La infraestructura escolar condiciona regreso a clases
/ Foto: Gabriel Pérez, Cuartoscuro.com

Nathalie Jasso asiste a una junta por Google Meet para enterarse de cómo será el regreso a clases en la Escuela Primaria Matilde Acosta, en la alcaldía Álvaro Obregón. Las voces de los padres de familia reflejan molestia. De regresar, les explican, niñas y niños tomarían sesiones de dos horas, sin recreo ni clases virtuales adicionales, pues el plantel no cuenta con internet.

La videollamada termina y la decisión es clara: la escuela permanecerá cerrada, al menos, en lo que resta del ciclo escolar 2020-2021.

La hija de Nathalie, Samantha, estaba emocionada por el regreso a clases. Con seis años de edad, no conoce su primaria. En marzo de 2020 se despidió de sus amigas y amigos de preescolar sin saber que no volverían a encontrarse.

—Quiero ver a mi maestra, a mi amiga Fátima y conocer mi escuela —dice.

Sobre el retorno escalonado y voluntario, la Secretaría de Educación Pública (SEP) informó que el 7 de junio asistieron apenas un millón 631 mil repartidos en 24,406 escuelas en 14 estados y la Ciudad de México. Es una cantidad pequeña, puesto que para el ciclo escolar 2020-2021 hay 36 millones de estudiantes inscritos.

El ahora desaparecido Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) reportó desde 2018 que más de 60% de las escuelas públicas no tenía internet, 45% carecían de drenaje, 20% no contaban con agua y 4.9% no tenían energía eléctrica. Sin embargo, a estas escuelas va más de 80% de los alumnos de educación básica. 

En cambio, nueve de cada 10 escuelas privadas cuentan con todos los servicios básicos. Tan solo en la Ciudad de México, la SEP registra 7,905 escuelas de nivel básico; de ellas 4,453 son públicas y 3,452 son privadas.

Con grupos pequeños y filtros de aire

Para Minerva y su hijo Ilán, el regreso a clases el 7 de junio fue pura tranquilidad. El colegio Montessori de la Condesa, en la alcaldía Cuauhtémoc, le aseguró que tendrían grupos y horarios reducidos, filtros purificadores de aire en cada rincón y pruebas de detección de COVID-19 para el personal educativo. Es lo menos que podía esperar, cuando la colegiatura asciende a 11,000 pesos mensuales.

La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) realizó un estudio sobre el costo de la educación privada del nivel básico en México. En las primarias privadas, a las que asiste uno de cada 10 estudiantes, el costo mensual oscila entre los 1,540 pesos, en zonas como Tlalpan, hasta 24,800 pesos, en un colegio de Azcapotzalco.

A la docente universitaria y madre de familia las medidas de higiene del colegio le ayudaron a decidir que su hijo volviera. “Me parecía que era mucho más seguro ese ambiente, a que yo lo traiga de un lado para otro”, dice Minerva.

En Corregidora, Querétaro, Mónica cuenta que sus hijos de 12 y 10 años, Claudio y Alejando, regresaron al colegio desde el pasado 2 de junio. Cada miércoles, hasta que acabe el ciclo escolar el 9 de julio, asistirán de 7:45 a 14:00 horas. 

Decidieron volver a las aulas por el desarrollo emocional de los menores, quienes han pasado más de un año sin ver a sus compañeros. Pero también la escuela privada respondió a la necesidad de un entorno seguro: las aulas son el lugar donde padres y madres pueden dejar a sus hijos mientras trabajaban.

La colegiatura ronda los 5,800 pesos al mes. Además la toma de temperatura o el uso de un moderno sensor que rocía una brisa desinfectante sobre los estudiantes, los menores comparten aulas en grupos reducidos, de apenas seis por salón.

Incluso, la interacción dentro de las cuatro paredes es limitada. Desde hace tres años el colegio tiene un programa de enseñanza llamado “Knotion”, donde los iPads se convirtieron en herramientas de aprendizaje.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) ha determinado regresar a clases presenciales con el profesorado vacunado, pero las condiciones de infraestructura no son parejas para los centros educativos. / Foto: SEP.

