En toda familia hay una o más personas migrantes, alguien que ha dejado su tierra natal para ir en busca de un lugar donde estudiar, crecer o trabajar. Hay quienes migran porque no tienen otra alternativa: otros les han obligado a dejar el territorio en el que construyeron su infancia, donde cultivaron sus afectos y anclaron sus recuerdos.
En tiempos en los que las políticas antimigrantes toman fuerza en diferentes regiones del planeta, cuando las personas migrantes son perseguidas o estigmatizadas por sus tatuajes, por su vestimenta, por su idioma o por su color de piel, es pertinente detenerse y mirar.
Y esa es la invitación que hacemos con este texto construido a partir de las reflexiones de seis fotógrafas mexicanas que, desde su lente, han acompañado a las personas migrantes. Detenerse a conocer su trabajo, a observar cómo ellas han documentado la migración, puede darnos herramientas para sacudir prejuicios y tener más elementos para entender la migración.

Fotografía sin victimizar
¿Cómo ver la migración sin hacerlo desde una narrativa que victimice? Esa es una de las preguntas que la fotógrafa documental Jacky Muniello se realiza cuando aborda temas de migración. Ella ha enfocado su mirada en visibilizar las fronteras desde la experiencia de las personas migrantes. Sus imágenes se han publicado en agencias internacionales como AFP, AP y Bloomberg.
En 2003, Muniello comenzó en la fotografía documental. “Empecé a viajar para entender cómo era la migración”, así fue como inició a adentrarse en el fenómeno migratorio y también en la resiliencia de quienes lo viven.

Muniello exploró fronteras que no solían ser foco de los grandes medios, como Matamoros y Reynosa, en Tamaulipas. “Lugares donde pocos querían ir (por la violencia), pero para mí era importante mostrar lo que ocurría con los migrantes”, explica.
Su trabajo también desafía estereotipos. “Muchos migrantes son detenidos en Estados Unidos o deportados a El Salvador solo por sus tatuajes, aunque no tengan vínculos con pandillas”, comenta. Y un ejemplo de lo que menciona la fotógrafa es lo ocurrido con el salvadoreño Kilmar Ábrego García, que el gobierno estadounidense deportó “por un error administrativo”.
Para la fotógrafa, la clave de su trabajo es el respeto: “Nunca tomo fotos sin permiso. Hablo con ellos, les explico mi proyecto”, afirma. Para ella, es importante que sus imágenes muestren que en la migración “no todo es miseria. Son personas que luchan por un futuro”. Su trabajo más que mostrar “el dolor que sufren los migrantes”, busca dignificar a quienes, pese a todo, no pierden la esperanza.

Los objetos de la migración
Olivia Vivanco es una artista visual mexicana, cuyo campo de especialidad es la fotografía. Ella se define como documentalista; ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y su trabajo ha sido reconocido con el primer lugar en el Concurso de Reportaje Fotográfico “Historias de Mujeres Mexicanas”, convocado por el Alto Comisionado de la ONU en México en Derechos Humanos y el primer lugar en el 19° Concurso Latinoamericano de Fotografía Documental en Colombia, entre otros premios.
Fue en su infancia cuando Vivanco tuvo sus primeros acercamientos con los procesos migratorios: de niña veía a su padre ausentarse por largas temporadas.
Él fue uno de los cientos de hombres mexicanos que viajaban a Estados Unidos para trabajar en los campos de cultivo, como parte del programa gubernamental conocido como “Bracero” y que estuvo activo entre 1942 y 1964. Eso la llevaría a poner su mirada en el tema de la migración y abordarlo desde una propuesta diferente.

Vivanco coloca su lente en objetos ligados a las personas migrantes: rosarios, fotografías, documentos legales, juguetes… Al poner en primer plano esos objetos, la fotógrafa plantea una nueva forma de mirar la migración. Ella busca que, a través de esas pertenencias, el espectador comprenda que en el limitado equipaje que cargan las personas migrantes, hay objetos que los motivan y dan esperanza para llegar al destino donde buscan mejorar su calidad de vida.
En su serie titulada Fragmentos, Vivanco fotografió aquellos objetos hallados a las orillas de las vías del tren conocido como “La Bestia” y que durante muchos años sirvió de transporte para los migrantes —sobre todo los centroamericanos— que buscan cruzar México para llegar a Estados Unidos. “El objeto deja de ser basura para convertirse en testimonio”, dice Vivanco sobre esas fotografías.

