“Aquí jamás se ha inundado”, respondió Edith Guzmán cuando su hijo le advirtió que el Río Tula, en Hidalgo, estaba a punto de desbordarse. Fue la noche del 6 de septiembre de 2021. Aunque al principio lo dudó, el agua pronto invadió su hogar y la familia huyó de la casa.
Edith recuerda que, mientras buscaban un lugar de mayor altitud para escapar de las corrientes, se cortó la luz eléctrica. En medio de la oscuridad escuchó el rugir del río descontrolado y gritos en las azoteas suplicando por auxilio. “Gritaban: ‘¡Sáquennos de aquí! ¡Por favor, ayúdennos!’”.
Esa noche no pudo dormir. “Yo creo que nadie, en Tula, pudo… por los gritos, ambulancias, helicópteros…” Al día siguiente, la que alguna vez fue la ciudad más contaminada del mundo amaneció cubierta de aguas negras. Edith no recuperó nada de lo que dejó al salir de su casa.
La inundación se originó en el Valle de México, a 70 kilómetros de Tula. Las intensas lluvias en la Ciudad de México y el estado de México saturaron sus sistemas de desagüe, cuyo destino final es el Valle del Mezquital, en Hidalgo.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) activó el Protocolo de Operación Conjunta del Drenaje Profundo del Valle de México, con el que se abrió el flujo de aguas residuales a través del Túnel Emisor Central y el Túnel Emisor Oriente. Esto provocó que el Río Tula duplicara su caudal hasta que, finalmente, se desbordó. Así lo reconoce la dependencia en el dictamen técnico “Tula”, presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador durante la conferencia matutina del 15 de noviembre de 2021.
El saldo que dejó el desastre fue una inundación de dos metros de altura, 2,500 viviendas con daños y 17 muertos en el Hospital General de Zona con Medicina Familiar No. 5 del IMSS, que también se inundó. Además de 35,000 personas damnificadas en los municipios de Tula, Tezontepec, Ixmiquilpan y Tlahuelilpan. Esos datos los difundió la mañana del 9 de septiembre de 2021 el general Luis Crescencio Sandoval, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional.
A un año de la inundación en Tula, las personas damnificadas aún no se recuperan de los daños emocionales y materiales. Ante la falta de apoyo de los gobiernos estatal y federal para subsanar las afectaciones, un grupo de mujeres damnificadas se ha organizado para conseguir una indemnización justa por esta tragedia. Corriente Alterna conversó con ellas y recuperó sus testimonios.
Crónica de una inundación tóxica anunciada
A las 22:30 horas del 6 de septiembre de 2021, Teresa Pérez terminó de ver su telenovela y se asomó por la ventana de su casa ubicada junto al río. Estaba acarreando más agua de lo normal. “Nunca pensé que fuera a subir tanto el agua”, recuerda. En cuestión de horas, todo el patrimonio que le heredó su papá se destruyó. “Aunque hoy se cumple el año, no lo he podido superar”, comenta entre el llanto: “No me quedó ni un traste. Ni siquiera una cuchara. Nada. Todo se tuvo que tirar”.
Sin pensarlo, se fue a refugiar a casa de su tía Georgina Melgarejo, de 67 años. El agua no paraba de subir. A las 23:30 cubrió el primer piso de la casa de Teresa, y en cuestión de horas inundó, también, la planta baja de la casa de Georgina. Refugiadas en el primer piso, pidieron rescate hasta la mañana siguiente, pero nadie respondía. Sólo se oían más gritos de auxilio y el estallido de las aguas negras propagándose a gran velocidad.
Al día siguiente, cuando el agua descendió y los servicios de ayuda aparecieron, una lancha llegó a la esquina de la calle donde vivía Georgina para ayudarlas a salir de su domicilio. Pero, primero, debían cruzar el caudal. “El agua me estaba llevando”, recuerda Teresa.
En la casa también estaba la hermana de Georgina, una señora de 85 años. “El agua arrastró la lancha y nos volteó. Yo gritaba por mi hermana y pensaba que el agua se la iba a llevar: ‘Alicia, ¿dónde estás?’”, cuenta Georgina. “No sé quién era, pero alguien cargó en sus hombros a mi tía, de 85 años, y regresamos a la lancha. Nos rescataron, después, en un camión, donde salimos de Tula”, agrega Teresa.
