A Íker no le incomoda el confinamiento impuesto por la pandemia ni las clases a distancia. Al contrario: no tener que salir de casa lo tranquiliza. Desde que entró a la preparatoria, al inicio de cada ciclo escolar debe acudir con cada uno de los profesores a detallar su situación, solicitar que cambien el nombre que aparece en la lista y explicar que él es una persona trans. La mayoría entiende. Pero el año pasado, una de sus maestras rompió el acuerdo: dijo su nombre femenino –su antiguo nombre– frente a toda la clase. “No te puedo calificar porque el nombre de tu examen no coincide con el nombre de mi lista”.
–Fue como haberme sacado del clóset frente a todos.
Hoy, Íker viste de negro. Tenis Converse y jeans rotos a la altura de las rodillas; de su cuello cuelga una calaverita de colores. Tiene 17 años y una mirada cordial y astuta. Insiste en que estar lejos de las aulas le ha significado un respiro.
–Lidiar con el tema de mi nombre y mi identidad de género es mi principal fuente de estrés en la escuela, más que las calificaciones. Y todo se evitaría si yo tuviera un documento oficial con mi nombre cambiado.
Es agosto de 2020. Íker se quita el cubrebocas para respirar un poco del aire cálido del Jardín Pushkin, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Recuerda que hace cinco meses, en el Congreso capitalino se aprobó un dictamen de reforma al Código Civil que permitiría a los menores de edad modificar su acta de nacimiento –nombre y género- mediante un simple trámite administrativo. Hasta ahora, si tienes menos de 18 años, esto es posible sólo con la aprobación de un juez, luego de un proceso lento y no siempre exento de violencia.
En 2017, Sophía Elena, una niña trans de entonces seis años, logró su cambio de identidad mediante un trámite administrativo. Para conseguirlo, se tuvo que demostrar que negarle el cambio en el acta de nacimiento constituía –según concluyó la Comisión para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Cdmx (Copred)– “discriminación por imposición de género” a las infancias trans.
Íker ha buscado cambiar legalmente su identidad desde hace, por lo menos, tres años. No lo ha logrado. En unos cuantos meses cumplirá 18 y, entonces, podrá realizar el trámite en un día. Pero ¿por qué importa tanto un documento así?
Un acta de nacimiento acorde con su identidad es más que un capricho para las personas trans. Solicitar una beca escolar o un servicio de salud gubernamental, mostrar el pasaporte al momento de realizar un viaje, cualquier trámite se convierte en un calvario.
–No es que uno oculte su identidad –puntualiza Íker–; es que puedes darle una herramienta a la gente… No todos entienden o aceptan lo trans. Te pone en una situación hasta violenta, de potencial peligro.
Por eso, un nombre puede cambiarlo todo.
Infancias trans, familias trans
Hasta hace muy poco, Evelia Martínez se refería a su hija con el artículo y pronombre masculino: él. Pero, poco antes de que él cumpliera 14 años, la familia entera lo escuchó de sus labios: “Soy niña”. Y el mundo se convirtió en un lugar incomprensible. “¿Cómo podíamos entender algo así?”, se pregunta Evelia. Hasta ese momento el término “infancias trans” no les significaba mucho. A los pocos días fueron citados a la dirección de la secundaria y, desde allí, se les ofreció apoyo, canalizarlos con asociaciones para que recibieran información y asesoría.
–Nos reunimos con María Dulce Rosas y Alejandro Gutiérrez, de Familiares Contigo (FaCon). Nos preguntaron qué pensábamos y nosotros dijimos que apoyaríamos la decisión de nuestro hije. Entonces la señorita Dulce le dijo: “¡Hola, preciosa! ¿Cómo estás?”. Nosotros volteamos por instinto y vimos sus cachetitos sonrojarse. “Mi reina, ¿cómo te llamas?”. Y ella respondió: “Me llamo Laura”. Nos quedamos sorprendidos. Ella ya tenía definido su nombre y yo estaba muerta de miedo.
