Como estudiante universitario escuchar la pregunta “¿y para cuándo el título?” es una señal de alarma, señal de que la beca papás está por terminarse.
“- Ya terminé la carrera
– Ay, qué bien, ¿y el título?
– No, momento. Ya terminé las materias, solamente este… me falta el título.
– ¿Cuánto tiempo más te tengo que mantener?
– Pues yo creo que un año o dos”
Así ejemplifica Luis Fernando, estudiante de último semestre de la Facultad de Derecho de la UNAM, las conversaciones que muchos universitarios tienen con sus padres luego de terminar sus estudios.
Titularse no es solo un trámite: representa un reto para quien lo emprende. Por eso, no es extraño que las historias de titulación se cuenten como gestas heroicas y relatos de valentía.
“La verdad es que me titulé gracias a mi mamá que sí me estuvo presionando, me decía ‘el título nunca sobra, ¡titúlate chingada madre!’”, cuenta Montserrat, quien después de siete años de concluir sus créditos en FES Aragón, finalmente logró el preciado documento.
Las diferentes caras de la titulación
Para quién aún no ha vivido este proceso, la experiencia puede resultar fascinante. “Es una ceremonia muy solemne. Ingresas y ves el nerviosismo, pero también la alegría, como de una paz, pero también una incertidumbre tremenda”, relata Luis Fernando, a quién le bastó con asistir a un examen profesional para decidir titularse por tesis.
Quien ha logrado titularse dice que el proceso puede robar la tranquilidad y la oportunidad de disfrutar los logros personales. “Cuando nosotros estamos ya en un proceso de titulación deberíamos sentirnos como emocionados y felices de que estamos cerrando una etapa, sobre todo hablando de formación profesional y creo que los trámites, a veces, no ayudan a abonar a esa emoción, sino que más bien te tensan, te estresan”, afirma Diana, con la experiencia de haber vivido la titulación en dos ocasiones —primero en licenciatura en la FES Iztacala, después en posgrado en la Facultad de Psicología—.
Bere, recién titulada de maestría en la UNAM, también imaginaba su examen de titulación como un momento de disfrute —el cierre de otra etapa académica— pero la experiencia resultó distinta. “…fue un proceso muy tedioso, yo lo que quería era que ya acabará. Llegó un momento en el que era como de ‘ya por favor, que esto termine’”.

Más caminos, ¿mismas trabas?
De acuerdo con la Dirección General de Administración Escolar (DGAE) de la UNAM, en 2024 se titularon 26,063 estudiantes de licenciatura. Sin embargo, las cifras no especifican cuántas personas egresadas pertenecen a la generación de ese año. Del total de egresados de licenciatura desde 2012 hasta 2024, el 32% —equivalente a 139,657 estudiantes— no ha logrado titularse. En otras palabras, casi uno de cada tres egresados no consigue concluir su proceso de titulación.
El Plan de Trabajo para la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México 2023-2027, elaborado por el Dr. Leonardo Lomelí —actual rector de la universidad—, reconoce la necesidad de agilizar y simplificar este proceso.
En la UNAM, existen diversas formas de titulación: tesis, tesina, práctica profesional, extensión de conocimientos, diplomado, examen de conocimientos generales, entre otras. Bere cree que esta variedad de opciones responde a la inquietud de la universidad de que la comunidad estudiantil no se está titulando, pero aclara que esto no es suficiente. Ella considera que “hace falta acompañamiento, no más formas de titulación”.
Para Diana, la elección de la forma de titulación está determinada por el tiempo y los recursos económicos, ya que muchos estudiantes necesitan incorporarse al campo laboral tan pronto terminan sus clases. “Si tengo que ir a trabajar, ¿cuándo hago mi experimento o mi investigación para la tesis? ¿En qué momento busco un espacio para escribir? ¿En qué momento saco dinero para mi casa y dinero para pagar un diplomado?”, se pregunta.
