Hace cinco años, Rubí, acompañantas en Puebla, conoció a una pareja de adolescentes. Ella tenía 14 años y él 15. Buscaban apoyo para tomar una decisión: convertirse o no en padres.
A diferencia de la chica, que lo tenía muy claro: “yo no quiero”. Él dudaba: “deberíamos, es nuestro hijo”. Finalmente, él respetó el derecho de la adolescente a decidir sobre su cuerpo. El apoyo de Rubí permitió que la interrupción del embarazo se hiciera con un protocolo adecuado, aún cuando en la entidad donde viven, este procedimiento está prohibido.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 55 por ciento de los embarazos no deseados entre adolescentes de 15 a 19 años terminan en aborto, pero a menudo no se hacen en condiciones seguras.
El acceso a un aborto seguro implica la realización de un método adecuado acorde con la edad gestacional, con acceso a información adecuada y atención de personal con la capacitación técnica adecuada.
Hace más de cinco años, la misma Rubí, quien radica en Puebla, también tuvo un aborto. Maternar no fue una opción por el momento que vivía: trabajaba, estudiaba, comenzaba un emprendimiento y debía cuidar de su salud física y mental.
Desde hace 10 años, Rubí es acompañante en procesos de interrupción del embarazo.
“Acompañar no es convencer, es accionar desde lo que las personas quieren y pueden decidir y hacer en sus contextos. Creo que yo inicié mucho en la incertidumbre de procesos”, describe.
Rubí, que también es acompañante psicosocial en casos de personas defensoras de derechos humanos, dice que ha aprendido a protegerse desde la escucha en espacios colectivos y el trabajo en red. En sus palabras, a acompañar desde la información, el cuidado y la autonomía.
Para Rubí, acompañar va más allá de orientar sobre la administración de misoprostol, medicamento reconocido incluso por la OMS como método para un aborto seguro. Acompañar, dice, también es reconocer a las personas en sus historias de vida.
Cuenta que cuando estudiaba psicología, el acercamiento a colectivas y organizaciones feministas le llevó a conocer los posibles protocolos para realizar este tipo de acompañamiento.
Además, considera que su profesión le ayuda a cuestionarse: ¿Qué pasa con una persona, qué duda y qué siente antes, durante y después del proceso? Piensa que brindar sostén en medio de la incertidumbre es acompañar desde las necesidades y preocupaciones por el futuro de mujeres y personas gestantes.
Derecho humano pendiente en Puebla
De las 32 entidades federativas del país, en 19 se penaliza el aborto voluntario.
En Puebla, tres artículos del Código Penal local criminalizan a quienes deciden abortar y a quienes acompañan el proceso. Quien interrumpe su embarazo puede recibir una sentencia de hasta un año de prisión.
A través de una sentencia de amparo promovida y ganada el 14 de octubre de 2023 por las organizaciones Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), Centro de Análisis, Formación e Iniciativa Social (CAFIS), y el Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr), es posible acceder al servicio de aborto voluntario en esta entidad.
Dicho amparo se sostiene en la resolución judicial emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que establece la inconstitucionalidad de la criminalización del aborto. A través del asesoramiento y emisión de una constancia por las organizaciones mencionadas, las mujeres y personas gestantes pueden acceder a un aborto antes de las 12 semanas de gestación.
Para cumplir con esta resolución, el gobierno de Puebla designó siete unidades médicas en diciembre de 2023. Sin embargo, el 8 de mayo en una rueda de prensa convocada por colectivas y organizaciones de la sociedad civil, CAFIS informó sobre la negación del servicio de aborto a 22 mujeres que acudieron al IMSS.
Además de esta sentencia, desde las organizaciones civiles y legisladoras locales, surgieron un par de propuestas para la despenalización legal del aborto.
Acompañantas en Puebla y procurar el autocuidado
La falta de un acceso integral a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en Puebla ha motivado a cientos de mujeres a trasladarse a Ciudad de México para realizar el procedimiento. Según datos del Sistema de Administración Médica e Información Hospitalaria, de abril de 2007 hasta mayo de 2023, se han registrado en la capital del país mil 627 casos de ILE provenientes de Puebla.
