Alma Delia Murillo y Lucía Lagunes comparten su experiencia en torno a la violencia de género en redes sociales.
Alma Delia Murillo, novelista y periodista de opinión, le enseñó a un perito cómo usar Twitter, para demostrar ante el Ministerio Público (MP) que había sido víctima de violencia digital. El funcionario le respondió que eso era “normal”. Que es “lo común” recibir agresiones desde diversas cuentas de redes sociales.
“Queremos contarles que ser mujer y escribir trae costos emocionales tan altos que, a veces, nos planteamos dejar de hacerlo. Pero también queremos que tenga un costo para los agresores, quienes desde la comodidad del anonimato y con la certeza de que no habrá consecuencias, nos atacan brutalmente”.
Es el penúltimo domingo de abril y Alma Delia Murillo, autora de La cabeza de mi padre (2022), conversa con Lucía Lagunes, directora de Comunicación e Información de la Mujer (Cimac), en la mesa coordinada por Corriente Alterna para la Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM: “Bots, estigmatización y cancelación: violencia digital que viven las mujeres que hacen periodismo”.
Son las once de la mañana y no hay sillas vacías en el Foro Imaginación, ubicado en la explanada del Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Las personas se detienen en cuanto escuchan la voz de Alma Delia, levantan la cara y confirman que es ella: lleva puestos unos converse y luce una blusa larga color vino.
“Le pregunté a otras compañeras que estaban en una situación similar y todas nuestras historias se parecen… No soy la única, esto es un fenómeno real y lo mío es bien chiquito comparado con periodistas mujeres en riesgo de perder la vida o que la han perdido”, dice Murillo, también autora del blog “Posmodernos y Jodidos”.
Diana Juárez, moderadora de la mesa y coeditora de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de Cultura UNAM, toma como punto de partida el estudio “Palabras impunes: Estigmatización y violencia contra las mujeres periodistas en México 2019-2022”, realizado por Cimac, la primera agencia de noticias con perspectiva de género. Ahí se documenta que las mujeres en la fuente política son las más agredidas, con 45.63%; después están quienes cubren “sociedad”, con 41.32%; las reporteras de asuntos de seguridad llegan a 4.95% y las dedicadas a temas policiacos, 3.52%.
El megáfono de la violencia
Lucía Lagunes, también conductora del programa “Análisis feminista”,en Violeta Radio, explica que en el escenario actual ya no se trata solamente de las amenazas escritas ni de los “sobres” donde venían éstas o fotografías que llegaban a las casas de las periodistas, como hace diez años. Ahora, “las redes sociales multiplican el mensaje violento e intimidante con insultos sobre el cuerpo, la edad, la apariencia de las mujeres, cosa que no sucede con los hombres”, dice la directora de Cimac.
En 2020 Alma Delia Murillo tuvo que lidiar con este tipo de violencia tras la publicación de su artículo “Fuenteovejuna y el candidato”, donde criticó la ratificación del actual senador de Morena, Félix Salgado Macedonio, en 2021, como candidato como gobernador del estado de Guerrero, pese a las denuncias en su contra como presunto violador y la consecuente oposición de más de 100 diputadas de su propio partido a ello. Lo que derivó en que su hija, Evelyn Salgado, asumiera finalmente la candidatura, y posteriormente a asumir dicha gobernatura.
“El sesgo de las mujeres siempre pasa por este terreno del cuerpo, de lo sexual, de la descalificación sólo por ser mujer. Nadie me escribió argumentos, todo fue puta, zorra, mal cogida, cállate, te voy a coger”, relata Alma Delia.
Al final, el INE le retiró la candidatura a Salgado Macedonio por faltas administrativas: no presentó su informe de gastos de precampaña.
Según el estudio de Cimac, 39% de los ataques digitales contra mujeres periodistas son efectuados por personas usuarias de redes sociales: 19%, por funcionarios públicos; 11%, por funcionarios particulares; 10%, por cuentas falsas o bots, y 7% por integrantes de partidos políticos.
