“Estoy muy orgullosa de poder decir, abiertamente, que soy mamá y que soy consumidora de cannabis”, afirma Thalía Cesma, quien se dedica a distribuir productos medicinales a base de cannabis como gel terapéutico, cremas y cannabidiol (CBD), entre otros, mientras ejerce la crianza de su hijo de nueve años.
Durante los primeros años de maternidad, su familia no aceptaba que fuera consumidora. La amenazaron con hacerle pruebas de antidoping y quitarle a su hijo. Después de mucho tiempo, la aceptaron como usuaria de cannabis y mamá responsable.
El 28 de junio pasado la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declaró inconstitucional la prohibición del consumo adulto de cannabis establecida en los artículos 235 y 247 de la Ley General de Salud.
Esta Declaratoria retiró los obstáculos para los permisos de autoconsumo que deberá otorgar la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) a quien lo solicite. Sin embargo, estableció que “no debe ejercerse frente a menores de edad ni en lugares públicos donde se encuentren personas que no hubieran brindado su autorización”. Estos impedimentos, de acuerdo con madres consumidoras, restringen su derecho al libre desarrollo de la personalidad.
A simple vista, la ley no distingue entre hombres y mujeres. El problema es que, en la práctica, los papeles de género dividen el trabajo del hogar; las mujeres son las encargadas, mayoritariamente, de los procesos de crianza y cuidado.
Así lo demuestra la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2020, elaborada por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Al cuidado de los menores entre 0 y 14 años, los hombres dedican un promedio de 11 horas y media semanales, mientras las mujeres lo hacen arriba de 24 horas. Más del doble del tiempo.
Aunque la Declaratoria no habla de una acción penal, en la Ciudad de México las madres cannábicas corren el riesgo de la suspensión de la patria potestad de las y los menores a su cuidado, pues el artículo 447 del Código Civil lo establece cuando se considere una amenaza el “uso no terapéutico de las substancias ilícitas a que hace referencia la Ley General de Salud y de las lícitas no destinadas a ese uso”.
Para Nelly Torres, mamá de un niño de diez años y usuaria de cannabis desde hace casi una década, la Declaratoria no toma en cuenta las condiciones y necesidades de las maternidades cannábicas al poner como restricción el consumo frente a menores. “[Nosotras] también tenemos cabida en esos derechos y no nos los están dando”, reclama.
Maternidades cannábicas
Las madres, según la Declaratoria, no pueden consumir marihuana ni en la casa ni en la calle, aun cuando hacerlo es una forma de enfrentar la carga de trabajo que se impone sobre ellas.
Esa es la experiencia de Zaira Girón: el primer síntoma de estrés fue un dolor en el brazo; después, se le entumecieron los dedos, la mandíbula y el lado izquierdo del cuerpo. Ocurrió hace un año, cuando la pandemia la mandó al confinamiento. Desde entonces se disparó la carga de labores entre cuidar la casa y a tres hijas de tiempo completo.
Entonces probó la cannabis.
En porros, bongs (pipa de agua para fumar marihuana) o aceites, ella consume dosis diarias para “aligerar la carga” del trabajo no remunerado de crianza y cuidado de la casa.
Así que Zaira es una mamá cannábica y eso la llena de orgullo.
—Pero sigo siendo mamá —reafirma.
Además de ayudarle a sobrellevar las distintas labores, destaca que la cannabis se ha convertido en una herramienta para realizar mejor sus actividades. Les platica a sus hijas, familiares y otras personas los beneficios de la planta, mientras fomenta el autocultivo. Es su forma de resistir ante los estigmas que recaen sobre ella.
—Ahí vamos, quitando esa estigmatización de la sociedad hacia las consumidoras de marihuana. No estamos haciendo absolutamente nada malo.
La prohibición olvida que el consumo de cannabis medicinal y recreativo de las mujeres es histórico. La planta se ha usado para regular la menstruación, facilitar el parto, contener la hemorragia y reducir malestares posparto o tratar síntomas de la menopausia, e incluso como posible abortivo. Esto lo afirman en un artículo las investigadoras en políticas de drogas Ana Florencia Sclani Horrac, Genlizzie Garibay y Aramis Lascano, de la Red Latinoamericana de Mujeres Cannábicas.
La falta de investigaciones científicas
La cannabis ayudó a Indira Ramos, fitoterapeuta holística (medicina alternativa basada en plantas), a sobrellevar algunos de los síntomas del embarazo. La usaba de manera tópica o en gotas para contrarrestar las náuseas; y un extracto de la planta le permitió tener un parto en casa sin requerir de anestesia epidural. “Hizo que las contracciones y los dolores fueran más soportables. Fue un parto tranquilo y rápido”, recuerda.
