Marihuana y mujeres: el feminismo irrumpe en el activismo cannábico por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
Una de ellas carga una mochila estampada con una frase: “Mujer de ojos rojos”. Otras portan aretes en forma de hojas y pañuelos verdes estampados con plantitas de marihuana alrededor de sus cuellos. Se hacen llamar “mujeres cannábicas” y, este grupo en particular, ha decidido convertir su consumo en una insignia política.
El pasado 28 de septiembre se encontraron en la marcha del Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro en la Ciudad de México. Muchas no se conocían pero esa tarde unieron sus voces, gritaron consignas, compartieron calle, “porros” y marcharon juntas en una manifestación que, cada año, reúne a cientos de mujeres que exigen la despenalización y legalización del aborto.
La Contingenta Pacheca y Abortera fue convocada por la Red de Mujeres Forjando Porros Forjando Luchas y, aunque en principio parecía que pasarían inadvertidas, no fue así: el olor a marihuana se reconocía a lo lejos. “Huele a que es aquí”, dijo una de ellas cuando llegó al punto de encuentro de las mujeres cannábicas, frente al Casino Frontón México, cerca del Monumento a la Revolución.
Así, en medio de los cánticos que suelen sonar en las manifestaciones feministas, esa tarde también se escuchó: “Asesinos / Asesinos son ustedes / En la guerra contra el narco / mueren niños y mujeres”. Y luego un estribillo de remate: “¡Pachecas unidas / Jamás serán torcidas!”.
Una consigna las reunía: que el derecho a decidir sobre su cuerpo no se limite a la interrupción del embarazo sino que se extienda, también, al consumo de sustancias. “En mi cuerpo, yo decido”.
Cannábicas: nosotras fumamos
Rebeca Soto es psicóloga, feminista y activista por los derechos de las mujeres usuarias de sustancias psicoactivas.
一¿Cuál es la relación entre el aborto y el uso de sustancias psicoactivas? 一se le pregunta.
一El sistema patriarcal y el prohibicionismo castigan el disfrute, sobre todo en las mujeres, y no permiten el acceso a la información para que tengamos mejores prácticas. [En materia de aborto y de consumo de sustancias] piensan que “borrando las drogas del mapa” y con que nosotras “cerremos las piernas” es suficiente.
“No les interesa nuestro bienestar sino el control que tienen sobre nosotras –continúa–. Por eso, decidir qué sustancias usar y con qué fin, así como decidir continuar un embarazo o no, son parte de la lucha que las mujeres feministas usuarias estamos visibilizando.”
Con fines medicinales, terapéuticos, recreativos o por búsqueda de placer, las mujeres cannábicas apelan no sólo al derecho a decidir sobre su cuerpo con el uso de esta y otras sustancias; además, exigen que, en el ejercicio de este derecho, no se les vulnere. De ahí que busquen y construyan espacios libres de acoso y violencia.
“Cuando tú fumas marihuana como morra es muy diferente a cuando fumas como hombre. ¿Qué va a decir la sociedad de una mujer que fuma marihuana libremente?”, comenta Ale, joven consumidora de 23 años.
Después de tomarse un tiempo para prender su “toque”, Guadalupe enfatiza: “Todas hemos pasado por acoso en espacios en los que se puede fumar; entonces, lo que queremos es sentirnos más seguras para poder compartirnos de una manera sana”.
“En los espacios mixtos nos sentimos inseguras, de alguna u otra forma: están masculinizados y eso implica competencia entre ellos y acoso hacia nosotras”, remata Rebeca.
Mujeres y marihuana en datos
Aunque el proceso de regulación de la marihuana está estancado, la cannabis es la sustancia psicoactiva más consumida en México entre las personas de 12 a 65 años. Y la tendencia de consumo va a la alza, según la Encuesta Nacional de Adicciones realizada en 2002, 2008 y 2011, y la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017 (Encodat) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que muestra los últimos datos disponibles.
El incremento más significativo está presente en la información de 2011 y 2016. Las y los consumidoras de cannabis (en el último año del levantamiento de las encuestas) pasaron de ser 962,460 a un millón 821,621, es decir, tuvo un crecimiento de casi 100%. Y pasaron de representar el 1.2% al 2.1% de la población total.
