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Nancy Cárdenas, icono del feminismo y la diversidad sexual

Foto: Eunice Adorno

Los Ailes: vivir entre la basura de la Ciudad de México

Eduardo Cordero, reportero; Alejandro Castro, mentoría / Corriente Alterna el 10 de julio, 2023

Un perro cruza la Avenida Morelos de la colonia Los Ailes, en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Lleva en el hocico el cadáver de un cachorro, de pelo negro y blanco. Las costillas le brotan. Se dirige a un terreno baldío para devorarlo. 

En la colonia hay una plaga de perros. Nacen, crecen y mueren en las calles, buscando comida entre las miles de toneladas de basura que a diario llegan desde la Ciudad de México y municipios mexiquenses como Tepotzotlán y Nicolás Romero.

Ahí se ubica el Relleno Sanitario Bicentenario, propiedad de la compañía Tersa del Golfo S. de R.L. de C.V. (Sociedad de Responsabilidad Limitada de Capital Variable), instalado en 2010 entre tierras de uso común del Ejido Santa María Tianguistengo, en un perímetro de 47 hectáreas, de acuerdo con la Manifestación de Impacto Ambiental del proyecto.

Vista aérea de la montaña de basura en el Relleno Sanitario Bicentenario, al pie de la colonia Los Ailes. Foto: Jonathan Serralde

El relleno sanitario está circulado por una valla metálica incompleta; los torbellinos levantan la basura y la esparcen por las calles. Las bolsas de colores de toda la ciudad descienden sobre la terracería. 

Los Ailes, colonia irregular de 2,368 habitantes, es la zona habitacional más cercana. Entre las viviendas grises y calles de terracería deambulan las manadas de perros. 

Por las tardes, algunos niños salen a jugar. A otros tantos no los dejan salir con frecuencia, por miedo a que se enfermen, cuentan mujeres de la colonia durante un recorrido de Corriente Alterna. Otros ya están enfermos.

Camila tiene siete años y padece conjuntivitis atópica. El ojo izquierdo está permanentemente enrojecido. Su madre le aplica ungüento en los párpados y gotas en los ojos. Cada mes debe ir a chequeo médico en Atizapán. La doctora le recomienda en la receta médica no exponerse al sol, tierra u otros contaminantes. 

José, su hermano de tres años, sufre dermatitis alérgica. Pequeñas erupciones blancas pululan en su piel. No debe comer huevo, lácteos, cerdo, aguacate, chocolate, alimentos crudos y un largo etcétera. Se le recomendó consumir alimentos al vapor, asados o en caldo. 

Camila, al igual que los más de 700 niños y niñas que habitan en Los Ailes, asiste a una escuela multinivel (preescolar, primaria y secundaria) que se ubica 500 metros al este del basurero. La escuela es gestionada por la organización Antorcha Campesina.

Su madre, María, peina a la pequeña Camila para llevarla a la escuela. Se levanta a las siete de la mañana, prepara el desayuno, acicala a la niña y le coloca su armadura contra la lluvia: botas de plástico, impermeable y sombrilla. 

Como cada día, sube una loma y camina por la orilla del relleno sanitario. Esquiva el lodazal con José en brazos, ahuyenta a los perros hambrientos, para llegar después de media hora al portón escolar. 

Todos los días las niñas y niños están expuestos a los olores fétidos, el polvo, la fauna nociva y el humo frecuente de la maquinaria que trabaja sin cesar, removiendo la basura. 

Vertedero de residuos en el relleno sanitario ubicado en la colonia Los Ailes. Foto: Eunice Adorno

De regreso a casa es lo mismo. Durante los días de lluvia y calor intenso, el tufo se extiende hasta tres kilómetros a la redonda, cuentan vecinos de colonias aledañas como el Ejido Guadalupe. 

Los Ailes comenzó a construirse sobre terrenos baldíos alrededor del año 2003, según el registro de mapas satelitales. No había nada en los alrededores. Seis años más tarde, el proyecto local para la disposición final de residuos transformaría todo el entorno. 

