Scarlatta: Teatrera, emprendedora y baby stripper
Los derechos laborales no se conocen en un trabajo como el de stripper, y eso se ha vuelto una lucha para Scarlatta. (Ilustración Cecilia Falcón).

Scarlatta es actriz de teatro y tiene un negocio de comercio electrónico y dropshipping. También ejerce el trabajo sexual en un club nudista, por lo que se nombra a sí misma como baby stripper. 

Por ahora, su principal sustento económico viene de su labor como stripper, una combinación de “trabajo sexual, bailarina erótica, acompañante y showgirl”, como ella misma se describe.

Scarlatta vive en Yucatán, y dice que su trabajo “es rudo, pesado, estamos en riesgo. La preparación de todos los días mientras te arreglas es pensar en que no vaya suceder algo que no queremos. Sabes que, a partir de salir, ya hay un riesgo”.

“Velando a la par por mi seguridad personal, mi integridad, que alguien se quiera propasar. Creen que por la palabra ‘puta’ le puedes hacer lo que sea y pues no. Es el desconocimiento del consentimiento”, añade.

A pesar de ello, se siente orgullosa de lo que hace, lo ve como temporal, mientras recupera sus ingresos y ahorra para sus proyectos de teatro. 

“Lo disfruto, porque ya había dicho, soy una showgirl, una creadora de espectáculos —continúa Scarlatta—. Muchas cosas no (las disfruto), ya las platicamos, pero definitivamente sí lo disfruto, sí me gusta, sí lo agradezco“. 

“Pero también uno de los objetivos de estar haciéndolo es para hacer mis proyectos más personales, como viajar a diferentes partes de todo el mundo […] que lo tengo conmigo y va a continuar”.

Ahorrando dinero 

Con la pandemia la situación se puso difícil. Como actriz de teatro desempleada y sin dinero para invertir en sus negocios de venta de productos en línea, Scarlatta buscó trabajo estable durante un año, pero se cansó de los sueldos que no le alcanzaban.

Pensó en un club nudista porque imaginaba que podrían pagar bien. Fue a pedir trabajo de barista, porque tiene experiencia. Asistió con solicitud en mano y el trabajo que le ofrecieron fue de bailarina erótica.

De primera dijo no. Le asustó porque nunca lo había hecho. Durante cuatro meses lo estuvo pensando. Las deudas le preocupaban, así que terminó aceptando.

“Yo soy actriz de teatro –explica Scarlatta–. Hago teatro desde hace poco más de 10 años, 11, 12 años […] Entonces uno de los motivos, también, por los que estoy juntando capital es precisamente para mis proyectos teatrales, profesionales, que están ahorita en stand-by (detenidos). Dos o tres los tengo ahí esperando a retomarlos, y definitivamente me gustaría ganar (dinero) para ayudar a estos otros proyectos”.

Además planea retomar sus clases de baile, y de coreano e inglés, porque quiere ser políglota.

El miedo diario

La investigadora Briseida G. Olvera Maldonado, maestra en ciencias sociales, en un texto publicado en 2006 describe el trabajo sexual como “una actividad que forma parte de la industria del sexo, en la que la fuerza de trabajo es el cuerpo y lo que se vende es un servicio. Éste no siempre implica una relación sexual o contacto directo con el cliente”.

En el caso de Scarlatta, un día normal en el trabajo comienza a las siete de la noche, cuando se pone las pestañas y parte del maquillaje, que incluye el pintalabios. Ya en el club, ultima detalles. Suele tener un par de horas para alistarse, pues los clientes acuden más noche.

Llega con una maleta deportiva en mano. Allí coloca todo lo que le servirá durante la jornada, incluida la ropa que utilizará para los shows. Debe cumplir con tres bailes en el escenario, además del trabajo con los clientes.

Por “acuerdo hablado”, su horario laboral debería ser de ocho horas: a partir de las ocho de la noche y hasta las cuatro de la madrugada. Esto sin importar que el artículo 61 de la Ley Federal del Trabajo en México establece que el horario nocturno no debe sobrepasar las siete horas.

