La colectiva feminista Mujeres Organizadas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM tomó las instalaciones del plantel el 30 de enero de 2020. Lo hizo en solidaridad con otros paros feministas, como el de la Facultad de Filosofía y Letras. Un mes después de iniciado, el movimiento se vio amenazado por la llegada de la pandemia de Covid-19. A pesar del llamado de las autoridades universitarias a levantar el paro por la cuarentena, la Asamblea mantuvo la toma hasta el 30 de abril.
Finales de febrero de 2020. Los pasillos, antes bulliciosos, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) están vacíos. Sus aulas no se han usado desde el 30 de enero, cuando la colectiva feminista Mujeres Organizadas de la FCPyS tomó el plantel por segunda vez en menos de cuatro meses –la primera fue del 5 al 16 de noviembre de 2019. Una pinta en el suelo afuera de uno de los edificios da la bienvenida:
Polakas feminista.
Pasillos y salones lucen vacíos… y, paradójicamente, no lo están. En paredes, ventanales, pisos, se han plasmado consignas, pensamientos, historias personales…
Durante las primeras semanas de la toma, las chicas participaron en un taller de apoyo psicológico donde les sugirieron un ejercicio de desahogo. Debían escribir en un pizarrón todo lo que sentían y pensaban; así podrían “sacarlo de su sistema” y empezar a procesarlo. Pero, ¿quién necesita un pizarrón cuando tienes a tu disposición un complejo arquitectónico entero? “Porque pintando hacemos rebeldía. Escribe, los pasillos son tuyos.” Así, los muros de la Facultad se convirtieron en repositorio de lamentos, recuerdos violentos, reclamos y exigencias de justicia.
(En una reja al interior del edificio D:)
Somos la vergüenza del orgullo universitario.
Las letras escritas a mano alzada con marcadores permanentes, pinceles y pintura vinílica, bolígrafo, aerosol, recubren el interior de la Facultad como enredaderas. Conviven con pinturas murales muy elaboradas. En otras paredes se honra a figuras históricas de la lucha de las mujeres y se plasman elementos del feminismo contemporáneo. Lunas en todas sus fases, mares. Las pintoras llevan días trabajando en la representación de diosas prehispánicas y muertes devoradoras. Una de ellas es Tlazoltéotl, de origen huasteco, diosa de la sexualidad y las transgresiones morales. Era dadora de vida, patrona de la fertilidad y del parto; pero, también, traía la locura y se comía los pecados de quienes la adoraban. A esta deidad se atribuye la creación del bordado y el tejido; consideradas tradicionalmente actividades pasivas exclusivas de las mujeres, tanto tejer como bordar se han convertido en expresiones creativas de rebeldía para las feministas contemporáneas. Al plasmarla en las paredes de la Facultad, la artista que dibuja a Tlazoltéotl reivindica sus rasgos femeninos como fuentes de poder y fuerza.
Se equilibran la rabia y la esperanza.
Y de repente, en el espejo de un baño, un mensaje que te mira directo a los ojos:
El amor propio es revolucionario.
Más allá, al fondo de una escalera, otro que apela a la sororidad, a la hermandad entre mujeres:
Resisto porque ustedes resisten conmigo.
Luchamos juntas. Lloramos y quemamos juntas.
Si algún día no vuelvo a casa, no prendas velas, prende barricadas.
* * *
Los movimientos universitarios tenían rostro de varón: eran los líderes de 1968. Los tres que dirigieron la huelga de 1986: Carlos, Imanol, Antonio. Lo mismo en 1999: los apodos de hombres tenían más presencia en los medios de comunicación (El Mosh, El Gato, El Diablo), aunque también destacaron mujeres líderes en esa huelga (Marjorie González, Guadalupe Carrasco La Pita, Leticia Contreras La Jagger). Por eso es tan disruptivo el movimiento que despegó en 2019 y que, en algunos casos, continuó durante la contingencia: es separatista. Lo dirigen las mujeres y las mujeres lo sostienen.