Tersa del Golfo: un negocio muy sucio

En 2008 el cabildo del ayuntamiento de Cuautitlán Izcalli planteó la necesidad de concesionar un relleno sanitario debido al próximo cierre del tiradero a cielo abierto de San José Huilango, tres kilómetros al noroeste del actual relleno, donde se depositaban los residuos del municipio.

El 29 de junio de 2010 fue publicado en la Gaceta Municipal de Cuautitlán Izcalli las bases del “contrato de asociación” con Tersa del Golfo, empresa constituida en septiembre de 2002 en Ciudad Victoria, Tamaulipas, bajo la propiedad de Eduardo Cárdenas del Avellano y Alejandro Cárdenas del Avellano, se apunta en el acta que puede consultarse en el Registro Público de la Propiedad y el Comercio (RPC). 

Actualmente, de acuerdo con datos de la Plataforma Nacional de Transparencia, la empresa opera en Tamaulipas, Ciudad de México, Puebla y el estado de México. 

La concesión fue sometida a consideración del cabildo por la entonces alcaldesa Alejandra del Moral, la priista que gobernó Cuautitlán Izcalli de 2009 a 2012, y quien sería candidata a la gubernatura del estado (junio de 2023) por una coalición de partidos (PRI-PAN-PRD-NA).

En la exposición de motivos, Del Moral indicó que la concesión sería para una empresa que utilizaría el biogás (producto de la descomposición de la materia orgánica) para la generación de energía, además del aprovechamiento de residuos orgánicos en plantas tratadoras. 

El cabildo otorgó la concesión por 30 años. En la primera base del convenio se específica que la empresa “sólo participará en la disposición final de residuos o desechos no peligrosos que se generen en el municipio de Cuautitlán Izcalli”.

La Manifestación de Impacto Ambiental, autorizada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), también indica que se trata de un proyecto pensado para dar servicio únicamente a esa demarcación. 

Sin embargo, en poco tiempo se convirtió en un negocio regional. Desde 2010 el Relleno Sanitario Bicentenario recibe toneladas de basura de la Ciudad de México (en 2022, 75% del total de residuos ingresados) y de los municipios Nicolás Romero y Tepotzotlán (25%). 

Paradójicamente, Cuautitlán Izcalli lleva sus desechos al relleno sanitario municipal de Teoloyucan: 216,483 toneladas en 2021, de acuerdo con el Plan de Desarrollo Municipal de Cuautitlán Izcalli 2022-2024.

Los ingresos de la empresa Tersa del Golfo se hicieron públicos a partir del año 2018 en los inventarios de residuos sólidos urbanos de la Cdmx (IRSU), cuando cobró 192 pesos por tonelada recibida. En 2019 subió a 211 pesos; en 2020 bajó a 95 pesos y en 2021 llegó a 182 pesos por tonelada.

De acuerdo con los IRSU, al Relleno Sanitario Bicentenario ingresaron 106 millones 38 mil pesos por la basura recibida de la capital en 2021. 

Para 2022, tan solo en el último trimestre del año, la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México adjudicó a la empresa un contrato por 106 millones 642 mil pesos. 

Corriente Alterna solicitó la postura de Tersa del Golfo, pero a la fecha de esta publicación no hubo respuesta al cuestionario enviado.

Impacto en el ambiente

Basura volando. Foto: Eunice Adorno

En el acceso a las instalaciones del Relleno Sanitario Bicentenario se encuentra una línea de locales de reciclado de PET, aluminio y cartón. Conforme se avanza por la calle, estrecha y llena de charcos, puede verse a jóvenes, mujeres y niños apartando los materiales, revolviendo entre la basura que puede ser aprovechada, incluida la ropa. 

Las plagas de animales son visibles: ratas, cucarachas y moscas.

La avenida José María Morelos separa al relleno sanitario del Área Natural Protegida Santuario del Agua y Forestal Presa de Guadalupe. La distancia no llega a 700 metros.

