Cuando el COVID-19 no se va. Persisten los síntomas ante la desatención oficial
/ Foto: Mónica Cruz.

Sobrevivir al COVID-19 no significa, necesariamente, recuperar la salud. Estudios recientes han identificado más de 200 síntomas o secuelas en personas que padecieron la enfermedad. En México, sin embargo, las autoridades sanitarias no han reconocido las secuelas de COVID-19 como una enfermedad ni ha hecho pública una estrategia integral para su atención. 

Un estudio realizado por investigadores de Zacatecas encontró que, en pacientes jóvenes mexicanos recuperados de COVID-19, la posibilidad de mantener algún síntoma a largo plazo oscilaba entre tres y 22 veces. Los principales síntomas que se mantenían tenían que ver con problemas respiratorios y gastrointestinales. 

La cantidad de síntomas relacionados con el Síndrome Post-Covid, también conocido como Covid Prolongado o Long Covid, es variable. En el estudio mexicano se cuentan 13; otro artículo publicado en la revista Nature, que incluye datos de México, cuenta hasta 55; y una investigación de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia describe hasta 201. Pero en lo que coinciden es que, en muchos casos, hay síntomas que ni siquiera aparecían en la infección original.

Los síntomas más frecuentes son fatiga, falta de aire al respirar, tos, dolor en las articulaciones, dolor muscular, dolor de cabeza y pérdida del cabello. También se registran taquicardias, dificultades circulatorias, problemas de memoria y confusión mental.

Los científicos estudian si las secuelas del COVID-19 pueden derivar en padecimientos más graves; por ejemplo, acelerar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, desatar síndromes autoinmunes, paros cardiacos o hemorragias cerebrales.

El doctor Jorge Baruch Díaz, titular de la Clínica de Atención Preventiva del Viajero de la Facultad de Medicina de la UNAM, explica que el COVID-19 puede presentarse en tres estados: el “covid agudo”, el más común, es un malestar cuyos síntomas no duran más de veinte días; el “covid persistente”, con síntomas que duran entre cuatro y 12 semanas; finalmente, el “covid prolongado o crónico”, cuando las secuelas se extienden durante más de tres meses.

A lo largo de la pandemia, las investigaciones médicas han documentado diversas afectaciones por COVID-19 a los sistemas pulmonar, vascular y nervioso; incluso, directamente al corazón o al cerebro.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó el “Síndrome Post Covid” en la Clasificación Internacional de Enfermedades en diciembre de 2020. En México no existen protocolos de atención para los cientos de miles de pacientes que, después de sobrevivir a la infección, padecen las secuelas. Corriente Alterna entrevistó a personas con este síndrome para indagar cómo enfrentan su condición en un país que no ha reconocido su padecimiento.

“Necesitamos médicos que estudien nuestros casos”

A Gabriela Soto, el COVID-19 la sacó del agua dos veces. La primera, cuando cerraron la alberca donde trabajaba; la segunda, meses después, cuando enfermó y le prohibieron nadar. Sus pulmones, dañados por la infección, ya no soportaban el esfuerzo. 

Gabriela, de 45 años, dedicaba siete horas diarias a su profesión como enfermera auxiliar. Por las tardes daba clases de natación a niños en una alberca ubicada al sur de la Ciudad de México. Tres días a la semana practicaba taekwondo.

–El trabajo y el ejercicio eran mi vida –dice.

Una semana después de recibir el resultado negativo a la prueba, cuando supuestamente estaba recuperada, comenzó a sentir temblores intensos en distintas partes del cuerpo. 

Deambuló entre laboratorios y consultas médicas. Visitó a seis o siete especialistas, quienes desestimaron sus padecimientos y le dijeron que “lo suyo” era algo psicológico: estrés post-traumático. Fue hasta llegar con un neurólogo que supo de la existencia del “síndrome post-covid” o “covid prolongado”.

Gabriela se infectó en diciembre de 2020. Siete meses después, Gabriela aún no se recupera. Continúa sin apetito y sin sentido del gusto. Mientras que en España existe un protocolo de Atención Integral al paciente post-COVID y en Estados Unidos el Long Covid califica como discapacidad por ley, en México no existe nada parecido en la esfera oficial. Gabriela se vio obligada a regresar al trabajo para intentar recuperarse de las secuelas económicas.

De lunes a domingo, de once de la mañana a cinco de la tarde, atiende a un paciente. Apenas descansa. Los temblores no la abandonan. En las noches, cuando baja la temperatura, le asalta un dolor que la hace brincar. “Puede ser en cualquier parte, en la cara o la pantorrilla”, se queja. Hoy, Gabriela sabe que existe la posibilidad de que una infección de COVID-19 derive, como han encontrado algunos estudios, en la enfermedad de Parkinson. 

 –Yo no pido dinero; lo único que pido es atención médica: médicos que, de verdad, estudien los casos. No soy la única, somos miles y miles de personas que estamos padeciendo esto. Sí existimos.

Covid prolongado pacientes en México
Gabriela Soto tiene secuelas del covid prolongado desde hace siete meses. Antes de escuchar del covid prolongado, hubo médicos que desestimaron sus síntomas. / Foto: Eunice Adorno.

