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La revuelta del K-pop

Foto: Eunice Adorno

Mi bandera es el K-pop: del fandom al activismo digital

Brenda Arantza Alvarado Vargas, becaria / Corriente Alterna el 15 de agosto, 2020

Se adjudicaron el fracaso de un mitin de Donald Trump en Oklahoma; han saboteado sistemas de videovigilancia y logrado organizarse para derribar expresiones de odio racial o de género en las redes sociales. En México, los fanáticos del k-pop esperan su oportunidad para saltar a la  arena pública. 

En la pared de su recámara Valentina tiene posters, dibujos, fotografías. Los afiches, pegados con una alineación cuidadosa, conforman un muro dedicado a su pasión: el k-pop. Tenía 12 años cuando vio un videoclip en internet y de inmediato quedó prendida de la música y los bailes. Tres años después,  se considera ya una experta: una verdadera kpoper.

“Con el k-pop he aprendido tanto baile, como canto y dibujo. He logrado una notoria mejoría en entender cómo usar el cuerpo y su fuerza. Me parece fascinante que de esta sola inspiración he podido desarrollar tantas habilidades”, cuenta la adolescente, que también aprendió edición de video y lleva dos años estudiando coreano. 

Ante todo, el k-pop es una una comunidad insólita conformada por millones de chicas adolescentes, en su mayoría, repartidas por el mundo e interconectadas a través de la música. En un análisis de la revista Forbes publicado en 2017 sobre la popularidad en redes sociales de distintas celebridades, quedó claro que el k-pop rebasaba desde entonces todo límite. Si en 2011 personalidades como Justin Bieber o Taylor Swift acumulaban alrededor de 100 mil menciones en redes sociales por semana, la aparición de la banda Exo en 2012 lo cambió todo: en sólo una semana acumularon 24 millones de menciones. Un año después, el debut de la banda BTS (acrónimo de Bangtan Sonyeondan) desbordó las redes sociales alcanzando 36 millones de menciones. 

Gracias a la música pop de Corea, Valentina comenzó a interactuar con adolescentes de la India, Londres y Estados Unidos, todo desde su casa al sur de la Ciudad de México. Hasta hace poco, las chicas que se identificaban como kpopers solían ser confundidas con la comunidad otaku (de origen japonés) o encasilladas en el problemático concepto de friki, enfrentando todo tipo de actos de discriminación.

“Por desgracia, lo que ha dado más popularidad al k-pop ha sido lo que más nos avergüenza como fans: los seguidores más ruidosos, los más tóxicos”, dice Valentina.

Pero algo ha cambiado en los últimos meses.

Foto: Eunice Adorno

De pronto, la “ola coreana” (Hallyu) rebasó las plataformas digitales, las premiaciones Billboard y aterrizó en la arena política: hoy los idols (las celebridades que conforman un grupo de kpop) no sólo son adorados con obsesión fanática (staneados, dicen ellas); en las redes sociales, sus rostros y videos son usados como un vehículo para expresar las inconformidades de una generación. De organizar colectas para pagar anuncios espectaculares con las fotos de sus idols favoritos, las kpopers han pasado a sabotear actos de campaña, derribar aplicaciones de cibervigilancia o combatir el odio en las redes sociales. Con millones de elementos alrededor del mundo, la legión k-pop ha decidido demostrar su fuerza.

Fandoms contra el fascismo

“Una forma sutil de protestar y manifestar desacuerdo”. Así es como Valentina percibe el boicot al mitin con el cual Donald Trump abría su campaña de reelección. Organizado en Tulsa, Oklahoma, el rally tenía la capacidad para 19 mil asistentes y más de medio millón se disputaban los boletos. Capaces de agotar en minutos las entradas para los conciertos de bandas como Super Junior o BLACKPINK, en conjunto con usuarios de Tik Tok, Twitter y Snapchat, los kpopers reservaron miles de boletos con el único propósito de no usarlos. Al evento, celebrado el 20 de junio, llegaron apenas seis mil espectadores. 

“Hay un grupo que me gusta mucho: TXT”, cuenta Valentina, vía telefónica. “Los periodistas les preguntaron qué opinaban sobre ese acto, y eso me pareció muy desconsiderado. Piensan que los idols fomentan estas protestas. O sea, no: los idols son más grandes, ellos son ya millenials, tienen más de 20.  Quienes emprenden estas acciones son las fans, por iniciativa propia: nosotras. Esto es el reclamo de la juventud: usamos a los idols como medios para nuestros propios pensamientos”.

