia de Django con la soga al cuello es muy fácil, súper simple y nada rebuscada: es la historia de un hombre que se quiere suicidar. Su disfrute: a nivel sensorial, a nivel visual y auditivo. Su mensaje: no estás solo, busca ayuda. El teatro y el arte —en general—, pueden ser una herramienta que inspire a buscar esa ayuda.

Django es cine, es teatro, es danza, es música, es títeres. O como dice su autor, Antonio Vega: “No sé si es una película. No sé si es una obra de teatro. No sé si es una cosa de títeres nada más, no sé. Es uno de esos proyectos que han sido muy afortunados desde su inicio”.

Pero Django es más que fortuna y arte. Es un viaje para el corazón y el sentir. Es una historia que te cuestiona y te da la posibilidad de ver la vida —y el teatro— de manera distinta.

La cabaña de Django en medio de un bosque. Foto: Josue Chispan

Y en un mundo que —a veces— huele a carne podrida, Django es una celebración de vida que nos dice —en forma de canción— que somos nosotros quienes escribimos nuestra historia; que podemos cambiarla o borrarla, o escribir una distinta.

Si tú o alguien que conoces necesita ayuda, no dudes en buscar apoyo profesional. Estas son algunas opciones:

Programa de Atención Psicológica de la Facultad de Psicología de la UNAM

Línea demPrevención del Suicidio del Gobierno de la Ciudad de México