Estefani Montserrat Reyes es una fotógrafa documental, instagramera y tiktokera dedicada a capturar la vida en barrios populares como Tepito. Sus proyectos tienen como enfoque principal acercarse sin prejuicios a los personajes que retrata y preguntar, siempre: “Oye, carnalitx, ¿puedo tomarte una foto?” Su firma: “Con amor y respeto siempre. Del barrio, p’al barrio”.
En su brazo derecho palpita un tatuaje de mariposa mientras toma fotografías con su cámara réflex. El sonido del obturador agrega un ritmo metálico a los gritos de vendedores y la música de banda, en medio de un espacio rodeado de murales. Montserrat Reyes, Monste o Lash, como muchos le dicen, está aquí, como tantas otras veces, documentando Tepito.
Montse lleva el cabello cortado hasta el cuello, usa arracadas en las orejas y un delineado cat eye. Un paliacate apacigua las altas temperaturas. El protagonista de la foto es un niño de entre ocho y diez años que abraza una figurilla de la Santa Muerte mientras sus padres observan la escena.
Montserrat se pone de cuclillas para ampliar el campo de visión y mejorar la composición. Voltea la cámara en sentido horizontal y vertical. Se escuchan las capturas. Se pone de pie. El niño, de nombre Dylan, sonríe.
El video de TikTok que muestra esta escena —con alrededor de 8 mil 500 vistas— va acompañado de la leyenda: “El culto de la niña blanca en Tepito… en fotos”, así como de la canción “Cumbiaton a Lo Antaño”, single de Bogart Vsqz & Vivents. A medida que avanza el video aparecen más personas fotografiadas, así como sus figurillas y ofrendas. Todo ello, en una ráfaga que va al ritmo de la cumbia sonidera.
Tepito, mi favorito
Aunque Montse (@lashenkamx en Instagram) ha documentado otras zonas populares de la ciudad como la Central de Abasto, en Iztapalapa, o los alrededores de la Basílica de Guadalupe, me dice que Tepito es uno de sus lugares favoritos por la identidad única que lo diferencia del resto de la zona centro.
Aquí ha encontrado desde jóvenes luchadores amateur que se han catapultado al extranjero, comerciantes de pulgas o vendedores de algodones de azúcar, hasta muralistas o grafiteros, devotos y futbolistas.
—Aunque yo no pertenezco a este barrio, la gente siempre me ha abierto los brazos —dice.
Montse es de Cuautepec, un barrio de la periferia norte de la Ciudad de México ubicado en la alcaldía Gustavo A. Madero. Ella reside, específicamente, en Cuautepec Barrio Alto, una de sus 47 colonias, rodeada de cerros.
—Allí la gente vive al límite, en una lucha diaria por sobrevivir.
El que Montse creciera en un barrio lleno de movimiento, donde siempre observó a gente trabajando, forma parte de su contexto. Su madre tiene una estética en Cuautepec, que se llama Giselle, como ella. Su padre, hace años, se fue de México a tratar de cumplir el “sueño americano”; y, aunque no le ha ido mal en el ámbito de las comunicaciones, sigue en la búsqueda de esa utopía, me cuenta.
En Tepito, dice, siente la misma conexión con las personas que en su barrio de origen.
Con una población de, aproximadamente, 50 mil personas, Tepito ha sido un importante centro de trueques de mercancías desde la época prehispánica. Una de sus toponimias en náhuatl es “teocal-tepiton”, que significa “pequeño templo”.
El barrio es conocido por el comercio popular en sus mercados, como los de Granaditas y La Lagunilla, tianguis y vendedores en vía pública. Ha sido estigmatizado, entre otros muchos aspectos, porque se asocia a la venta ilegal de artículos de primera necesidad y electrónicos provenientes de Estados Unidos, conocidos como “fayuca”, así como de drogas o productos robados, especialmente a partir del sexenio del presidente Luis Echeverría, en los setenta. Pero Montse, o Lash, me dice —y escribe en sus post— que Tepito no es lo que te cuentan y que siempre ha visto este barrio “con amor”.
Montserrat disfruta de actividades como bailar y hablar con la gente. Sus amigos la describen como una persona extrovertida y fácil de llevar. Estas cualidades le han ayudado a generar cercanía con quienes habitan el barrio. “Oye carnalito (o carnalita), ¿puedo tomarte una foto?”.
Redes sociales para conectar con la gente
A Montse le interesa generar conexiones entre la sociedad y lo que documentan sus imágenes. Así, su firma se popularizó pronto en redes, al igual que sus fotos.
—Busco mostrar nuestra cultura tocando temas sociales, de género y derechos humanos; confiando en que la fotografía es un instrumento poderoso que, aunque no es capaz de cambiar el mundo, sí puede reivindicar a través de la empatía.
Consciente de la estrecha relación que su generación mantiene con la tecnología, además de usar Instagram, Montserrat ha elegido aprovechar redes como TikTok para difundir su trabajo. Con más de 18 mil seguidores en esta plataforma, ha logrado captar la atención de una audiencia ávida de contenido visualmente impactante y creativo.