El caso de las mujeres fue llamativo, ya que se triplicó el consumo en la prevalencia de marihuana en el último año, pasando de 120,421 (0.3%) a poco más de 400,500 (0.9%). Los datos dejan claro que cada vez hay más mujeres usuarias.
Estas cifras van de la mano con el aumento del uso de mariguana a nivel mundial, el cual se incrementó casi un 18% en la última década al alcanzar 200 millones de personas usuarias en 2019 (el equivalente a la población de Nigeria), según el Informe Mundial sobre Drogas 2021 que anualmente da a conocer la Unidad de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
En el caso de México, empero, el aumento del consumo en un contexto prohibicionista se traduce en un mayor número de personas inculpadas por delitos contra la salud, específicamente por posesión simple de sustancias psicoactivas o narcóticos. En lo que se refiere a las mujeres, el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal, del Inegi, registraba en 2016 1,077 inculpadas a nivel nacional por este delito –que amerita penas desde tres meses hasta 10 años de prisión–; para 2019 el número de inculpadas creció a 13,305.
Una triple lucha por el consumo libre
Quienes participan en la Red de Mujeres Forjando Porros Forjando Luchas piensan que, a pesar de la creciente normalización del consumo de marihuana, existe dentro de los feminismos una mirada de recelo frente a las mujeres que consumen. “En la agenda feminista, no figuran las mujeres usuarias –afirma Rebeca–. Ni los estragos de la guerra contra las drogas a nivel global y de la guerra contra el narco a nivel local”.
Además de la Red, organizaciones como Elementa DDHH, Intersecta, ReverdeSer Colectivo e Instituto RIA han insistido en que “la prohibición de la cannabis, el recrudecimiento del punitivismo de las políticas de drogas y la estrategia de seguridad militarizada han tenido un impacto diferenciado en las mujeres”.
Por ello, las colectivas de mujeres promueven regular el consumo de la marihuana con perspectiva de género. Algunas formas de lograrlo sería eliminar la posesión simple y el consumo frente a menores de 18 años como delitos en el Código Penal Federal y en la Ley General de Salud; y establecer mecanismos eficientes de excarcelación de mujeres presas por delitos relacionados con marihuana. Además, urgen a generar un plan de reinserción social integral e instrumentar un reparto equitativo de licencias para cultivar, producir, transportar y vender marihuana.
Lo anterior lleva a las mujeres cannábicas a luchar en tres vías: la primera, contra las políticas prohibicionistas; la segunda, contra la violencia machista en los espacios de consumo, y la tercera, contra los estigmas en los propios espacios feministas.
“Estamos politizando nuestros usos y es importante que del feminismo no solo se diga que es anticapitalista y anti-colonial sino, también, antiprohibicionista”, concluye Rebeca Soto.
“Somos una comunidad cannábica de puras mujeres, porque esta es una comunidad”, comenta Guadalupe, mientras señala a sus compañeras. Ella considera importante reivindicar su consumo para que el resto de las personas “se den cuenta de que sí: habemos mujeres que consumimos cannabis”.
Mujeres y marihuana: encontrar la manada
Las mujeres cannábicas de la Ciudad de México proponen una solución: brindar la mayor información para romper, poco a poco, el estigma.
Para Monserrat Angulo, usuaria, activista y coordinadora de ReverdeSer Colectivo 一organización que trabaja para construir alternativas a la estrategia de la guerra contra las drogas一, hacer comunidad es vital. “Si en espacios feministas donde, se supone, se debe cobijar a las mujeres, tampoco se puede hablar de consumos, se volverá un caos. Crear este tipo de espacios para hablar entre mujeres feministas y usuarias es fundamental. De alguna manera, las redes siempre salvan vidas”.
Crear redes, subraya, es tener “la posibilidad de organizarse y realizar acciones colectivas”; hacer frente a las violencias que atraviesan a las mujeres usuarias de marihuana. Rebeca Soto coincide: “conocernos es importante para que cada mujer que inicie en su consumo sepa que no está sola”.
El primer paso, entonces, es encontrarse. Y allí van. Las mujeres cannábicas se reconocen en eventos virtuales, se citan en espacios de confianza abiertos por y para las personas consumidoras, se huelen de un contingente a otro durante una marcha. Y en el compartir de los “porros”, las pipas y los hitters también construyen, se organizan y reclaman la autonomía de sus cuerpos.