Entre las imágenes que astronautas de distintas agencias comparten en redes sociales destacan las que muestran a la Tierra iluminada. Las luces forman conexiones por la superficie del planeta como si fueran sinapsis neuronales.
Esa luz es artificial y proviene de los millones de focos que se usan en las calles y zonas industrializadas de todo el mundo. Sin embargo, hoy en día son tantas las fuentes de luz, que su uso desmedido ha generado contaminación lumínica. Se trata de un tipo de polución que se origina cuando, en un entorno natural, se introduce luz artificial innecesaria o inadecuada.
Actualmente los niveles de contaminación lumínica son tan elevados en ciudades pobladas, como la Ciudad de México, que resulta difícil durante la noche observar con claridad las estrellas, los planetas e, incluso, nuestra galaxia.
“Recuerdo que, de pequeña, podía ver las constelaciones en el cielo de la Ciudad de México y también la Vía Láctea. Ahora hay jóvenes que nunca la han visto o no saben lo que es”. Esto lo cuenta la doctora Ana María Cetto Kramis. Ella es científica investigadora de Física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y fundadora del proyecto Luces sobre la Ciudad.
El impacto ambiental de la contaminación lumínica es tan amplio, que científicos de varios países se han unido en una misión. Buscan proteger los cielos nocturnos de esa contaminación. Un cielo nocturno, también llamado cielo oscuro, es el que permite una observación directa de cuerpos celestes porque su oscuridad natural permanece intacta.
En México, entre una de las zonas del país con mayor contaminación lumínica, existe un lugar con estas características. Se ubica en Peña del Aire, en el municipio de Huasca de Ocampo, estado de Hidalgo. Académicos del país y habitantes de la región trabajan para mantenerlo lejos de las amenazantes luces artificiales. También buscan su certificación como Parque Internacional de Cielo Oscuro ante la Asociación Internacional de Cielos Oscuros (IDA, por sus siglas en inglés).
Aunque en el país existen otras zonas con cielos oscuros, como en Chihuahua o Sonora, el acceso a ellos es difícil porque son lugares atravesados por el desierto. En cambio, a Peña del Aire es más sencillo llegar para admirar su cielo nocturno.
Además, Peña del Aire tiene dos designaciones de protección a nivel internacional, las cuales favorecen su postulación a la certificación de parque. La primera es la Reserva de la Biósfera de la Barranca de Metztitlán. Se trata de un Área Natural Protegida y vigilada por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). La segunda es el nombramiento como geositio en el Geoparque Mundial UNESCO Comarca Minera. Ésta es una región de alta importancia patrimonial geológica, natural y cultural, que abarca distintos municipios al centro-sur de Hidalgo. La designación la otorgó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2016.
Así, este lugar es como un oasis en el centro de México, donde gran parte de la población vive bajo cielos con polución, según el Atlas Mundial de Contaminación Lumínica del físico italiano Fabio Falchi.
Ciudades de luz
La contaminación lumínica se genera cuando las partículas de luz artificial, como las del alumbrado público, se dispersan hacia la atmósfera y entran en contacto con otras partículas contaminantes, como aquellas que emiten al aire automóviles y fábricas.
Héctor Antonio Solano Lamphar, investigador mexicano de la Academia Eslovaca de Ciencias y experto en contaminación lumínica, explica en entrevista para Corriente Alterna que el problema empeora en lugares como la Ciudad de México, donde continuamente se registra mala calidad del aire.
También se relaciona con la urbanización y el crecimiento de las ciudades, explica la doctora Cetto. “Las ciudades en nuestro país han ido llenándose de luz artificial por las noches. Ha sido un proceso que, durante mucho tiempo, nos pareció natural. Nos parecía un signo de desarrollo, mal llevado diría yo, y que pareciera que tiene implicaciones de seguridad”, comenta.
Sobre ese tema, la IDA explica que, por ejemplo, el resplandor que emiten los focos de los exteriores de las casas genera sombras profundas. Éstas facilitan la realización de un crimen o visibilizan los objetos que podrían extraerse de autos y casas.
Una de las principales fuentes de luz contaminante en la zona es el alumbrado público, considerado ineficiente por la población mexicana. Aunque actualmente existen acciones gubernamentales que buscan reducir el consumo de energía, como el Proyecto Nacional de Eficiencia Energética en el Alumbrado Público Municipal, están mal planeadas, sostiene el investigador Solano Lamphar.
“Existe un desconocimiento del tema de la contaminación lumínica. Desafortunadamente, a veces se comprende la problemática, pero no se sabe cómo se resuelve o qué se debe hacer”, comenta.
Además, explica que la contaminación lumínica se asocia con el insomnio, problemas de salud mental y daños a la biodiversidad.
Otra consecuencia de esta polución es la pérdida de visión de los objetos astronómicos en el cielo nocturno. La problemática ha derivado, incluso, en la creación de reglamentos locales y reformas a leyes estatales para combatir ese tipo de contaminación. Un ejemplo es la Ley del Cielo en Baja California.
