El sonido de la alerta sísmica interrumpió el Congreso “México a través de los sismos”.
Un sismo de magnitud 7.7, con epicentro en Coalcomán, Michoacán, sorprendió a la audiencia reunida en el Colegio de Ingenieros Civiles de México, al sur de la Ciudad de México, en la alcaldía Tlalpan. La ironía de la situación nos hizo dudar por un momento a todos —científicos, académicos y estudiantes— sobre lo que parecía estar ocurriendo. “¿Esto es real?” Pero la alerta continuó sonando.
Pasaba la tarde del lunes 19 de septiembre de 2022 cuando el sismólogo Ramón Zúñiga, del Centro de Geociencias de la UNAM, explicaba frente a sus colegas el Nuevo Catálogo de Sismicidad. “A muchos les llega la pregunta de por qué tiembla en septiembre”, señalaba el académico, para luego presentar una gráfica de los sismos magnitud mayor a siete en la escala de Richter por mes. De acuerdo con el experto, si bien septiembre tiene una frecuencia de sismos más alta que el promedio, en realidad los movimientos telúricos son más frecuentes en diciembre.
Pero la alerta sísmica interrumpió y aquello no era un simulacro.
Con calma, los expertos desalojaron el inmueble. Las salidas de emergencia se abrieron oportunamente y mientras avanzamos hacia la calle, un asistente del Congreso dijo: “Ayer soñé que temblaba”, a lo que una mujer respondió con incredulidad “está sonando la alerta”.
Tanto Shri Krishna Singh, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, como Karen Pérez, estudiante de doctorado en la misma dependencia, dijeron sentirse tranquilos de que la evacuación ocurriera sin contratiempos. También porque, explicaron, nos encontrábamos en la “zona dura” de la CDMX: un territorio cubierto de basalto, una roca volcánica que ayuda a tener menores intensidades sísmicas. Sin embargo, Karen se preguntaba cómo estaría su familia, radicada en Oaxaca y en Querétaro.
Mientras se inspeccionaba el edificio antes del reingreso se vieron algunas sonrisas nerviosas entre los sismólogos. “¿Esto es real?”, nos preguntamos de nuevo. Notamos los cables moviéndose.
Ramón Zúñiga, uno de los más grandes expertos del país en estadísticas de sismos ocurridos en México, nos confesó que nunca había calculado la nanométrica posibilidad de que sucediera un tercer sismo de magnitud mayor a 7 en 19 de septiembre.
—En ningún país, en ningún lugar del mundo, ha existido esto —puntualiza Zúñiga—. Realmente es inusitado desde el punto de vista de la probabilidad, un evento muy muy muy poco probable.
Por tercera ocasión la Ciudad de México fue sacudida en un 19 de septiembre por un sismo de magnitud mayor a 7. En Twitter se desató una discusión para calcular la probabilidad de este evento, con la mayor exactitud posible. Usuarios como Luis Mochán, físico por la UNAM, o Arturo Erdély, explicaron que, en la más sencilla de las estimaciones, si suponemos que ocurre un sismo de magnitud mayor a 7 cada año, la probabilidad de que eventualmente sucedan tres sismos en una cualquier fecha, pero es terriblemente baja: 1 en 133,255 o 0.00075%. El 19 de septiembre representa esa ínfima probabilidad.
Esta vez, una marginal, pero mítica probabilidad abofeteó la confianza que nos han dado los datos y la ciencia.
Sin embargo, para los especialistas y asistentes del Congreso este evento no pudo ofrecer más que la más irónica y anecdótica de las coincidencias sísmicas. Insisten, por ejemplo, en que si se tuvieran datos de, cuando menos, tres siglos y se graficaran, uno encontraría que todos los meses tienen la misma frecuencia de sismos mayores a magnitud siete, sin que se definiera un “mes sísmico” en particular.
Al volver al edificio los expertos tomaron sus asientos y retomaron el Congreso. “Debemos agradecer al doctor Zúñiga por este momento”, abrió risueñamente su participación el siguiente ponente, Leonardo Ramírez Guzmán, sobre el comentario que relaciona sismos y septiembre.
No obstante, antes de continuar con la siguiente ponencia, una segunda discusión comenzaba:“¿Magnitud? ¿Cuál fue la profundidad? ¿Qué dice el sismológico de la aceleración?”. Con una energía renovada en el aire, cada especialista mostraba su teléfono y se comparaba la información reportada por el Servicio Sismológico Nacional y observatorios de otros países.
Para Zúñiga, el poder aprovechar el avance de la sismología es lo que genera este entusiasmo vertido en el auditorio.
“Cuando me inicié como sismólogo, ni en mis sueños más guajiros hubiera pensado que tendría en mi teléfono la información de un sismo que acaba de ocurrir. Toda la información en la palma de mi mano, en cuestión de minutos. Si eso me hubieras dicho hace veinte años yo te hubiera respondido: ‘Es imposible’”, cuenta con emoción y agrega que el avance de la ciencia y la tecnología de los sismos le da cierta esperanza sobre la próxima vez que tiemble un 19 de septiembre.
Hasta el próximo Congreso.