13 de agosto de 2020; Villahermosa, Tabasco.- Una construcción de concreto gris atraviesa el río Carrizal en los límites de Tabasco y Chiapas: es un bloque de acero de 320 metros de longitud y 29 metros de ancho. De lejos, apenas se nota el metal amarillo de los barandales y el anaranjado de unas puertas que se abren y se cierran de forma mecánica. Así se ve la compuerta El Macayo, un elemento que resulta brusco en medio del verdor de la selva. Esta obra hidráulica interrumpe el curso del agua a voluntad humana: cuando sube el nivel y la capital tabasqueña corre riesgo de inundarse, El Macayo desvía esa agua y provoca inundaciones en territorio chontal.
Desde 2007, el agua de la presa Peñitas –que desfoga al río Carrizal– se desvía a través de la compuerta El Macayo hacia el río Samaria. El Macayo (llamado así por un árbol endémico de la región) forma parte del Plan Hídrico Integral de Tabasco (PHIT) que se construyó en el transcurso de ocho años (2005-2013). Su objetivo original era controlar el flujo del río Carrizal. Pero después del 2007, cuando una gran inundación que afectó Villahermosa devino en un costoso desastre, los planes hídricos se centraron en evitar daños “especialmente a la ciudad de Villahermosa y las zonas aledañas”, tal como lo indica el Libro Blanco Conagua-Ol —documento que deja constancia de las acciones realizadas del PHIT. En él se reitera que la ciudad de Villahermosa es de mayor importancia económica y la más poblada de la entidad.
Esas aguas son desviadas a los municipios de Nacajuca y Jalpa de Méndez. El resultado es la anegación de tierras agrícolas, pérdida de cosechas y enfermedades causadas por encharcamientos. Se trastoca la vida comunitaria y el conocimiento histórico de los pueblos yokot’áno’b —conocidos como chontales.
Cada vez que El Macayo cierra, sólo un 40 % del caudal original seguirá el Carrizal, desembocará en el Grijalva y llegará hasta Villahermosa.
El 60% restante será redirigido al Samaria, afluente de las comunidades chontales. Es más agua de la que necesitan y es la causa de las inundaciones en territorio chontal.
Vivir y convivir con las inundaciones en territorio chontal
Ríos, lagunas, arroyos y más de 300 hectáreas de pantanos atraviesan el territorio chontal que abarca los municipios tabasqueños de Nacajuca, Centro, Centla, Macuspana y Jalpa de Méndez. Aquí, las inundaciones se han presentado siempre, no son algo nuevo. Las personas chontales poseen conocimiento sobre el comportamiento del agua, pero cada vez es más difícil asegurar cuándo lloverá o en qué momento se desbordará algún cuerpo acuático.
Primo Pérez, habitante de Tucta, Nacajuca, una de las comunidades chontales que se encuentra a 22 kilómetros de Villahermosa, lo explica:
—Desde luego, ya con ese conocimiento histórico y natural de las inundaciones, las comunidades que somos básicamente agrícolas establecimos un calendario de producción. Aprendimos a vivir y a convivir con ellas.
Pero desde hace 13 años, con el uso de la compuerta, las inundaciones en territorio chontal se volvieron más frecuentes y el calendario cambió.
Desde el territorio chontal, a diez metros sobre el nivel del mar, los pobladores de Nacajuca, Tabasco, avistan el cielo grisáceo de la tormenta tropical. Y pasa otra vez: en cuestión de horas sus tierras quedan bajo el agua.
No dejó de llover en los últimos días de mayo y en los primeros días de junio. Entre el 30 y el 31 de mayo, el ciclón tropical “Amanda” dejó un acumulado de 305.4 l/m² en Tabasco; mientras que entre el primero y el 7 de junio, la tormenta tropical “Cristóbal” dejó un acumulado de lluvias de 439.1 l/m².
Después de la tormenta tropical, Rosario de Dios espera a que bajen las aguas para visitar su milpa en Tucta, a 36 kilómetros de la compuerta El Macayo. El Samaria está a cinco kilómetros de distancia y cuando el agua sale del cauce, el camino hacia la milpa se vuelve poco transitable. Pese a todo, ella se va, como lo hace casi todos los días. Al llegar ve que hasta árboles de mango y aguacate se cayeron. Tampoco los peces que cría están en buenas condiciones.