En sus videos, que rondan el minuto de duración, Montserrat utiliza una perspectiva en tercera persona para mostrar su proceso creativo en tiempo real. A medida que realiza fotografías, los resultados se suceden en ráfagas de imágenes.
Un vistazo por su trabajo fotográfico hace desfilar comerciantes, niños que celebran a la Santa Muerte junto a sus padres en la calle de Alfarería, personas de la tercera edad que hacen danza folclórica el día de San Francisco de Asís, vecinas y vecinos en el famoso Deportivo Maracaná practicando boxeo y lucha libre.
Incluso, con sus imágenes ha logrado dar mayor visibilidad fuera del barrio a historias únicas y de integración social que se originaron en Tepito, como la de “Las Gardenias”, un equipo de fútbol conformado principalmente por personas trans.
En cada imagen explora una mirada que trata de completar con los pies de foto, que sube a las redes.
Las redes y el “boca a boca” le han ayudado a darse a conocer para impartir talleres autogestivos de fotografía. Junto con su amiga Sofía Galindo, fotodocumentalista independiente, fundó un laboratorio fotográfico que brinda apoyo a las personas participantes y acompañamiento en el proceso creativo.
Han organizado talleres de autorretrato y fotografía documental con Tepito como sede principal.
Por cuenta propia, Montserrat ha participado en exposiciones como De Marchante a Marchante: Fotografías de Mercados Chilangos, en el Museo Archivo de la Fotografía, donde exhibió “Entre cebollas”, una imagen que captura a un joven trabajador en la Central de Abastos de Iztapalapa. Un post subido en redes sociales muestra el momento en que Montse y su madre recorren la exposición.
En tiempos más recientes, Montserrat ha ampliado su alcance a través de las redes sociales y abrazado un enfoque feminista en su trabajo, como su colaboración con la plataforma Women on Fire o su cobertura de la marcha del pasado 8 de marzo, donde se concentró en las infancias y en las activistas aguerridas.
Don Miguel, las vecindades y el retrato
Mientras Montse busca fotografías en su archivo de Instagram comienza a contarme sobre cada persona con la que haya logrado vincularse, así como las historias que hay detrás de esas imágenes.
Piensa que ser honesta y documentar por su cuenta, sin lucro, han sido ejes importantes en su trabajo para consolidar el vínculo; una especie de sello personal que le ha permitido acercarse y, en sus palabras, “abrir puertas en todos lados”.
En una de las vecindades del barrio, con edificios llenos de tendederos y la pintura comida por el sol, Montserrat conoció a don Miguel Marín, un hombre de 63 años dueño de La Cooperativa, una tienda de abarrotes ubicada al interior de la misma vecindad.
—Durante nuestra conversación, ambos hablamos de la vida antes de la pandemia y las dificultades que habíamos tenido que atravesar —recuerda Montse—. Pero nos centramos, principalmente, en la nostalgia por su barrio.
Mientras lo retrataba, don Miguel le contó que estas viviendas multifamiliares representan su juventud, su pobreza y, al mismo tiempo, su felicidad: “Antes veías pelear a la gente por los tendederos y todo eso es mi barrio: lo bueno y lo malo”, le dijo don Miguel, según cita Montse en una publicación de Instagram que muestra al dueño de la tienda en primer plano, rodeado de dulces, papas y otras golosinas, con letreros fosforescentes que anuncian helados, así como una advertencia: en La Cooperativa ya no se va a fiar.
En otras fotos del barrio, sobre todo aquellas de tipo callejero, no siempre existe la oportunidad de generar un vínculo, puesto que se ha ocupado, sobre todo, de documentar a las personas desde la espontaneidad.
—Yo ni siquiera acomodé a los personajes. Ya estaban así… Yo sólo hago clic y les sonrío.
Pero en cierto tipo de fotografías, como los retratos, desde la perspectiva de Montse sí hay una “construcción” y, con ello, una historia.
Sofía Galindo ha compartido varias sesiones con Montse, en mercados de la ciudad.
—Lo más sorprendente que he aprendido sobre el proceso de Montse —cuenta Sofía— es la vinculación con el otro: el establecimiento de la comunicación; aprender que no sólo son personas a las que les vamos a tomar fotografías sino que tienen sueños, metas y miedos.
El gusto compartido por documentar historias de la ciudad ha llevado a Montse y Sofía por un camino en el que se brindan apoyo mutuo y exploran temas de interés. Juntas han encontrado una manera de tejer historias y abrirse paso dentro de la comunidad fotográfica.
La Santa Muerte y la reivindicación
Aunque Montse ha captado distintas perspectivas del barrio de Tepito, hay un tema recurrente: el culto a la Santa Muerte. Es común ver altares y ofrendas dedicadas a esta figura en las esquinas. Según R. Andrew Chestnut, autor del libro Santa Muerte, segadora segura, el movimiento religioso de mayor crecimiento en Latinoamérica es, justamente, el que venera a la Santa Muerte.