A las ocho de la mañana del 7 de septiembre, el agua comenzó a bajar en la casa de Edith Guzmán. Intentó ingresar, pero no podía hacerlo sin meterse en aguas residuales, a más de un metro de altura. Esperó dos días para entrar a su hogar.
Fue el 9 de septiembre cuando Edith y su familia, finalmente, pudieron regresar a su casa. Pero, ahora, las puertas de madera estaban hinchadas por el agua y no podían abrirlas. Ella entró por una ventana y descubrió que la inundación seguía en su casa. “Apestaba horrible, todo estaba lleno de un lodo amarrillo. Los muebles, las puertas, todo se echó a perder. Ya no había nada que salvar de ahí”.
La poca “compensación” y el apoyo que recibieron de los tres órdenes de gobierno suscitaron la creación de varios colectivos de damnificados. Teresa y Edith fundaron la Unión de Damnificados Todos Somos Tula, la cual agrupa más de 80 afectadas. Exigen justicia y la reparación de los daños materiales, económicos y a la salud.
Recuperarse sin apoyos y a contracorriente
Los habitantes de Tula consideran que las acciones tomadas por los gobiernos estatal y federal para solucionar los problemas que acarreó consigo la inundación no han sido suficientes.
Aunque Javier May, entonces titular de la Secretaría de Bienestar del gobierno federal, anunció el 9 de septiembre de 2021 que se destinarían 35 mil pesos en efectivo para cada vivienda afectada, los vecinos de Tula niegan haber recibido ese apoyo. A la fecha, se desconoce cuánto dinero fue repartido a los habitantes de la ciudad, puesto que el gobierno de Tula, Hidalgo mantiene esta información “reservada”.
En general, los habitantes dicen haber recibido, apenas, 10 mil pesos por familia, así como una estufa, un refrigerador y una cama. “Con eso no se completó lo que tenía en mi casa. Lo que perdimos fue mucho. No se me hace justo lo que nos dio el gobierno federal”, sostiene Teresa. “De la presidencia de Tula nos dieron 1,200 pesos. Fue una burla por lo que vivimos”, comenta.
No obstante, no a todas las familias les fue otorgado este dinero. Georgina denuncia que no recibió el apoyo federal por errores administrativos. “Capturaron mal mis datos y no recibí los 10 mil pesos que estaban dando. Me he acercado a que solucionen el problema, he mostrado mis papeles y comprobantes. Entonces, aparte de quedarme sin nada, no me ayudó nadie”.
La familia de Edith, por su parte, subsistió durante varias semanas gracias a la solidaridad de sus vecinos. “Gente de buen corazón, ángeles, llegaban a darnos de comer a quienes se les inundaron sus casas, porque nos quedamos sin gas, sin luz, sin nada”. Sin embargo, los apoyos ciudadanos terminaron al par de meses. Entonces, Edith tuvo que buscar alternativas al perder, también, el negocio del que se sustentaba.
El comercio que se perdió
El desbordamiento del Río Tula no sólo impactó las viviendas de los pobladores, también afectó económicamente a comerciantes y empresas. Para Edith Guzmán, quien era comerciante de ropa desde hace 35 años en el centro de Tula, las pérdidas de su negocio fueron totales. “En un abrir y cerrar de ojos perdimos nuestro patrimonio, nuestro trabajo de tantos años”, dice.
En entrevista con La Jornada Hidalgo, Sergio Vargas, titular de la Secretaría de Desarrollo Económico en Hidalgo (Sedeco), informó que más de 1,300 negocios del Centro de Tula fueron afectados por las inundaciones. Según el Censo Económico de 2019, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Tula existen 5,461 unidades económicas. Esto significa que 24% de los negocios de este municipio sufrieron daños por el desbordamiento del río.
Por su parte, cuatro días después de la inundación, Gerardo Martínez, trabajador de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en Tula, realizó por su cuenta un censo. Durante cinco semanas registró los daños ocurridos a comercios en la zona centro. Documentó 600 comercios con daños por hasta 2,100 millones de pesos: 70% fueron pérdida total y 30% pudo recuperar productos almacenados.
