Veganismo a 15 pesos. ¿Quién dijo que la lucha no se come?
“El veganismo significa una posibilidad y una rama de posibilidades que me estoy perdiendo porque no soy vegano”, dice Juab. (Foto: Sofía Santiago).

Tuki revuelve una olla humeante en la cocina del Comedor Popular Vegano de Filos. Afuera, en los ventanales de la Okupa Che, las pintas de protesta enmarcan el vaivén de platos y cucharones.

“Uno de los ejes principales del espacio es que todo lo que se hace acá es de alguna manera político”, dice, sin dejar de mover la cuchara.

Ollas y comales sobre las hornillas de la cocina del Comedor Popular Vegano de la Okupa Che. (Foto: Sofía Santiago).

El comedor está en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dentro de la Okupa Che, un espacio tomado por estudiantes. Aquí, cada martes, Tuki cocina menús veganos a bajo costo.

“No estoy segura si tiene 20 años o va para 20, pero seguro 15 años”, dice sobre la historia del comedor.

En sus inicios era vegetariano, pero tras la pandemia y el alza en los precios de los insumos, se tomó la decisión de hacerlo vegano. “Sale más barato y politiza más el proyecto”, explica.

Tuki sostiene un plato de sopa de verduras, la sopa del menú del martes. (Foto: Sofía Santiago).

Sirven unos 50 menús al día. “De esos menús, 5 pesos de cada comida se van para los presos o para algún proyecto que se esté apoyando”.

Lo que Tuki sabe de cocinar, lo exploró  aquí, en la Okupa Che. “No aprendí con mi mamá, yo era rebelde”, bromea sobre los años en que estudió la secundaria y la prepa en la UNAM. 

Cuenta que aquí en la Okupa, un compañero con un padre chef le reveló los secretos de mercar y a planear menús. “Él me enseñó cómo ir a comprar a la Merced, a la Central de Abastos, cómo hacer mi compra, cómo organizar todo el menú”.

Las tortillas y las papas separadas por los comales se juntan en los olores del menú del día en el Comedor Vegano. (Foto: Sofía Santiago).

Luego se fue a estudiar Antropología a la UAM, pero nunca se alejó, más que por temporadas, de este comedor.

Hoy, esa experiencia le permite alimentar a decenas de estudiantes con platillos accesibles y nutritivos.

Además de cocinar, Tuki se encarga de comprar los insumos y planear el menú de los martes: “Aprendes a hacer todo, desde elegir jitomates hasta servir comida para un montón de gente sin que falte”.

Un taco lleno de guiso vegano que come Juab en el Comedor Popular Vegano. (Foto: Sofía Santiago).

No es solo un pedazo de carne

En la mesa del comedor, Cess parte una tortilla y la llena con el guiso del día. Es estudiante de Ciencias Políticas y vegana desde hace cinco años. “Para mí, no es solo un pedazo de carne. Es alguien que fue asesinado, torturado, cortado en cachitos para que lo puedas disfrutar”.

Una ventanita entre la cocina del Comedor Popular Vegano y las mesas, asoma a Cess. (Foto: Sofía Santiago).

Para ella, el veganismo también es un posicionamiento político. “Es cuestionar lo que comemos y de dónde viene”.

Dice que su decisión de volverse vegana estuvo motivada por el feminismo y la lucha antiespecista. “Creo que sí es necesario empezar a plantear comedores veganos, por ejemplo, en estas becas alimenticias, que haya mínimo opciones, ¿no?”.

Juab, estudiante de administración en el sistema universitario abierto, también asiste a este comedor. No es vegano, pero aprecia el espacio.

“El hecho de que existan este tipo de comedores me parece increíble, algo fascinante. Siempre que vengo me siento agradecido porque, además de que está rico, es muy accesible”.

“No necesito respeto para mí, sino para el animal”, señala Cess (Foto: Sofía Santiago).

Juab reconoce que llevar una alimentación balanceada no es sencillo. “Soy del Estado de México y es un poco inaccesible, sobre todo cuando no tienes el apoyo de tu familia”. Dice que trata de reducir su consumo de carne cuando puede, pero no siempre es fácil. “A veces solo te comes lo que hay, y ya”

En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, algunas organizaciones estudiantiles han promovido ollas populares como respuesta a los altos costos de la comida.

“Básicamente se organizan para tener un montón de comida, cocinarla chido y que cueste 15 pesos, en lugar de pagar 50 pesos por comer bien”, cuenta Joselin, estudiante de antropología social y otra de las usuarias del comedor.

Para ella, las ollas populares son sobre todo una forma de hacer comunidad: “Cocinar entre compas para que nadie pase hambre”.

El taller de cocina basada en plantas

Ángela, estudiante de Ciencias de la Comunicación, imparte un taller de cocina basada en plantas en el Salón Popular Frente Estudiantil Revolucionario, otra Okupa estudiantil. “Soy vegetariana porque me cuesta dejar lo que me es más accesible, como el queso y el huevo”, explica.

Ser vegetariana significa que aún consume productos de origen animal, excepto carne, mientras que el veganismo implica eliminar por completo cualquier alimento derivado de animales.

“No es solo dejar la carne, es saber qué comer para que no te dé el bajón”, dice Ángela. (Foto: Sofía Santiago).

La idea del taller surgió al notar que muchas personas no adoptan el veganismo simplemente porque no saben cocinar. “La gente sabe sobre vegetarianismo y ecología, pero no sabe cocinar o le cuesta organizarse”. 

En su taller, Ángela enseña a planear menús, hacer listas de mercado y aprovechar ingredientes de temporada. “Hay frutas y verduras que son más baratas en ciertas épocas, y con eso ya te das una idea de qué puedes hacer de comer”.

También comparte videos, recetas y estrategias para alimentarse con un bajo presupuesto. “Cocinar es fácil, basado en plantas es más sencillo de lo que creen”. Los participantes del taller además comparten tips para sobrevivir con poco presupuesto.

Ángela y las participantes de su Taller de alimentación basada en plantas. (Foto: Sofía Santiago).

Para quienes asisten al taller, como Cess, el veganismo es más que una elección alimentaria; es un acto vinculado a su posicionamiento social. La alimentación vegana es  una manera de alinear su consumo con sus ideales. 

“Si solo luchamos por los seres humanos, no vamos a llegar a ningún lado”, dice Cess y se va a su taller de danza contemporánea después de comer con Tuki.

En su entorno cercano, Cess cuenta que amistades y familiares han reducido su consumo de carne después de conversar con ella: “Nunca obligo a nadie, pero si me preguntan, explico por qué lo hago y a veces eso hace que lo piensen.”

En la cocina del Comedor Popular Vegano, Tuki deja el cucharón sobre la mesa y se seca las manos en su delantal. Afuera, en la Okupa Che, el olor de la comida se mezcla con el eco de las conversaciones que llenan el comedor. En Polakas, Ángela cierra su libreta después de su taller, mientras en otro punto del campus una olla popular hierve a fuego lento. 

En un mensaje de WhatsApp que circula entre los estudiantes, alguien reenvía un folleto virtual que invita a la cocina de Tuki con esta frase: “si estudiamos, es porque ya comimos”.