Cada tantos años, la vida del padre Raúl Lugo vuelve al ojo del huracán. Sus convicciones lo han llevado a confrontaciones de alto calibre: en 2006, contra el Vaticano, por la publicación de un libro que la jerarquía católica juzgó escandaloso; ahora, contra el gobierno de la llamada 4T, por acompañar la lucha comunitaria contra megaproyectos depredadores. El viernes 28 de agosto el presidente de la República acusó a nueve organizaciones de la sociedad civil, entre ellas Indignación, a la que pertenece el padre Raúl Lugo, “de recibir dinero del extranjero para oponerse al Tren Maya”. El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo más: “Se disfrazan, por dinero, de ambientalistas, de defensores de derechos humanos y, al final, es una lucha de poder en lo económico y lo político”.
Teología… y liberación
Hace muchos años parecía que Raúl Lugo estaba
destinado a la reflexión: a los 24 años, como joven sacerdote, lo mandaron a
Roma a estudiar Sagradas Escrituras. Aprendió arameo, griego y latín, y se
dedicó a descifrar las claves teológicas de una carta atribuida a San Pedro.
Sin embargo, eligió ser un hombre de acción: defensor de los homosexuales y
lesbianas, y de los pueblos indios de su natal Yucatán. Lo oigo hablar en
español y pienso: ¿también
tendrá acento maya cuando habla alemán o italiano?
Unos 15 años atrás el
padre Lugo pasó por un encontronazo con su madre Iglesia: en 2006 publicó el libro Iglesia católica
y homosexualidad, donde proponía acoger y
aceptar el placer sexual y las relaciones homosexuales: “Pido perdón porque no
quise bendecir los anillos que iban a simbolizar su unión fiel y permanente”,
escribió en el apartado Mea Culpa, sobre su negativa a casar parejas del
mismo sexo.
El Vaticano,
a través de su Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (durante siglos, Santa Inquisición) solicitó
formalmente “detener
cuanto antes la difusión de dicho libro” por graves errores doctrinales que
contradecían la doctrina oficial sobre la homosexualidad.
Esa simpatía por los homosexuales le venía desde la década de los 90, cuando el sida era una pandemia, no existían los antirretrovirales y la esperanza de vida para un enfermo era de seis meses. Ningún sacerdote de la arquidiócesis de Yucatán quería atender el albergue Oasis de San Juan de Dios para contagiados. Raúl Lugo dijo yo y dedicó un día a la semana a acompañar a enfermos terminales, la mayoría hombres homosexuales, que morían rápidamente.
Raúl Lugo provenía de una familia de clase media baja, de las que se sostienen con una tiendita de la esquina. Entró al Seminario Mayor de Yucatán, pero ya entonces simpatizaba con la Teología de la Liberación, la corriente católica de izquierda. Era brillante y, por eso, el obispo Manuel Castro Ruiz lo mandó a estudiar Sagradas Escrituras al Pontificio Instituto Bíblico, universidad de élite de apenas 200 estudiantes. El célebre teólogo jesuita Albert Vanhoye le dirigió su tesis, sobre “La responsabilidad política de los cristianos en la primera carta de Pedro”. Se ganó dos becas más: una para estudiar alemán en Bonn durante los veranos y otra para pasar un año en el Stadium Biblicum Franciscanum de Jerusalén.
Dinero contra el tren
La conferencia mañanera del viernes 28 de agosto no se celebró en Palacio Nacional sino en Ciudad Victoria, porque el presidente estaba de gira en Tamaulipas. El coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, presentó una lista de nueve organizaciones que reciben financiamiento internacional, entre las que destacaban Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), México Evalúa y el portal de noticias Animal Político. En la lista que proyectó Ramírez Cuevas estaba Indignación, con un monto de 620 mil dólares otorgados por la Fundación Kellog.
“[Ese dinero] está enfocado a proyectos de investigación periodística, como de investigación académica, respecto del Tren Maya. Aquí, lo importante es que todas estas organizaciones se han opuesto abiertamente, incluso presentando juicios jurídicos [sic] contra el Tren Maya”, dijo Ramírez Cuevas.
El derecho de los pueblos
Raúl Lugo se niega a llamar “Tren Maya” al
proyecto presidencial. Prefiere hablar del Tren Turístico de Fonatur.