Aunque no cuenta con contrato, le descuentan de su salario si llega tarde, si no realiza los tres bailes a falta de clientes, y a veces hasta le quedan debiendo parte de su salario. 

Por eso, si está trabajando con un cliente y terminó su horario laboral, generalmente decide quedarse más tiempo, para lograr mayor ganancia. Lo que prolongará 10 o 12 horas su jornada. Este acompañamiento incluye la obligación de consumir bebidas alcohólicas.

“Sentada con el cliente me están pagando mi tiempo, compañía, belleza. Pero en el mismo momento en que estoy generando, estoy velando porque no suceda algo grave por los ‘gajes del oficio’, como que te droguen. Si te sales del bar, te pueden madrear”, detalla Scarlatta al preguntarle sobre los riesgos a su integridad física, emocional y mental.

¿Y sus derechos?

Las violaciones a la ley laboral no sólo ocurren durante la jornada de trabajo. Cuenta que si falta, tampoco le pagan.

“Por ejemplo –explica–, ahorita mismo estoy enferma y ya me ausenté tres días, tres noches con hoy; que lo más probable es que no asista (hoy), porque no estoy todavía bien, que sean cuatro días sin trabajar”. Todos estos días Scarlatta no recibirá porcentaje alguno de su salario, y los costos los cubre ella, pues no cuenta con prestaciones médicas laborales. 

Esta falta a los derechos laborales está normalizada en este tipo de locales desde su creación. Según la investigación publicada en la revista Andamios en 2015, por el Dr. Gilberto López Villagrán, los clubes nudistas tuvieron su origen en Canadá y Estados Unidos, y se establecieron en México a finales de la década de 1980 y durante la de 1990 . 

Según el especialista, a partir del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México en 1994, franquicias de la industria erótica de Texas y Florida pudieron establecerse en México. 

De acuerdo con una investigación realizada en 2020 por la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe en México, la actividad de sexoservicio se refleja en el PIB (Producto Interno Bruto) de México desde 1993. 

Esto es muy importante porque el PIB es el indicador utilizado para conocer la riqueza que genera un país. Y el trabajo sexual se incrusta dentro de lo que representa, en general, el trabajo informal. Por ejemplo, en 2018 el  trabajo informal significó 11,718,314.75 millones de pesos; es parte entonces del 63.23% del PIB a precio de mercado.

El trabajo sexual no es ilegal en México, pero tampoco está regulado. Aunque las personas trabajadoras sexuales contribuyen con la riqueza del país, del flujo económico, a partir de los ingresos y egresos que obtienen.

En el segundo trimestre de 2024, Data México de la Secretaría de Economía del Gobierno de México, registró 1,050 “trabajadores dedicados a la prostitución”; el salario promedio fue de $6,420.

“Existimos en el sistema. Somos parte importante de la economía; somos parte, ya, somos parte de la circulación del dinero en nuestro país”, dice Scarlatta.

Sin embargo, ni el trabajo sexual, ni el trabajo de baile erótico como parte de éste, son reconocidos por las leyes mexicanas. Por lo tanto, tampoco sus derechos laborales.

“Es un trabajo tan común –dice Scarlatta–. Sí aguantas más cosas, estás expuesta más […] me refiero a riesgos porque sigue siendo trabajo sexual. Pero yo creo que bueno, quitando eso, los derechos deberían ser iguales que en cualquier otro trabajo”.

Amnistía Internacional publicó en 2022, respecto a los derechos humanos de las trabajadoras sexuales: 

“El consentimiento es fundamental para diferenciar el trabajo sexual de la trata de personas, la explotación sexual y la violencia sexual y de género. Amnistía entiende por tal el acuerdo voluntario y vigente para realizar una actividad sexual específica a cambio de un precio determinado. Es muy importante comprender que consentir no significa consentir la violencia y que las trabajadoras sexuales pueden modificar o retirar en cualquier momento su consentimiento para vender servicios sexuales. En caso de que no exista, la práctica sexual es violación y es un delito”.

