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Nancy Cárdenas, icono del feminismo y la diversidad sexual

Obre de teatro "Una noche tan linda" (Foto: Pila Pala, cortesía de Teatro UNAM).

“A quien no le guste, que se voltee”

Karen Marely Rodríguez Pérez / Corriente Alterna el 5 de noviembre, 2023

Siempre quise ser actriz. Mientras iba en el Metrobús de camino a la obra recordaba mis clases de actuación y lo bien que se sentía estar en el escenario. Llegué al Centro Cultural Universitario, al sur de la Ciudad de México, con un paraguas que medio me cubría y medio me dejaba a la intemperie. Ayer la lluvia arruinó mi llegada al teatro y perdí la función. Esta vez venía preparada. Marely 1-Lluvia 0. 

Decidí ir con los ojos cerrados a ver Una noche tan linda. Lo poco que sabía era solo la premisa: una mujer transgénero que soñaba con ser artista. Lo otro, que lamentablemente sí conocía, es que México no es un lugar seguro para las mujeres trans. Para ninguna mujer, en realidad.

En lo que va de 2023 han sido asesinadas 13 mujeres trans, según un estudio realizado por la organización Letra S. Hasta el día de hoy, el delito de transfeminicidio no está tipificado en el Código Penal Federal, a pesar de las múltiples iniciativas que han presentado organizaciones civiles. Al parecer, no basta con ser el segundo país en el mundo con mayor índice de asesinatos a personas trans, solo por debajo de Brasil. De nuevo, ninguna mujer está segura.

Llegué a la obra sin contratiempos. Por fin. Alcancé un lugar al costado izquierdo de la primera fila, hasta adelante. “Siempre quise ser actriz”, pensaba una vez más al ver el escenario a pocos centímetros de mi asiento. A través de un micrófono anunciaban la primera llamada; al poco, la segunda; finalmente, la tercera. 

Una pantalla con arcoíris fue el primer actuante en escena. Pensé en mi madre y en lo que representan esos colores para ella. Toda la vida crecí con dos mamás. Nada raro a mis ojos, pero muy extraño para los demás. Me hubiera gustado haberla invitado y escuchar su opinión a la salida. Difícilmente me habla de esos temas, desde que mi abuela le dijo que prefería tener una hija muerta a una lesbiana. 

Silencio. Macario Camelia Margarita se presenta. Un enterizo rojo deja ver sus curvas y una tela café enrollada a modo de cinturón rodea su cintura. De un cabello negro, resaltan tres broches en forma de flores del lado izquierdo, mientras que en su derecha son cuatro pasadores con brillantina los que destacan su feminidad. Medias de red del mismo tono de su piel. Fabulosa, como solo una artista sabe ser. De alguna forma, a través de la admiración, conecto con ella. Al final, las dos buscábamos ser estrellas.

La obra fue escrita por Pablo García Gámez, dramaturgo venezolano, por lo cual Caracas y su acento particular acompañan toda la pieza escénica. Venezuela, que estaba siendo gobernada por Carlos Andrés Pérez y, al mismo tiempo, también aterrorizada, se deja ver como un personaje más del elenco.

No pasa mucho para que Camelia caiga. Una cachetada bien dada por su madre la tumba al piso. Eran intentos en vano por convertirla en alguien “normal”; o, al menos, eso se hacía creer su madre cuando le pegaba. “Era por su bien”, decía ella. De pequeña solo escuchaba Los niños no juegan con muñecas, ni bailan, ni cantan, ni mucho menos quieren ser estrellas… 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha expresado que la discriminación y la estigmatización hacia la población trans comienza desde temprana edad. En la mayoría de los casos, las personas trans son forzadas a abandonar sus hogares, familias, escuelas y comunidades debido al rechazo generado por expresar su identidad de género.

A Camelia todos la señalan, la insultan y, cuando tienen oportunidad, la golpean. “¿No te gusta jugar a los violados?”, le preguntan dos borrachos de cantina mientras la tienen acorralada en la esquina. A las mujeres trans se les habla desde el odio y la ignorancia. No es la primera ni la última vez que la protagonista será agredida durante la puesta en escena.

Me siento un poco incómoda. No sé para dónde dirigir la mirada, como si estuviera viendo algo que, tal vez, no debería de ver. Me doy cuenta de que no soy la única. Todos en el público se sienten como intrusos, espectadores de una escena que, tal vez, no tendrían que presenciar, pero que ocurre. Domina un silencio que incomoda, que no solo ocurre en escena sino también en las calles de Latinoamérica. 

De golpe y al ritmo de coreografías, danzas y luces neón volvemos al sueño de nuestra protagonista: ser una estrella. Específicamente, convertirse en un icono como La Lupe, cantante caribeña mundialmente famosa, y que aparece y desaparece desde el más allá solo para ayudarla.

El día que Camelia, por fin, realizará su debut como artista es un lunes. Excepto que, para Venezuela, no es cualquier lunes. Es un lunes 27 de febrero de 1989, día testigo de uno de los episodios más sangrientos y brutales de la historia del país.

“El Caracazo”, resultado del aumento del precio en gasolina y pasaje público, provocó protestas y manifestaciones de la ciudadanía que iniciaban desde la ciudad de Guatire, expandiéndose hasta Caracas. El cuerpo policial provocó una masacre que sería estimada en más de 200 fallecidos, según reportó el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea).

Ese día que Camelia caminaba por las calles con tacones plateados fue retenida por la policía y no se le volvió a ver. La brutalidad del Estado terminó por llevársela. Desaparecida y traicionada por su propia gente, acabó el sueño.

Insólitamente, no es la última vez que la vemos. Una última escena, ella de pequeña siendo bañada por su madre en una tina, es nuestro último encuentro con la que debió de haber sido la sucesora de La Lupe. Una mujer brillante, vulnerable, con quimeras esperándola. Era ella y no había nadie como ella, siempre supo que tenía el don, desde niña.

Las luces se encienden y todos aplauden. No hay final feliz. Solo reflexiono y entiendo que gran parte de las veces no hay final feliz para las personas trans. La expectativa de vida promedio de una persona es de 77 años, mientras que el de una mujer trans es solo de 35. Camelia Margarita fue asesinada más joven. 

También lo fueron Natalia González, Ivanna Divina Jhons, Denisse Cerón, mujeres trans mexicanas asesinadas de enero a mayo de 2023; ninguna de ellas pasaba de los 33 años. Desde 2012 hasta este año, en México se han reportado 590 asesinatos, sin contar los que nunca llegaron a juicio. Así lo reportó el Centro de Apoyo a las Identidades Trans (CAIT).

Mientras me levanto de mi asiento y camino de nuevo hacia el Metrobús, un sentimiento de impotencia hace que me tiemble un poco la mano. Deambulo como perdida, como si no hubiera tomado esa estación unas 50 veces. Recuerdo que Camelia y yo teníamos el mismo sueño, solo que la línea de salida no se veía igual, ni un poco. 

Llego a la estación y en un suspiro de alivio recuerdo la frase con la que Camelia Margarita se defendía cuando todos le gritaban marica, engendro, pervertido: “A quien no le guste, que se voltee”. Y con admiración hacia ella y hacia su lucha subo al vehículo que me llevará a casa, creyendo firmemente que, al que no le guste, mejor que se voltee.