La creencia en la Santa Muerte parte de la Conquista: grupos indígenas creían en las deidades de la muerte; por ello, cuando los españoles traen a la parca, la relacionan con sus propios dioses. Algunos consideran que es la reencarnación de Mictecacíhuatl, “señora de las personas muertas”.
Se estima que en México hay, aproximadamente, 12 millones de seguidores de la Santa Muerte; y esta cifra sigue aumentando cada día. La gente le reza para que les ayude a conseguir trabajo, mantener la salud de sus seres queridos y protegerlos de los peligros de la calle. Este culto es una creencia intergeneracional que Montse ha documentado en algunos de sus post.
—Este señor —dice Montse mientras me muestra la foto de un hombre mayor que porta sombrero de palma y carga con una figura de la Santa Muerte— también es alguien con el que conecté muy bien. Grabamos su voz… y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras contaba su historia.
El hombre, identificado como don Ramón Ramiro, se detuvo a contarle a Montse cómo adquirió su creencia cuando, en el barrio, la Santa Muerte se le manifestó a través de una mujer.
—Don Ramón me contó que, desde entonces, dejó las drogas y el alcohol. Cada primero de mes es un día muy importante para él, un día en el que expresa su agradecimiento por haber tenido la oportunidad de vivir una vida diferente. También, una reivindicación de lo que se tiene —explica la fotógrafa.
La recompensa por el cuidado en establecer lazos a lo largo del tiempo es evidente cada vez que Montse visita Tepito.
—La gente siempre me ha recibido muy bien. He hecho bastantes contactos. Hay señoras que siempre me saludan y saben quién soy. También en el altar de la Santa la gente me conoce y sabe que tomo fotos. Estoy muy vinculada con la gente y eso es importante mencionarlo, aunque no soy del barrio.
Montserrat describe su proyecto sobre el culto a la Santa Muerte como el más desafiante como fotodocumentalista. Ha sido al que más trabajo y tiempo le ha dedicado. Ahora está preocupada por la situación de “gentrificación” y las llamadas campañas de “limpieza” que afectan a barrios como Tepito dentro de la alcaldía Cuauhtémoc.
—Está ocurriendo una ruptura de la identidad del barrio. Se pueden ver los cambios en las vecindades. Los altares han sido modificados: de ser algo tradicional, hecho por la gente, colorido y al gusto de la gente, Sandra Cuevas (titular de la alcaldía Cuauhtémoc) los hizo más nice, ¿no?, minimalistas, con azulejos de un solo color—lamenta—. En las canchas, por ejemplo, en la entrada del Maracaná, la fachada era súper colorida, decía “Tepito”; ahora está en blanco con azul. Creo que todo lo que están haciendo rompe con la identidad del barrio y eso tendrá consecuencias. Aunque sé que el barrio no se deja, de alguna manera va a repercutir.
Del barrio, p’al barrio
Es otro día en Tepito. Las primeras horas de la tarde. Montserrat se encuentra rodeada por una familia y otros miembros de la comunidad. Su atuendo consiste en una camiseta blanca de tirantes, que muestra sus tatuajes, y su cabello está adornado con un paliacate blanco. Collares con cuentas rojas y negras descansan en su cuello, evocando los patrones de una serpiente coralillo.
En el centro de la multitud y junto a su familia se encuentra Dylan, el niño retratado hace algún tiempo sosteniendo una figurilla de la Santa Muerte. La expectación se apodera de todos mientras fijan su mirada en la mochila que Montserrat lleva en su pecho. Ella abre la mochila y extrae una fotografía impresa, que muestra a Dylan con un gesto alegre en el rostro.
Los hermanos de Dylan exclaman “guau” al unísono. Al fondo, un hombre le dice a Montserrat: “Pero ¿no le vas a poner tu firma?”
Entre risas, Montse le entrega la fotografía al niño para que pueda verla de cerca. “Ahorita se la firmo”.
Los padres de Dylan sonríen mientras Montserrat, colocando la fotografía al lado del rostro del niño para hacer una comparación, confirma:
—Sí, es Dylan.
Finalmente, la gente celebra la entrega de la foto al niño y una voz al fondo exclama:
—¡Enséñale a la banda, Dylan!
Montserrat comparte en su cuenta de TikTok la entrega de la fotografía al niño que abrazaba la figurilla de la Santa. Con una transición fluida, el video concluye con la imagen del niño sosteniendo su retrato. En el video se lee: “Le llevé su foto a Dylan al barrio de Tepito y esta fue su reacción”. Como telón de fondo musical, la canción “El día de mi suerte”, del dúo de salsa neoyorquino formado por Willie Colón y Héctor Lavoe.
Carlos Monsiváis escribió en Días de guardar, publicado en 1970, que en Tepito “todo sucede, todo cabe”. Más de medio siglo después, Montserrat y su cámara han logrado caber también ahí, en el barrio y entre sus habitantes. Su firma, retrato de su personalidad, enmarca el final de sus post en Instagram: “Con amor y respeto siempre. Del barrio p’al barrio”.