K-pop
Foto: Eunice Adorno

Valentina en más de una ocasión ha firmado peticiones en línea o participado en los sabotajes a los hashtags abortistas, por ejemplo. Para ella, esta jugada no fue una sorpresa sino una continuación a toda una serie de acciones que se han llevado a cabo en lo últimos años:

–No fue una acción violenta –insiste–, fue una forma sutil de protestar.

Un fancam es el video de algún idol tomado por un fans durante algún concierto. Este es otro de esos métodos sutiles de los que habla Valentina: fancamear, saturar una tendencia con miles de inocentes videos de idols sonriendo o mostrando sus mejores pasos.

Unos días antes del boicot al mitin de Oklahoma, en España los fandoms saturaron las redes del diputado Santiago Abascal del partido político Vox, mediante los hashtags #FachaQueVeoFachaQueFancameo y #AbascalPrincesa… Caracterizado por posturas conservadores y un discurso hostil hacia la población migrante, Abascal recibió una tunda de videos musicales el 3 de junio. Algunos usuarios llegaron a editar videos en donde los idols coreanos bailan sobre la tumba de Francisco Franco. Estas protestas sentaron un precedente que sirvió para señalar y anular iniciativas de corte fascista en España.

El ejército fandom

Un fandom es un reino de fans. Aunque la palabra se asocia más al mundo de los cómics, en el kpop esta palabra puede cobrar una dimensión bélica: tal es el caso, por ejemplo, de ARMY, el club de fans de Bangtan Sonyeondan (BTS) que se concibe a sí mismo como una milicia digital. Cada banda de Kpop tiene su propio fandom, con su propio nombre, sus propias dinámicas. La popularidad de un idol se mide por la fuerza con la que sus fans se organizan entre sí.

Un ejemplo: a mediados de julio, el fandom internacional del grupo GOT7, llamado Ahgase, lanzó una convocatoria para exigir a la empresa JYP Entertainment un trato más justo para los artistas –desde promoción oportuna para GOT7 hasta mayor libertad creativa, mejorar la seguridad de los integrantes durante sus giras y un largo etcétera. 

Desde hacía años, las fans habían saturado los correos electrónicos de la compañía. El hashtag #FairTreatmentForGOT7 llegó a ser la tendencia número uno en todo el mundo y en 20 países con casi un millón de tweets. Además, Ahgase promovió una encuesta en distintos idiomas para conocer la opinión de todos los fans sobre la situación de sus ídolos. Al final hicieron una colecta de fondos con el objetivo de pagar camiones con pantallas LED y llevar la protesta al espacio público. Durante semanas, los camiones rondaron el edificio de JYP Entertainment proyectando las exigencias de los fans.

K-pop en las calles de la Ciudad de México
Foto: Eunice Adorno

–La gente se sorprende cuando ve que una muchachita que le gusta el k-pop pueda lograr tanta convocatoria en redes sociales, pero tirar hashtags es nada en comparación con esto –dice Karen Natalia, de 29 años.

Licenciada en Trabajo Social, Karen se convirtió en kpoper y es integrante activa de Ahgase hace poco más de cuatro años. Entonces ya tenía una tienda de productos asiáticos enfocada –en ese momento– en productos japoneses. Al notar que su hermana menor comenzaba a interesarse por la cultura coreana entendió que venía una avalancha. Para poder ofrecerles mejores productos a las kpopers, decidió convertirse en una de ellas. Desde hace cuatro años estudia coreano, tiene un canal de Youtube dedicado a la promoción de la cultura coreana, asiste a los conciertos de GOT7, compra y vende mercancía k-pop. Participa en las dinámicas del fandom pese a duplicar la edad de la mayoría de las chicas: es una omma –mamá, en coreano.

–Ahorita ya le bajé un poco al k-pop porque es cansado –explica–. Consume tiempo y dinero: hay que otorgarle un horario, limitar tus horas de sueño, contemplar presupuesto para compra de mercancía, conciertos y mensajes de texto que tienen que llegar a los servidores coreanos que cuentan la popularidad de las bandas. Es un mundo casi militante porque cada streaming cuenta, cada like cuenta. 