Al norte, a menos de un kilómetro, se encuentran los límites del Parque Estatal para la Protección y Fomento del Santuario del Agua Laguna de Zumpango. El Módulo de Información Ambiental del Estado de México ubica al basurero como si estuviera dentro de una tijera verde. 

Fuente: Módulo de información ambiental del Estado de México.

Este relleno sanitario no hace un aprovechamiento energético de los residuos, según el apartado correspondiente al Estado de México en el Atlas Nacional de RSU 2022. Tampoco el resto de los rellenos sanitarios y tiraderos a cielo abierto de la entidad, a pesar de que las concesiones indican que deben contar con tecnología para ello. 

Una de las problemáticas ambientales más visibles en la colonia Los Ailes es el escurrimiento de líquidos lixiviados desde el basurero. 

La Norma Oficial Mexicana 083-SEMARNAT, que regula el diseño, construcción, operación, monitoreo, clausura y obras complementarias de un sitio de disposición final, establece que debe contarse con un sistema que garantice la captación y extracción del lixiviado generado en el relleno sanitario. 

Aunque el Relleno Sanitario Bicentenario cuenta con celdas para tales fines, por las calles se hacen pequeños arroyos de estos líquidos, que representan un riesgo para la salud. 

Los lixiviados también contaminan el suelo y el agua, de acuerdo con información de la Semarnat.

Los sitios de disposición final generan gases como el metano y dióxido de carbono, gases de efecto invernadero. Un estudio sobre biogases indica que el fenómeno conocido como “isla de calor” arrastra hacia el centro de la metrópolis los aires de los extremos; es decir, que los contaminantes del biogás de la periferia llegan a la Ciudad de México.

Estos gases también se acumulan y pueden provocar estallidos potentes e incendios incontrolables en los rellenos sanitarios. 

Sin servicios, con enfermedades

Cuando comenzó el relleno, los vecinos se organizaban para inconformarse, pero las protestas en Los Ailes y las colonias cercanas han ido decreciendo. Una denuncia ciudadana ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), realizada en 2015, enfatiza lo que hoy sigue siendo una realidad: las personas cercanas al relleno se están enfermando.

Alrededor de sus instalaciones, las condiciones de vida son hostiles. La mitad de la población de Los Ailes no tiene acceso al agua potable, ocupa el último lugar municipal en acceso al drenaje y no cuenta con servicios de salud, como se consigna en el Plan de Desarrollo Municipal de Cuautitlán Izcalli 2022-2024

Las viviendas se ubican a menos de 50 metros de la montaña de basura: Foto: Claudia Arechiga

La empresa otorga agua potable, a través de pipas, a algunos vecinos: un tambo de 200 litros que dura entre dos y tres días. 

En la colonia tampoco hay parques públicos; los niños juegan en sus casas o en las calles salpicadas de basura. 

En 2018, María y su esposo compraron 110 metros de terreno en 165 mil pesos: 1,500 pesos el metro cuadrado. Han construido su casa con esfuerzo. 

Al lado de su hogar, la malla ciclónica deja ver la montaña de basura donde las retroexcavadoras, conocidas como “mano de chango”, trabajan sin cesar. 

María pidió no difundir su nombre completo por temor a represalias. Cuando se opuso al relleno sanitario le quitaron el acceso a las pipas de agua potable durante quince días. 

Cynthia Miranda, una vecina que vive a menos de 200 metros de una celda donde, día tras día, vierten los residuos, paga a plazos su terreno sin servicios y sin garantía de escrituras. El costo ha sido alto: sus tres hijos tienen erupciones en la piel, enrojecimiento de ojos y piel reseca. 

Ella se quiere ir de Los Ailes. 