“Una persona trans es una persona que se identifica con un género distinto al que le fue asignado al nacer”, define en entrevista la doctora María Fernanda Castilla-Peón, especialista en endocrinología pediátrica. “Sin embargo, esta identificación es algo muy subjetivo”, matiza. Es decir, no cualquier niñe que presente conductas que, estereotípicamente, apunten hacia el género opuesto es trans. Las personas trans, por su parte, afirman que la identidad es un proceso íntimo, complejo y cambiante que va más allá de lo biológico: nuestros genitales no definen quiénes somos, tampoco nuestros cromosomas.
De acuerdo con el artículo Manejo médico de personas transgénero en la niñez y la adolescencia, elaborado por la doctora Castilla-Peón para el Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, de la Secretaría de Salud, una de las muchas transiciones que suelen atravesar las infancias trans es la transición social. Ésta se refiere a la adopción de conductas que expresen la sensación personal de identificarse como hombre, mujer u otre. El proceso puede incluir cambios en el comportamiento, la forma de vestir, el nombre y pronombre utilizados, además de los documentos de identificación oficial.
Fernanda Pardo, por ejemplo, es madre de una niña trans de 12 años. Fue a la mitad de la primaria cuando la familia entendió que su identidad era femenina: Sofía. Entonces decidieron intervenir en la escuela: primero, acudieron con especialistas del tema para explicar cada detalle al personal del plantel: directivos, maestros, intendentes. Instrumentaron un plan a mediano plazo para que su hija pudiera hacer una transición tersa del nombre legal al nombre elegido, de un género al otro.
–La respuesta de los niños fue impactante: lo entendieron perfecto. Incluso, algunos se acercaron a pedirle una disculpa por haberla tratado mal, y sus amigas estaban felices de que ya pudiera expresarse completamente. Algunas familias levantaron un acta en la SEP para quejarse de la situación; a pesar de esto, la escuela mantuvo su disposición.
Evelia y Fernanda forman parte del grupo de familias que impulsan las llamadas reformas para las Infancias Trans en la Ciudad de México, las cuales pretenden modificar los artículos 135, 154 y 135 del Código Civil y el Capítulo Cuarto del Juicio Especial de levantamiento de acta por reasignación para la concordancia sexo genérica del Código de Procedimientos Civiles. Esto les permitiría a sus hijas modificar, por la vía administrativa, el acta de nacimiento y registrar el nombre que ellas han elegido.
–Desde el momento en el que Laura nos lo dijo, todo cambió –recuerda Evelia–. Ahora habla más y ha cambiado hasta su forma de expresarse. Ya no es aquel niño apartado, encerrado en su cuarto que no quería salir para nada.
Lo mismo ocurrió con Sofía, la hija de Fernanda: desde que comenzó a vivirse como niña, la familia se encontró con una persona completamente diferente a la que habían conocido. La timidez cedió de forma abrupta y descubrieron a una chica “que canta, baila, le gusta pintar y es líder: la más alegre de la familia”.
De acuerdo con la encuesta Infancias trans: edad, identidad de género y desigualdades sociales, coordinada por la misma doctora Castilla-Peón y publicada en 2019, la edad media en que las personas trans perciben su identidad es de 5.6 años, en un rango entre los dos y los 17 años.
–Las personas trans no se hicieron de un día para otro, han existido siempre –dice Fernanda–. Si tú platicas con ellas, te dicen que se dieron cuenta desde muy temprana edad. Entonces, creo que ahora estamos hablando de familias. A veces me pregunto si es correcto el término “infancias trans”. Creo que, más bien, deberíamos hablar de familias trans. Porque, a lo mejor, quienes transicionan no son ellos, somos las familias.
Un “simple” trámite que resulta crucial
Luis, el hijo de Tania Morales, practicó tenis desde los cuatro años. Amaba ese deporte y a los 13 figuraba en los primeros lugares del ranking de la Ciudad de México. Pero, aunque Luis podía entrenar como niño, en las competencias lo mandaban a la rama femenil porque su acta de nacimiento lo etiquetaba como niña. Esto lo orilló a retirarse.
Esto ocurrió hace cuatro años. Luis le había revelado a su madre su identidad trans no mucho tiempo antes. Tania es abogada y, aunque le eran ajenos estos temas, decidió respaldarlo. En su momento no encontró organizaciones nacionales especializadas en identidad de género; buscó asesoría en sociedades internacionales y así fue como pudo articular una solicitud formal a la escuela de Luis para que fuera tratado con su género asumido al margen del documento oficial de identificación.
