En tu’un savi no existe la palabra ‘Dios’. Lo dice Kalu Tatyisavi, poeta, hablante y maestro de esa lengua.
–Si para nuestros antepasados no existía Dios, como lo concibe Occidente, ¿había una figura similar? ¿Qué es Dios? ¿Es la naturaleza misma? ¿Es una relación con el otro?
Estamos en la biblioteca del Centro Cultural José Martí, ubicado a un costado de la Alameda Central, en la Ciudad de México. Aquí, desde hace más de una década, el poeta Kalu Tatyisavi ofrece clases de su lengua materna para quien quiera acercarse.
–Lo más difícil de una cultura y, probablemente, lo más importante, es su lengua. Cuando una cultura pierde su lengua, lo pierde todo, ¡todo!
Para Tatyisavi, y para quienes asisten a su taller, las palabras son algo más que un instrumento para comunicar. Aprender una lengua originaria tiene que ver, también, con una decisión política. Por eso no es extraño que, hoy, se hable aquí de Dios y de cómo el cristianismo ha servido, desde el colonialismo hasta la historia reciente, para intentar borrar a las lenguas indígenas del mapa. Tampoco es raro que quienes acuden a este espacio asuman una postura crítica ante las decisiones gubernamentales y las políticas públicas destinadas a la población indígena.
La Red Ve´i Ñuu Savi es un ejemplo: conformada por algunos de sus alumnos, este colectivo intenta no sólo trabajar la lengua sino construir una identidad que se adhiera a las comunidades originarias, pero alejada del folklor y los discursos oficiales. Más aún: tanto Kalu como la Red Ve’i Ñuu Savi se inscriben en una tendencia de los movimientos indígenas en donde la “identidad mexicana” ha comenzado a ser puesta en duda.
Así, ante acciones como la celebración de los “500 años de resistencia indígena”, anunciada en 2021 por el presidente Andrés Manuel López Obrador, la Ve’i Ñuu Savi deja clara su postura y define la identidad mexicana como una “empresa encargada de reproducir la condición colonial”:
“Decir nuestros nombres fue lo primero que estuvo prohibido a partir de la colonización hasta el actual Estado mexicano que impone denominaciones para referirse a nosotros como: ‘indix’, ‘indígena’, ‘oaxqueñx’, ‘mexicanx’; esto anula nuestra identidad pero también nuestras memorias”.
Kalu Tatysavi lo dice claro:
–Ntu kuvi ni mejikano –después traduce–: Yo no soy mexicano.
Él pertenece a la Nación de la Lluvia.
El pueblo de la lluvia
–En la escuela no podíamos hablar tu’un savi. Los maestros lo prohibían. Los libros, todos, estaban en español. Los profesores hablaban español.
Kalu nació en el hospital de Tlaxiaco, Oaxaca, a dos horas y media de Jie´e Yuku, la comunidad en la que creció. Aunque era feliz jugando entre bejucos con sus amigos, haciendo chistes siempre en tu’un savi, la vida de campesino era demasiado ardua: sembrar maíz y café enfrentando las dificultades del terreno, el sol y la lluvia.
Hoy, Kalu es egresado de las licenciaturas de Sociología y de Filosofía en la UNAM; además, cuenta con una maestría en Letras Latinoamericanas. Ha publicado ensayos, aforismos, dramaturgia, guion de cine y, por supuesto, poemas. Más que un escritor o un poeta Kalu es un pensador. Dedica su vida a reflexionar sobre la identidad, la historia y su lengua materna: el tu’un savi o “lengua de la lluvia”, el idioma de la comunidad ñuu savi, lo cual se traduce al español como “pueblo de la lluvia”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (Inegi), el tu’un savi supera los 500 mil hablantes, la mayoría en regiones de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Sin embargo, los procesos migratorios han dispersado a la comunidad que hoy también también habita en la Zona Metropolitana del Valle de México, en Tijuana, además de California y otros estados de Estados Unidos.
Originalmente, esta comunidad habita una zona montañosa que cruza tres estados: al poniente de Oaxaca, al sur de Puebla y al este de Guerrero. En esta región, la Ñuu Savi, confluyen también la Sierra Madre oriental y la Sierra Madre occidental. Los mestizos la conocen más por otro nombre: Mixteca oaxaqueña. Pero no son pocas las personas que, como Kalu Tatyisavi, luchan por erradicar el gentilicio “mixteco”.