“Creemos que el separatismo es un posicionamiento necesario para demostrar que la iniciativa de acción no es exclusiva de los hombres, así como no lo es su liderazgo”.
La ausencia de hombres en su movimiento les ha permitido organizar su comunidad de manera distinta a lo que han vivido en tomas previas en las que sí participaron hombres. Sol*, estudiante de segundo año de Ciencias de la Comunicación, lo resume en una estampa: “Era común ver la reproducción de roles de género en los movimientos; las compañeras cocinaban y limpiaban, mientras los hombres tomaban las decisiones”.
Esta vez, “tenemos la cuerpa para sostener la toma”, comenta en entrevista. “Podemos dormir tranquilas y no nos pasa nada, no se nos pierde nada. Puedes estar cambiándote y no va a haber nadie espiándote. Dormimos aquí y sabemos que nadie se nos va a acercar a hacernos algo en la noche”.
Rechazan un liderazgo masculino y las dinámicas de poder que han presenciado en otros momentos políticos de su Facultad. No están dispuestas a seguir tolerando esa clase de protagonismo, especialmente en un movimiento cuyo objetivo principal es que las mujeres y sus sentires y necesidades sean tomados en serio. “Necesitábamos que nuestras voces se escucharan sin que un chavo se sienta intimidado, sin que hable más fuerte que una y le quite el micrófono”.
(Entre dos puertas:)
Nos querían calladas, pero somos voz ancestral.
Al organizar tomas separatistas como esta y la de noviembre pasado, permanecer en las instalaciones de la Facultad se ha convertido, también, en una forma de cuidarse unas a otras. Se han apropiado del espacio y lo han convertido en el lugar seguro que desean replicar cuando entreguen las instalaciones.
(En un rincón, con aerosol:)
No me calmo, pendejo.
Somos todas
Como dejaron de lado el machismo, entre ellas también dejaron de lado el protagonismo. Los primeros contactos con la prensa son vía correo electrónico y sus respuestas son colectivas. Las acciones también lo son: un enjambre de abejas sin reina. Un enjambre que se mueve encapuchado cuando sale a movilizarse.
Así, cubrirse la cara no es solamente una forma de actuar en el anonimato. Para ellas no es un pase libre que les permita hacer y deshacer sin asumir responsabilidades. Lo conciben como un escudo protector: no quieren protagonistas ni mártires. Quieren protegerse contra agresiones fuera del espacio seguro en que han convertido a su Facultad con el separatismo. Y, dada la historia de movimientos estudiantiles en México, quieren reducir en lo posible el riesgo de ser agredidas e, incluso, de sufrir represalías políticas una vez concluido el paro.
Su temor no es infundado. Roja* ya ha recibido amenazas de parte de compañeros de la Facultad que la reconocen por sus años de activismo feminista. El 16 de agosto de 2019, en la Ciudad de México, se realizó una marcha feminista importante durante la cual una estación de Metrobús fue destruida. Roja fue acusada en redes sociales: alguien publicó una foto en la que, presuntamente, se le veía causando destrozos. Pero ella estaba en otro contingente de la movilización cuando sucedieron los hechos. Después, la doxxearon. Es decir, publicaron sus datos personales, lo que abría la puerta a una agresión en sus espacios de estudio o rutas habituales de traslado.
(En el muro de una escalera:)
No vamos a callar.
Yo te creo hermana.
Las redes sociales son otro espacio para reforzar a la comunidad de mujeres que construye este movimiento. En Facebook, la colectiva se denomina “Asamblea Separatista de la FCPyS”; su página es un tablero de anuncios heterogéneo. En la misma semana publican un comunicado sobre el hostigamiento de que han sido objeto en las instalaciones de la Facultad durante la toma, convocatorias a talleres gratuitos sobre temas de género y postales coloridas donde agradecen el apoyo de sus compañeras universitarias. Por medio de posteos en Facebook, solicitan insumos para mantener el paro: productos de limpieza y para la higiene personal, jamón, pan de caja, queso, sopas instantáneas, galletas, etcétera. En ocasiones, también han solicitado gasas, alcohol, antigripales y pastillas para cólicos menstruales.