La colonia Los Ailes carece de servicios básicos como agua potable. Foto: Eunice Adorno

La basura no desaparece

Por la mañana, cientos de trabajadores del servicio de recolección de basura de la Ciudad de México. Recorren los rincones de la gran urbe para recoger bolsas con residuos de todo tipo: plásticos, latas, comida podrida, vidrios rotos, ropa vieja, electrodomésticos inservibles, entre muchos otros. 

Basura Cero es el nombre de la campaña permanente del Gobierno de la Ciudad de México para optimizar la recolección de basura y fomentar la economía circular. Sin embargo, en los hechos, la basura generada en la entidad sigue siendo un problema. 

De las 13,149 toneladas diarias que se generan en la Ciudad de México, 6,598 se dispersan en diferentes municipios del estado de México y Morelos. 

Trabajadores de limpia de la Ciudad de México en la recolección de basura. Foto: Cuartoscuro

Héctor Castillo Berthier, doctor en sociología por la UNAM y experto en problemáticas urbanas relacionadas con la basura, explica que el proceso de disposición final ha cambiado en las últimas décadas. Los tiraderos a cielo abierto de la Ciudad de México fueron clausurados desde mediados de los años ochenta y sustituidos por rellenos sanitarios.

Según la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema), los tiraderos cerrados a la fecha son Prados de la Montaña (1994), Santa Catarina (2001), Bordo Poniente etapa I, II y III, (2011, 1991 y 1994, respectivamente), Bordo Poniente IV (19 de diciembre de 2010). 

No obstante, el problema de generación de basura no se terminó, sólo se llevó más lejos, fuera de la vista. 

Los principales centros de disposición final que reciben la basura de la Ciudad de México son cinco: Cañada y Milagro, en Ixtapaluca; Bicentenario, junto a la colonia Los Ailes, en Cuautitlán Izcalli; el Puente de Piedra, en Naucalpan, y Perseverancia, ubicado en Cuautla, Morelos. 

Datos del IRSU indican que durante 2021 el costo global de envío a los sitios de disposición final fue de 424 millones de pesos. 

La Ciudad de México está rodeada, en un radio de 50 kilómetros, por 30 sitios de disposición final de residuos. Esta cifra incluye los sitios controlados, es decir, rellenos sanitarios, y los tiraderos a cielo abierto. 

Futuro entre basura

La acumulación de basura propicia plagas de perros, ratas y cucharachas en la zona aledaña al Relleno Sanitario Bicentenario. Foto: Eunice Adorno.

“Hay muchísimos perros, hay más perros que gente”, ironiza otra vez Norma, una vendedora de dulces afuera del preescolar Tlacaélel, ubicado a medio kilómetro del relleno sanitario. 

El paisaje que mira la niñez, todos los días, se impone. Torres de alta tensión tienden sus hilos eléctricos; junto a ellas, una montaña de tierra y basura donde sobrevuelan con parsimonia bandadas de aves. 

Cinco mujeres salen del preescolar después de un festejo del Día de las Madres. Comienzan la caminata en grupo. 

—Huele muy feo, los niños están con problemas de salud, les provoca irritación en la garganta y los ojos —dice Carmina, una de las madres. 

—Ratas, hay demasiadas ratas, ni siquiera puedes abrir la puerta de la casa porque entran ratas, tierra y moscas… —remata Norma. 

Las madres terminan su trayecto en una de las esquinas del relleno y se dispersan con sus hijas e hijos. También andan en grupos porque los asaltos en la zona son frecuentes. 

En la tarde, algunas niñas y niños no saldrán a jugar por el temor de las madres a que se enfermen. 

Los Ailes subsiste cotidianamente sin servicios básicos, asfixiada por el polvo. Arrecia el sol, vendrán las lluvias que vuelven más intolerable el olor. 

El día continúa su curso. Los perros corren de un lado a otro, buscando su alimento entre la basura de las calles. Entran y salen por la malla del relleno sanitario. 

La noche llegará, pero aquí siempre hay ruido: la basura no se detiene nunca. 

Los perros nacen, crecen y mueren entre las miles de toneladas de basura. Foto: Claudia Arechiga.

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