Hace un año que Alfredo Ramírez no pisa el cuarto que rentaba cerca de Ciudad Universitaria. Con el alquiler se ahorraba seis horas diarias de viaje de ida y vuelta desde Chimalhuacán, Estado de México. Extraña tomar clases en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, pero todavía no quiere el regreso a clases de universidad.
Las clases virtuales ya han durado más de un año. La Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció para el 7 de junio el regreso paulatino y voluntario para todos los niveles, tras vacunar a 2 millones 680 mil profesores.
—Si me dijeran “mañana vas a clases”, tendría que considerar todos los aspectos —confiesa Alfredo, preocupado–. Sin dinero no puedo regresar a la escuela.
Él, su padre y dos de tres hermanos ya enfermaron de COVID-19. Su mamá, la única que pudo salir a trabajar, costeó todas las medicinas. En las actuales condiciones, Alfredo no podría pagar renta cerca de la universidad. La opción que le queda es “pausar” sus estudios de arquitectura e irse a trabajar como albañil con su padre.
Atravesar la ciudad
Estudiante de primer año de Ingeniería Biológica en la Universidad Autónoma Metropolitana Cuajimalpa (UAM-C), Cristina Vega no conoce los laboratorios: hasta ahora, su formación ha sido a través de la pantalla.
En dos meses no ha salido más de cuatro veces de casa. Hoy le preocupa la ruta hacia la escuela: más de 50 kilómetros separan su casa en Texcoco de la UAM-C. Para llegar al campus debe atravesar toda una línea del Metro, de Pantitlán a Observatorio, y abordar, al menos, dos autobuses.
La “preocupación o paranoia”, como describe ella, choca con las ganas de conocer la universidad “cara a cara” y encontrarse con más personas.
Los datos de la Encuesta Origen Destino en Hogares de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que, de más de 23 millones de viajes al día en vehículos, 15 millones se hacen en transporte público. En la Ciudad de México, el transporte más usado es el Metro y en el Estado de México, el “colectivo” (microbús o combi). Antes de la pandemia ir a la escuela era la segunda razón más frecuente de traslado: nada menos que 6.5 millones de viajes al día, con una duración promedio de 46 minutos.
De enero a marzo de 2021, con semáforo naranja, el Sistema de Transporte Colectivo Metro registró una movilidad de casi 50% respecto al mismo periodo en 2020, cuando la pandemia aún no había obligado al confinamiento: casi 1.8 millones de viajes por día. Con el regreso a clases, esta cifra aumentará.
Los jóvenes también enferman
“No te vas a contagiar en la escuela, pero sí en los camiones”, asegura Andrea Vásquez, estudiante de Periodismo Multimedia en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Andrea padece alergias desde que nació. Los episodios duran hasta dos semanas y, a veces, las medicinas no surten efecto. Teme contagiarse y llegar a necesitar tanques de oxígeno. Por eso, regresar a clases presenciales sin estar vacunada no es opción.
A la fecha se han detectado, al menos, tres variantes del coronavirus original, todas con mayor capacidad de transmisión. Un estudio de la Universidad de Pavía, Italia, registró que la variante inglesa —presente en México desde mayo de 2021— “representa un triple riesgo de hospitalización para el grupo de edad de 20-39 años”, por ejemplo.
Adrián Infante Reyes, médico general en un hospital COVID en la Ciudad de México, cuenta que ha atendido pacientes de 30 años con neumonía —complicación por coronavirus— y que necesitaron ser intubados.
Recuerda a una paciente de 32 años que luchó durante 18 días antes de fallecer. “Me marcó, porque era muy joven, casi de nuestra edad”, apunta. La obesidad era su única comorbilidad.
Los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-2019 son poco alentadores. El sobrepeso (peso arriba de lo saludable) y la obesidad (sobrepeso extremo) son el problema nutricional más frecuente en la población mexicana. Para jóvenes de entre 20 y 29 años, la posibilidad de padecer sobrepeso es de más de 30% y la obesidad oscila en 25%. Es decir, casi la mitad de los jóvenes son propensos.
El director científico para Latinoamérica y el Caribe de la ONG AIDS Healthcare Foundation, Miguel Pedrola, comparte su preocupación. Lejos de pensar que son “un sector que la pasa mejor durante la pandemia”, considera que los jóvenes son vulnerables. La obesidad, las enfermedades respiratorias, la diabetes y otras condiciones que pueden agudizar el COVID-19 no son exclusivas de las personas mayores.
Regreso a clases para universidad, sí, pero vacunados
—Si nos dieran chance de regresar, yo sería una de las personas que iría a la facultad —asegura Verónica Ruíz, de 24 años, alumna de Periodismo Multimedia en la UANL.
Míram, de 21, coincide en que podría afrontar riesgos con tal de tener clases presenciales. Para la estudiante de Relaciones Internacionales en la UNAM “escapar de estas cuatro paredes podrá ayudarme a sentirme mejor, menos ansiosa”.
El 24 de mayo pasado, después del anuncio del regreso a clases por parte de la SEP, más de tres mil integrantes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR) marcharon en la Ciudad de México para exigir que se reconsidere la decisión de las autoridades educativas. Fundada en 1999, la FNERRR está integrada por estudiantes universitarios de escuelas públicas y privadas, organizados en delegaciones en todo el país.
En entrevista con Corriente Alterna, el líder nacional de la FNERRR, Isaías Chanona Hernández, aclara que no están en contra de regresar a las aulas. Pero enfatiza que los jóvenes también pueden enfermar y padecer complicaciones.
La principal demanda de la organización es que se vacune a los estudiantes. Chanona explica que, además de arriesgar sus vidas, los jóvenes podrían contagiar de COVID-19 a familiares no vacunados o con comorbilidades —obesidad o diabetes—, que agravarían la enfermedad.
El riesgo, dicen los estudiantes, no se limita a las aulas. “´La mayoría de nosotros somos gente humilde que utilizamos el transporte público constantemente”.