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El día que amaneció dos veces
Violencias digitales: lo virtual es real

Las redes sociales han contribuido al crecimiento de la lucha feminista en México. / Marcha del 8M en Monterrey. Foto: Gabriela Pérez Montiel

Ciberacoso y ciberfeminismo: lo virtual es real

Marcela Vargas, reportera, y Karina Feliciano y Aranza Flores, becarias / Corriente Alterna el 25 de noviembre, 2020

#JusticiaParaAlexis, #JusticiaParaAyelin, #JusticiaParaSofía, #JusticiaParaFrida, #JusticiaParaIngrid. 

Varias veces por semana aparece un nuevo hashtag en Twitter para localizar a una niña o mujer desaparecida, o exigir justicia por alguno de los diez feminicidios que ocurren en México diariamente. Son una forma de apropiarse del espacio virtual y contrarrestar, también, las violencias digitales.

Lo virtual es real, como explica Itzel Plascencia, integrante de la colectiva feminista Luchadoras, que promueve procesos de transformación política y personal para lograr un internet libre de violencia.

Las violencias digitales llevan cargas sexuales equivalentes a las violencias en el plano físico; por ejemplo: ciberacoso, extorsión sexual y difusión de contenido íntimo sin consentimiento. Combatirlas no debería ser una responsabilidad individual, por lo que organizaciones como Luchadoras y el Frente Nacional para la Sororidad han promovido iniciativas como la Ley Olimpia, un conjunto de reformas para que las violencia digitales se reconozca en el código penal de todos los estados.

La Ley Olimpia ya fue aprobada en 28 estados, pero su aplicación es confusa y laxa. De dos mil carpetas de investigación por difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, sólo 17% obtuvo una solución judicial. El resto sigue en trámite. Ocho de cada 10 víctimas fueron mujeres. 

“La violencia que vivimos en los espacios físicos se traslada a los virtuales”, explica Plascencia. “Los espacios digitales son nuestros y merecemos vivirlos y navegarlos libres y seguras”.

En #MiPrimerAcoso (abril de 2016) cientos de mujeres narraron la primera vez que vivieron abuso sexual: la mayoría en la infancia o pubertad. Tres años más tarde, el #MeToo señaló a decenas de periodistas, escritores, cineastas, artistas y miembros de otros gremios creativos por conductas que iban desde micromachismos hasta violación. 

“Estas manifestaciones provocaron una conciencia de la magnitud del problema”, dice Marcela Hernández, vocera del Frente Nacional para la Sororidad (FNS), que a través de la organización Defensoras Digitales promueve la cultura digital con perspectiva de género.

La visibilidad también conlleva riesgos: detractores que violentan y hostigan a mujeres en redes sociales, comparten sus datos personales, o las amenazan con llevar la violencia al plano físico. 

Pandemia y ‘acuerpamiento’ digital

Durante algunos meses pareció que la pandemia de COVID-19 había frenado al movimiento feminista mexicano. El confinamiento acentuó desigualdades de género y provocó un incremento en las violencias contra las mujeres en el hogar. Sin embargo, las marchas y movilizaciones feministas no se detuvieron. 

En este periodo, Twitter y Whatsapp fueron vías de acuerpamiento digital. Por ejemplo, ante el desalojo policial de las activistas que tomaron la sede de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM) en Ecatepec en septiembre pasado. Las activistas reportaron arrestos y agresiones en redes sociales, con un seguimiento en tiempo real que las protegió de otras violencias. 

“¿Qué hubiera pasado si no tuviéramos redes sociales?”, pregunta Ixchel García, integrante de Luchadoras, en referencia al desalojo de la toma de CODHEM. “¿Qué hubiera pasado si los nombres de las detenidas no hubieran llegado a nosotras?, ¿qué hubiera pasado si no nos comparten su ubicación? Con esto corre más la información y eso nos permite exigir y presionar para la seguridad de todas”.

De manera similar, decenas de reporteras mexicanas se organizan en Whatsapp para monitorear a sus compañeras cuando acuden a documentar marchas, tomas y otros eventos de riesgo. Se comparten ubicaciones, se pasan placas del transporte que las lleva, se avisan cuando están de vuelta en casa y, si es necesario, levantan alarmas en Twitter cuando alguna de ellas no da señales de bienestar en un periodo determinado.

Parte del reto de la lucha feminista en el mundo digital es ser críticas de quiénes están detrás de estas herramientas, así como de la fina línea entre el activismo digital efectivo y la banalización de la causa; el tomarse una selfie. “El espacio digital nos da este poder transformador y para potenciar nuestros movimientos, para unirnos, pero también pensar ¿cómo estamos usando las redes? Si solo es para mostrar, no habrá un cambio real y verdadero”, dice García.

No debe perderse de vista que Twitter, Facebook, Whatsapp, TikTok, etcétera pertenecen a grandes corporaciones que no cuentan con suficientes protocolos ni mecanismos de seguridad que protejan a sus usuarias de violencias digitales. “Ahora que estamos recluides, la gran mayoría de nosotres está prestando atención, están interesándose en cómo crear una navegación mucho más segura y cómo lograr un internet libre de violencia”, agrega García. A fin de cuentas, las plataformas digitales son el conducto de ese poder transformador, pero son ellas quienes lo ejercen.