El jazz mexicano: más vivo que nunca

Poco a poco, los músicos de la orquesta van ocupando sus lugares en el escenario. Algunos ensayan, otros conversan. El primer violín se levanta y pide al oboe un “la”. Cada instrumento se suma hasta quedar en la misma frecuencia. Las luces se apagan en la mítica Sala Nezahualcóyotl. Aparece Vince Mendoza —compositor y arreglista consagrado del jazz, director de una de las orquestas más importantes del mundo. En su mano derecha la batuta. Camina hacia el pódium y sube. En lo alto, batuta y mano izquierda sostienen el tiempo.

Vince Mendoza da inicio a la segunda temporada de la OFUNAM. Foto: Josue Chispan

El jazz se apodera de la Sala Neza. El swing se acelera y desacelera con el vaivén de los violines y chelos, mientras que el piano y el grupo de saxofones se adueñan del escenario conversando a través de solos. 

 Alex Mercado y Tim Mayer conversando entre solos. Foto: Josue Chispan 

Suenan las composiciones de Partido alto***, Noir*, Santa Fe*, El sueño Anáhuac* y Guapanguito**. Aunque las improvisaciones desbordan el recinto, quienes le saben al jazz no gritan ni aplauden entre solos: se alinean a las reglas de silencio de la Sala Neza. Para demostrar que también se puede escuchar jazz sin decir nada. Para que la Sala Neza siga invitando al jazz a sus fiestas.

La música puede carecer de aplausos, no de significados.

Vince Mendoza celebrando al ensamble de jazz. Foto: Josue Chispan

El invitado especial

Inicia la segunda parte del concierto. En la sala una expectativa se mantiene contenida: el invitado especial aún no aparece. El sazón de la abuela, Agave* y Pinot Noir preparan el ambiente. Todo está dispuesto para lo que viene

Llega el turno de Amalayón*. Una luz blanca cae sobre la batería. Se abre la puerta del lado derecho del escenario. Entre aplausos, gritos y chiflidos el público recibe al legendario Antonio Sánchez —uno de los bateristas más influyentes del jazz contemporáneo, cuatro veces ganador del Grammy, causa del lleno total. El ansiado momento ha llegado.

El invitado especial aparece: Antonio Sánchez. Foto: Josue Chispan

Hit-Hat, toms, platillos y bombo le hablan al público en un lenguaje que se entiende en la piel: como un cosquilleo que despierta los sentidos. Antonio hace retumbar la Sala Neza. Cada sonido de la batería confirma que la espera ha valido la pena.

OFUNAM y Antonio Sánchez tocando Amalayón. Foto: Josue Chispan 

A continuación, la última pieza del programa: Minotauro**. Obra que le permitió a Antonio encontrar nuevos caminos como músico y compositor, en la que descubrió la libertad para crear música de la que nunca se avergonzaría.

A ritmo de una alarma, el contrabajo marca el inicio de la pieza —como si quisiera prevenir al público de lo que está apunto de suceder. De forma sutil el sonido de un platillo irrumpe ese ritmo. Ahora, las baquetas de Antonio marcan el pulso de todos los corazones reunidos en la Sala Neza. La pieza termina y el pecho del público aún vibra con los ecos de los baquetazos del Bad Hombre.

OFUNAM y Antonio Sánchez tocando Minotauro. Foto: Josue Chispan

Director y baterista se despiden. Vince abandona la sala pero Antonio aún no ha terminado. Se acerca de nuevo a la batería. Orquesta y público lo miran; todos los ojos en él. El baterista comienza a improvisar. El ritmo de sus baquetas alinea respiraciones y latidos de todos los que están ahí. La Sala Neza se convierte en una olla de presión. El ritmo sube, se condensa, se agita. Cada sonido acumula más tensión. Y justo antes del estallido el baterista termina su improvisación.

Los jazzistas así funcionan, la improvisación es el centro de su música.

 Antonio Sánchez improvisando. Foto: Josue Chispan

El linaje del jazz mexicano

El director vuelve para entregarle al público una pieza más. Ahora de su autoría: Deep Song***. Al termino de la pieza, el público —empalagado de jazz, empalagado de los baquetazos del Bad hombre— no deja de aplaudir. El Día Internacional del Jazz se ha adelantado en la Sala Neza. 

Director y baterista —en el centro del escenario— se funden en un abrazo: como si ese fuera el verdadero acorde final del concierto. 

 Abrazo entre Vince Mendoza y Antonio Sánchez. Foto: Josue Chispan

Pero la celebración aún no termina. Vince y Antonio señalan a personas en el público. Esas personas se ponen de pie, bajan por las escaleras y se acercan al escenario. También se abrazan, también celebran. Son las compositoras y los compositores del programa de esta noche. Son el reflejo de varias generaciones de maestras y maestros, de alumnas y alumnos del jazz de México. Son el linaje del jazz mexicano.

Compositores y compositoras del concierto: Héctor Infanzón, Joselyn Vargas, Rosino Serrano, Jhoely Garay, Mario Santos, José Luis Esquivel y José Gurría-Cárdenas. Foto: Josue Chispan

El primer concierto de la segunda temporada de la OFUNAM, fue más que un encuentro entre el jazz y la música clásica. Fue una celebración de vida: de la vida del jazz mexicano. Porque las composiciones que hicieron vibrar la sala esta noche dejaron claro que este género, en México, está más vivo que nunca. 

*Estreno mundial

**Estreno mundial de la versión sinfónica

***Estreno en México