“Reliquias” y “De paso” son otras de las series fotográficas realizadas por Vivaco y que tienen a la migración como tema de reflexión. En la serie “Los días”, su lente se adentra en la vida cotidiana de los migrantes haitianos que decidieron establecerse en Tijuana, Baja California, y comenzar ahí una nueva historia.
Vivanco busca que sus fotografías sean documentos que muestren “los motivos de la migración, de porqué las personas están migrando y en qué condiciones están migrando”.

Imágenes desde el respeto
“Cuando era niña me sentaba junto a la ventana, recargada en el marco y con los ojos bien abiertos”, así recuerda la fotoperiodista Mónica González cómo aprendió que la perspectiva detrás de un marco le daba otros enfoques para mirar la realidad.
Los rostros y escenas que colocaba detrás de aquel marco alentaron esa curiosidad que, con el tiempo, se transformó en su profesión: contar historias humanas, cotidianas, reales y críticas, teniendo como cómplice a la lente de una cámara.
“Soy muy tímida y estar detrás de la cámara me hacía sentir cómoda, pero después me di cuenta de que retratar el contexto social me acercaba a la gente”, explica al hablar de cómo comenzó su carrera.

Las fotografías de Mónica González se han publicado en diversos medios, entre ellos Milenio, la revista Expansión, ABC España, Newsweek Magazine y El País. Además, es creadora de la web documental Geografía del dolor y de la producción visual del proyecto Migrantes de otro mundo. Por su trabajo ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo.
“Cuando comencé con la fotografía pensé que no era tan complicado hacer fotos de conflictos sociales, hasta que me topé de golpe con la realidad al ver que gente moría en contextos violentos. En ese momento, reflexioné que había algo que aportar a la sociedad, dando un paso adelante de la cámara para acompañar a la gente”, reflexiona González.
Una de las coberturas que marcó su carrera como fotoperiodista fue el documentar la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que, en 2011, encabezó el poeta Javier Sicilia y que reunió a cientos de víctimas de la llamada “Guerra contra el narcotráfico”.
Como fotoperiodista, González ha documentado desde las repercusiones del narcotráfico o las travesías de las personas migrantes en los trenes. También ha realizado retratos más íntimos de quienes migran. “Hay que retratar las consecuencias del dolor, retratar esos rostros con respeto y no únicamente su violencia”, resalta.
Para lograr imágenes que cumplan con su objetivo, la fotoperiodista se documenta sobre el contexto de los temas que aborda, de esa forma puede tener más elementos para contar una historia.

Documentos para transformar
Lucía Flores utiliza la fotografía como una herramienta de documentación y denuncia. Su trabajo fotoperiodístico no se limita a capturar imágenes: busca contar historias desde la empatía.
Sus imágenes se han publicado en diversos medios, entre ellos El Financiero y A dónde van los desaparecidos. También es fundadora de la agencia de fotografía Obturador MX.
En su trabajo como fotoperiodista y, en especial con el tema de la migración, Flores busca contar historias sin reforzar estigmas, sin reducir a las personas migrantes a su condición de tránsito. Para ella, la fotografía debe generar empatía sin revictimizar.

“La fotografía es un documento social”, dice, y por eso su trabajo trasciende a la captura de un instante: busca comprender el contexto que la rodea.
La mayoría de las personas migrantes, apunta, no abandona su hogar por gusto. Huyen de contextos de violencia, pobreza o persecución. Aun así, enfrentan una narrativa dominante que los presenta como una amenaza: “Hay un discurso que nos divide entre ‘nosotros’, los locales, y ‘ellos’, los que vienen de fuera”, resalta. Esa separación alimenta la xenofobia y refuerza el miedo a lo desconocido.
Flores ha documentado diversas formas de migración: desde los desplazamientos forzados, provocados por la violencia, o la gentrificación que se vive en varias zonas de México, en especial en la Ciudad de México.

En su experiencia, uno de los retos más grandes para los fotoperiodistas no son las condiciones de peligro, sino confrontar los propios prejuicios.
Otro desafío al que se enfrentan es que, al conocer más sobre las historias de las personas migrantes, se quiera ayudarlos. Ella ha aprendido que uno de los poderes que puede tener una buena fotografía es que “en lugar de ayudar a una persona, se puede ayudar a todo un colectivo”.

Construir historias desde lo humano
Consuelo Pagaza es fotoperiodista documental y productora multimedia independiente. Coordinó y documentó el especial “Buscadores, en un país de desaparecidos”, también estuvo a cargo de la producción e investigación del documental Mexicanas que no sabían que tenían un DIU.
En 2014, Pagaza documentó la Caravana Migrante que llegó de Centroamérica a Tabasco y caminó hasta la Ciudad de México. En sus fotografías se pueden ver a familias enteras transitando por las calles, personas que para cubrirse de la lluvia usan bolsas de plástico, gente portando las banderas de sus países, cargando a sus bebés o sosteniendo alguna pancarta de protesta.

