No es lo mismo caminar por la Ciudad de México si se es hombre o mujer. Lugares seguros para varones pueden ser peligrosos para ellas; y, más, si ella es lesbiana o bisexual. La Guía Rosi es un mapa sobre lo que significa caminar esta ciudad para las mujeres lesbianas y bisexuales; ubica lugares donde las mujeres reportan que han sido agredidas. Pero, también, es un cómic, un conjunto de historias, un fanzine (folleto artesanal); o, mejor, un femzine.
Guía Rosi busca retratar la “experiencia de una vida y un caminar que está en constante amenaza”, afirma Abril Reyna, una de sus creadoras. “Ser una mujer lesbiana o bisexual en la Ciudad de México te hace vulnerable por tu elección sexo-afectiva”.
El mapa de la Guía Rosi fue trazado por Poly Espitia y María León. Abarca sitios emblemáticos como el Centro Histórico, Bellas Artes, las trajineras de Xochimilco, la Arena México y algunos espacios conurbados. “Le da lugar a las experiencias de las chicas que nos compartieron sus terribles encuentros en todos lados: en parques, en la escuela, en el Metro, afuera de su casa”, cuenta Abril.
“Cuando voy con mi novia de la mano o nos besamos en algún lugar público, siempre hay un hombre que se nos queda viendo y nos dice que no paremos o nos sigue…”
Testimonio anónimo (Guía Rosi)
Este zine está inspirado en la Guía Roji, una serie de mapas publicada por primera vez en 1928 y que durante décadas, hasta la aparición de los teléfonos inteligentes, fue la referencia más popular para orientarse por las calles de la ciudad.
“Con mi primera pareja, en el parque de la Conchita, estábamos besándonos en una banca y un señor nos pidió que nos fuéramos o llamaba a la policía”
Testimonio anónimo (Guía Rosi)
La Guía Roji “estaba específicamente dirigida a una población masculina”, comenta Poly, quien estudió Diseño y Comunicación Visual en la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM. “Al nombrarlo Guía Rosi pretendemos que seamos nosotras, las mujeres bisexuales y lesbianas, quienes expliquemos la vida cotidiana de una mujer (lesbiana y bisexual) en la Ciudad de México”.
“Estábamos en el parque de Pilares, en la Alcaldía Benito Juárez, cuando se acercó un chavo ofreciendo hacer una caricatura de nosotras. Mientras estábamos platicando empezó a realizar comentarios hacia mí: ‘¿Por qué te esfuerzas en parecer hombre?’”
Testimonio anónimo (Guía Rosi)
Mapa, cómic, femzine
Guía Rosi se imprimió en agosto pasado; la escribieron, dibujaron e imprimieron la colectiva Zines por morras, conformada por Abril, Poly, María, Ana Calderón, Mariana Roma y Melanie Gomora. Ellas combinaron sus aficiones y gustos: dibujo, encuadernación y cartografía.
Para ello recurrieron al formato y las posibilidades del fanzine, una publicación de bajo costo, parecida a una revista, pero sin periodicidad establecida; diseñada y producida por sus autoras con sus propios medios: de temas libres, tiraje limitado, y que circula de mano en mano. Los zines son, prácticamente, lo mismo, pero con mayor profesionalización técnica y mejor calidad en los materiales. El femzine está orientado a las mujeres.
La impresión de los 300 ejemplares de la Guía Rosi se hizo en offset a dos tintas (rosa y azul), tiene 45 páginas y cuenta con una introducción teórica y un glosario donde explican términos como “espacio público”, “jerarquización comunitaria”, “cultura de la violación”, “heteronormatividad”, “patriarcado” y “nudismo”, así como lo que significa ser lesbiana o queer. La sección principal la componen el mapa y los testimonios.
La Guía Rosi es heredera de la tradición de fanzines mexicanas que militan por el derecho a aceptar, celebrar y hacer visibles las diferentes identidades y orientaciones sexuales.
A pesar de formar parte de una generación nativa digital, que ha crecido en las redes sociales, Zines por morras decidió recuperar las artes gráficas impresas para concientizar sobre la violencia que viven las mujeres bisexuales y lesbianas en el espacio público y, estas es la apuesta, para que la sociedad deje de ejercerla.
De Google al papel, para incomodar
Ana, Poly, Abril, Melanie y María tienen 22 años; Mariana, 18. Ana estudia Relaciones Internacionales y Abril, Ciencias de la Comunicación, ambas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), mientras que Melanie y Poly cursaron la carrera de Diseño y Comunicación Visual en la Facultad de Arte y Diseño (FAD); Mariana está por ingresar a la FAD.
A algunas les gusta la fotografía, los mapas y los festivales de cine; a otras, la biología, la confección de prendas a máquina de coser en casa y la encuadernación. Sin embargo, todas tienen en común algo: quieren expresar lo que piensan y sienten a través del arte gráfico. También las une la rabia y el deseo de hacer algo contra de la violencia hacia las mujeres.