Natalia dice que esta devoción colectiva se explica con un concepto coreano: el haan (恨), un sentimiento que deriva de la resistencia colectiva ante una opresión extrema, como la vivida durante la ocupación japonesa previa a la Primera Guerra Mundial. Ahora este sentimiento se ha esparcido alrededor del mundo a partir de uno de los dispositivos más occidentales del mundo: el espectáculo pop. 

El sentido del Kpop deriva del haan:  un concepto japones de resistencia colectiva
Foto: Eunice Adorno

Una de las primeras veces que se señaló a los fandoms kpoperos como partícipes del activismo político fue en las manifestaciones de 2019 contra Sebastián Piñera, el presidente de Chile. En diciembre, el gobierno chileno presentó un análisis de datos sobre los comportamientos digitales de los manifestantes. El informe concluía que los jóvenes conformaban el tercer grupo más grande y que “les gustaba el k-pop”. Desde entonces, los grupos de Facebook e Instagram relacionados con el k-pop comenzaron a crecer en Latinoamérica.

Mas fue a partir de las revueltas en Minneapolis, Minnesota, por el asesinato de George Floyd, el 25 de mayo, que el k-pop demostró su verdadera capacidad de reacción. Cuando hashtags como #WhiteLivesMatter o #AllLivesMatter comenzaron a usarse para demeritar la discusión sobre racismo y violencia policial, los fandoms k-pop asumieron una postura: para anular la difusión y el debate en torno a estas etiquetas las saturaron de fancams. Además, en beneficio de los afectados por las represiones, convocaron una donación al movimiento #BlackLivesMatter, la cual ascendió a más de un millón de dólares. 

Después, el 31 de mayo, el fandom internacional saboteó la aplicación iWatchDallas, propiedad de la policía de Dallas, ciudad en la que las protestas por el homicidio de Floyd estaban en riesgo de ser reprimidas. La policía había convocado a la población para que informara sobre protestas ilegales por medio de la aplicación, pero, en unas pocas horas, las denuncias se convirtieron en miles de videos coloridos de idols interpretando alegres coreografías. La policía de Dallas informó que la aplicación quedaba suspendida debido a “dificultades técnicas”.

K-pop: un espacio de mujeres adolescentes

Para Lucero Santiago, fundadora y editora de la revista digital K-Magazine, publicación que difunde y aborda la cultura coreana, las nuevas plataformas digitales han tenido una influencia poderosa en la manera en que se organizan los jóvenes: “En Tik Tok, en comparación con Twitter o Facebook que tienen bloqueos de edades, los papás les dan permiso a los niños para que jueguen. Lo interesante es que ellos, más que para jugar, lo usaron para conversar. Eso es clave: hoy sabes qué opina un niño de 12 ó 15 años. Además con Tik Tok la comunidad de k-pop se puede unir a otras comunidades para las causas que apoya”.

Existen los hombres dentro del mundo k-pop. Sin embargo, alrededor de 90% de los fandoms son femeninos, reconoce Lucero. La mayoría de sus colaboradoras en K-magazine han sido mujeres, la mayoría de las lectoras también. “Es un producto que está un 80% dirigido a ellas y un 20% a hombres; en el que yo diría que, de ese porcentaje, un 15% puede ser comunidad LGBT y 5% hombres heterosexuales que también les gusta el k-pop”.

Las kpopers pueden gastar miles de pesos en mercancía
Foto: Eunice Adorno

Por eso, no extraña que gran parte del activismo kpoper se centre en apoyar derechos y causas impulsadas por mujeres y la comunidad LGBT. Un ejemplo sucedió el 30 de junio cuando la empresaria y comentarista de origen libanés, Mia Khalifa, obtuvo el apoyo de las kpopers de todo el mundo, quienes saturaron con fancams el contenido de su pasado en la industria pornográfica. Khalifa, quien sólo estuvo tres meses en ese negocio, había denunciado en varias ocasiones los abusos y maltratos que padeció durante su estancia. Para combatir la difusión de sus videos, las kpopers impulsaron una petición de firmas para que sus videos se retiren de las plataformas digitales: a la fecha llevan más de un millón. 