En el tema de la migración, la fotoperiodista considera fundamental pensar en que más que retratar un fenómeno social, se muestre a personas que tienen los mismos derechos que cualquier otro ser humano.
La apuesta de Pagaza es “construir historias desde lo humano”. Y lo consigue a través de lo que llama “el principio” de su trabajo: “Antes de levantar la cámara fotográfica, de video o la grabadora, me doy el tiempo de sumergirme en la historia de la persona, en el contexto. Observar, oler, escuchar, tocar, sentir, los cinco sentidos tienen que estar, aunque sólo hagamos foto (…), cualquier cosa ayuda a mirar diferente”.

Como fotoperiodistas, considera, es necesario sumergirse en las historias de las personas: conocerlas, escucharlas, saber lo que les gusta, sus anhelos y la manera en que viven.
Ella busca mostrar, a través de la fotografía, las exigencias de las personas migrantes: el derecho a la libertad de tránsito o su inconformidad con el sistema migratorio. También busca visibilizar a las infancias migrantes.
Pagaza ha documentado las exigencias de las madres centroamericanas que buscan a sus hijos migrantes desaparecidos en territorio mexicano. Para ello, las ha acompañado en su andar por playas, cárceles, calles, zonas rojas o archivos. Ha logrado capturar en imágenes reencuentros de algunas de esas madres con sus hijos.
“Para que las mamás se dejaran fotografiar fue un trabajo de crear confianza con ellas, de convencerlas de que mis fotos no iban a vulnerar e iban a cuidar sus historias”, explica.

Migración a contraluz
La fotoperiodista Quetzalli Nicte-Ha se ha especializado en temas relacionados con feminismos, migración, defensa del territorio y sexo-disidencias. Sus imágenes han sido publicadas en El Universal, Excelsior, The Guardian, The Washington Post, The New York Times, The Wall Street Journal, Al Jazeera o Reuters.
Después de fotografiar a personas migrantes durante poco más de 10 años, Nicte-Ha tiene más preguntas que respuestas sobre cómo representar en imágenes a la migración. Al conocer su trabajo queda claro que ella ha encontrado el camino para hacerlo desde la mirada del respecto: sus fotografías no están basadas en el morbo, sino en la dignidad de las personas retratadas.

La fotógrafa reconoce el valor del rigor documental y de tener bases sólidas para buscar texturas, luces y contraluces, encuadres y composiciones. Pero también menciona que es vital reflexionar si las imágenes que realiza cuestionan o refuerzan prejuicios, de qué manera sus fotos sensibilizan o insensibilizan. Todas estas dimensiones de la fotografía son atravesadas, en gran medida, por las decisiones estéticas de quién está detrás de la cámara.
De hecho, Quetzalli Nicte-Ha se ha detenido a reflexionar sobre la cámara como su herramienta de trabajo, pero también como un artefacto que supone un poder y una verticalidad, pues hay una relación desigual en el acto de fotografiar. Tener esto en cuenta, dice, le permite moverse con cuidado al cubrir situaciones de vulnerabilidad: “Cada vez me cuesta más hacer este periodismo que sólo levanta la cámara y toma fotografías, sin buscar de alguna manera el consentimiento del otro”.

Ya sean adolescencias trans, infancias o adultos migrantes que buscan pasar la frontera, la fotógrafa se aproxima a las personas con ternura y alegría. Muchas veces, recibe una respuesta recíproca. No falta quien, aún en los contextos más marginales y precarizados, le comparta un poco de comida y cobijo.
Las recomendaciones de la fotógrafa son claras: no hay que autocensurarse, no hay que ir sólo por aquella imagen que es seleccionada para la portada de un medio, no hay que ser distantes, hay que respetar, porque se trabaja con vidas humanas.
Sensibilidad, empatía y respeto son elementos presentes en el trabajo de las seis fotógrafas. Cada una de ellas muestra la importancia de la documentación fotográfica, lo vital que es desprenderse de prejuicios para mirar a la migración desde otros enfoques.

*Este texto se basa en lo escuchado durante los talleres Cómo ver la migración. Fotoperiodistas te ayudan a entender, impartidos del 25 al 27 de abril de 2025 en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa. Participaron en su redacción: Azul Magallón, Víctor Rivera, Caro Cox, Fernanda Gálvez, Darian Morales y Julián Peralta. Las fotografías se reproducen con el consentimiento de cada una de las autoras; está prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización expresa.