Ana reunía testimonios sobre acoso sexual y violencia contra mujeres en el espacio público y las señalaba en un mapa de Google Maps con la ubicación específica donde sucedieron las agresiones. Al verlo publicado, Poly la contactó para ver si quería convertirlo en un proyecto editorial. Así comenzaron a sumarse.
Guía Rosi sólo está disponible en papel. Como menciona Poly, “pretendíamos que saliera de esta burbuja de nuestro círculo social, que la persona que los compre pasara a incomodar a la tía en la fiesta de Navidad”.
Se puede adquirir en Ciudad de México en cafeterías como Cafeleería (Calz Taxqueña #1832, San Francisco Culhuacan de San Juan, Coyoacán), Gato Gordo (Rio Panuco 191, Cuauhtémoc), Objetos Cotidianos (Monterrey 205, Roma Nte., Cuauhtémoc) y Somos Voces (Calle de Niza 23, Juárez, Cuauhtémoc); en Guadalajara en Ricos Jugos (Calle Prisciliano Sánchez 1045, Col Americana) y en Puebla el espacio de arte Más Allá (Calle 3 Sur 701, Centro). Su precio oscila entre 120 y 150 pesos, según el local.
La distribución en otros estados se debe a que se estableció contacto con las y los dueños del lugar, pues la colectiva tocó puertas y además, como en el caso de Ricos Jugos, fueron los mismos locales los que mostraron entusiasmo por divulgar el proyecto físicamente.
Fanzinología: lo subterráneo al centro
El trabajo de Zines por morras se enmarca en la tradición del fanzine con temática LGBT+ en México. Esta escena comenzó a desarrollarse en la década de 1990, a pesar de que el concepto del fanzine llegó al país a fines de los años setenta.
El término “fanzine” viene de las palabras en inglés fan y magazine: una revista de aficionados para aficionados. Nació en Estados Unidos e Inglaterra a partir de 1970, como parte de la cultura punk, para hablar de música y literatura de ciencia ficción.
Se trata de productos editoriales de contenido libre, producidos, editados e ilustrados por sus propios autores o autoras a partir de la filosofía Do it yourself (hazlo tú mismo), surgida en Estados Unidos en los años setenta, que consiste en la búsqueda de alternativas prácticas al sistema de consumo capitalista.
Los fanzines nacen “a partir de una necesidad de comunicar o circular tus propios contenidos o información que no se ve en los medios masivos; además de hacer una red social o de vincularte con otra gente que está en la misma onda que tú”, comenta Enrique Arriaga, coautor del libro Fanzinología, publicado en 2013 por el Museo del Chopo de la UNAM.
En México, en los años noventa, grupos de mujeres crearon revistas con temáticas lésbicas como In Calli Zihuata, Himen, Las amantes de la luna y Les Voz. En ellas se tocaron temas que no veían representados en publicaciones comerciales, de corte académico o periodístico.
“No teníamos mucho material porque todo era muy subterráneo, clandestino”, recuerda Lourdes Nava (Lulú), quien bajo el pseudónimo de La monja Lubricia escribía a los 24 años tiras cómicas llamadas Peluchismes, en la revista Himen, y Puchistorias, en Las amantes de la luna.
Lulú Nava, ahora de 54 años, buscaba reivindicar el ser lesbiana. Utilizó el fanzine como medio de expresión porque “me encanta hacer cómics, dibujos, y la manera de contar historias es la forma que tengo de expresar mi pensar, mi sentir, lo que veo, lo que vivo, lo que oigo”.
En los cómics más famosos de aquella época, todos de circulación comercial, sólo había historias de amor heterosexuales y mujeres con medidas corporales perfectas. “Caíamos en el estereotipo, lesbianas hay de todos sabores y colores”.
En ese punto del movimiento los tabúes llegaban, incluso, hasta la misma comunidad; pues, según Lulú, “nosotras le pusimos Himen (a la revista) como una manera de reivindicar esa parte y muchas mujeres lesbianas se enojaron. Nosotras dijimos: pues sí, precisamente es llamar a las cosas como son y hacer voz. Hacer ruido. Estamos aquí, existimos; no le tengamos miedo a las palabras”.
Lulú, como todas sus compañeras creadoras de los primeros fanzines lésbicos en México, crecieron y se dedicaron a otras cosas, aunque dejaron una semilla en la imaginación de las siguientes generaciones.
En 2013 el Museo del Chopo abrió La Fanzinoteca, un espacio dedicado a la exploración y creación del acervo de fanzines mexicanos. Ahí, ese mismo año, artistas y curadores organizaron la exposición Archivo Anal.
Enrique Arriaga, fundador y curador del proyecto, recuerda que la exposición recibió fanzines con temáticas LGBT+ que circulaban periódicamente. Con el apogeo de las redes sociales se facilitó la producción de materiales propios: “mucho del fanzine actual se volvió cómic, ilustración, gráfica, dibujo e historieta”, narra Arriaga. Paradójicamente, la inmediatez del internet las llevó a buscar un soporte más duradero. Por eso, diversas colectivas buscaron salir del espacio digital, como Zines por Morras.