Martínez dice en entrevista para Corriente Alterna que, a partir de la inundación, la economía se reactiva por sus propios medios. “Muchos tuvieron que pedir prestado, otros ya no pudieron abrir y, quienes lo han logrado, ha sido con un esfuerzo enorme. El comercio va lento, pero se va recuperando”, afirma.
Edith Guzmán no recuperó su negocio. Debido a esta pérdida, ha tenido que buscar alternativas laborales. Dejó de ser comerciante de “ropa americana” para ser empleada en una tienda de ropa deportiva donde, a veces, hace dobles jornadas para obtener mayores ingresos. “Ha sido muy difícil. Mi salario es el mínimo. ¿Tú crees, sinceramente, que con lo que gano voy a levantar mi negocio? Claro que no”, confiesa con una voz que muestra su indignación.
El servicio de salud que el agua se llevó
Las autoridades se refieren a la zona que circunda el Río Tula como la “cloaca” de la Ciudad de México, explica René Romero Ramos, activista ambiental. Por eso, la incertidumbre acecha en todos los aspectos de la vida de las y los habitantes de Tula desde aquel 6 de septiembre de 2021.
Entre ellos, destaca el tema de la salud. Georgina ha padecido en carne propia la falta de infraestructura hospitalaria en la zona, después de que el agua dañara la estructura del Hospital General de Zona No. 5 del IMSS. La inundación lo dejó inhabilitado. Finalmente, se decidió reubicarlo.
“Este año me lastimé el brazo por una caída y tuve que viajar de Tula a Cruz Azul, a 40 minutos, y de ahí a la comunidad de Tepeji, más lejos. Porque, a pesar de que aquí hay consultorios, no me pudieron atender”, comenta Georgina.
Ante la falta de un hospital en una de las demarcaciones más afectadas por la inundación, el gobierno federal y el IMSS acordaron construir una unidad médica que albergue distintas especialidades y servicios de salud. Con una inversión de 2,053 millones de pesos, el nuevo hospital, ubicado en el municipio de Tlaxcoapan, pretende atender a cinco municipios y está previsto que opere en marzo de 2023.
Sin embargo, Georgina denuncia que siguen sin acceder a servicios e infraestructura de salud adecuados, a pesar de que el agua trajo consigo padecimientos físicos en las y los habitantes, como casos de diarrea aguda, lesiones en la piel o conjuntivitis.
La incertidumbre permanente que dejó la corriente
La constante en la vida de las personas de Tula, a un año de la inundación que cambió su vida, es el temor y la inquietud de no saber qué va a suceder. Estas sensaciones aumentan cuando las autoridades estatales pronostican lluvias fuertes en la región durante los meses de altas precipitaciones. Aunque el municipio es considerado zona de riesgo medio por desastres naturales debido a inundaciones, de acuerdo con el Atlas de Riesgos por Desastres en Salud 2016 de la Secretaría de Salud de Hidalgo, la población no se acostumbra a las lluvias. “Ahorita, pues, vivimos con miedo, con incertidumbre, con mucha zozobra de no saber qué va a pasar”, cuenta Teresa.
Pero a pesar de los padecimientos físicos y económicos que las y los damnificados han sufrido, lo que exigen con urgencia es que no vuelva a ocurrir una tragedia como la de aquella noche. “Lo primero que yo pido es que no nos vuelvan a inundar”, declara Georgina.
Para que se cumpla esta demanda, Todos somos Tula tiene mesas de trabajo periódicas con Heber Saucedo Rojas, director local de Conagua en Hidalgo. Sin embargo, sostienen que no les han dado ninguna certeza en dichas reuniones. “Nos dicen que estemos tranquilas, que ya no van a volver a inundar; pero que también a veces la naturaleza está fuera de sus manos. No nos han dado una garantía de que no nos vamos a volver a inundar”, afirma Teresa.
Las dudas ante lo que ocurra en el futuro se mezclan con la dificultad de empezar desde cero. Georgina, a sus 67 años, así lo expresa: “Yo ya estoy pensionada, hice mi casita, compré mis muebles y lo perdí todo, y con lo que pasó una tiene que empezar de cero, pero a mi edad eso es muy difícil”.
*Con la colaboración de Alejandra Crail y Emiliano Ruiz Parra.