En otra página en Facebook comparten memes para burlarse de las autoridades universitarias o de estudiantes que exigen el fin del paro de actividades. “YA dEjen EstUdiar Aloz Ke zi kerem000z EztudIar”, escriben ellas, imitando los comentarios que reciben diariamente en su página principal. También dan salida a sus videos de TikTok. En uno, publicado a finales de marzo, cinco chicas encapuchadas bailan reggaetón al lado de una pinta: “Ser orgullosamente UNAM no es una personalidad”. La canción es “Tra tra”, del cantante de género urbano Joel García, mejor conocido como Nfasis; la coreografía que han ensaydo es parte de un reto viral de la red social de videos breves TikTok.
También aprovechan todos los espacios físicos y virtuales para señalar a estudiantes y académicos que han sido denunciados en este y otros planteles por acoso o abuso sexual.
(Bajo una ventana:)
Somos malas y seremos peores.
Te estamos viendo.
***
Las integrantes más jóvenes de Mujeres Organizadas de la FCPyS están en el segundo semestre de la carrera. Para ellas, llegar a una facultad tan politizada y a un campus tan diverso todavía es una aventura. A las mayores, las que están a unos meses de graduarse, ya les preocupan las entrevistas de trabajo y los trámites de titulación. Son estudiantes universitarias de entre 19 y 22 años. Son parte de una generación que se politizó desde la adolescencia a través de redes sociales y foros virtuales como Tumblr. Sus modelos a seguir son igual o más jóvenes que ellas, y como ellas, tienen la mirada puesta en otros temas además del feminismo, como Malala Yousafzai y, más recientemente, Greta Thurnberg. Sus rasgos en común son la libertad con la que llevan el cabello: largo, corto, chino, lacio, rojo, verde, rosa, lila, castaño, rubio; la comodidad y confianza con la que transforman una playera deportiva y unos pants en un outfit con estilo; la audacia con la que nombran en la misma canasta de sus inspiraciones feministas a Hermione Granger, Simone de Beauvoir y Rita Segato; la conciencia de sí mismas como buscadoras de cambio social; la voluntad de ofrecerle a cualquier mujer un hombro para llorar y un espacio seguro para escuchar y ser escuchada. Hablan con soltura y mezclan sus experiencias personales con citas de la filosofía de la praxis de Antonio Gramsci.
“Estamos muy conscientes de que los problemas que abundan en la universidad atañen a todos los géneros”, explican en colectiva, vía correo electrónico. La discusión no se queda en un solo tema. “No solo nos aquejan problemas de violencia machista, sino que no nos garantizan un buen sistema de salud ni de seguridad dentro de los planteles”.
(Bajando una escalera:)
Anarquía feminista
Siempre antifascista
Antiespecista
Anticapitalista
***
Esta toma ha afectado a poco más de 8,500 alumnos y alrededor de 1,500 académicos, además de personal administrativo y trabajadores de intendencia. Es parte de un movimiento que sacude a la UNAM desde el primer paro feminista en la Facultad de Filosofía y Letras en noviembre de 2016. En aquella ocasión se instaló un “tendedero” de denuncias anónimas y se tomaron las instalaciones rumbo a la marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Las alumnas señalaron que los procesos oficiales para la denuncia de violencia de género en la Universidad eran revictimizantes.
En mayo de 2017, el feminicidio de la estudiante Lesvy Berlín Osorio dentro de Ciudad Universitaria fue un punto de quiebre para las movilizaciones feministas en la UNAM. Otro suceso que provocó la indignación de la comunidad universitaria fue la desaparición de Mariela Vanessa Díaz Valverde, alumna de la Facultad de Filosofía y Letras, en mayo de 2018. En el paro que inició en noviembre de 2019, las Mujeres Organizadas de la FFyL exigían una disculpa pública de la Universidad a la familia de Mariela Vanessa “por entorpecer las primeras investigaciones” tras su desaparición.