Algo similar narra Thalía Cesma. Durante los primeros meses de embarazo tuvo muchas náuseas y vómito. Investigó si podía consumir la planta porque pensaba que podría ayudarle. Con el miedo a cuestas ante la falta de información científica que respaldara esta experiencia, Thalía decidió consumirla. Asegura que funcionó y que su hijo de nueve años está sano.
Una de las consecuencias más graves que dejó la prohibición, explica Amaya Ordorika, coordinadora de Incidencia Política en ReverdeSer Colectivo, es la falta de investigación científica que permita conocer con claridad y sin prejuicios los efectos de la cannabis en los cuerpos de las mujeres embarazadas: cómo puede impactar al feto o, por ejemplo, cómo afecta al amamantar.
—Hay mucha información que falta por construirse, pero eso no se puede investigar desde la ilegalidad.
Los estudios médicos sobre maternidades y uso de cannabis son escasos y contradictorios entre sí, agrega la doctora Mara Islas, de la Asociación Mexicana de Medicina Cannabinoide.
En algunos de ellos, comenta Islas, se habla del riesgo de muerte fetal por el consumo de cannabis al inicio del embarazo; se dice que hay bebés que nacen con trastornos del desarrollo e hiperactividad o que se ha encontrado THC —el componente psicoactivo de la planta— en la leche materna. Sin embargo, refiere que hay otros estudios donde no se mencionan afectaciones en los y las bebés de madres que consumen cannabis durante la gestación.
De modo que los riesgos no se han comprobado con certeza, justo por una mezcla de prejuicios y falta de investigación científica, concluye Mirna Flores, presidenta de la Academia de Medicina Cannábica. Pero, desde su experiencia médica con la cannabis, recomienda no consumirla durante el primer trimestre de embarazo (cuando se forma el sistema nervioso), y usar cannabidiol CBD (sin efecto psicoactivo y que sirve de relajante) durante el segundo y tercer trimestre. También recomienda, únicamente, el uso de CBD o licuados de hojas de cannabis durante la lactancia.
Cuestionar la maternidad hegemónica
“Eres una mamá irresponsable. Siempre van a ocupar esa herramienta para decir que algo le pasó al pequeño o que algo le puede pasar porque tú estabas fumando”. Esa es una de las frases que ha escuchado Indira Ramos, quien usó cannabis durante el embarazo.
Esther Vivas, autora de Mamá desobediente: una mirada feminista a la maternidad, dice que el sistema patriarcal dicta que una “buena madre” debe practicar la abnegación, el sacrificio y el abandono de los deseos individuales en beneficio de su familia. “Pero este ideal de madre perfecta es inasumible, indeseable y tóxico”, añade.
“Ser como una figura perfecta”, dice Nelly. Atender a su hijo, no equivocarse, no teñirse el cabello de naranja ni vestirse como lo hacía antes de ser madre… Si ya es difícil ser una mujer consumidora, “cuando eres madre el estigma aumenta”.
Las mujeres pueden realizar más actividades, siempre y cuando sean labores productivas o de cuidado, explica Amaya Ordorika, de ReverdeSer. En cambio, no se acepta cuando estas acciones se dirigen al placer, el autocuidado o el beneficio personal. Algo que no ocurre en igual medida con los hombres.
Donde vive Nelly, por ejemplo, las vecinas y vecinos han aceptado el consumo de cannabis, excepto para las mujeres. Ella fuma dentro de casa, pero cuando sale al patio a fumar recibe miradas incómodas porque “supongo que soy mala imagen para ellos”.
Una regulación de la cannabis con enfoque de género
En entrevista para Corriente Alterna, la senadora Patricia Mercado, mencionó que una regulación de la cannabis con enfoque de género implicaría dejar atrás la “sobrerregulación” del autocultivo y autoconsumo; es decir, este tipo de restricciones que “limitan desproporcionadamente el derecho para las mujeres, sobre todo las que son madres, [quienes] pueden estar cuidando a sus criaturas y verse presionadas por la familia, por los vecinos o por la comunidad”.
La prohibición que afecta más a las mujeres también es una forma de opresión. Así opina Adriana Muro, directora de Elementa DDHH, una organización de derechos humanos que trabaja en Colombia y en México. La legislación, asegura, se ha enfocado en beneficiar a empresas, mientras los roles de género sobre las mujeres no se consideran.
—La regulación no sólo debería tener perspectiva de género sino “perspectiva de crianza”. Eso, también, obligaría a las paternidades a asumir sus tareas de cuidado —expresa Indira.
Independientemente del proceso regulatorio, las mujeres resisten desde la cotidianidad: se organizan, dan acompañamiento o consejos y apoyan a otras. Así, mujeres como Nelly o Indira formaron en 2020 la red de Maternidades Cannábicas, para reconocer que las madres consumidoras “son muchas más de las que se cree”.
Encontrar a una amiga, un espacio seguro y salir del clóset cannábico es fundamental para romper los estigmas. Así lo afirma Indira: “La vergüenza tiene que cambiar de bando”.
Con información de Natalia Ruiz