–Estamos trabajando sobre la reconstrucción de la lengua, la reconstrucción de la historia. Por eso somos ñuu savi y hablamos la lengua tu’un savi –explica–. Desde nuestra lengua no existe la palabra “mixteco”.
Kalu Tatyisavi ha obtenido más de un reconocimiento por sus poemarios publicados. El Premio Bellas Artes de Literatura en Lenguas Indígenas en 2019, por ejemplo; y, en dos ocasiones, el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas. Pero a él no le enorgullecen estas distinciones e, incluso, ha llegado a faltar a las ceremonias de premiación.
–Estos premios funcionan para justificar el trabajo del Estado hacia los pueblos indígenas –se queja–, [pretender] que hacen algo por ellos, que los representan. Esto es sólo la cuestión del “indio permitido”. Es como decir: “Yo, gobierno, te permito a ti, indio, que concurses, que hagas esto, que te presentes; pero en el momento en que yo quiera lo cancelo y mantengo el poder sobre ti, porque yo poseo los recursos”.
Es una larga historia y cada gobierno ha aportado un poco al exterminio de las lenguas indígenas. Tatyisavi, por ejemplo, recuerda que fue durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) que se permitió que el Instituto Lingüístico de Verano (IDL), una organización cristiana de origen estadounidense, comenzara a operar en México. El IDL se dedicaba a “castellanizar” pueblos indígenas a través de traducciones del Nuevo Testamento realizadas mediante la adaptación fonética de las lenguas originarias al alfabeto latino. De nuevo, el Dios cristiano era usado como un instrumento de colonización.
De acuerdo a académicos como Ezequiel Maldonado, el objetivo del IDL, así como de múltiples reformas educativas impulsadas por el cardenismo, fue la “mexicanización del indio” y la creación de una nueva identidad: la del mestizo que habla español, la del indígena que habla “castilla”.
No todos mordieron el anzuelo. Kalu, por ejemplo, no cursó preescolar ni el primer grado de primaria –su hermano mayor le enseñó a leer desde los tres años de edad–, por lo cual pudo tener una relación distinta con su propia lengua.
–Yo quería entrar a la secundaria –cuenta–. Mi papá siempre me inculcó que yo tenía que estudiar el lenguaje del otro, ¿no? La profesión del otro, las características del otro.
Pero en su comunidad sólo había una escuela primaria. A los 11 años, para continuar sus estudios, Kalu Tatysavi migró a la Ñu’u Ko’yo: “el Lugar de los Pantanos”.
O, como hoy la conocen los mestizos: Ciudad de México.
–Llegué en 1972. Era un niño muy delgado, con los pelos parados y, tal vez, desnutrido. Nunca dejé de ser un bicho raro, un indio, un patarrajada. Fue un lugar demasiado hostil. Hay cuestiones que no puedo contar porque me siguen doliendo. Ahora no tengo miedo, conozco la ciudad, hablo su lengua y otras lenguas; además, hablo la mía. Pero siento que ésta no es mi ciudad: no tengo lugar, siento la necesidad de estar siempre en movimiento. Es, desde aquí, que busco hacer mi historia: escribir la historia de mi cultura, desarrollar la lengua como paradigma fundamental.
Ve’i Ñuu Savi: un lugar para la lengua
Así nació la Red Ve’i Ñuu Savi: docentes, cineastas, escritores e investigadores hablantes de tu’un savi que estudian la lengua y la politizan.
En el año 2010, luego de buscar por años un espacio para enseñar tu’un savi, la directora del Centro Cultural José Martí le ofreció a Tatyisavi hacer uso del espacio por dos horas a la semana. En poco tiempo, su taller se convirtió en un lugar de encuentro para personas ñuu savi que habían migrado a la capital y que, por el racismo, los prejuicios o el olvido habían dejado de hablar su lengua.
–Nos reunimos, hablamos, vamos a las poblaciones, damos clases y lo hacemos en la lengua –explica Kalu–. También nos divertimos: nos metemos al Metro y hacemos chistes en tu’un savi: nos gritamos, decimos groserías, nos burlamos de nosotros y del otro, también, pero el otro no nos entiende. En el Metro han de decir “esos indios ¿qué hacen?”.
Parece un gesto inocente, pero llevar al espacio público una lengua que desde niños les fue prohibida y que por años estuvo relegada, acaso, a los espacios íntimos y familiares, se siente como una forma de libertad.