De 2016 a 2019, la Universidad recibió casi mil quejas de violencia de género. En el mismo periodo fueron sancionados 366 agresores. La aparente negligencia de las autoridades universitarias en la atención a denuncias por acoso sexual y otras formas de violencia de género ha inspirado manifestaciones feministas en diversos planteles de la UNAM en estos cuatro años.
Esta efervescencia feminista es enmarcada por el movimiento contra la violencia de género a nivel nacional. De acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, más del 50% del territorio mexicano tiene declaración oficial de Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres. En México, aproximadamente 10 mujeres son asesinadas cada día; sus restos suelen ser encontrados con huellas de tortura y violencia sexual. En los últimos cuatro años, se ha incrementado la realización de manifestaciones públicas y masivas para denunciar y repudiar la violencia contra las mujeres en México.
Las protestas más recientes, que iniciaron en noviembre de 2019, han conseguido que diversas autoridades universitarias atiendan, con una seriedad sin precedentes, la demanda de detener la violencia de género en la máxima casa de estudios.
La sacudida al sistema universitario ha tenido resultados. A mediados de febrero de 2020, el pleno del Consejo Universitario incorporó al Estatuto General de la UNAM la violencia de género como “causa grave de responsabilidad”. En los primeros días marzo, desde la sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario, el rector Enrique Graue Wiechers dirigió un mensaje sobre violencia de género a las mujeres universitarias; reconoció las voces de protesta de las colectivas y la legitimidad de sus demandas. Subrayó la reciente incorporación de la perspectiva de género al Estatuto General y anunció la creación de la Coordinación para la Igualdad de Género, encabezada por la doctora Tamara Martínez Ruiz. Prometió también la integración de unidades de denuncia para atender eficazmente quejas por violencia de género en todos los planteles universitarios; la instrumentación de un programa permanente en materia de género (disponible para toda la comunidad universitaria, tanto en formato presencial como en línea), y se comprometió a asistir, junto con todos los funcionarios de la UNAM, a un curso de masculinidad y perspectiva de género.
Ninguna de estas medidas impresionó mucho a las estudiantes que mantienen la toma de la FCPyS.
***
Las paristas no se esconden, instalaron su base apenas un par de metros pasando la entrada del estacionamiento para alumnos de la Facultad. Si llegas caminando desde la parada más cercana del Pumabús, lo primero que ves son las mantas: una señala que se trata de una toma feminista y separatista; otra advierte que no se aceptará la presencia de grupos “infiltrados” de otros planteles. Cada vez que alguien se acerca, se enciende una alarma en el rostro de las chicas. Algunos son curiosos bienintencionados que quieren desearle éxito al movimiento; otros, desorientados, preguntan dónde pueden realizar un trámite pendiente con la Facultad cerrada; ocasionalmente llega algún comerciante a dejarles comida. En el par de días que convivimos con ellas en su base, al menos en tres ocasiones se acercaron personas que aseguraban haber participado en la huelga universitaria de 1999 o en el movimiento estudiantil de 1968. Querían dictarles cómo tiene que hacerse la revolución.
“Eso no está tan padre porque, justo, lo que estamos buscando con nuestros espacios es mostrar que las cosas se pueden hacer de manera diferente y que nosotras no venimos a pedir permiso”, dice en entrevista Violeta. Originaria de Guerrero, ha sido víctima del machismo desde niña, primero con comentarios sexuales inapropiados de hombres adultos cuando ella tenía 10 años; después, por la violencia de su padre hacia su madre. Su estado es uno de los más peligrosos para ser mujer en México: se ha declarado Alerta de Violencia de Género en al menos ocho de sus principales municipios; según datos de 2019, tiene la tasa más alta a nivel nacional de muertes violentas de mujeres con presunción de feminicidio y solo 10% de los homicidios contra mujeres son tipificados como feminicidios.
“Siempre les hemos dado la oportunidad de violentarnos y ahorita que tenemos el espacio y la posibilidad de levantar la voz, pues no vamos a dejar que nos digan cómo tenemos que manejar nuestra libertad o nuestras exigencias”.
