Dejar de ser madres abnegadas. Dejar de obedecer ese mandato, que es una imposición del sistema patriarcal.
Esther Vivas es periodista y feminista. Desde 2015, cuando ella misma se convirtió en madre, investiga y escribe sobre maternidades. En entrevista para Corriente Alterna, explica que el ideal de madre abnegada genera culpa en las mujeres que maternan. Por eso llama a “desobedecer ese mandato”.
La desobediencia no significa el rechazo a la maternidad sino que las mujeres la vivan en libertad, con derechos y sin ser juzgadas, explica.
Desde su propia experiencia y, también, a partir de testimonios de otras mujeres y de datos históricos, Vivas ha analizado la relación entre los feminismos y la maternidad. El resultado es Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, publicado en España por la editorial Capitán Swing (2019) y que este año llegó a México bajo el sello de Ediciones Godot.
El propósito del libro, sostiene Vivas, es reivindicar una maternidad feminista porque, hasta ahora, se ha mantenido invisible en la sociedad, incluso en el seno del movimiento feminista.
“La maternidad no esclaviza”
Históricamente, el patriarcado ha utilizado la maternidad como un instrumento para controlar el cuerpo y el destino de las mujeres. “Durante siglos, o eras madre o no eras nada”, dice la autora catalana. Contra este mandato se revelaron las feministas de la segunda ola, las de los años sesenta y setenta del siglo XX. A través de estas luchas se reivindicó, por ejemplo, el acceso a métodos anticonceptivos y el derecho al aborto.
Pero, asimismo, se ha generado un discurso antimaternal y antirreproductivo: “Es decir, el patriarcado me impone ser madre y yo decido no serlo. Por eso, el movimiento feminista ha tenido una mala relación con la maternidad; porque el patriarcado ha secuestrado la maternidad, se ha apropiado de la experiencia materna”.
Aunque comprende esa postura, Vivas sostiene que el problema real no es maternar, sino las condiciones sociales en las que se lleva a cabo. La maternidad no esclaviza, asegura, no es el problema per se.
La periodista refiere que, actualmente, muchas mujeres que son madres han decidido si serlo o no. Esto permite mirar la maternidad con menos prejuicios que las antecesoras del feminismo, así como diferenciar claramente entre lo que es la maternidad patriarcal de la experiencia libremente elegida.
–Tenemos derecho a tener esta experiencia, si así lo deseamos. Las mujeres hacemos lo que podemos con nuestra maternidad y nuestra crianza. No se trata de entrar a juzgar a ninguna de nosotras. Lo que digo en Mamá desobediente es que la maternidad necesita menos juicio y mucha más sororidad.
–¿Qué significa ser una “madre desobediente”?
–Si nos convertimos en madres, hay que desobedecer al mandato patriarcal de la maternidad, que supone que debemos ser un determinado tipo de madre: abnegada, sacrificada, sin vida propia; esa mujer que desaparece tras la figura de la madre. Este ideal no nos representa, nos genera mucha culpa y malestar. Se trata de reivindicar, por el contrario, la maternidad real con todas sus luces y, en particular, sus sombras.
La violencia obstétrica es violencia de género
Autora de El negocio de la comida (2014), Planeta indignado (2012) y Supermercados, no gracias (2007), Vivas explica que otra consecuencia del secuestro patriarcal de la maternidad es la violencia que se ejerce contra las mujeres que maternan. Recuerda que la violencia obstétrica es una de las últimas fronteras de la violencia de género.
–Es violencia si me insultan, si me dicen que estoy pujando mal y que voy a matar a mi bebé; si no me informan adecuadamente de los protocolos que se me aplican. Esto es abuso, como también lo es que te hagan esa cesárea que no es necesaria.
–En un apartado de tu libro escribes: “Mi parto es mío”. ¿Por qué y cómo apropiarse del parto?
–Nos han robado el parto y hay que re-apropiarnos de esta experiencia. Nos han hecho creer que no podemos, que tenemos que delegar en terceros, en obstetras; que las comadronas parteras no tienen un papel que jugar, cuando esto es falso. Las parteras, tradicionalmente, han tenido un rol esencial en la atención sanitaria del parto y han sido expulsadas de los hospitales.
“Es muy importante cambiar la mirada que tenemos hacia el parto, una mirada que lo asocia con una patología y con un proceso donde las mujeres no podemos decidir. Esto establece las bases para que se violente en esta experiencia, para que se abuse, y así lo constatan los testimonios de muchísimas mujeres que han sufrido violencia obstétrica.
“Hay que reivindicar el parto como un proceso normal, un proceso fisiológico de la mujer, no como una enfermedad. Hay que reivindicar que el parto necesita tiempo y respeto, que la mujer que da a luz es sujeta de derechos, con capacidad de decisión. No puede ser considerada un objeto y no se le puede tratar de manera condescendiente, como tan a menudo sucede.
–¿Por qué los feminismos deberían respaldar las maternidades?
– La maternidad es una cuestión feminista porque implica el poder decidir sobre mi cuerpo. Si el feminismo no defiende los derechos de las mujeres que tenemos hijos, ¿quién los va a defender? Esta experiencia materna tiene que estar dotada de derechos: a un parto respetado, a una lactancia materna que sea satisfactoria, a que la responsabilidad del cuidado no solo recaiga en la madre sino también en el padre. Esto lo debe reivindicar el feminismo para que la maternidad no solo sea una elección sino una experiencia gozosa, donde no haya ni abuso ni violencia.