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8M:  a cinco años del #MeToo mexicano

Familiares y amigos de Alexander crearon un mural en su honor, en su casa, en Vicente Camalote, Oaxaca. Foto: Cortesía de la familia Martínez Gómez.

Tras el asesinato de Alexander, 16 meses de impunidad y acoso

Natalia Ruiz Barrera, estudiante / Corriente Alterna el 20 de noviembre, 2021

Alexander Martínez Gómez, un joven de 16 años cuyo talento lo tenía a un paso de la Primera División del fútbol mexicano, salió de su casa para comprar refrescos la noche del 9 de junio de 2020. Ya no volvió. Iba a bordo de una motoneta, con otro amigo; en el camino de regreso se encontraron con cinco policías municipales a bordo de una patrulla quienes, sin motivo aparente, cruzaron su vehículo en el camino, se bajaron y comenzaron a disparar, haciendo caer la motoneta al suelo. El amigo de Alexander resultó con lesiones por la caída, Alexander fue abatido con un disparo en la cabeza.

“Ya hace más de un año y cuatro meses que nosotros estamos con este dolor”, cuenta Virginia Gómez, madre de Alexander, en entrevista para Corriente Alterna. “Y estamos a la espera de que paguen los culpables; estamos esperando que se cumplan las leyes como debe de ser. Que a jóvenes deportistas, que tienen mucho potencial para poner en alto el nombre de nuestras comunidades, les arrebaten la vida de ese modo, es una cruel injusticia”.

Para el gobierno de Oaxaca, el asesinato de Alexander Martínez no fue una ejecución extraoficial sino de un “accidente”. La versión oficial quedó asentada en la Recomendación 01/2021 de la Defensoría de Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca. Según las autoridades, los policías no se cruzaron en el camino de los jóvenes de forma intempestiva sino que montaron un “retén” preventivo. Y la pistola se disparó sola al caer: “Al no detenerse y pasar por donde se encontraba parado el elemento Sergio Rodríguez Ronzón lo tiran, al caer su escopeta se acciona al impacto con el suelo”, menciona la versión oficial que otorgó por parte del presidente municipal Adán Sosa Maciel a la DDHPO.

De los cinco policías que se encontraban en el lugar solo uno fue imputado por el asesinato de Alexander; los otros cuatro continúan trabajando en la Policía Municipal y, tal como denuncia Virginia, desde entonces se han dedicado a acosar a la familia. 

No obstante, advierte, a pesar del miedo, su exigencia de verdad y justicia continúa. 

El retrato de Alexander 

Alexander nació en Estados Unidos, pero él y su familia decidieron regresar a México. Se asentaron en Vicente Camalote, el pueblo de origen de Virginia, ubicado en el municipio de Acatlán de Pérez Figueroa, un poblado de 7,100 habitantes, al norte de Oaxaca y a unos 30 minutos de Tezonapa, Veracruz.

A sus 16 años, Alexander ya jugaba en el Club Delfines UGM con sede en Nogales, Veracruz, en la Tercera División. Su sueño y el de su familia, era llegar a la Primera. Esos sueños no estaban lejos de convertirse en realidad.

La muerte de Alexander captó la atención pública en junio de 2020. Por esos días se divulgó un video que muestra “el último gol” del joven futbolista. Sus amigos y compañeros habían depositado su ataúd en la cancha local y jugaron un partido final con Chander, como lo apodaban. El video muestra cómo el balón choca contra su féretro y entra a la portería de rebote, mientras todos festejan. 

El video fue compartido en redes sociales por Alex Stone, vocero de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). “Nunca había visto algo así”, comentó el funcionario deportivo.

El cariño vecinal no era gratuito, destaca su mamá. Chander era apreciado porque era un ejemplo de éxito en el pueblo y le gustaba retribuir ese cariño. Cuando los entrenamientos en Veracruz se lo permitían, volvía a Vicente Camalote no sólo para visitar a su familia sino para entrenar al equipo infantil de la comunidad, integrado por niños de entre 6 y 8 años.

Asesinato de Alexander
Tumba de Alexander Martínez, construida con la forma de una cancha de futbol. Foto: Cortesía de la familia Martínez Gómez.

Antes de morir, Chander jugaba en el mismo equipo que Emilio Martínez, quien debutó en Primera División en septiembre pasado, como parte del Club Puebla.

“Me sentía muy a gusto al jugar con él –recuerda Emilio, en una breve conversación con Corriente Alterna–. Era un chavo tranquilo y sabía lo que tenía que hacer con el balón”.

De entre el cúmulo de dolores que carga Virginia desde la muerte de Chander, ella destaca uno: le faltó ver debutar a su hijo en la Primera División, escucharle decir: “Mami, mamá, aquí estoy cumpliendo el sueño que tanto quise, para poderte hacer la casa que te prometí, madrecita”.

Aun con toda la atención que, en su momento, atrajo el caso, lamenta ahora Virginia, luego de 16 meses sólo su familia y su comunidad mantienen el reclamo de justicia.

La impunidad en el asesinato de Alexander

En marzo de 2021 la Defensoría de Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) concluyó que el asesinato de Alexander Martínez fue una ejecución extrajudicial, ya que se caracterizó por el “empleo deliberado del uso de armas letales dirigidas a privarlas de la vida (a las víctimas), máxime su estado de indefensión, sin que éstas representaran en definitiva una amenaza”, tal como se señala en la Recomendación 01/2021.

Este documento recupera las voces de los y las testigos del asesinato de Alexander, según las cuales no se trató de un hecho accidental. Asimismo, contradice la versión oficial de los hechos basada en la hipótesis del disparo accidental por la caída de un arma, pues destaca que en la escena fueron hallados varios casquillos percutidos. 

Además, la Defensoría de Derechos Humanos del estado concluyó que, tras los hechos, las autoridades incumplieron los protocolos en materia pericial, criminalística, y no se aplicó la “cadena de custodia” a las evidencias.

A los policías agresores, subraya Virginia, la Fiscalía del estado les ha brindado desde un inicio un trato indulgente, exculpatorio. “No les hicieron las pruebas que le hicieron a mi hijo, ¿verdad? Ni pruebas de drogas ni pruebas de alcohol ni pruebas para ver si tienen pólvora o (rastros de) sangre, ni pruebas de que dispararon.”

La indagatoria, abunda, está diseñada para ocultar que el asesinato de Alexander se trató de una ejecución extrajudicial. “La Fiscalía de aquí, de Oaxaca, ha sido muy corrupta. No han recabado evidencias, omitieron pruebas periciales y declaraciones de los policías que tuvieron que ver en el asesinato de mi niño”.

“Aquí es un infierno, es un infierno –remarca Virginia–. Nosotros no tenemos ni paz ni tranquilidad: hemos sido amenazados, hemos sido amedrentados”. 

Varias veces a la semana, afirma, los “policías municipales pasan por aquí, su pobre casa, burlándose, alumbrándonos, como viendo a ver si todavía estamos o no estamos”. 

“La gente nos dice: ‘Váyanse, los van a matar, esa gente así es, son unos sicarios, los van a matar (…) los policías son sicarios, corruptos, son los que roban, son los que secuestran, son los que matan’. Mucha gente se ha ido de aquí por lo mismo, por cosas como las que nos hicieron a nosotros. Les han matado familia, hijos, hermanos, sobrinos, nietos y padres; y lo que han hecho es que, por miedo, se van; por miedo se van”.

Sin embargo, la decisión de Virginia es quedarse. “Nosotros estamos aquí porque estamos luchando… Yo, como madre, no he dejado de luchar.”

Muestra de solidaridad hacia la familia de Alexander Martínez