Defender las pintas en un monumento. Esto contradice todo lo que aprendieron Sofía Riojas y sus compañeras de Restauradoras con Glitter, que estudiaron carreras como Restauración, Arquitectura, Museología e Historia. Aprendieron a conservar, no a transformar.
No fue fácil dar ese primer paso.
Hace un año, el 16 de agosto de 2019, tuvo lugar en la Ciudad de México la marcha #NoMeCuidanMeViolan, donde mujeres se manifestaron contra la violencia sexual atribuida a policías en la Ciudad de México. Durante la marcha intervinieron con graffiti la Columna de la Independencia.
Días después surgió la colectiva Restauradoras con Glitter. El nombre se debe al glitter o brillantina morada que una manifestante arrojó sobre el entonces secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta, el día 12 de agosto.
Sofía Riojas Paz, una de las voceras de Restauradoras, narra que la conformación de la colectiva la llevó a replantear su trabajo y todo lo que había aprendido durante su formación profesional.
Sofía cuenta: “Nosotras nos hemos estado juntando para repensar cuál es nuestra labor con respecto a las pintas. [Fuimos] formadas en un esquema institucional en el que repetimos que los valores nacionales son los que nos dan identidad.”
“Pero en el momento en que vimos esta placa de mármol que renombra al país como México feminicida y, en el resto de la piel del monumento, consignas que interpelan a los símbolos nacionales de la libertad y la democracia, nos hizo replantearnos nuestro trabajo y nuestros valores.”
Luego agrega: “si nosotras pudimos cuestionarnos, ¿por qué las demás personas no?”
La victoria… patriarcal
La Columna de la Independencia fue inaugurada en 1910 por Porfirio Díaz para conmemorar el Centenario del inicio de la guerra de la Independencia. Sofía dice que la tradición de erigir esta clase de estatuas viene de varios siglos atrás, cuando el imperio romano conquistó Egipto y saqueó sus obeliscos para exhibirlos en las calles. Esto, con el propósito de ostentar su belicosa victoria. Y también señala que “en la cultura griega cada que había una victoria militar se construía una Victoria alada.”
Para cuando Antonio Rivas Mercado hizo la columna de la Independencia, el significado bélico se había vuelto arcaico. “En ese entonces el monumento porfirista representó el progreso de una nación que imitaba los símbolos europeos y la idea decimonónica del Estado nación”. El modelo del Estado como lo conocemos hoy tiene sus bases en el derecho romano y se instaura con base en la figura del paterfamilias, donde las mujeres no figuraban en lo público ni tenían derecho a herencia, por lo que no podían heredar ningún patrimonio.
Por eso, Sofía Riojas comenta que ella y sus compañeras están en contra de llamarles monumentos patrimoniales a figuras como La columna de la Independencia, y optan por el término herencia cultural.
Las pintas de la columna de la independencia no sólo resignifican el objeto arquitectónico y lo transforman en un símbolo de denuncia contra un Estado que ha dejado en la impunidad a una cifra alarmante de feminicidios, sino que, si se tiene en cuenta toda la historia y la terminología de estos elementos que decoran una ciudad, también las mujeres refrendan el derecho de herencia y de ocupación de los espacios públicos, en donde las autoridades que deberían cuidarlas, las violentan.
La historia de una colectiva que defiende las pintas
Cinco días después de la pintada de la Columna de la Independencia, el 21 de agosto, Restauradoras con Glitter publicó un manifiesto, en el que le exigían a las autoridades hacer un registro que documentara las pintas. Una semana después, el 28 de agosto, la colectiva le entregó el manifiesto a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum y se llegó al acuerdo de que se tomarían las muestras para el registro. Sin embargo, Sofía cuenta que desde muy pronto se “comenzaron a hacer pruebas para saber con qué se puede limpiar el monumento”.
Integrantes de la colectiva han discutido con autoridades sobre “esta prisa a borrar lo que queda de las protestas. Como lo que ocurrió el 25 de noviembre (día mundial contra la violencia de género) de 2019 en el Hemiciclo a Juárez”.
En aquella ocasión, recuerda la experta, “no pasó ni media hora y ya habían retirado todas (las pintas) a manera de censura”. No se podía alegar que se trataba de preservar los monumentos. La gente que limpió fue personal de limpieza de la ciudad y no expertas o expertos que pudieran retirar de manera correcta la capa pictórica que se había puesto encima. Además utilizaron thinner”.
En la actualidad, la colectiva desconoce en qué estado se encuentran las pintas de La Columna de la Independencia, pero a ellas les gustaría que se quedaran como registro histórico, por siempre.
¿Qué pasó aquella noche?
Domingo 16 de agosto de 2019. Está oscureciendo, la estación de policías de la calle Florencia está en llamas, alguien grita “viene la policía!” Las mujeres corren hacia el Paseo de la Reforma. Se escuchan voces diciendo: “¡No se separen! ¡Todas juntas!” El contingente llega a La Columna de la Independencia y comienza la pinta. Aparecen nubes de aerosol que despiden un olor tóxico.
Las mujeres policías alcanzan a las manifestantes y hacen una barrera entre ellas y el monumento. Algunas encapuchadas quedan al otro lado de la barrera y les echan aerosol en la cara a las uniformadas. Es de noche, pero se puede ver el rostro de las policías: tienen miedo. El contingente les gritan a las encapuchadas “¡No las toquen!” Las mujeres se toman de la mano y hacen otra barrera humana para protegerlas. Intentan abrir el diálogo: “Únanse a nuestra lucha”. Luego reflexionan: no todas pueden elegir de qué lado estar. Tener opciones es un privilegio. Cambian su frase y les dicen: “¡No están solas!” Sus rostros se conmueven, sus ojos se vuelven vidriosos. Pasan unos minutos así, todas tomadas de la mano, frente a frente. Policías y manifestantes. Poco a poco rompen filas y se retiran. En el monumento se ven consignas grabadas en la piedra. Con letras negras en el centro destaca “México feminicida”.
Autoridad feminicida
Las protestas surgieron tras la denuncia pública de una menor de edad, quien presuntamente fue víctima de agresiones sexuales perpetradas el 3 de agosto de 2019 por cuatro policías en la alcaldía Azcapotzalco. Nueve días después, el 12 de agosto, cerca de 300 mujeres protestaron afuera de la Secretaría de la Seguridad Ciudadana, encabezada entonces por Jesús Orta (a quien el pasado 10 de agosto se le dictó una orden de aprehensión por irregularidades cometidas en un encargo anterior) quien se negó a atender a las manifestantes, luego de que una de ellas le arrojó glitter, acción que instauró uno de los símbolos del feminismo de la Ciudad de México: la diamantina.
Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno, calificó las protestas como una “provocación”, a lo que las mujeres respondieron con la consigna “exigir justicia no es provocación”. Una semana después convocaron a una manifestación en la Glorieta de los Insurgentes que terminó por ser una marcha corta hacia el Paseo de la Reforma. En el recorrido se llevó a cabo la ocupación de instalaciones policiacas de la calle Florencia, y la histórica pinta de la Columna de la Independencia.
Tal como revelan informes oficiales de la página de la Secretaría de Mujeres, de septiembre de 2019 a la fecha, en la Ciudad de México se han denunciado 165 nuevos casos de delitos sexuales presuntamente cometidos por policías y agentes de seguridad.