Frente a las conmemoraciones por los “500 años de resistencia indígena” y otros actos simbólicos por parte del gobierno actual –como el retiro de la estatua de Colón en Paseo de la Reforma–, la Ve´i Ñuu Savi manifiesta: “No estamos de acuerdo contigo [con el Estado], te sobrevivimos y lo más importante, en lugar de quitar una estatua a Colón, preocúpate más por el bienestar general de la población. Hay mucha pobreza en esas culturas originarias”.
Con la Ve’i Ñuu Savi, Kalu Tatyisavi suele impartir talleres en distintas comunidades donde busca destacar la importancia de las lenguas –no sólo de la suya– y el impacto de la colonización por medio de las políticas educativas de México. Lo hacen con sus propios medios, sin recurrir a apoyos gubernamentales o de asociaciones civiles.
–El discurso del gobierno actual es el discurso del gobierno cardenista –define Tatyisavi–. Nosotros le llamamos “neoindigenismo”. En la época de Cárdenas le llamaban Tata al Ejecutivo. El Ejecutivo actual pretende que todos le digamos Tata. ¿Por qué ese afán de que ellos sean nuestros papás, de que ellos decidan por nosotros?
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En este mismo debate se inscribe la reciente desaparición del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), creado en 2005. El 2 de enero del 2022 la Secretaría de Cultura emitió un comunicado en el que se informa que el Inali será absorbido por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (cuya sede continúa tomada por el pueblo otomí-hñähñü). La noticia despertó alarma, entre otros sectores, en la asociación civil Escritores en Lenguas Indígenas, cuyos integrantes expresaron su rechazo mediante una carta dirigida al presidente de la República: “No permita que el Inali desaparezca, antes bien fortalézcalo para que siga regando con su labor nuestra tierra y broten y se esparzan nuestras lenguas por todos los confines”.
Kalu no comparte esta opinión.
–Este tipo de instituciones son absolutamente prescindibles y es necesaria su desaparición –sentencia–. El Inali se creó en tiempo de Fox, imagínate. Los pueblos originarios deben crear sus propias instituciones y estructuras con base en la crítica y en su visión del mundo. De otra forma, todo será colonial, impositivo, occidental y cristiano.
Kalu Tatyisavi y la “palabra del surco”
En sus poemarios Porque el silencio y Huellas del nagual Tatyisavi propone crear nuevos significados que puedan agrietar los que damos por sentado.
Por ejemplo, él no se considera poeta sino sembrador, y a su poesía la nombró Tu´un yukun itu: “palabra del surco”.
El arte, afirma, debe romper, ser transgresor, provocar crisis en el otro. Por eso sus poemas no tratan de paisajes “bonitos”, flores o ríos; cada uno de sus textos es un vistazo a un dolor profundo por la pérdida y el saqueo, una reflexión sobre la existencia y la memoria.
–En toda mi literatura cuestiono la historia. La historia tan fuerte que hemos sufrido y la historia que no hemos hecho aún, pienso, los pueblos originarios.
Así, en Aforismos y requerimientos intios, uno de sus últimos libros publicados –también uno de los más sardónicos y dolorosos–, Kalu Tatysavi escribe:
Kuvi kua kuvi jin da nakani, iyo da kuatyi naku, iyo da tee je iyo da no’ ma. Va, da intígena va nku kene-daa tyi ntia’an ka’an–daa je ntia’an nakanu-daa da kaa ji’ni sukun jin na’a-daa.
Como siempre pasa con la historia, unos la repiten, otros la escriben y otros la sufren. Es decir, los intígenas tratan de salvarse ellos mismos, en vez de darse voz e interpretar las cadenas.
Y luego:
Kuvi kueka tuni ini.ni sa tee so’o-ni kaxin xu’un kuat yi ini kaa, kuvi-i kua sa te’ni in poema intíjena.
Da lástima escuchar el tintineo de las limosnas, como olfatear un poema intíjena.
Sobre la obra de Kalu Tatyisavi, Florentino Solano, poeta de Metlatónoc, Guerrero, también hablante de tu’un savi, escribe en la introducción de Huellas del nahual: “Su poesía es un mensaje en el viento y nosotros seguimos mirando la lluvia esperando una tormenta”.
Kalu significa Carlos, Tatyisavi es un juego de palabras: Tatyi es viento y Savi es lluvia. Lo que se podría traducir como aguacero o tormenta.
Su mismo nombre parece contener un mensaje: si la lluvia es como una lengua viva, nadie podrá detenerla cuando se convierta en tormenta.