Para Ana María Cetto, mantener la conexión visual con el cielo oscuro es vital. “Yo pienso que tener contacto visual directo con el firmamento, con las estrellas y los planetas, nos permite poner los pies sobre la tierra. Y lo necesitamos más que antes, precisamente, porque perder esto significa perder el contacto con la realidad, especialmente en un mundo virtualizado y artificial”, expresa.
Abrazar la oscuridad para preservar el cielo
El paisaje montañoso de Peña del Aire, característico de la Barranca de Metztitlán, es sorprendente. Pero el firmamento que lo rodea se roba las miradas. Y es que, gracias al valor astronómico y natural del lugar, la candidatura a primer Parque Internacional de Cielo Oscuro en México es posible.
Desde febrero de 2020 la comunidad de Peña del Aire se prepara para la certificación que otorga la Asociación Internacional de Cielos Oscuros. Esto ocurre a través de un proceso que dura de uno a tres años. En ese lapso se realizan actividades científicas y reportes técnicos como, por ejemplo, la medición de la contaminación lumínica en el sitio.
Entre quienes apoyan la candidatura está el equipo científico del Geoparque Mundial UNESCO Comarca Minera y el Centro Turístico de Peña del Aire. También participan el Ejido San Sebastián y el Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Hidalgo (CITNOVA).
Las dos designaciones internacionales mencionadas y la que está en curso permitirían que el ecosistema natural resista las amenazas que produce la urbanización. Sobre todo porque Peña del Aire se ubica en una de las zonas más contaminadas a nivel nacional.
Joshua Muñoz Salazar, uno de los principales científicos que trabaja en la candidatura y delegado en México de la Asociación Internacional de Cielos Oscuros, dice que certificaciones como la que se busca en Peña del Aire contribuyen a que las personas se entusiasmen y protejan sus ecosistemas y territorio.
“El recibimiento de las personas me ha maravillado. Y creo que ha sido así porque tienen una larga experiencia en temas relacionados con el medio ambiente. Tienen una cultura ambiental de preservar lo que les rodea”, expone el científico.
Sin embargo, también existen dificultades en el proceso. “Uno de los retos más grandes es la falta de recursos para aplicarlo. Si bien hay apoyo institucional por parte de la UNAM y del Geoparque, es complicado trabajar todo con un grupo reducido de personas. El proyecto no tiene fines de lucro, por lo que tampoco podemos contratar a más gente o llevar a cabo procesos necesarios en menor tiempo”, reconoce Joshua.
Pero la comunidad de Peña del Aire, junto con las y los científicos, sigue contribuyendo a que avance la candidatura. A través de talleres, la comunidad aprende de astronomía básica, usa telescopios y escucha de astrofotografía o contaminación lumínica. Además, aprende a utilizar aplicaciones de celular para conocer la ubicación y los nombres de las estrellas y las constelaciones.
“Todo esto es nuevo para nosotros y hay que tener la humildad para estar abiertos a toda la información que nos llega. Para transmitirla a las demás personas que tienen esa avidez por descubrir estos otros mundos; los que, realmente, con el bullicio de la ciudad, no se ven”, cuenta Ana Bertha Santoyo Melo, vecina de Peña del Aire de 59 años.
Además, las dos designaciones anteriores han dado experiencia a la comunidad en temas ambientales y sensibilizado sobre la importancia de ver cielos estrellados.
Entre el canto de los grillos, Romina Briseño López, de 13 años, lo expresa así: “Hay gente en otras partes del mundo que no puede ver un cielo tan estrellado”.
Recordar dónde estamos
Eduardo García Alonso, director ejecutivo del Geoparque Mundial UNESCO Comarca Minera, dice que una de las virtudes del proyecto de Peña del Aire es el contacto de la comunidad con la astronomía.
“Cada vez nos alejamos del entendimiento de los cuerpos celestes porque estamos metidos en la oscuridad de aparatos como los teléfonos. Pocas veces volteamos arriba. Entonces, la posibilidad de este proyecto de ciencia ciudadana, que acerca conocimientos de ciencia básica a la población, es muy favorable para comprenderlo mejor”, comenta en entrevista.
Para jóvenes como Luis Miguel Islas, quien vive en Pachuca pero suele visitar Peña del Aire, ver ese cielo estrellado es una “experiencia filosófica”. Una que le hace preguntarse sobre la existencia humana y nuestro lugar en el universo.
“Lo primero, al ver el cielo así, es sentir que somos pequeños en comparación con todo lo que existe fuera del planeta. Lo diminuto en tamaño y tiempo”, expresa mientras admira la majestuosidad de la Vía Láctea en Peña del Aire.
Esta experiencia también genera sentimientos de pertenencia y un asombro por la vida. Ana Bertha lo manifiesta así: “Dejé la ciudad porque quería llevar una vida más tranquila, la que a veces no se tiene en la ciudad. Se vive muy aprisa. Nos damos cuenta de que nos tenemos que detener para admirar todas las cosas. Y, con más detenimiento, tenemos más observación en cuanto a lo que pasa a nuestro alrededor. Entonces es cuando empezamos, realmente, a vivir”.
La protección del cielo oscuro de Peña del Aire no se traduce únicamente en la preservación de la naturaleza y la biodiversidad sino, también, en el cuidado de la conexión con el universo que nos rodea.