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El regreso a las aulas fue un proceso de adaptación a la vida universitaria y social y hoy, a 4 años de la pandemia, los efectos aún se sienten (Ilustración: René Zubiet).

Un cerebro agotado no puede aprender

Por: Carlos López
Mentoría: Rafael Cabrera
Fecha de publicación: 12 de abril, 2024

El confinamiento por la pandemia de Covid-19 dejó ansiedad, estrés y depresión, pero en los estudiantes también impactó en el desarrollo de sus habilidades sociales, educativas y por lo tanto salud mental

La pandemia por el virus de Covid-19 cambió el mundo y la vida. Nadie lo duda. Pero para estudiantes de nivel medio superior y superior, el impacto es evidente no sólo en el rezago educativo sino en el desarrollo socioemocional.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a través de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación, reportó que 5.2 millones de niños, adolescentes y jóvenes entre los 3 y los 29 años de edad, no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021 por motivos económicos y por causas de la COVID-19. 

Por otra parte, las consecuencias sociales posteriores a la pandemia implican para los jóvenes retos y dificultades en su desarrollo social por contingencia sanitaria y las medidas de prevención y aislamiento. “No se tuvo posibilidad de como poder defenderte en el mundo y te quedaste encerrado. La familia te absorbió y pues tenemos problemas muy serios”, agregó el Dr Zarco. 

Dr. Vicente Zarco, coordinador de ESPORA, dice que la pandemia afectó el desarrollo social y emocional de los universitarios (Foto: Carlos López).

Ansiedad, estrés, depresión son algunos problemas de salud mental potenciados tras la pandemia en los espacios educativos, pero hay uno que ha tomado por sorpresa a las personas expertas: 

“Tenemos quejas de nuestros propios maestros. No saben cómo tratar a estudiantes que están en la universidad y que literal te dicen: ‘se comportan como en la secundaria’”, explica el Dr. Vicente Zarco 

El Dr. Zarco es coordinador general del Espacio de Orientación y Atención Psicológica (ESPORA), un programa de salud mental de la Facultad de Psicología de la UNAM que inició en 2011. El especialista señala que antes de la pandemia, en la UNAM ya se registraban conductas que califica como “preocupantes” entre la población estudiantil, como abandono escolar y reprobación, acompañados de ansiedad, depresión y, por supuesto, ideación o intentos de suicidio, pero tras la pandemia, estos males aumentaron.

Para quienes iniciaron sus estudios de licenciatura después de la pandemia, el retorno a las aulas se convirtió en un proceso de adaptación no solo a la vida universitaria sino a la vida social, y este cambio no fue fácil.

“Bueno, es que no tuvieron preparatoria, ¿dónde creían que iban a aprender a vincularse con compañeros y compañeras, a vincularse sexoafectivamente? No lo aprendieron. Entonces, tenemos que remontar eso y con todas las implicaciones emocionales que eso lleva”, agrega Zarco.

La vida en las aulas

Fernanda, estudiante de tercer año de Medicina en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, dice que “primero ves que a nadie le está afectando, pero ya después te enteras de que a todos nos estaba afectando de la misma manera. Y como ves que nadie dice nada, pues tampoco dices nada y te la llevas así por mucho tiempo hasta que de repente dices: ‘Estoy muy triste’, y otro dice yo también y yo también…”.

El estudio Impacto de la pandemia por COVID-19 en la salud mental, publicado en 2022 por la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la UNAM, indica que durante y después de la contingencia sanitaria aumentó el registro de personas con depresión, insomnio, ansiedad, irritabilidad, daño en la memoria, fatiga, memoria traumática, desórdenes del sueño, estrés postraumático, así como riesgo de autolesión y suicidio. 

Estudiantes de Medicina en la FES Zaragoza, de la UNAM, señalan que la carrera es muy competitiva y estresante (Foto: Carlos López).

Por otro lado, VoCes-19, proyecto que busca hacer visibles las preocupaciones y problemáticas enfrentadas por jóvenes y adolescentes a consecuencia de la pandemia de COVID-19, realizó una encuesta aplicada en línea para personas de 15 a 24 años en noviembre de 2020, y los resultados indican que 64 por ciento de las adolescencias y 71 por ciento de las juventudes presentan síntomas de depresión o una afección ligada a la salud mental.

El doctor Zarco dice que en ESPORA, se han percatado de que el desarrollo académico y social de la población estudiantil se ha visto afectada por el consumo de sustancias psicoactivas y la presencia de ansiedad o depresión derivadas del periodo pandémico.

Los datos arrojados por el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones 2023, organismo creado por la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones en México, tiene como objetivo brindar información confiable y comparable sobre salud mental y consumo de sustancias psicoactivas en el país. Indica que México atraviesa por una alerta de sanidad por el consumo de sustancias que se ha elevado por la pandemia.

Con datos del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones 2023 las personas usuarias de sustancias psicoactivas que demandaron tratamiento por el consumo de estas, tuvieron una edad promedio de 29 años y 83.7 por ciento fueron hombres y 16.3 por ciento mujeres, equivalente a 167 mil 905 personas. El estudio informa que los porcentajes de las personas que buscaron atención por el consumo de sustancias como las metanfetaminas, éxtasis o estimulantes de uso médico equivale al 46.2 por ciento de los casos, seguidos del alcohol con el 24.6 por ciento y la marihuana con el 13.3 por ciento de los casos demandantes. 

Con el tratamiento, la visión de las dependencias de salud pública en la atención integral de la salud mental y las adicciones, se han consolidado los 335 Centros de Atención Primaria en Adicciones en Centros Comunitarios de Salud Mental y Adicciones que existen en el país, que tienen el objetivo de brindar servicio a la comunidad con miras en la salud mental y, ahora, con el consumo de sustancias.

En la UNAM, hasta ahora, cerca de mil 300 estudiantes han recibido ayuda en ESPORA, desde el año 2011. El Espacio ha reportado que el 75 por ciento de las personas que han acudido presentan mejoría en su bienestar emocional y académico.

La evidencia acumulada, dice el Dr. Zarco, muestra que los desafíos psicológicos y emocionales son constantes entre la población estudiantil , y que su impacto no se limita al ámbito individual sino que tiene implicaciones profundas en la propia Universidad. Un cerebro agotado, dice, no puede aprender.