El 23 de marzo del 2019 surgió en Twitter la cuenta @MeTooEscritores a la cual decenas de mujeres mandaron sus testimonios para denunciar violencia de género. El mundo literario en México se sacudió durante ese fin de semana y varios escritores estuvieron en vilo pendientes de ver si su nombre sería el del siguiente tweet.
Surgió la controversia. Mujeres y hombres culparon al movimiento. “Nos llevará al puritanismo”, “ya ni dejan coquetear a los pobres hombres” y demás frases que calificaban a las denunciantes como exageradas, mentirosas, o ambas. A más de un año de este escrache en redes, aún hay quienes dudan si creerle o no a las víctimas, a pesar de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya emitido jurisprudencia sobre la relevancia que posee el testimonio de una persona ofendida tratándose de delitos sexuales, ya que es un tipo de agresión que se caracteriza por la ausencia de testigos más allá de la víctima y el agresor o agresores.
Además de denuncias por violación y abuso sexual, otros testimonios señalaban malos tratos de pareja, ciberacoso, agresiones físicas pero no sexuales, misoginia y otros tratos denigrantes en relaciones asimétricas de poder, etcétera. A más de un año lo que no deja lugar a dudas es que vivimos en una sociedad en la que el mandato de masculinidad también violenta a los hombres y les enseña que las mujeres somos meros objetos de uso, desuso, conquista y posesión, como todo buen territorio.
Hubo una crítica por la poca formalidad de las denuncias, al hacerse públicas en lugar de consignarse ante el sistema de justicia. Sin embargo, a esta crítica se puede responder que en un país en donde el 96 por ciento de los delitos quedan en la impunidad no es de sorprenderse que las mujeres no quieran denunciar, además de que el proceso de denuncia incluye pasar por una experiencia de revictimización.
Por otra parte, se juntaron fuerzas. Se crearon colectivas. Las mujeres que fueron víctimas voltearon a verse unas a la otras y entretejieron una comunidad que las ha hecho visibles, se han apropiado de varios espacios y han puesto en marcha una carrera que no va a detenerse.
No todo comenzó con el #MeToo. Autoras, feministas activistas y colectivas han abonado durante décadas este movimiento que, en los últimos tres años –si tomamos como referencia la primavera violeta del 2017– ha germinado con gran poder. Pero sí, el #MeToo ayudó a la transgresión de la cultura del silencio.
La colectiva que brindó el apoyo a través de la cuenta @MeTooEscritores lleva a cabo la tarea de leer y publicar los testimonios de violencia. No es fácil recibir esas historias, las atraviesan distintos sentimientos, como lo cuentan en una entrevista con Corriente Alterna que ofrecieron como colectiva: “primero, el asco; el sentimiento de repulsión al saber que colegas hombres se aprovechan de lo que juran es un medio para ennoblecer a la comunidad: la literatura, el arte, las palabras. Un asco que revuelve las entrañas y se convierte, casi de inmediato, en rabia. A esa rabia, como en una mezcla de sustancias, se une la tristeza por saber que eres parte de ese ambiente, la identificación del ‘a mí también me pasó’”
En compensación, declaran que se sienten muy potentes al saber que trabajan “para las mujeres que señalan a sus agresores”, así ayudan a que cada una vea que no está sola. La cuenta es, sin duda una mano extendida en forma de ciber-ayuda. Las denuncias en @MeTooEscritores ocasionó en muchos hombres una reacción aún más violenta, expresada en amenazas contra la colectiva.
Sobre el impacto mediático de las denuncias, la colectiva respondió que no es algo prioritario. El objetivo es ofrecer un espacio para publicar los testimonios, la importancia recae en que “una chica rompió el silencio y se sintió escuchada, comprendida. Sea uno o cien mensajes, lo importante es nombrar y advertir a otras para que no corran peligro o estén alerta. Lo importante es la red que hemos creado.” Esta ayuda está disponible para todas.
La carta colectiva que surgió a partir del encuentro que tuvieron varias de las mujeres que denunciaron en @MeTooEscritores decía: “Nos traen aquí las violencias que todas hemos vivido: violencia económica, violaciones, agresores sexuales, abusadores, vivir con Dr. Jekyll y Mr. Hyde. […] Todas estas violencias se nos han acumulado. Hoy nos mueve ver a tantas mujeres rotas. Nos da tristeza, nos da enojo. Queremos hacerle frente al miedo…” Dejando en claro que el poder de las palabras está en sus voces, la valentía y coraje que han reunido. De ahora en adelante, si ejercen violencia contra una, respondemos todas.
Lo sabíamos. Sabías que no era correcto que pidiera revisar el borrador de tu novela sólo si primero se tomaban unas copas. Sabías que no tenía que mirarte el escote mientras te hablaba. Sabías que no tenía por qué jalarte de la cintura al saludarte, con un tacto que te hizo sentir como un simple objeto. Sabías que estaba mal que no parara cuando se lo pediste. Lo sabías. Todas lo sabíamos. El poder patriarcal nos imponía el silencio. Pero ya no más.
Para ahondar más en las propuestas posteriores al #MeTooEscritoresMexicanos, Corriente Alterna preparó un podcast en donde conversan tres escritoras: Aura García-Junco, ensayista y narradora, autora de la novela Anticitera, artefacto dentado, Elisa Díaz Castelo, premio de poesía Aguascalientes 2020 y escritora del libro de poemas Principia y Lucero de la Fuente, estudiante de Lengua y Literatura hispánicas de la UNAM, quien fue acreedora del PECDA para jóvenes creadores en su edición 2014. Las tres reflexionan acerca del ambiente literario machista, colectivas y movimientos estudiantiles que se han formado gracias a la ruptura del silencio y cómo se debe repensar la figura de la escritora desde el feminismo.