Zuleyma Pinzón tiene 23 años y proviene de una comunidad rural en el estado de Morelos. En 2019 se mudó a la Ciudad de México para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México. Con su familia comía tres veces al día, hoy lo hace “una o a veces dos”.
Vivir lejos de casa le ha complicado acceder a una buena alimentación, al punto de tener incluso días en los que solo come dos tacos de canasta o un bolillo.
Migrar del lugar de origen para estudiar la carrera profesional en un estado o ciudad diferente, implica muchos aprendizajes pero también cambios radicales y desafíos constantes. Uno de ellos, y quizás el más preocupante, es la vulnerabilidad alimentaria.
En México, según el Censo de Población y Vivienda 2020 hecho por el INEGI, cerca de tres millones y medio de personas estudian en un municipio o estado diferente a su lugar de origen. La mayoría se concentra en estados con grandes metrópolis como Jalisco, Nuevo León, Puebla y Ciudad de México.
Para estudiantes como Zuleyma, comprar alimentos poco saludables, saltarse comidas y pasar hambre, es su realidad mientras persigue el sueño universitario.

El municipio que recibe más estudiantes provenientes de otras entidades es la alcaldía Coyoacán, demarcación en donde se encuentra Ciudad Universitaria.
Las razones de la movilidad estudiantil son variadas pero a menudo tienen que ver con la limitada oferta académica de las universidades locales, como es el caso de Alondra, de 26 años:
“Yo desde la secundaria ya sabía que quería estudiar teatro. Entonces, pues me puse a investigar y solamente existe literatura dramática y teatro aquí en la Facultad de Filosofía y Letras en el campus de Ciudad Universitaria. (…) No había otra opción”, dice.
Alondra asegura que desde que entró a la universidad su alimentación ha cambiado radicalmente. Ella proviene del municipio de Chimalhuacán, Estado de México, y la lejanía del campus al que asiste le vuelve imposible llegar a su casa para comer; circunstancia que la ha obligado a pasar largos periodos con el estómago vacío.
“Me sentía cansada todos los días y era muy complicado”, expresa.
Hambre y alimentación poco saludable
Diversas publicaciones académicas que estudian la movilidad estudiantil como el libro “Estudiar lejos de casa: guía para mejorar la experiencia de ser alumno foráneo” de la Dra. Diana Aguiar Aguirre, coinciden en que migrar a otra ciudad siendo jóven trae consigo muchos retos relacionados con la autogestión, la adaptación a un nuevo entorno y la ausencia de los padres.
Pero también suele implicar dificultades económicas por la necesidad de realizar gastos extra en vivienda y transporte. Eso reduce el presupuesto que se puede gastar en salud y en alimentación.
Por ejemplo, pagar una renta de dos mil pesos hizo que durante mucho tiempo Zuleyma no tuviera nada que comer al día más que un yogurt, un bolillo o dos tacos de canasta. Esa carencia trajo para ella múltiples problemas de salud.
“Caminando o haciendo cosas, me mareaba. Yo pensaba que era por el sol, pero pues empezó a ser mucho más frecuente. Luego mi cabello se caía a montones. (…) La verdad no recuerdo bien, pero sí había gente que me decía que sentían mi cuerpo muy ¿cómo decirlo? muy frágil. No sé, como huesito. Y pues también te digo que mi menstruación era muy, muy dolorosa”, cuenta ella al recordarlo.
“Caminando o haciendo cosas, me mareaba. Yo pensaba que era por el sol, pero pues empezó a ser mucho más frecuente”.
-Zuleyma
La Ciudad de México no solo es la ciudad que más estudiantes foráneos(as) recibe. Según un reporte de 2020 de la plataforma de rentas compartidas Roomi, la capital del país también es la ciudad más cara para vivir para la población universitaria con un costo promedio de 4 mil 800 pesos por habitación en renta.
Esa presión económica no solo hace que estudiantes como Zuleyma tengan que pasar largos periodos sin comer, sino que también vuelve de la comida chatarra e hipercalórica la opción de alimentación más accesible.
Era el caso, por ejemplo, de Andros Díaz, egresado el pasado diciembre de la Facultad de Ciencias de CU. Según afirma, mientras era estudiante solo contaba con 100 o 200 pesos semanales para comer y con eso su dieta consistía, sobre todo, en la comida poco saludable que domina la oferta dentro de su universidad.
“Iba a la facultad y lo más barato que encontraba pues eran como hot dogs de 3 x 20”, señala.
Una situación parecida es la de Jazmín Montiel, estudiante de Odontología que por cuestiones de humedad en el departamento donde renta no tiene refrigerador y tiene que comprar continuamente comida chatarra que encaje con un presupuesto de menos de 500 pesos semanales, el cual también tiene que incluir gastos escolares y transporte.
“Casi toda la comida aquí más llenadora y entre comillas saludable está como en 80 pesos. Puede no parecer tanto, pero para mí siento que ya es mucho. Entonces, lo más barato a veces son gorditas, maruchans, o sea cosas que solamente hagan bulto en el estómago para aguantar”, afirma.
“Lo más barato a veces son gorditas, maruchans, o sea cosas que solamente hagan bulto en el estómago para aguantar”.
-Jazmín
Para estudiantes como Zuleyma, Andros o Jazmín, no solo es la salud lo que corre peligro sino también el rendimiento académico.
“Sí me cuesta mucho más trabajo concentrarme, siento que hago más esfuerzo”, apunta Zuleyma, quien también admite que tuvo que dar de baja algunas materias para gastar menos dinero en transportes hacia su facultad.
