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Crónicas de la periferia: Las Golondrinas

Sandra Itzel Ramírez Carrera, becaria / Corriente Alterna el 17 de mayo, 2020

Las Golondrinas: precariedad en resistencia

En el municipio de Ecatepec, la colonia Golondrinas resiente los efectos de la pandemia con sus calles y locales cada día más vacíos.  Los vecinos intentan mantener un ritmo de vida normal, aunque están condenados a una salud precarizada por las condiciones de higiene a las que siempre han estado expuestos.

Las calles sin pavimentar, cuyo polvo penetra en las vías respiratorias, se tornan más desérticas cuando no hay niños corriendo. El barrio de Las Golondrinas perdió su fluidez en las últimas semanas de marzo, cuando se anunció el cierre de las escuelas por la pandemia del nuevo coronavirus. A partir de entonces, el sonido de las mochilas de llantitas que arrastraban con orgullo los niños cedió el paso al ruido del revolotear de las palomas. 

Desde las azoteas, el panorama es similar. Las casas apenas se distinguen por sus zaguanes, pocos hogares se encuentran pintados o incluso terminados. Las rejas mal colocadas, las láminas oxidadas y las mantas con propaganda de candidatos a puestos de elección popular forman parte de la fachada de cada calle.

La colonia Golondrinas se encuentra en el límite entre los municipios de Ecatepec y Coacalco, en el Estado de México. De acuerdo con  cifras del Consejo Nacional de Población (CONAPO) en 2015, el municipio de  Ecatepec contaba con un total de 1,699,737 pobladores. En 2014, Las Golondrinas tenía apenas 600 habitantes. Ecatepec, se ha posicionado ante los ojos de la opinión pública como el centro del infortunio social, ya que el municipio se caracteriza por presentar altos índices de violencia.

En Ecatepec, los habitantes están acostumbrados a mirar de reojo por encima del hombro para asegurarse que nadie los sigue y a traer un celular de repuesto por si son asaltados en el transporte público. De acuerdo a reportes de incidencia delictiva, tan sólo en el año 2017 fueron registrados 3,831 robos con violencia a transeúntes y 516 a transportistas.  

La situación es especialmente difícil para las mujeres, pues Ecatepec es considerado uno de los municipios con mayor índice de violencia de género. En el año 2015 fue declarada la Alerta de Género en el municipio; más tarde, en 2019, se declaró una segunda alerta haciendo un especial llamado a la resolución en las desapariciones de mujeres y niñas. En el año 2020, el Estado de México ha registrado un aumento del 74% en violencia familiar, un 25% de abuso sexual, 55% en feminicidio y un 106% en acoso sexual.

Con la cuarentena, la movilidad en Golondrinas no desapareció del todo. Desde las 4:30 de la madrugada comienzan a encenderse las luces de las casas. Entre 5 y 5:30, en la Calle Hortensias se escuchan los pasos apresurados por el temor de la oscuridad apenas aplacada por un escaso  alumbrado público. La gente sigue saliendo a chambear. En la colonia abunda el comercio informal y las personas apenas se permiten parar.

A 1.4 km y 850 mts respectivamente, se encuentran las avenidas Recursos Hidráulicos y Presidentes de Coacalco, principales rutas del transporte público que lleva a otros municipios del Estado y a la Ciudad de México. A ellas acuden diariamente habitantes de la colonia para dirigirse a su trabajo. El tiempo en promedio que tarda una persona de Las Golondrinas en llegar a su destino, varía entre los 40 minutos y las dos horas. Los caminos al Metro Indios Verdes y a municipios como Naucalpan y Tlalnepantla son los más extensos. 

Los afortunados que optan por quedarse en casa miden el día por los horarios en los que se escuchan los gritos de los vendedores de la colonia. A mediodía pasa el cloro, a las cinco de la tarde el pan, a las ocho, para la cena, los esquites. Así transcurren los días sumergidos en la monotonía. La discusión de unos vecinos en medio de la calle parece ser el evento estelar de la semana, aquel que por una mañana cambia el tema de conversación en el desayuno. 

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La contingencia sanitaria por la que atraviesa el mundo sugiere, cada día con más dureza, un cambio en las medidas de higiene. Esta se convirtió en uno de los mayores requisitos para evitar el contagio de coronavirus. Sin embargo, en una colonia a la que apenas llega el suministro de agua, la higiene se vuelve una regla difícil de cumplir. 

Las Golondrinas, al igual que otras colonias en el Estado de México, se construyó desde los cimientos careciendo de los recursos básicos. Antes del 2006, los habitantes estaban acostumbrados a perseguir las pipas de agua para conseguir cubetas y a colgarse de los postes de luz para alumbrar sus cenas con pequeños rayos de luz. Entre 2006 y 2008 la realidad comenzó a cambiar, y consiguieron una mejora en el suministro de agua, luz e instalación de drenaje. Sin embargo, las condiciones no son las mismas para todos, y el suministro de agua sigue siendo inestable para aquellos que no cuentan con un tinaco fijo. 