(Un pasillo en el edificio F:)
Me sentía triste
Me sentía sin ganas
Me sentía tan vulnerable
UstedAs me ayudaron a sanar
Por ustedAs estoy luchando.
A finales de febrero, las paristas se turnaban para dormir en casas de campaña desplegadas junto a la caseta de vigilancia del estacionamiento. Ahí han acomodado tres sofás. Algunos escritorios de profesores sirven como mesas de una cocina improvisada. Sobre una de ellas hay un contenedor de plástico rebosante de hot cakes fríos, una parrilla eléctrica, algunos platos y utensilios desechables y un frasco de miel. En el suelo está una típica cafetera de oficina. Detrás de los sillones, un pizarrón blanco señala las actividades de la semana: asambleas, conversatorios sobre temas de género, talleres, votaciones, entrevistas con medios de comunicación. Ese rincón debajo de los árboles ha sido acondicionado como sala de estar y cuartel de operaciones. Es el comedor de una casa de estudiantes, pero también un cuarto de guerra.
Para liberarse de la tensión, las paristas tejen, cocinan, dibujan. Han dedicado días enteros a promover y practicar actividades culturales en las instalaciones de la Facultad, abiertas a todas las estudiantes, sean o no parte de la Asamblea: una bazara feminista, conversatorios sobre violencia de género, convocatorias de cuento y hasta un taller para “hacer piñata a tu agresor”. Uno de los favoritos de las alumnas entrevistadas fue el taller para confeccionar su propio pañuelo con emblemas de lucha rumbo a la marcha del 8 de marzo, a la que asistirían con su propio contingente. Una semana después, la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX aseguraba que a esta marcha acudieron alrededor de 80 mil manifestantes (aunque las fotos y cálculos en redes sociales sugieren que fueron más).
En parte, estos productos culturales nacen de una necesidad natural por expresarse, pero también son terapéuticos. A diferencia de otros movimientos políticos, los movimientos feministas ponen atención particular a los cuidados psicológicos y emocionales de sus integrantes. Una de las búsquedas del feminismo contemporáneo es el autocuidado como camino al amor propio. Las paristas de Ciencias Políticas están conscientes de que la fortaleza mental y emocional es su principal herramienta para sostener la toma. Estar en el paro no es solamente sentarse a esperar; es, también, escuchar las experiencias individuales y compartidas de violencia que les devuelven la convicción de seguir en la lucha. Por eso convocaron, a principios de febrero, a un taller de cuidados emocionales en el que una terapeuta feminista les enseñó algunas estrategias de contención para canalizar sentimientos como la rabia, la tristeza y el miedo y transformarlos en impulsos creativos.
(En una pared:)
Me siento rota, agotada.
Siento que arrastro la cuerpa
para llegar a la toma.
Tu indiferencia me lastima, me rompe
Sus sonrisas no son eternas. Son jóvenes que además de poner la cuerpa para sostener la toma querrían estar en el cine con sus amigas, o en un concierto, o tomando clase en esas mismas aulas vacías a sus espaldas.
Se turnan para salir de la Facultad y dormir en las casas de campaña. Algunas tienen que ir a cumplir con sus horas de servicio social fuera de la Universidad, y otras más deben volver a casa, ocasionalmente, para asegurar a sus familias que todo marcha bien. Pero siempre regresan, porque a pesar del desgaste, están comprometidas con su lucha. “Me da mucho coraje que tengamos que estar aquí”, dice Violeta, estudiante de Antropología. “Esto implica mucha responsabilidad y estoy dispuesta a aceptarla, pero me gustaría que la gente dimensionara que no es sencillo, que no es por gusto y que no romantizamos la toma. La lucha es desgastante, pero no nos vamos a ir”.
La toma sin pliego petitorio
El jueves 30 de enero, la Asamblea Separatista de la FCPyS anunció la toma indefinida de las instalaciones de la Facultad en apoyo a los planteles que se encontraban en paro: la Facultad de Filosofía y Letras y las Escuelas Nacionales Preparatorias 3, 6, 7, 8 y 9.