Comer entre el trabajo, el transporte y la exigencia académica
Ante la falta de dinero, es frecuente que las y los estudiantes se vean en necesidad de trabajar al mismo tiempo que estudian. Sin embargo, tener un trabajo remunerado reduce la cantidad de tiempo libre y eso impacta de forma particular en la alimentación, en especial para quien vive lejos de su familia y es responsable de conseguir su propia comida.
Como explica Rodrigo Martínez, originario de Querétaro, la falta de tiempo impide preparar alimentos elaborados y obliga a comprar comida poco saludable.
“Tampoco puedo estar cocinando todo el tiempo y a veces sí tengo que, pues, comprar cosas aunque no quiera. (…) Tengo que recurrir a comprar alimentos procesados, por ejemplo, sopas maruchan o cosas así que pues para tu salud no son buenas”, menciona.
Otra circunstancia que suele quitar mucho tiempo son las largas horas de traslado. En la zona metropolitana de la Ciudad de México es común la movilidad estudiantil de jóvenes que habitan en las zonas periféricas de la mancha urbana; muchas de ellas ubicadas en municipios del Estado de México.
Alondra, por ejemplo, prefiere viajar a la universidad desde su casa para no tener que pagar la renta de una habitación. Sin embargo, hace de dos a tres horas de camino.
El largo traslado no solo la obliga a comer todo el tiempo dentro de la universidad sino que también ha significado un obstáculo para mantener su rendimiento académico.
“Por no comer bien, no dormir bien, todo el cansancio de subir, bajar escaleras tanto tiempo, pues a veces ya no tenía ganas de leer, ni hacer nada, ni pensar nada”, declara.
“Por no comer bien, no dormir bien, todo el cansancio de subir, bajar escaleras tanto tiempo, pues a veces ya no tenía ganas de leer, ni hacer nada, ni pensar nada”.
-Alondra.
Las becas: un recurso vital para una buena alimentación
Para mucho estudiantado, las becas se han convertido en un incentivo indispensable para poder completar los estudios universitarios.
El Dr. Mauricio Reyna, Director de Becas y Enlace con la Comunidad de la UNAM, dice que la Universidad Nacional es la institución de educación superior que más programas de becas ofrece en toda la región de Iberoamérica.
Según sus palabras, más del 70% de las y los estudiantes matriculados dentro de la UNAM tiene al menos una beca, lo que representa poco más de 260 mil alumnas y alumnos considerando la matrícula actual.
Si bien entre los 35 programas institucionales ofertados por la UNAM no existe una beca destinada exclusivamente al alumnado foráneo, muchos de estos apoyos han sido vitales para el progreso de este tipo de estudiantes. En especial, el Programa de Apoyo Nutricional que se dedica a atacar específicamente el problema de la vulnerabilidad alimentaria.

Dicho programa se financía principalmente a través de la Fundación UNAM en convenio con la Fundación Slim y consiste en proveer a cada estudiante una comida completa durante los días hábiles de un semestre.
El presupuesto actual de este apoyo permite beneficiar hasta 10 mil estudiantes de un total de 35 planteles, y aunque la cifra es alta, representa menos del 3% de alumnas y alumnos matriculados.
Zuleyma ha recibido este apoyo en los últimos cuatro semestres y en sus palabras ha significado “una gran ayuda” puesto que le ha permitido comer hasta dos veces por día. Actualmente, no todas las personas estudiantes tienen esa posibilidad.
Jessica Reyes, amiga de Zuleyma, llega a comer solamente una vez al día, lo que le ha provocado experimentar diversos problemas de salud incluyendo frecuentes desmayos. Sin embargo, no puede acceder a la beca de apoyo nutricional porque un requisito de ese programa es tener un promedio menor a ocho o ser alumnado irregular, es decir, no haber acreditado todas las asignaturas conforme al plan de estudios.
“Me parece un tanto injusto porque, pues, hay personas que vienen de muy lejos y a veces no les da tiempo de preparar algo sano para comer y es una beca que pues quieras o no sí ayuda”, expresa.
La Lic. Jacquelin Sánchez, Jefa del Departamento de Becas de la UNAM, afirma que esta restricción se debe a que se ha ligado la vulnerabilidad socioeconómica con el rezago académico, el cual, dice, es multicausal pero suele estar asociado con carencias como la alimentaria.
“En ese sentido se voltea a ver a esa población, la limitante también de que los recursos no son infinitos, son recursos finitos”, declara.
El Dr. Mauricio Reyna asegura que, si bien no hay un criterio de priorización específico que identifique al estudiantado foráneo, sí se prioriza a este tipo de población a través del estudio socioeconómico que considera aspectos como la necesidad de pagar una renta.
“Todo aquel estudiante que está rentando y que podría estar en esa posibilidad ya recibe o tiene mayores posibilidades por el estudio socioeconómico. O sea, que es un elemento de priorización”, sostiene.
En un reciente comunicado, la Fundación UNAM informó que el Programa de Apoyo Nutricional será ampliado para el próximo semestre 2026-1 con la instalación de comedores comunitarios cerca de los planteles de bachillerato y con el otorgamiento de apoyos alimenticios complementarios para el estudiantado de licenciatura, entre otras acciones.
Además de este apoyo, en la UNAM se ofrece una gran cantidad de becas en distintas modalidades, con las que se pretende abarcar una amplia diversidad de poblaciones objetivo.
Para conocer todas las distintas modalidades de beca y consultar las convocatorias puedes visitar el Portal del Becario en www.becarios.unam.mx