Mejores condiciones que el hogar

En la Escuela Primaria Venustiano Carranza, del municipio de Papantla, Veracruz, el agua se saca de un pozo y no hay filtros de aire. Pero en los salones el viento corre sin problemas: a sus espaldas gozan de una hectárea de campo verde.

El COVID-19 se transmite por el aire, principalmente. Por eso, la ventilación natural con aire del exterior o con sistemas que purifiquen el aire es indispensable. El retorno a las clases presenciales en Suchilapan, desde el pasado 24 de mayo, fue posible, sobre todo, por la ventilación del lugar.

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En algunas comunidades en Veracruz fue posible el retorno debido a la ventilación de las escuelas y la participación de madres y padres de familia en la limpieza de salones. / Foto: Alma Delia, cortesía.

Además, en buena parte de los hogares de la comunidad de 189 habitantes, ubicada a un costado de la carretera a Gutiérrez Zamora, las condiciones no más difíciles que en la escuela. No hay postes o cableado que lleven internet. Como ocurre en el poblado, se trata de un servicio del que carecen casi 15 millones de hogares (43.6%) en el país, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Antes de reabrir la primaria, Osmar, de 8 años, tomaba clases de segundo grado por televisión y mandaba las tareas por WhatsApp desde el teléfono de su mamá, Alma Delia. Las recargas de 100 pesos rendían apenas unos días; sobre todo porque el hijo mayor de Alma, quien cursa la preparatoria, también necesitaba enviar los deberes.

El retorno le da tranquilidad a Alma. Las jornadas escolares se redujeron a tres horas y no acuden todos los días, pero Osmar puede plantear preguntas a la profesora. Lo más importante para Alma es que los dolores de cabeza que sufría su hijo han desaparecido, junto con el agobio de tomar clases frente a un televisor.

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En algunos casos, las condiciones de las escuelas son mejores que las de las comunidades rurales, sobre todo en servicios como internet. / Foto: Alma Delia, cortesía.

No hay condiciones de igualdad para el regreso a clases

Juan Carlos y Rodrigo asisten al Colegio Miraflores, en Naucalpan, Estado de México. Se instalaron más lavabos, hay registro de la temperatura al ingreso y los lugares comunes se limpian de manera constante.  

Los salones cuentan con el espacio suficiente para mantener la “sana distancia” entre pupitres. “En uno de los salones van 11 niños y en el otro van 10”, comenta Astrid Martínez, madre de los menores.

Para priorizar la salud emocional de su hijo de 10 años, Federico decidió que asistiera a clases presenciales en la Ciudad de México. “Estaba feliz, no habló de otra cosa por días”. Y, aunque cree que volver a clases es necesario para la salud emocional de los menores, también admite que no hay piso parejo para regresar. Para él, las condiciones varían: “Depende dónde estén las escuelas, sí hay diferencias”.

La primaria en la que Rodrigo Cote inscribió a su hijo de 10 años, en Iztapalapa, es una “escuela de barrio”, como refiere él. Antes del 7 de junio madres y padres fueron convocados para ir a limpiar el plantel. Pero en la visita descubrieron que no había condiciones para regresar a las aulas.

Hallaron el patio lleno de maleza y los muros con grietas —cicatrices del sismo que sacudió a la capital en junio de 2020—. Pero lo más grave fue que los salones demasiado pequeños como para guardar metro y medio de distancia entre los mesabancos para grupos de hasta 25 niños.

Las impresiones de Rodrigo coinciden con las observaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La organización alertó que mantener una distancia segura en las aulas en medio de la pandemia de COVID-19 será un desafío para México, donde el promedio de estudiantes por salón es de 27. 

A pesar del panorama, la escuela de Iztapalapa decidió abrir sus puertas el lunes. Solo tres grupos de 18 pudieron asistir.

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El retorno a clases ha sido dispar en las escuelas públicas y privadas debido a los servicios con los que cuenta cada plantel. / Foto: Asunción Cabrera, cortesía.