Roosz, también de Puebla, es una de las mujeres que tuvo acceso al aborto de esta forma hace 10 años. Una época en que prevalecía el miedo al uso de medicamentos como el misoprostol. “Aún existía mucho miedo, mucha inseguridad de utilizar medicamentos, de que algo saliera mal. Ahora existe incluso todo un manual para seguir el proceso de forma segura”, relata.
Después de esa experiencia, la dibujante de 31 años se convirtió también en acompañante en procesos de aborto sin la necesidad de que mujeres y personas gestantes se trasladaran a CDMX.
Se capacitó con la colectiva Marea Verde, y dice que esto le permitió deconstruir mitos sobre la incertidumbre del procedimiento. Ahora ella mantiene firme el deseo de seguir siendo acompañante, para contribuir a la defensa del derecho de las mujeres y personas gestantes a decidir sobre su cuerpo.
Además de ser acompañanta, Roosz es tatuadora en un espacio colectivo. (Foto: Estefany Flores)
Ser acompañanta no puede ser una actividad de tiempo completo. Roosz reconoce la necesidad de hacer pausas. Dice que atender las emociones y sentires propios debe procurarse siempre porque menciona que al ser acompañanta se pueden “invalidar otros procesos que vivimos en lo individual”.
La posibilidad de cuidar a otres implica necesariamente el autocuidado, añade. Establecer límites en los horarios de atención, por ejemplo, implica ser flexible a las necesidades de cada persona acompañada, pero al mismo tiempo que se respetan los espacios de autonomía y descanso de las acompañantas.
Rubí coincide. Señala que los espacios de vida personal y vida cotidiana, contribuyen al esparcimiento. La estrategia de tener un número telefónico específico para los acompañamientos es otra opción de cuidado para su salud mental, pues le ayuda a separar su vida personal de su tarea de acompañamiento.
Ambas coinciden en que acompañar implica un ejercicio de evaluación constante donde quien acompaña, observa cómo se viven otros procesos en la vida personal y cuándo es necesario un relevo.
“Está bien reconocer que en ciertos momentos no podemos brindar soporte emocional a otras, pero sí podemos orientarles sobre con quién acudir y darles información, por eso es importante la red y trabajar de forma colaborativa” afirma Rubí.
Tener comunicación con otras mujeres que hacen acompañamiento es otra estrategia de autocuidado posible a través de medios digitales y espacios colectivos. Señalan que este ejercicio implica procurar espacios de contención, diálogo y escucha.
Rubí y Giuliana desde la colectiva Hablemos de Género han buscado construir espacios de reflexión sobre la culpa y el mandato de la maternidad en mujeres. Ambas coinciden: el encuentro con otras les permite externar sus sentires y reconocer límites en las tareas de acompañamiento.
Concentrarse en las personas que tienen duda
La criminalización y violencia que enfrentan por parte de grupos antiderechos no está ausente. Denuncian que a través de redes sociales son hostigadas o se ataca directamente a quienes deciden abortar o acompañar.
Rubí considera que de estas discusiones difícilmente se puede lograr la escucha y entendimiento hacia el derecho a decidir de las mujeres y personas gestantes, o de quienes deciden acompañar el proceso.
Incluso, señala, estas situaciones pueden traer cansancio y tristeza ante la nula apertura al diálogo y la hostilidad constante.
“Ya sabemos que hay personas que están en contra. Pelear con ellas es darles más atención, y en las que tenemos que concentrarnos son las personas que tienen duda, las personas que están en el medio. Ahí podríamos tener un poco más de diálogo”.
“También tenemos miedo. También tenemos alegría. También me siento muy contenta de estar acompañada de otras. Eso no quita mi enojo, más bien le da más diversidad a lo que estamos sintiendo. No sólo somos un buen de morras enojadas, también somos un buen de morras acompañadas, amadas, cuidadas por otras”, concluye Rubí.