Una pandemia neurológica

Las consecuencias del COVID-19 no son sólo físicas. Una investigación publicada en la revista Neurología encontró que un tercio de los pacientes estudiados presentaba síntomas de depresión o ansiedad, además de irritabilidad, insomnio y problemas de memoria.

Es el caso de Alma San Martín, veracruzana de 59 años, quien necesita tomar pastillas para conciliar el sueño. Lo relaciona con el miedo. Ella enfermó dos veces por COVID-19; de la segunda, en febrero de este año, resultó con secuelas. Vive encerrada y trata de tranquilizarse pintando mandalas o escuchando música. No siempre lo logra.

–Es algo que me ha cambiado la vida totalmente –confiesa–. No me gusta decirlo, pero vivo con miedo. Me da mucho terror enfermarme.

A Ernestina Álvarez Guillén, periodista de 38 años, de la Ciudad de México, el “covid prolongado” le dejó un rastro de depresión y vértigo. Todavía se marea al levantarse. A veces, no puede mantenerse de pie ni ver su teléfono sin sentir que todo gira a su alrededor. Ha llegado a pensar que, aunque sobrevivió al coronavirus, las secuelas podrían acabar con su vida.

–Ahora soy más propensa a que mis niveles emocionales sean como una montaña rusa; amanezco muy de malas o muy triste o con depresión. 

Otro síntoma neurológico es la confusión, descrita popularmente como “niebla mental”. La doctora Diana Vilar Compte, médica del Departamento de Infectología del Instituto Nacional de Cancerología, la define así: “lapsos de fallos de memoria, lo cual produce muchísima ansiedad”. Entre los síntomas relacionados destacan el mareo, la visión borrosa, zumbido en los oídos.

Existen varias teorías que intentan explicar la capacidad del virus de afectar la memoria y la concentración de algunos pacientes. De acuerdo con lo encontrado en una investigación neurológica realizada en Ecuador, la razón podría estar en la alta carga viral. El virus infecta al sistema nervioso a través de la mucosa en la nariz, la sangre o terminales nerviosas. Mientras el sistema lucha por defenderse, las neuronas se ven afectadas porque reciben menos energía: se “apagan”. Esto podría ocasionar la confusión, la “niebla” en los procesos del pensamiento.

Otras posibles explicaciones a la “niebla mental”, descrita por algunos médicos como “dificultad cognitiva”, es una falta de oxigenación sufrida durante la enfermedad que, en algunos casos, puede afectar al cerebro. 

Investigadores chinos han relacionado este cuadro con la reacción inflamatoria de los órganos durante la infección; lo cual apoya la teoría de investigadores de la Universidad de Harvard, quienes afirman que el daño generado en los pulmones, el corazón o los riñones “puede afectar el pensamiento, la memoria y causar confusión mental”.

Al doctor Baruch Díaz le preocupan, particularmente, estos síntomas neurológicos. Sobre todo porque, en México, la salud mental parece un tema relegado: “No existen garantías de acceso a la salud mental por parte del sistema de salud mexicano”. 

Efectos neurológicos covid
Además de los síntomas físicos, en el covid prolongado también destacan los efectos neurológicos. Las personas que mantienen secuelas pueden tener dolores de cabeza, “niebla mental”, hasta ansiedad o depresión. / Foto: Mónica Cruz

Sin protocolos ni reconocimiento a pacientes con covid prolongado

En México no hay registro de las personas que padecen “covid prolongado” y las estimaciones son imprecisas. Un artículo médico firmado por especialistas argentinos encontró que más del 50% del grupo estudiado mantenía síntomas después de tres semanas. Pero este porcentaje puede variar, dependiendo las características de cada país.

Aunque no hay un número oficial de personas que mantienen secuelas de COVID-19 en México, Zaria Abreu opina que “es un problema de salud pública”. La poeta y dramaturga mexicana habla desde la experiencia: sus síntomas tienen casi tanto como la misma pandemia, pues ella fue uno de los primeros casos de COVID-19 registrados en el país, en marzo de 2020.

Hoy, Zaria no sale de casa porque tiene el sistema inmunológico debilitado. Ella era una persona sin alergias ni condiciones médicas que, ahora, no puede tomar antibióticos porque su cuerpo reacciona negativamente. Tampoco ha podido vacunarse porque desarrolló mastocitosis, una especie de inflamación y alergia ocasionada por su propio sistema inmunológico.

Mientras que la OMS reconoció el “covid prolongado” como enfermedad y la clasificó como “Secuela de otras enfermedades infecciosas y parasitarias especificadas”, Zaria lamenta que en México todavía hay profesionales de la salud que desestiman los síntomas de los pacientes: les dicen que tienen estrés.

Los seguros de gastos médicos privados no cubren la atención. Y, si bien el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) afirma contar con 191 unidades donde se da atención post-covid en todo el país, los testimonios de Ernestina y César exponen lo contrario: han tenido que dar seguimiento a sus síntomas de forma independiente.