—Para mí significa mucho porque es algo que estás cultivando. Cultivar es algo bonito porque me gusta cómo se da en la tierra. [Pero] las inundaciones nos perjudican mucho. Apenas llueve se inunda acá. Antes no, pero ahorita sí; con un día que esté lloviendo fuerte, con una noche, se llena de agua.
Ninguna autoridad lleva la cuenta de los daños
Vicente Hernández no para de caminar en Tucta. Entre inundaciones y pandemia, realiza las gestiones que le corresponden por ser delegado municipal.
—Durante esta época me he dedicado a esta labor, a la casa y al campo —comparte. Porque es una costumbre de vida sembrar maíz y todo lo que tiene que ver con esto.
Cuando es tiempo de cosecha en Tucta, la mitad de la producción es destinada al autoconsumo y el resto se comercializa localmente. Pero si en los cultivos el agua llega hasta las rodillas, como sucede cada vez con más frecuencia, se estropea la cosecha. La soberanía alimentaria de estas comunidades corre peligro.
La milpa se inunda frecuentemente: plantas de maíz, frijol, calabaza, yuca y chile se ahogan. Cuenta Vicente que, tan solo en Tucta, al menos 20 hectáreas de cultivos quedaron bajo el agua entre junio y julio del 2020. En la misma situación se encuentran otras 25 comunidades chontales habitadas por 24 mil 541 personas. No hay registros que muestren con exactitud cuál es la pérdida de cultivos en todo el territorio, pero los pobladores señalan que son cientos de hectáreas.
2007: Aquella gran inundación
Entre octubre y diciembre de 2007, cuando Andrés Granier Melo era gobernador de Tabasco, el 80% del estado se inundó debido al desbordamiento del río Grijalva a causa de la tormenta tropical Noel. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), los daños ascendieron a alrededor de 7 mil 500 millones de pesos. El Comité de Derechos Humanos de Tabasco (Codehutab) sitúa este hecho como el segundo desastre más costoso después del sismo de 1985.
Esta inundación definió el curso del PHIT: desde entonces su desarrollo se enfocó a evitar que se repitiera una afectación similar. Sin embargo, tanto los trabajos de recuperación de entonces, como las obras hídricas posteriores han estado vinculadas a diversos señalamientos de corrupción. En 2014, el exgobernador Granier Melo fue acusado de desviar 215 millones de pesos del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden), destinados a resarcir los daños de la inundación de 2007. En 2018 lo condenaron a prisión por peculado, pero un año después fue absuelto y liberado.
“Hubo saqueo, pero al día de hoy ya no hay responsables. Se llevaron millones de pesos, no aparecieron, ¿dónde quedó el dinero?” dice en entrevista el abogado Efraín Reyes, asesor del área jurídica del Codehutab. De acuerdo con él, ni el PHIT ni las obras posteriores realizadas para evitar más desastres han protegido el territorio chontal. “El objetivo es diabólico al crear esa compuerta”, agrega. “El gobierno ha priorizado la protección de la capital del estado a costa de mantener hundidos a los pueblos indígenas”.
Exigencia y resistencia en la tierra de AMLO
Las comunidades chontales exigen una solución a las inundaciones provocadas. Se organizan ahora como se han organizado antes para cuestionar los procedimientos de Pemex para que no se privatice el agua, para que en las escuelas también hablen yokot’an, su lengua materna.
En la década de 1980, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador inició su trayectoria política en los pueblos chontales. En noviembre de 2019, casi un año después de la toma de protesta de López Obrador, las comunidades enviaron a presidencia y a las autoridades estatales una solicitud de construcción de un bordo.
El documento está firmado por catorce delegadas y delegados municipales que presentan sus nombres para constatar lo que en cada uno de sus pueblos hablan y acuerdan entre sus habitantes. Lo han recibido y sellado el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el Ayuntamiento de Nacajuca. Sin embargo, los pobladores expresan que los sellos nunca han garantizado la resolución.