La noticia corrió de boca en boca: una madre había logrado que la secundaria de su hije lo acompañara en la transición. Pronto, varias familias la contactaron en busca de consejo y en 2017 surgió la idea de fundar la Asociación por las Infancias Transgénero.
Tania quería evitar que se repitiera un episodio como el que llevó a su hijo a renunciar al deporte. Decidieron modificar su acta de nacimiento o, al menos, intentarlo. Al ser menor de edad, Luis debía someter a juicio su decisión. Otra madre, Nancy Gómez, , quien logró el cambio de identidad de su hija Victoria en tribunales, recuerda el juicio como “una situación angustiante y tortuosa, dos años de ver cómo se avientan la bolita entre el juez, el registro civil y dependencias médicas que no saben mucho del tema”.
En noviembre de 2018 Tania tramitó un amparo y, nueve meses después, Luis consiguió su cambio de identidad. Las infancias trans ganaban derechos poco a poco.
–No existe ningún parámetro o motivo jurídico por el cual una persona de 18 años pueda cambiar su identidad mediante un trámite administrativo, mientras que una de 16 deba pasar por un juicio –dice Tania en entrevista con Corriente Alterna–. Esto es, también, discriminación por edad.
En febrero de 2019 Tania propuso una reforma al Código Civil de la Ciudad de México. La iniciativa –que pronto sería conocida como la “Ley para las Infancias Trans”– como parte del Parlamento de Mujeres, órgano instalado por la Comisión de Igualdad de Género del Congreso capitalino.
Su proyecto plantea eliminar los juicios en el proceso de modificación de actas de nacimiento efectuados por menores de 18 años. Tras lograr consenso en el Parlamento de Mujeres, el 24 de abril del año pasado la reforma se turnó a la Comisión de Igualdad de Género. A la fecha, no ha sido aprobada.
Feminismos trans (o “la culpa es de la madre”)
Antes de la emergencia sanitaria, Íker ya había dejado de pisar la escuela. En noviembre de 2019, la Escuela Nacional Preparatoria número 3 fue tomada por colectivos feministas que exigían la renuncia de autoridades escolares acusadas de violencia de género. La toma se extendió siete meses.
–Las chavas no tienen hoy la actitud que nosotras teníamos –comenta Arabella Jiménez, madre de Íker; viste una blusa negra con la palabra “feminista” estampada en color violeta–. Antes, las feministas éramos bichos raros. Hoy es un fenómeno masivo y eso, definitivamente, es un logro de las millennials, de las centennials y de elles: la generación zeta.
Íker sonríe al escucharla. Cuenta que siempre se sintió arropado por las feministas de su escuela. A final de cuentas, dice, la institución educativa está pensada para disciplinar mentes y cuerpos, todo aquello que se aparta de la “norma”. Así, a las denuncias por acoso sexual en los espacios académicos se suman las agresiones transfóbicas: desde quien asegura que su cambio de identidad deriva de una enfermedad hasta los que niegan el acceso a espacios y servicios –la biblioteca, el baño– cuando sus documentos oficiales no coinciden con la apariencia física, o quienes simplemente no aceptan su cambio de nombre e insisten en referirse a ellas y ellos con un género que ya no corresponde a la identidad asumida.
Para las personas cis –prefijo que, en latín, significa “de este lado” y usado para referirse a quienes no transitan de un género a otro– estas manifestaciones de violencia pueden parecer relativas. Pero la violencia suele escalar: así como la normalización del acoso se refleja en el incremento de feminicidios, los asesinatos de personas trans encuentran su caldo de cultivo en la transfobia cotidiana.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Discriminación 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 72% de la población de 18 años o más opina que en el país se respetan poco o nada los derechos de las personas trans. Percepción que se confirma con la violencia en curso: de acuerdo con la asociación civil Letra S, Sida Cultura y Vida Cotidiana, solo en el primer cuatrimestre de 2020 se registraron 20 transfeminicidios en México. Asimismo, según la misma asociación, entre 2013 y 2019 fueron asesinadas 590 personas de la comunidad LGBT+; más de la mitad, trans.