“El k-pop es una especie de escuela de cómo armar redes de comunicación efectivas”, dice Karen Natalia y explica que las fans del k-pop además de conocer el ecosistema de las redes sociales, aprenden pronto a emitir mensajes de manera rápida a su comunidad, en códigos culturales llenos de empatía que permiten, rápidamente, viralizarse. “Si esa organización encuentra un objetivo, ese objetivo se ejecuta rápida y efectivamente. Por ejemplo, si quieres posicionar cierta cuenta o cierto hashtag porque tu grupo favorito debe estar en el primer lugar, lo haces. Toda esta fuerz aen redes viene de cómo te organizas entre 30 chavas para lograr que tu grupo gane el concurso de popularidad esta semana. El proceso es divertido. Derribar un hashtag de odio también es divertido. Por eso funciona”. 

Al ser la mayoría de las kpopers menores de edad, han logrado una organización que apuesta por el cuidado mutuo y las redes de apoyo. Frente a la hostilidad y el bullying de quienes la señalan como frikis o weirds, dice Lucero, gran parte del contenido y las dinámicas del k-pop está enfocado en fortalecer lazos identitarios y el autoestima de sus integrantes.

Así, para festejar el cumpleaños de un idol organizan regalos extraordinarios que rebasan a la propia figura homenajeada. Por ejemplo: en septiembre del año pasado, en Seúl, el fandom ARMY, de la banda BTS, se propuso hacerle un obsequio al idol Kim Nam-joon y sembraron un bosque entero en Seúl.

El fandom como comunidad

El kpop, en esencia, es una comunidad digital pero no tienen miedo a tomar los espacios públicos. En México, las fans suelen rentar espacios publicitarios en los andenes del metro para festejar a las bandas favoritas y, cada tanto, convocan a concursos de dance-cover. Hasta antes de las medidas de confinamiento por el COVID-19, se les podía ver ensayar durante horas cerca del Monumento a la Revolución, en la Biblioteca Vasconcelos, en la Alameda Central, en la explanada de la Secretaría de Relaciones Exteriores o en el Parque Hundido. Y los fandoms celebraban cualquier evento en los restaurantes coreanos de la Zona Rosa.

Daniela Sánchez tiene 20 años. Estudia Ciencias de la Comunicación en la UNAM, es feminista y pertenece al fandom del grupo BLACKPINK. Fundado en 2016, esta agrupación está integrada por cuatro mujeres  y se caracteriza por tener la misma popularidad que su contraparte masculina, BTS. Según Daniela, quien también comenzó su afición cuando iba en segundo de secundaria, BlackPink tiene un discurso más occidentalizado que otras bandas de k-pop femenino. 

–Es otro concepto, ya no el de la chica sumisa que le gusta su novio, sino algo más empoderante: un feminismo light –dice–. Pero los grupos femeninos no son tan famosos porque no los publicitan de la misma manera. Cuando eres fan de un grupo masculino, te lo venden como si ese idol pudiera llegar a ser tu novio. En cambio, los grupos femeninos son más publicitados en Corea para el público masculino.

Daniela, como Valentina, también ha decorado una pared de su recámara con imágenes y carteles de k-pop y bandas de otros géneros. Explica que, a diferencia de las bandas conformadas por hombres, los grupos femeninos no reciben el mismo apoyo.

Es cierto: el pasado 14 de octubre, la actriz coreana, Chon Jin-ri –también conocida como Sulli–, integrante del grupo f(x) , decidió suicidarse tras una serie de campañas de acoso digital; su amiga Goo Hara, integrante del grupo Kara, siguió sus pasos un mes después. La fuerza colectiva del k-pop puede ser tan virtuosa para el ciberactivismo como brutal para el acoso digital. Un de las peticiones constantes de las fans hacia las compañías disqueras es, justamente, otorgar mayor protección y apoyo psicológico a las y los idols.

Del dance-cover al activismo
Foto: Eunice Adorno

En México es común que, para los conciertos, los fandoms se organicen a través de las redes para moverse en grupo por la ciudad y para que las kpopers que llegan de otros estados tengan un sitio donde dormir seguras. 

–Son muy disciplinadas –dice Karen–. Que los boletos para un concierto, por ejemplo, se agoten en minutos, boletos que llegan a costar cinco mil pesos, habla mucho de quiénes son. No es que sean chicas de clase alta pero ahorran mu-chí-si-mo. Lo he visto de primera mano: sacan de su beca, de lo que les dan sus papás o incluso ellas mismas venden o rifan cosas. O arman grupos y se comprometen, cada día, a ahorrar 10 o 20 pesos. Así, dentro de un año, todas tienen para pagar su boleto.