Los pobladores se han acostumbrado a la presencia de perros y gatos callejeros, al polvo de las casas en obra negra y las calles sin pavimentar, al hedor que desprende el Canal de Cartagena –un canal de aguas negras a cielo abierto–  luego de una tarde de lluvia y a las esquinas abarrotadas por cúmulos de basura. Cuando se llega a Las Golondrinas, las vías respiratorias son condenadas a estar perpetuamente irritadas. Acostumbrarse implica sentir la tos, la gripa y el ardor de ojos como parte de la cotidianidad. Fuera de la Ciudad de México, la periferia se torna nublada ante la falta de información concisa por autoridades municipales y locales. El “quédate en casa” resuena en los oídos de la gente como una frase indeseable que se desecha rápidamente al sustituirse por “eso es un invento”. 

Las Golondrinas tendrá que sobrellevar la cuarentena como lo ha hecho siempre: resistiendo. Sin dejar de apresurar el paso por las noches y madrugadas, sin dejar de chiflarle a los mototaxis, sin dejar de escuchar a la banda de rock ensayar los sábados. Los habitantes seguirán portando mal el cubrebocas y dejando salir a los niños para que echen carreritas en sus bicicletas. 

El Mercado Condesa, uno de los principales suministros de alimento de Las Golondrinas, empieza a acatar las medidas de prevención para evitar su cierre. La Bodega Aurrera –ubicada a 900 metros del barrio– ya sólo permite el ingreso de  una persona por familia. De cinco clientes que pretenden entrar, tres reclamarán al policía por “payaso”; y por lo menos uno se quejará de lo largas que se ven las filas de pago, ahora que entre personas se sugiere guardar un metro de distancia. 

Con los días se pierden las miradas de extrañeza sobre quienes portan cubrebocas. Las personas que salían en grupo para hacer la despensa ahora se convierten en pares y los rostros antes dotados de esperanza abren paso a la incertidumbre.

En Las Golondrinas abundan los comercios locales: las tiendas en cada cuadra, las estéticas y barberías, papelerías, dulcerías, cafés internet, verdulerías y heladerías. Todas están afectadas por la escasez de gente en las calles. Si hay un negocio que no se puede paralizar, son los consultorios médicos. El de la Doctora Jazmín se vuelve fundamental para la colonia.  

Frente al coronavirus

Jazmín Mercado Paredes ofrece consultas médicas en Las Golondrinas desde hace seis años. En 2010 comenzó a ejercer la carrera de médica cirujana general, luego de egresar de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. Tres años después, llegó a la colonia e instaló su consultorio particular. Desde entonces, se ha ganado la confianza de los habitantes y procura día con día darles la mejor atención. 

En los últimos días de marzo, Jazmín se encontró por primera vez frente a la Covid-19. Una mujer de 44 años llegó a su consultorio con fiebre y garganta irritada. La mujer era residente de Los Héroes, en Coacalco; localidad ubicada a seis kilómetros de Las Golondrinas. Le diagnosticó infección en la garganta, posteriormente neumonía; pero al saber que la mujer había estado en contacto con extranjeros, Jazmín sugirió a su paciente realizarse una prueba de coronavirus. Resultó positiva. 

Ningún tratamiento hacía mejorar a la mujer; ni los antibióticos ni los retrovirales tenían efecto. La paciente de la doctora Jazmín acudió a una clínica del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en Tultitlán. Allí, le proporcionaron más medicamento y le sugirieron aislarse. Cumplió con las indicaciones y logró la recuperación en casa. En el proceso, la paciente contagió a dos familiares: su esposo y hermano.  

Después de atender a la paciente y una vez que la prueba diera positiva, Jazmín comenzó con los primeros síntomas. Primero los asoció con una alergia frecuente, pero al notar que el cansancio y la fiebre no cedían ante el medicamento, decidió aislarse y cerrar el consultorio por unos días. Cuando los síntomas cedieron, reabrió el consultorio.

Cuando comenzó el brote en México, ella no creía en la enfermedad. Decía “el coronavirus siempre ha existido” y relacionaba los síntomas con los provocados por la influenza. Especialmente porque desde enero del 2020 había recibido en su consultorio alrededor de 20 pacientes diagnosticados con la enfermedad. Veía al virus desde lejos hasta que recibió a su primera paciente diagnosticada. Además, habló con colegas del Seguro Social que le reafirmaron la gravedad del virus y cómo ha sido la actividad en los hospitales públicos.

A partir de este susto, empezó a implementar medidas más rigurosas para el acceso a su consultorio. Luego del aislamiento, las batas, gorros y cubrebocas desechables se volvieron parte de su vestimenta habitual. El olor a desinfectante penetra su consultorio y la botella de gel antibacterial, cada vez más vacía, adorna la entrada.

Jazmín cuenta su experiencia con la enfermedad a los pacientes que recibe durante la contingencia. “Yo creo que la mitad sí cree y la mitad no cree”, menciona. Los incentiva a fortalecer su sistema inmunológico, a ser estrictos con lo que consumen en las comidas, a mantenerse en actividad física y vitaminarse. Algunas personas se acercan con ella por una verdadera preocupación, tener su opinión los hace saber hacia dónde inclinar su creencia.