“Decir que el dinero es para oponernos al Tren Turístico es un anacronismo, es insostenible”. Los recursos de la Fundación Kellog se pactaron en 2012, cuando no existía ni proyecto de Tren Maya. El acuerdo con la Fundación Kellog fue recibir esos 620 mil dólares durante nueve años, entre 2012 y 2021. Recursos que cubren una tercera parte del presupuesto de Indignación, porque ahora son 16 profesionales, mitad hombres y mitad mujeres, mitad mestizos y mitad indígenas, que ganan lo mismo: 13 mil pesos mensuales, no importa si son directivos o subordinados.
Uno de los proyectos que se pueden sostener con estos recursos es el de “litigio estratégico”.
En Indignación, cuenta el padre Lugo, se dedican a muchas cosas: defender víctimas de tortura, niños abusados sexualmente, personas con VIH despedidas injustificadamente. Indignación no tiene una postura oficial ante el Tren Maya: en el equipo hay quienes miran con simpatía el proyecto; quienes temen que el modelo de cancunizar ciudades turísticas se vuelva excluyente, y quienes de plano están en contra. Pero eso, insiste, es lo de menos, porque Indignación no nació para defender posiciones personales sino para acompañar a los pueblos mayas.
“Grupos de mayas le han pedido a Indignación que los acompañe en su oposición al tren. Indignación no ha hecho más que acompañar el litigio. Estamos llevando varios amparos distintos en contra de megaproyectos. Lo del proyecto del tren es mínimo. En Yucatán casi no hay litigio porque va a pasar sobre vías que ya existen. Sólo en Calakmul, Campeche, y Chiapas, han pedido que confluyamos para ayudarlos en este campo”, precisa Lugo. Y, en efecto, interpusieron un amparo al tramo que pasará por Ocosingo, cerca de la zona de influencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
“En el asunto del tren, como en cualquier otro
megaproyecto, el núcleo es si los pueblos tienen o no derecho a la libre
determinación; y ésta tiene que ser favorecida, respetada, por el Estado,
institucionalmente. Es desmesurada la afirmación del vocero del presidente,
porque nuestra participación es minoritaria. Entramos (al juicio de amparo) con
otras organizaciones”.
—¿Recibir dinero de una financiadora extranjera cambia sus
objetivos o les impone una agenda?
—le pregunto.
—Nunca he tenido la experiencia de que [recibir
financiamiento internacional] modifique el trabajo del equipo.
“Soy fundador de Indignación. Una de las cosas
que más me enorgullece es su independencia. No recibimos apoyo de partidos, del
gobierno mexicano. Con las financiadoras internacionales, tú presentas el
proyecto y ellos deciden si te apoyan”.
Me cuenta de otros megaproyectos que pretenden detener: la instalación de una granja porcícola de 49 mil cerdos. Los habitantes del municipio de Homún defienden el derecho al agua de las niñas y niños de su comunidad, porque esta granja pretende instalarse arriba de la cuenca de los cenotes y aprovechar el líquido. Indignación detuvo la instalación de esta granja por la vía del amparo.
De La Guillotina a la 4T
Jesús Ramírez Cuevas,
el responsable de presentar la investigación que acusaba a las OSC de recibir financiamiento
del extranjero para oponerse al Tren Maya, proviene de la izquierda radical. Fundó
la revista La
Guillotina, que oscilaba entre el
anarquismo y el trotskismo, y la defensa de las libertades sexuales. Años
después Ramírez Cuevas simpatizó con el EZLN y dirigió el documental La guerra
contra los pueblos zapatistas. Como
responsable de la comunicación del Poder Ejecutivo, actualmente Ramírez Cuevas
defiende el Tren Maya, un proyecto que los zapatistas y las izquierdas han
rechazado, dicen, por representar un modelo de desarrollo depredador y
neoliberal.
En su acusación a las organizaciones de la
Sociedad Civil, Ramírez Cuevas acusó que los fondos supuestamente otorgados
contra el Tren Maya provenían de financiadoras, algunas vinculadas al
departamento de Estado. Sobre la Fundación Kellog dijo que “vende fruti lupis”.
“Kellog vende Corn Flakes, fruti lupis y demás”, acusó Ramírez Cuevas en una engañosa confusión de la trasnacional
cerealera con la Fundación
que lleva su nombre, pero se asume ajena a los criterios políticos o comerciales
de la empresa.
—¿Usted desayuna fruti lupis? —pregunto al
padre Lugo.
—No. Cochinita y huevos motuleños.