Escribieron ahí lo que desde el 2007 plantean: “Nuestras tierras sufren un grave perjuicio de inundaciones provocadas o inducidas por el Estado mismo (…) desde que estos ejidos se fundaron los podemos trabajar a medias y no porque seamos ‘flojos’ o haraganes o pedidores, sino porque desde tiempos inmemoriales hemos estado a expensas de las inundaciones.” También dicen: “El Macayo para nosotros significa destrucción, terror y maldad, estamos totalmente expuestos al incremento del nivel del río”.
Las personas chontales de Nacajuca piensan y sienten que el desvío del agua hacia sus tierras es una muestra de racismo y discriminación, además de ser el reflejo de la poca importancia que se da al campo en México. Requieren respuestas estatales inmediatas. Hasta principios de agosto, afirman, no han obtenido contestaciones concretas, sólo una visita de autoridades de Conagua a algunas comunidades.
Sebastián Ruiz de la Cruz, representante del INPI en Tabasco, dice que está informado sobre la situación en estas comunidades y que se está coordinando para resolverla junto con Conagua y Janicie Contreras, presidenta municipal de Nacajuca. “Ya está a punto de iniciarse”, comenta en entrevista, refiriéndose a la construcción de obras hídricas nuevas. “Muchos de los problemas que hay es una disputa de ciertos intereses pero sí es importante para nosotros estar pendiente en resolver los problemas de la región”.
Por otro lado, Felipe Irineo Pérez, titular de Conagua en Tabasco, menciona que a las obras hidráulicas existentes les hace falta mantenimiento.
A partir de mayo se ha desfogado la presa Peñitas y las aguas de ésta se descargan al río Samaria. En la tormenta tropical “Cristóbal” se desfogaron hasta 1,100 metros cúbicos por segundo. Respecto a las inundaciones que esto genera en territorio chontal, dijo que están programando para el próximo año una serie de obras como bordos y protecciones marginales.
Los habitantes del territorio chontal exigen soluciones lo más pronto posible para que su vida en comunidad no se afecte más por las inundaciones provocadas. Mientras tanto, la compuerta sigue desviando las aguas.
Covidengue: Agua estancada y pandemia
El estancamiento de agua puede propiciar enfermedades como el dengue, el paludismo o afecciones gastrointestinales, padecimientos que son recurrentes en la zona durante la temporada de lluvias. Este año, sin embargo, los síntomas de estas enfermedades pueden confundirse con los de Covid-19. Las personas que tienen fiebre y tos, ya sea por sospecha de dengue o coronavirus, pasan la enfermedad en casa. Hasta finales de julio cuatro personas habían muerto en Tucta de la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus.
Hasta el 29 de junio, un mes después de la llegada de “Cristóbal”, Tabasco era el segundo estado con más presencia de dengue en el país. Registraba 382 casos, con una tasa de incidencia de 15.29 por cada cien mil habitantes. Por ello, Rosario está pendiente de que los Centros de Salud sean beneficiados por la Secretaría de Salud, ya que en un caso de urgencia tendrían que trasladarse a la cabecera municipal en taxi o en carro particular. Además desde hace un año tiene que comprar por su cuenta el tratamiento para regular su presión arterial. Menciona que las pocas veces que mandan medicamentos a Tucta, algunos de estos se encuentran caducados.
El Centro de Salud de Tucta apenas funciona porque no hay personal médico. Los pasantes de medicina que atienden ahí se retiraron por disposición de las universidades tras iniciar la emergencia sanitaria por la pandemia.
—No hay medicamentos. Al menos aquí en Nacajuca, vas y nunca los tienen. Es un gasto para mí porque primero me los daban ahí, ahorita los he estado comprando y me sale caro, 400 o 500 pesos para la hipertensión —comenta Rosario.
Además de los medicamentos que compra, Rosario también consume pepino y hoja de guanábana en licuado como complemento, esto la hace sentir mejor física y emocionalmente. Las plantas también son medicina en Tucta y las inundaciones también trastocan esa forma de autocuidado.
Si Rosario tiene medicamentos en casa, los comparte a las personas vecinas que los requieren. El pueblo también se ha organizado para armar despensas y distribuirlas en esta pandemia.