Ya en los conciertos, organizadas en grandes batallones adolescentes, las kpopers suelen coordinarse para efectuar el conocido K-pop Ocean: juegos de luces que las fans realizan para interactuar entre sí mientras corean la música de los idols. El espectáculo no sólo impresiona por su belleza, sino por lo que implica: coordinar a miles y miles de fans para que adquieran cierto tipo de lámparas en específico –que se conectan entre sí vía Bluetooth–, usarlas de determinada forma, en ocasiones con una coreografía minuciosamente coordinada. Es una proeza. En México, precisa Karen, los fandoms han tenido que improvisar debido al alto precio que implica importar este tipo de lámparas desde Asia. Aun así, dice con orgullo, lo han logrado. 

El k-pop en México 

El activismo k-pop visto en Asia, Estados Unidos, Europa y Sudamérica se replica en México todavía de forma tímida.

Lucero Santiago comenta que, aun cuando todavía no se consigue eliminar los problemas de violencia hacia las mujeres (el fenómeno Molka, grabar videos sexuales sin consentimiento, por ejemplo, sigue siendo una práctica común) o el rechazo a la diversidad sexual, en Corea del Sur existe una voz activa por parte de los ciudadanos para exigir respeto a sus derechos. 

–A mí me gusta mucho el tema de la justicia coreana, porque creo que el mensaje es muy claro: si yo trabajo y aporto para mi país, no puede ser que donde vivo se permitan cosas indignantes. Eso en Corea no pasa. Y lo podemos ver porque hasta la presidenta anterior está encerrada.

¿Por qué entonces, la comunidad de k-popers mexicanos no ha participado tan activamente en las protestas? La posible explicación es el enrarecido ambiente político en México, polarizado y desarticulado:

–No es que los fandoms mexicanos no se manifiesten porque sean ciegos o porque les dé miedo –dice Karen–. En Sudamérica es diferente: allá las generaciones actuales saben el precio de una guerra. Aquí existe racismo y guerra, pero son temas que se han invisibilizado o se han partidizado. Es más difícil tomar postura.

–Resulta irónico que la gente se pregunte cómo es que la comunidad k-pop puede tener una postura política –añade Karen–. Es casi como si se preguntaran cómo es posible que esta generación tenga pensamiento.

K-Pop en la explanada de la Secretaría de Relaciones Exteriores
Foto: Eunice Adorno

Fue a raíz de la marcha feminista del 8 de marzo, en las discusiones sobre la aprobación del aborto y en la conmemoración del orgullo LBGT+, que la comunidad k-pop comenzó a ganar mayor presencia en México.

Pero, como cualquier movimiento que se encauza hacia lo político, al k-pop lo atraviesan tensiones y contradicciones propias de su comunidad y tiempo: a principios de junio, por ejemplo, un tsunami de kpopers saturaron las redes de la escritora británica J.K. Rowling –creadora de la saga de Harry Potter– tras los señalamientos de que varios de sus tweets eran transfóbicos. 

Daniela no sabe si está de acuerdo con esta acción. En su opinión la reacción inmediata del fandom impide que ciertos temas más complejos se reflexionen y sopesen con la atención que merecen.

–Se nota que dentro del mismo fandom mexicano aún no hay una lectura más profunda sobre los movimientos sociales que están ocurriendo –opina–. Todavía nos falta evolucionar, para que sea un movimiento más sólido y fuerte. Pero es un buen inicio.

Al ser una comunidad conformada, sobre todo, por mujeres menores de edad y por personas LGBT, los kpopers son atravesados por discusiones que están en desarrollo, que no han sido resueltas y que contemplan, sobre todo, a los grupos vulnerables. Sin perder la devoción hacia los idols, los k-popers participan en debates que solían desarrollarse en el mundo adulto o académico. 

–Yo no he conocido ningún kpoper que apoye causas antiaborto o cosas así –dice Valentina–. Más allá del k-pop somos una comunidad que estamos de acuerdo en un montón de cosas y eso es importante. En Tik Tok muchos comparten lo que sienten por no ser aceptados por su orientación sexual, por ejemplo. Esto crea una comunidad dispuesta a luchar y a dar su opinión, porque en Tik Tok no hay adultos que los puedan censurar. En América Latina, la comunidad de k-pop tiene un impacto en estos temas. No somos tan fuertes como en Estados Unidos, pero está presente.

Quizá, piensa Valentina, sólo sea cuestión de tiempo.