Ellas se comprometían a sostener la toma hasta que se cumplieran cabalmente las peticiones de todos los planteles contra la violencia de género. “Las Mujeres de la FCPyS no se quedarán calladas solo porque no es nuestro plantel el que fue afectado directamente”, anunciaban en Facebook.
(Bajo las ventanillas de servicios escolares:)
Seamos desobedientes cada vez que recibamos órdenes
que humillen nuestra conciencia o vulneren nuestra dignididad.
Esta es la segunda toma de las instalaciones en menos de cuatro meses. A diferencia de la toma de noviembre, las paristas no entregaron pliego petitorio. A principios de marzo, la Asamblea de Mujeres Organizadas FCPyS afirmó, en entrevista colectiva, que no tenía mucho más que pedirle a la Dirección de su Facultad, pues su pliego petitorio fue atendido tras el paro previo.
El paro actual es solidario. Es una expresión de sororidad de la Asamblea Separatista de la FCPyS hacia sus compañeras en otros planteles. Así como conciben su organización interna horizontal, también su entendimiento de los conflictos de género en la Universidad los ven como un problema de todas y todos, de todes. “Esta vez vamos más arriba y no solo es por la FCPYS, es por toda la universidad”, explica la Asamblea en entrevista.
La movilización actual es solidaria. Es una expresión de sororidad hacia sus compañeras de otros planteles. Así como conciben y despliegan una forma de organización horizontal, entienden que los conflictos de género en la UNAM son un problema de todas y todos, de todes. “Esta vez vamos más arriba y no solo es por la FCPYS, es por toda la Universidad”, explican en entrevista.
En noviembre pasado, al entregar las instalaciones, inició el proceso para dar cumplimiento a sus peticiones. Entre estas, la creación de una materia transversal de género y la preservación de algunas pintas y murales generados por ellas durante el movimiento. Además, en la negociación con la doctora Angélica Cuéllar, directora de la Facultad, se logró un acuerdo para iniciar los trabajos acciones orientadas a erradicar la violencia de género en el plantel.
“La paradoja es que yo no tengo pliego petitorio. Soy la única dependencia del paro que no tiene, frente a sí, un pliego petitorio”, comenta Cuéllar en entrevista realizada en la sede alterna de la Facultad, en Ciudad Universitaria, donde el personal administrativo ha continuado sus labores. Tras el fin del paro en noviembre, Cuéllar y su equipo comenzaron a trabajar: diseñaron y pusieron en marcha el programa de estudios de la materia transversal de género, instalaron la Unidad de Género en la Facultad, mantuvieron la mayoría de las pintas (hasta los trabajos de mantenimiento de los edificios en el periodo vacacional de invierno) y están analizando perfiles para contratar a una psicóloga que ofrezca atención especializada a víctimas de violencia de género.
Durante la gestión de Cuéllar, la FCPyS ha expulsado (vía Tribunal Universitario) a 33 estudiantes y rescindido 11 contratos a profesores por casos de violencia de género. “Yo no sé en qué contribuye el paro de la Facultad a que se resuelvan otras problemáticas en donde yo no tengo jurisdicción”, agrega la directora, quien como aspirante a la Rectoría de la UNAM definió, como uno de los ejes de su plataforma, la instrumentación de una política transversal de género. “Yo no puedo hacer nada con las demandas de [la Facultad de] Filosofía, con las del CCH o de las prepas. No tengo nada que ver con esos pliegos petitorios ni con esos microcosmos. Yo, ahí, no tengo jurisdicción”. Es la mitad de marzo y en su oficina temporal empiezan a notarse las acciones preventivas para evitar el contagio de coronavirus: nadie se saluda de mano y hay, al menos, dos dispensadores de gel antibacterial en el recibidor donde se encuentra su secretaria.
(Subiendo la escalera:)
Basta de indiferencia
La incursión del Covid
Al iniciar el periodo de aislamiento por la contingencia sanitaria derivada de la pandemia global por coronavirus, las estudiantes seguían determinadas a sostener la toma. El 19 de marzo, el Consejo Técnico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales aprobó la implementación de un sistema de clases en línea para retomar los programas de estudio durante la emergencia. La Asamblea Separatista rechazó el proyecto desde sus redes sociales. A su voz se sumaron las de académicos preocupados “ante decisiones que, frente a la contingencia sanitaria, omiten la situación particular de las entidades en paro”.