Al tener una enfermedad incapacitante, Zaria perdió su trabajo como guionista de televisión. “Debido a mi condición, no me han llamado. Ahora, con el regreso a actividades presenciales, si dices que no puedes estar presencialmente, pierdes oportunidades”.

Lo mismo le sucedió a Samara Vargas, de Acapulco, Guerrero. Se contagió hace un año y su condición se agravó. Como los hospitales ya estaban saturados, atravesó la infección en casa. A la fecha, sus pulmones continúan dañados y el dolor de garganta no la abandona. Por las noches, la sensación de ahogo la despierta. “Así se deben sentir los pescados cuando los sacan del agua”, dice.

Hace tres meses dejó de tomar medicamentos porque su estómago ya no tolera tantos químicos, pero los necesita para aliviar los dolores de cabeza. Con 28 años y una hija de 11, Samara no logró seguir trabajando y tuvo, además, que interrumpir su licenciatura en Mercadotecnia. Como no es derechohabiente de ninguna institución pública, los gastos médicos acabaron con todos sus ahorros.

–Lo perdí todo –dice–. Tuve que regresar a vivir con mis papás. Ahora tengo que empezar de cero.

Las secuelas físicas se convierten, fácilmente, en secuelas laborales y económicas. René Santiago, de 26 años, se contagió de COVID-19 en agosto de 2020. Trabajaba en la Secretaría de Bienestar en San Luis Potosí, pero la enfermedad lo dejó cansado, incapaz de realizar largos trayectos en el campo. Perdió su empleo. Incluso, explicar esto le exige un gran esfuerzo físico, hacer pausas prolongadas entre frase y frase, y lo que dice es apenas audible: 

–Así quedó mi voz –lamenta–. Quedó afectada por el COVID-19.

Covid persistente no es reconocido por instituciones médicas
Las instituciones de salud no tienen protocolos de atención a las secuelas por covid prolongado. / Foto: Rogelio Morales, Cuartoscuro.com

Activismo por el covid prolongado

“¿Te has hecho una prueba de VIH?”, le preguntó una médica a César Manuel Lepe Medina cuando vio los resultados de su examen de química sanguínea; le preocupó el resultado, anormalmente bajo de linfocitos, los glóbulos blancos que ayudan al sistema inmune a combatir infecciones y enfermedades. 

Tras sortear la burocracia del IMSS, César llegó al Centro Médico Nacional de Occidente, en Guadalajara. Su caso sorprendió a las médicas. Resultó negativo a VIH y también a tuberculosis, brucelosis y muchos estudios más. Todo indicaba que la inmunodeficiencia en su cuerpo era, en realidad, una consecuencia de su contagio de COVID-19 en octubre de 2020. Desde entonces ha vivido con secuelas.

“Las doctoras no sabían ni por dónde buscar –dice–. Me confesaron que no existen protocolos, que no hay protocolos en el IMSS para tratar a pacientes post-covid. Me dijeron que, con trabajo, tenían medicamentos para tratar pacientes graves”.

César Medina muestra una fotografía en la que posa tras conquistar la cima del volcán del Ceboruco, Nayarit. Las nubes parecen tocarlo. Antes de que el coronavirus mermara su salud, su cuerpo atlético pesaba 20 kilos más. 

Cuando supo que no era la  única persona a quien el covid había trastocado la vida, creó el grupo de Facebook “Covid 19 persistente México. Comunidad solidaria”, que hoy acumula a casi 5 mil miembros. Ahí comparte información médica o sube videos para dar a conocer el padecimiento.

Su trabajo, lentamente, ha rendido frutos. El 23 de junio de 2021 se publicó un punto de acuerdo promovido por la diputada suplente Violeta Parra García, de Movimiento Ciudadano. Ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión la legisladora exhortó “a la Secretaría de Salud a implementar una estrategia integral de atención a las personas que presentan el síndrome de COVID-19 prolongado, que ponga énfasis en los daños psicológicos y la salud mental, y que incluya la cobertura médica necesaria”.

Aprobar el exhorto para que se brinde atención médica a las personas afectadas por “covid prolongado” podría mejorar la calidad de vida de muchas personas. Sin embargo, a casi dos meses, la propuesta continúa en estatus de “pendiente”.

Quienes padecen “covid prolongado” de manera más seria viven “un día a la vez”, aunque el tiempo abona un poco a la mejoría. Algunos investigadores del Hospital Italiano de Argentina apuntan a que la persistencia de síntomas de COVID-19 es frecuente, pero se reduce al paso de las semanas, tal  como le explicaron los médicos a Gabriela, la enfermera y maestra de natación: 

“Tal vez un día, al amanecer, sus síntomas desaparezcan”.

Pero en las posibilidades de una recuperación satisfactoria, también, los factores de riesgo y una adecuada atención médica son fundamentales. Eso lo advierten los especialistas zacatecanos: falta mucha investigación sobre el “covid prolongado”; sin embargo, el diseño y la puesta en marcha de políticas de salud pública “pueden evitar repercusiones sobre la calidad de vida”.

Activismo post-covid
César Medina solía tener una actividad física demandante, antes de enfermar de COVID-19. Frente a las secuelas que han durado meses, busca que el padecimiento se reconozca institucionalmente. / Foto: cortesía.