En este contexto de vulnerabilidad extrema hacia las infancias trans, las instituciones escolares podrían servir como un refugio. Sin embargo, según la encuesta Situación de acceso a derechos de las personas trans en México, publicada en enero de 2019 por la Embajada de Estados Unidos en nuestro país, 22.7% de las personas trans entrevistadas se vieron forzadas a abandonar definitivamente sus estudios debido, sobre todo, a la discriminación.
Pese a todo, algo está cambiando. Mientras muchas autoridades escolares pretenden que la identidad trans no existe, un alto porcentaje de personas que deciden cambiar de género tienen acceso a una extensa variedad de referentes. En el caso de Íker, por ejemplo, descubrir al youtuber trans adolescente Miles McKenna (quien documentó en video todo su proceso de cambio de identidad, incluido el tratamiento con testosterona) lo ayudó a entender qué pasaba consigo mismo.
–Encontré sus videos de casualidad –dice–. Al escuchar su experiencia, todo fue cayendo en su lugar: entendí quién era yo.
Arabella escucha. No pocas veces le han sugerido que el cambio de identidad de su hijo es producto de una “manipulación” de ella como madre, que el “discurso feminista” ha hecho estragos en Íker o que, dado que “siempre quiso un hijo varón”, lo “coercionó” para asumir ese género.
–La gente se imagina que tripulamos a las crías, como si fuera algo tan simple –ríe–. ¡Yo tenía una niña!, ¿sabes? ¡Y tenía mi fantasía de la muñequita con trencitas, holanes, vestido rosa! Casi no se habla del duelo que viven las familias trans, pero a los ocho años me dijo que quería tener el cabello corto y yo me resistí mucho. Me da risa cuando me dicen que yo lo manipulo. Lo único que hice fue apoyarlo. Me dije que, allá afuera, lo único que iba a encontrar era la resistencia más vil. ¿Por qué en la familia voy a hacerle sufrir más?
Reforma legal para las infancias trans sigue “congelada”
Temístocles Villanueva se casó en jueves, en el Salón del Ayuntamiento frente al Zócalo de la Ciudad de México. Era 11 de marzo de 2010 y el suyo fue uno de los cinco primeros matrimonios homosexuales celebrados luego de una reforma al artículo 146 del Código Civil que permitió la unión libre entre dos personas, independientemente de su género. Con 23 años, el entonces estudiante de cine y activista no tardaría en adherirse a las filas del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
–Entendimos que, si no participábamos en los espacios de representación popular, estos temas iban a estar siempre bloqueados –recuerda en entrevista con Corriente Alterna.
Poco más de diez años después, Marco Antonio Temístocles Villanueva es diputado del Congreso capitalino y, el año pasado, presentó una iniciativa similar a la que hizo Tania Morales desde el Parlamento de Mujeres con la idea de que los menores de edad puedan modificar su identidad de género por la vía administrativa. Que se necesite un juicio para esto no sólo es innecesario sino contraproducente: “Victimiza al menor y requiere que la familia tenga recursos económicos para pagar un abogado y pagar el trámite”, asegura.
A Villanueva le preocupa un detalle: que cuando alguno de los padres se oponga a la identidad de su hije, decida interponer un proceso de impugnación que detenga el trámite.
Actualmente, sólo nueve estados de la República cuentan con una ley de identidad trans, lo que ha generado zonas ciegas en el marco jurídico. Benjamín Gutiérrez, abogado de la Asociación por las Infancias Transgénero, cuenta que él es oriundo de Veracruz, donde lo trans no existe en la ley, así que él hizo su cambio de acta en la Ciudad de México: es como si tuviera una doble identidad. Ahora bien, “las personas adultas pueden hacer este trámite en nueve estados; las infancias trans no pueden hacerlo en ninguno”.
Pero la iniciativa de reforma a la ley capitalina está congelada. El 14 de noviembre de 2019 la diputada América Rangel, del Partido Acción Nacional, declaró en el Congreso capitalino. “Es simple ciencia: se nace niña o niño. Por más que yo quiera ser un gato, este sentimiento no va a hacer que me salga pelo y cola”. No es la única que rechaza que la identidad trans sea un derecho.