Estas medidas han encontrado la resistencia de las colectivas que sostienen tomas en distintos planteles de la Universidad, pues consideran que la propuesta de clases virtuales es una “solución” taimada al paro estudiantil, “una acción violenta hacia la libertad de expresión de las y los estudiantes”. En una carta abierta, con más de 700 firmas al calce, estudiantes, activistas y profesores de la Facultad exhortan a las autoridades académicas a resolver, de manera inmediata, las demandas de las estudiantes “para que puedan regresar a casa sanas y salvas en el periodo de la contingencia sanitaria”.
No obstante, directivos de las facultades en paro continuaron con el plan de las clases en línea, en lo que parece un intento de romper la toma desde el plano virtual. En respuesta, el 28 de marzo amaneció inhabilitado el sitio web de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Las Mujeres Organizadas de la FCPyS se atribuyeron la intervención. Días después, se unieron a una denuncia colectiva de estudiantes de la UNAM ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos por las presiones que reciben para levantar el paro.
(En los muros externos del edificio A:)
Trata de silenciarnos y espera nuestra RESISTENCIA
El 14 de abril, las Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras entregaron las instalaciones de su plantel ante la falta de condiciones para continuar con la toma durante la contingencia sanitaria. Aclararon que sus demandas no habían sido cumplidas, pero que la única vía de acción para proteger su integridad era esa.
A pesar de que la toma en Ciencias Políticas se define como una acción solidaria con Filosofía y Letras, la Asamblea Separatista de “Polacas” no entregó las instalaciones de forma inmediata.
Esta vez sí presentaron una lista de exigencias a la Dirección de la FCPyS. Entre sus demandas destacan: el cumplimiento de los pliegos de cada facultad, preparatoria y CCH; modificación del artículo 98 del Estatuto General Universitario en lo relativo a las sanciones por violencia de género; implementación de las Unidades de Género y la materia transversal de género en todos los planteles de la UNAM, y garantizar la aplicación de sanciones a los agresores denunciados ante la Dirección de su Facultad.
El 30 de abril, más de un mes después de que el gobierno federal estableciera la Jornada de Sana Distancia en el país, la Asamblea Separatista de la Facultad anunció su salida del plantel. Obligadas por la emergencia sanitaria y tras un par de semanas de reflexión, las Mujeres Organizadas de la FCPyS aceptaron que permanecer en las instalaciones ponía en riesgo su salud física y mental: “… hoy nos vamos, pero continuamos trabajando y resistiendo desde otros espacios”.
Emociones y exigencias a todo color
Sol es una de las artistas gráficas que han pintado murales en las tomas feministas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Para el efecto verde incandescente de su mural Que arda, utilizó pegamento blanco mezclado con diamantina para enmarcar en una llama verde a una mujer embozada preparándose para derribar el patriarcado con una bomba molotov. El glitter es uno de los símbolos más visibles de la lucha feminista mexicana: se utilizó como medio de expresión en las manifestaciones de agosto de 2019 y continúa representando la energía y vitalidad inherentes a la generación que está alzando la voz.
Igual que en noviembre, parte de la negociación para entregar las instalaciones de la FCPyS tuvo que ver con la exigencia de conservar las pintas y murales. En respuesta, la directora de la Facultad aseguró que se respetarán las expresiones gráficas “que no atenten contra la dignidad de las personas”.
Mientras duró la toma, los mensajes de sororidad y lucha arroparon a las alumnas que permanecieron en las instalaciones de esta Facultad durante tres meses. Aunque ya se han ido, sus muros, por ahora, seguirán hablando por ellas.
Me gusta creer que cuando todo acabe,
después del fuego, ustedAs seguirán conmigo.
*Los nombres de las estudiantes fueron modificados para proteger su identidad.