Los desafíos invisibles de la titulación
Montserrat, Bere y Diana, identifican cuatro obstáculos a los que la comunidad estudiantil debe enfrentarse durante su proceso de titulación:
- Manuales y procedimientos que carecen de claridad. “No te dice el orden, o sea, a mi parecer no es tan fácil identificar en qué orden puedes agilizar o sacar los documentos”, menciona Diana.
- Estado de ánimo de profesores y personal administrativo. “Es ajustarse a sus tiempos. Incluso hasta si la persona está de buenas o de malas ese día, es el tipo de respuesta o el tiempo que van a tardar en responder”, afirma Bere.
- Tiempo de espera en la revisión de estudios de la Dirección General de Administración Escolar. “Que se haya tardado dos meses —revisión de estudios— a mí sí me desesperó porque yo decía ‘todo está bien, ¿por qué te estás tardando tanto?’ […] Se me hace mucho porque no creo que nos estemos titulando tantos”, cuenta Montse.
- Cultura académica. “Es un tema de la cultura académica que hay, creo que no te enseñan o no te preparan para que te puedas titular a tiempo. Está mucho esta creencia —un poco irracional— de que te tiene que costar sangre”, explica Bere.

Requisitos inflexibles; errores imperdonables
Este proceso es frágil y una equivocación puede salir cara, por ejemplo, Montserrat relata que, tras haber cometido un error —escribir una mayúscula en lugar de minúscula— en uno de sus documentos , tuvo que negociar con servicios escolares para evitar comenzar el trámite desde cero:
– Tienes que iniciar el trámite de nuevo. Todos los documentos tienen que estar parejos
– No, cómo creen. Tiren paro, échenme la mano.
Montserrat considera que estos obstáculos burocráticos son los que entorpecen el proceso de titulación. “A mí me pasaba que luego tenía que ir, yo vivo a 2 horas de la facultad, 2 horas de ida y dos horas de regreso y me pasaba que tenía que ir por un documento. Tenía que invertir 4 horas de mi día en ir a recoger solo un documento”, relata.
Para Bere, estos requerimientos son tediosos y algunos absurdos. “Te piden documentos que ellos mismos emiten o te piden cosas que no son claras […] El hecho de que tengas que meter los datos tantas veces en diferentes plataformas, lo hace tedioso; el tipo de información que te pide. O sea, ¿por qué te pide el promedio? si al final quien te dio el promedio es la UNAM”.
Lo que hace falta para lograrlo
Diana, cree que las y los estudiantes no denuncian las situaciones que enfrentan durante este trámite por miedo. “Muchas veces no metemos reportes o no hacemos este tipo de señalamientos —de un maltrato por parte de los comités, incluso de los propios administrativos— por el miedo a tener represalias que vayan a truncar el trámite de titulación, porque se ha visto que cuando lo hacen la UNAM no hace nada”, afirma.
Esta situación, según Diana, refleja la importancia de contar con el respaldo de personas —profesores y administrativos— que te apoyen y acompañen durante este trámite. Aunque, encontrar ese apoyo parece una cuestión de suerte, por lo que reconoce “no todos tienen la misma suerte, por eso la UNAM debe trabajar para que procesos así, sean una tendencia”.
Bere y Montse coinciden en que es importante contar con personas que acompañen el camino y “sensibilizar a todos los involucrados en los procesos de titulación, tanto los profesores como la secretaria que te recibe documentos. Sensibilizar a todos de la importancia de facilitar estos procesos para los estudiantes”, concluye Bere.
Al final, la cosa es disfrutar el proceso de titulación, nos dice Luis Fernando, “elegir el tema que te gusta, la modalidad que te gusta, saber que lo que estás haciendo es lo que en verdad te apasiona, te gusta. […] casi casi si tu sueño frustrado fue ser astronauta, pues haces la práctica profesional en la ciencia espacial mexicana porque al final de cuentas es lo que te gusta y vas a disfrutar mucho mejor el proceso”.
Porque el título es solo un papel, pero la experiencia es lo que se queda. Y si no es así, entonces, ¿para cuándo el título?