“El incremento en la violencia de género tiene un propósito fundamental: acallar las voces en el mundo digital, expulsarnos para que no digamos nada. Pero, por suerte, no nos vamos y no nos vamos a ir. De una vez que lo sepan”, sentencia Lagunes ante la audiencia.
El acompañamiento colectivo como protección
“¡Esto habla de mi equilibrio emocional!”, exclama Alma Delia Murillo al momento de ver a un gran danés que se abre paso entre las sillas del foro y le roba el aliento. “¡Vean a ese perro, por favor!”, ruega a las más de cuarenta personas que interrumpen su reflexión sobre la violencia digital.
En 2021 Alma Delia y otras periodistas, como Denise Dresser, Gabriela Warkentin y Pamela Cerdeira, lanzaron el hashtag #MiPrimeraAmenaza, con el cual hicieron evidentes sus experiencias en el contexto de la violencia de género.
“Siempre es mejor ir juntas. Eso deja claro que no se trata sólo de ti, sino que está ocurriendo algo sistémico; y, por otro lado, te protege para ‘repartir los chingadazos’, así lo decíamos”, comparte la escritora.
Tras el surgimiento del hashtag, medios de comunicación y organismos internacionales dieron visibilidad a la situación y exigieron protección a su libertad de expresión. Organizaciones como Artículo 19 se acercaron a ellas.
Desde Cimac se documenta, a detalle, lo que ocurre con las mujeres periodistas y brinda acompañamiento de manera integral y con un enfoque feminista a quienes lo soliciten.
“Trabajamos en colectivo la parte emocional porque, cuando se dan cuenta que no son las únicas y escuchan del dolor y del desplazamiento que vive la otra, les da fortaleza para seguir adelante”, explica Lucía Lagunes.
Las amenazas y los insultos provocan una suerte de autocensura como estrategia para evitar la exposición de la salud mental. Las mujeres periodistas y los medios de comunicación hechos por mujeres, se han insertado en un terreno masculino, donde “las emociones no son bienvenidas” y no existen protocolos adecuados para atender la violencia, coinciden Lagunes y Murillo.
“Lo esperanzador es que a pesar de todo seguimos hablando, vamos de a poco a poco, pero abriendo espacio a nuevas generaciones y a todo tipo de temas”, dice Alma Delia.
Las violencias cotidianas que obstaculizan la denuncia
En 2016 el diario británico The Guardian realizó una investigación de datos en la que recuperó 70 millones de comentarios hechos en sus publicaciones digitales desde 2006. Encontró que, de los diez periodistas más insultados, ocho eran mujeres y dos mujeres afrodescendientes, mientras que los diez menos insultados eran hombres.
En esas coordenadas, el citado informe de Cimac se registra que hay una estigmatización hacia las mujeres periodistas. De acuerdo con Lagunes: “Cuando las periodistas o columnistas asisten a denunciar, se les trata diferente que a los hombres. Si tiene una apariencia joven, les dan un trato infantil. Pero si lucen algunas canas, les llaman ‘madrecitas’. No las nombran por su profesión: no son periodistas, reporteras, escritoras”.
“Esto provoca que, siempre, esté en tela de juicio si nosotras estamos escribiendo, pensando, por nosotras mismas. Se piensa que hay alguien, normalmente un hombre, que nos está diciendo qué decir. Se nos niega la capacidad de pensamiento propio porque somos ‘títeres’. El estigma se va construyendo”, subraya Lagunes.
Lo que ocurre en el mundo digital no es ajeno a lo cotidiano, se reflejan y alimentan. “A las mujeres las atacan por ser mujeres, no por lo que escriben; basta con un insulto desde el anonimato para provocar una ola de violencia de género”, señala Lagunes. Frente a esto, las dos insisten: “No nos van a callar”.
Al ampliar el relato de su experiencia ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (Feadle), Alma Delia concluye: “Casi me dijeron: ‘Señora, váyase a su casa, esto es pan de todos los días’. Me ofrecieron una terapia… ¿Cómo me voy a tomar en serio el ofrecimiento de una terapia psicológica, cuando estaba denunciando por un delito a través de redes sociales y le tuve que enseñar al perito a usar Twitter?”.