Le gustaban los carísimos vinos Chateau Petrus, sobre todo cuando pagaba alguien más. Viajaba en una camioneta blindada y con una metralleta debajo del asiento, mientras una motopatrulla le abría el camino para no detenerse en las luces rojas de los semáforos. Jugaba golf, apadrinaba toreros y, según él mismo, hacía milagros: con sus oraciones le devolvió la vista a los ciegos y el oído a los sordos.
Era Onésimo Cepeda Silva, primer obispo de Ecatepec, una diócesis del Estado de México. Fallecido el 31 de enero pasado a los 84 años de edad, Cepeda llevó la relación Iglesia-Estado a extremos de picaresca. En abril de 2021 protagonizó su último lance: anunció que se postularía como candidato a diputado local del emergente partido Fuerza por México. Sus aspiraciones legislativas eran una broma: la Constitución prohíbe que los ministros de culto ocupen cargos de elección popular. Onésimo Cepeda lo sabía (era abogado por la UNAM), pero igual le sirvió para darse sus últimos 15 minutos de fama.
Hay un manojo de escenas muy conocidas que retratan su relación con el poder. En el año 2000, por ejemplo, se abrió paso entre la muchedumbre para abrazar a Francisco Labastida, cuando Labastida le ganó a Roberto Madrazo la candidatura presidencial por el PRI. O su fiesta de 70 años, en 2007, cuando la clase política panista se reunió en el Seminario de Ecatepec para celebrar su cumpleaños (acudieron Juan Camilo Mouriño, entonces jefe de la oficina de la Presidencia, y el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, además del priista Carlos Romero Deschamps, todavía líder del sindicato de Petróleos Mexicanos). Esa tarde, los jardines del seminario se convirtieron en zona de descenso de helicópteros.
Pero hay historias de Onésimo que se conocen menos. Por ejemplo, que alguna vez fue de un cura de izquierda. En 1970 le pidió al entonces obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, que lo ordenara sacerdote. Méndez Arceo era conocido como “el obispón rojo”, predicaba la Teología de la Liberación y reivindicaba una forma cristiana de marxismo. Onésimo tuvo a su cargo sus primeras parroquias en Cuernavaca, Morelos, y se afilió a un grupo llamado “Sacerdotes por el socialismo”. Unos años después, Onésimo repudió a la izquierda. Se hizo “carismático” (católico pentecostal) y cuando se retiró Méndez Arceo de Cuernavaca, se dedicó a desmantelar el mendezarceísmo desde su puesto de canciller de la diócesis.
En 1995 Onésimo Cepeda se convirtió en el primer obispo de Ecatepec. El entonces nuncio apostólico, Girolamo Prigione, lo promovió a ese puesto con la misión de construir una diócesis “desde cero”. Y lo logró. En menos de cinco años inauguró una faraónica catedral y fundó un seminario. Lo hizo con el apoyo de políticos y empresarios, desde el empresario Alfredo Harp hasta industriales locales de Ecatepec, que aportaron materiales de construcción. El terreno de la catedral lo había donado el ayuntamiento priista. A la inauguración acudió el presidente Ernesto Zedillo. Era inédito que un presidente (priista) asistiera a la inauguración de un templo.
Onésimo vivió sus años de esplendor. Escaló hasta el puesto de portavoz de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Desde ahí se hizo famoso por sus declaraciones homofóbicas y su apoyo público al PRI. Era tan descarado, que los obispos terminaron por retirarle el nombramiento como vocero. Mientras eso ocurría, Onésimo Cepeda hacía negocios con políticos locales. Promovió a un sobrino suyo como empresario y presionó a las autoridades de Ecatepec para que le compraran seguros, despensas y hasta equipo de seguridad. En una ocasión, un alcalde le dijo que sólo le compraría a su sobrino si le daba mejores precios que la competencia.
—Este es un favor que yo te hago. Tú sabes que por Ecatepec yo doy la vida y por su gobierno también —respondió el obispo.
Sin embargo, por esas épocas (como ocurriera con otros miembros de la Iglesia) también empezó a enredarse en problemas. En 2010, la familia Arche Cano lo acusó de falsificar un pagaré por 130 millones de dólares, supuestamente firmado por la millonaria Olga Azcárraga, con el que Onésimo pretendía cobrarse un préstamo que nunca realizó. Aunque se libró una orden de aprehensión en su contra, Cepeda ganó la batalla jurídica. “Me la van a persignar, tengo todo arreglado en la Suprema Corte”, le presumió al abogado que representaba a la familia Arche Cano. Y, efectivamente, no pasó nada.
Después, otro sobrino suyo lo acusó públicamente de hacer negocios fraudulentos con nichos funerarios en iglesias. Y, luego, su exjefe de escoltas murió acribillado (las autoridades dijeron que ya no trabajaba para el obispo).
Aunque Cepeda salió librado de las acusaciones, el papa Benedicto XVI aceptó su renuncia el 8 de mayo de 2012, solo 44 días después de que cumpliera los 75 años, edad de retiro para los prelados. A los obispos consentidos se les dejaba uno, dos o hasta tres años después de los 75. Con Onésimo Cepeda se mandaba el mensaje de que ya no lo querían como obispo.
De acuerdo con la diócesis de Ecatepec, ahora dirigida por el obispo Roberto Couttulenc, Onésimo Cepeda murió la noche de 31 de enero de 2022. Semanas antes, la misma diócesis había informado que el Obispo Emérito de Ecatepec había sido intubado como consecuencia de covid-19.