Queremos ser reconocidas

Muñeca es trabajadora sexual trans y defensora de los derechos humanos. Al igual que Scarlatta, vive en Mérida, Yucatán. Es cofundadora de la Coalición Laboral Puteril (CLaP!) por los derechos de les trabajadores sexuales. 

Y en 2019 fundó el Comando Trans Interseccional, colectiva de acompañamiento a mujeres trans trabajadoras sexuales y disidencias sexuales. Además tiene dos proyectos culturales: La Bazarita MX y Las Nuevas Aventureras; también lleva su proyecto de pláticas en torno a la sexualidad “Chismecito Erótico”.

“Al principio de mi transición –relata– fui teibolera (trabajadora sexual como bailarina erótica, stripper). Es súper distinto porque tú llegas a partir de una necesidad o una precarización, la mayoría, ¿no? […] Es muy raro cuando una chica joven y estudiante llega porque se le ocurre que ahí pueden generar ingresos […] Entonces las formas de vivir son muy distintas”.

Muñeca explica, a partir de su experiencia, que la mayoría de las trabajadoras sexuales comienzan a trabajar sin la conciencia de que sus derechos laborales no son reconocidos. Es algo que ha sido normalizado. Pero también ocurre que ni siquiera quienes lo realizan se reconocen a sí mismas:

“Las trabajadoras sexuales de bares y cantinas no se asumen como trabajadoras sexuales […] entonces eso también es como una traba porque, claro, si tú no te asumes ¿quién soy yo para decirte que eres ‘puta’? (entendido como trabajadora sexual). Es un trabajo difícil porque tienes toda una moral, toda una ‘putofobia´ (es el nombre dado al estigma hacia las trabajadoras sexuales), pero al final todas estamos haciendo lo mismo, sólo que en la calle es donde creemos que es donde están las ‘putas’.

“El trabajo de plataformas. […] la ‘putofobia’ también está en los ‘creadores de contenido’, porque cuando tú le preguntas ‘¿a qué te dedicas?’ (responden) ‘yo soy creador de contenido’. Vendes fotos tuyas desnude, eso es una ‘putofobia’ (el no reconocerse como trabajadorx sexual). Porque estás vendiendo tu cuerpo en fotos, en streaming, videollamadas y videos, etcétera, ¡es trabajo sexual!”. 

En el caso de Yucatán, Muñeca explica que hay muchas cosas que cambiar, una de ellas es lo legal, para acceder a sus derechos, y que las personas ejerzan su trabajo en libertad y con protección.

“(Mucha gente dice) ‘¡es que ustedes son flojas porque no trabajan!’ A ver, primero, no es un trabajo fácil, es rápido tal vez pero no es fácil. Yo me puedo ganar 500 pesos en una hora, pero ya me acostumbré a mi trabajo […] ‘es que las mujeres no nacieron para ser prostitutas’ ¿y tú crees que el señor albañil nació para ser albañil?”, ironiza.

Para Muñeca le es importante remarcar: “No hay nada que te dé lo que te da el trabajo sexual. Aunque no nos dé ahorita a muchas dinero, pero me da mi tiempo. Me da mi tiempo, me da mi espacio, y ya no lo puedo corregir porque crecí ahí. […] Como va a seguir siendo parte de mi vida, es mi proyecto de vida. No queremos ser rescatadas. Queremos derechos. Queremos trabajo. Reconocimiento”.

Isaac J. Marin Maceda, consultor jurídico, esquematizó en su tesis de licenciatura los derechos que deberían ser reconocidos para las trabajadoras sexuales:

  • Su integridad personal, con base en los artículos 1 y 6 de la Constitución y en los principios de la Convención Americana de Derechos Humanos.
  • Sus derechos sexuales en el artículo 4 de la Constitución, la Ley General de Salud y los principios del Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo.
  • Su derecho al trabajo en el artículo 5 de la Constitución, el artículo 4 de la Ley Federal del Trabajo, y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos 1948, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales 1976 y el Protocolo de San Salvador.