–En específico, se han resistido los diputados del Partido Acción Nacional y el Partido Encuentro Social –dice Villanueva Ramos.
La reforma para las infancias trans no logró subir al pleno. El pasado primero de septiembre, con el inicio del nuevo periodo de sesiones en el Congreso, se abrió otra oportunidad para que la ley sea discutida y, quizá, con suerte, aprobada.
Infancias trans: sentirse pleno, ser tratado con dignidad
Chrom solía llegar temprano al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) plantel Naucalpan (un bachillerato de la UNAM). Aprovechaba la madrugada para pintarse los ojos en el baño de la escuela. Pintarse los ojos o maquillarse el rostro, aclara, no tiene nada que ver con ser trans.
–Lo hago porque me gusta, porque es genial. Lo hacen en el teatro, lo hacen en la guerra. Nada que ver con mi identidad.
Chrom es un chico grande, lleva camisa de franela y unos zapatos en punta. Sus ojos claros se clavan en su interlocutor con atención dura. Además de su identidad trans, también tiene 16 años y Síndrome de Asperger: una condición dentro del espectro autista que, sin aislarlo de manera absoluta, lo hacen una persona introvertida, a veces infranqueable. Cuando algún comentario le parece inadecuado, se sumerge en un silencio de piedra y espera hasta que los demás cambien de tema. Aislarse, dice, también es su forma de protegerse del peligro y del acoso en la escuela.
Pero el silencio no siempre es suficiente.
A los 14 años intentó suicidarse. Apenas comenzaba a entender que no era lesbiana, como le había sugerido su madre. No. Era un hombre. Pero cuando lo contó en clase recibió, sobre todo, comentarios ofensivos: “eso es una enfermedad”, le dijeron.
–Era un plan ya meticuloso: había enviado cartas a algunos de sus compañeros –cuenta su madre, María Vázquez–. Desde entonces, el tema del baño ya era violento.
Ocurrió en febrero pasado: un par de trabajadoras de seguridad lo encerraron en el baño del CCH. Le dijeron que habían recibido reportes de “una niña que usaba el baño de hombres por las mañanas” y procedieron a quitarle su identificación. Al confirmar que sus documentos lo registraban como una persona del sexo femenino, se lo dijeron claro: “Tú no tienes derecho a estar aquí”.
–Fue como insinuar que yo no existía. Y que me hayan dicho que había quejas contra mí… duele, porque me catalogan como un agresor, como si yo fuera peligroso.
La transición de Chrom está en proceso: unos cuantos rasgos “femeninos” prevalecen en su aspecto. Lleva, además, el cabello largo y rizado.
–Hoy en día una persona cis puede tener el cabello largo o corto sin que nadie le cuestione. Para nosotres es mucho más difícil escapar de esos estereotipos.
La expresión de género es la manera en que una persona trans representa su identidad como hombre o mujer trans. Aunque ciertos rasgos como el largo del cabello, el vello facial, el tamaño de los senos o la ropa pueden ser usados dentro de esta escenificación, hay personas trans que deciden no atender a esos patrones. Algunas mujeres trans conservan la barba, algunos hombres trans se maquillan o usan joyería. Y hay quien decide seguir un tratamiento hormonal y quienes no lo consideran necesario.
–Si no son nuestros sexos o nuestros cromosomas lo que define nuestra identidad; si nuestra ropa o nuestra orientación sexual tampoco define su género, ¿qué es lo que hace que alguien se identifique con ser hombre, con ser mujer, con ser otre?
Chrom escucha la pregunta y se sumerge en el silencio. Su madre recuerda que, después del incidente del baño, decidieron interponer una denuncia en la Defensoría de los Derechos Universitarios por discriminación. Pese a tener un alto rendimiento escolar, Chrom pierde cada vez más el interés en la escuela. Después de la denuncia, su madre lo llevó a conocer la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, donde hace dos años se inauguraron algunos baños mixtos.
–¿Cómo los viste, hijo? –le pregunta.
–Es un baño, no hay nada de especial en un baño –responde él–. Es absurdo: en un tiempo vamos a tener baños para no binaries, baños para lesbianas, baños para mujeres afro, baños para hombres cis, baños para hombres gays y baños para demisexuales cis.
Chrom ríe de su ironía. El sistema estrictamente binario –damas, caballeros– con el que funcionan los sanitarios de un bachillerato parece un símbolo del sistema entero y de la violencia que enfrentan las personas trans en cualquier institución. Cambiar de identidad de género no obedece sólo a un deseo o a una expectativa respecto al cuerpo. En todo caso, se trata de una mezcla de certezas y sensaciones. El compromiso de sentirse pleno en el mundo y la necesidad, concluye Chrom, de ser tratado con dignidad.
Un anuncio sabatino
La mañana del sábado 5 de septiembre, la víspera de la publicación de este artículo, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, informó que a partir del miércoles 9 el gobierno de la ciudad instalaría un consejo especial para autorizar el cambio de nombre a niñas y niños trans.
“Una serie de familias se ampararon – dijo en la conferencia de prensa que anunciaba el inicio de obra de la primera Clínica de Atención Integral para Personas Trans–. Se hizo una interpretación desde el registro civil porque niños y niñas querían cambiar su nombre, reconocidos como infancias trans, donde el papá y la mamá están totalmente de acuerdo para que haya un cambio de nombre. Se les negó y tuvieron que irse a un amparo”.
La jefa de gobierno aclaró que este consejo será integrado por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) y el Consejo para prevenir y Eliminar la Discriminación (Copred). Esto, de manera independiente a las reformas que se discuten en el Congreso capitalino y exclusivamente para las familias que están amparadas: “sobre todo cuando el padre y la madre están de acuerdo y tienen la convicción… un niño, particularmente de 12 años, puede cambiar de nombre”.
–El mecanismo que plantea la jefa de gobierno tendría que aplicarse a todas las familias –dice Arabella Jiménez, madre de Íker–. Hay muchas que son familias con solo una jefa de familia al frente o que sólo la madre apoya el cambio. Otro asunto es qué hay menores de 12 años que necesitan también su acta, ¿con base en qué se toma la decisión del limite de edad? La única vía para evitar que las familias se amparen es aprobar las reformas en el Congreso.
Glosario de términos asociados al mundo trans
Sexo al nacer: al nacer una persona puede ser hombre, mujer o intersex de acuerdo a sus caracteres sexuales.
Identidad de género: Es el género con el cual una persona se identifica, sin importar su sexo asignado al nacer: hombre, mujer, no binarie.
Expresión de género: Es la manera en que una persona decide escenificar y expresar su género; puede o no coincidir con los estereotipos asignados a cada género.
Orientación sexual: es la atracción sexual de una persona hacia las demás: heterosexual, bisexual, homosexual, asexual, demisexual, pansexual.
Demisexual: conocida como la “quinta orientación sexual”, muy cercana a la asexualidad, son personas incapaces de sentir deseo sexual o atracción física sin un fuerte y estrecho lazo emocional de por medio por la otra persona.
No binarie: Adjetivo preferido por las personas que no se catalogan en lo masculino ni lo femenino.
Cis-género: Cuando una persona concuerda con su sexo asignado al nacer y su expresión de género: hombre/masculino, mujer/femenino. El prefijo cis, en latín, significa: ‘de este lado’. Mientras que l prefijo trans, su opuesto, significa: “más allá”, “a través” o “de un lado a otro”.
Transgénero: Persona que transita hacia un género con el que realmente se identifica.
Heteronormatividad: cuando la ley y las estructuras sociales están pensadas para una mayoría de personas heterosexuales.
Transfobia: Miedo u odio a las personas trans, muchas veces se expresa de forma violenta.
Disforia de género: ansiedad y/o incomodidad con respecto al sexo asignado al nacer.
Deadnaming: la acción de llamar deliberadamente a una persona transexual por su “nombre legal”, lo que es considerado altamente ofensivo por la comunidad trans.
Misgender: Cuando al hablarle a una persona trans se utiliza el artículo que no concuerda con su identidad de género.