CU
Nancy Cárdenas, icono del feminismo y la diversidad sexual
Estrés de crecer en pandemia, Aldo Canedo

/ Foto: Eunice Adorno

Testimonios de la pandemia: El estrés de madurar en pandemia

Aldo Canedo, estudiante / Corriente Alterna el 24 de abril, 2022

Mi nombre es Aldo Canedo. El pasado diciembre cumplí 22 años, pero desde los 20 me siento distinto.

La pandemia cambió mi vida y como por arte de magia —aunque yo le llamaría necesidad— sentí que pasé de los 20 a los 30 en meses. Mi historia no incluye fallecimientos ni pérdida de trabajo por el coronavirus, pero sí crisis. Emocional y económica.

Desde el inicio todo se puso turbio. En casa la situación económica no estaba siendo muy solvente y el inicio de la pandemia terminó por acrecentar una crisis ya pronosticable. Desde tiempo atrás mis “lujos” tenían que ser pagados por mí, pero lo demás era proporcionado por mis padres. Pero con el inicio de la crisis incluso los gastos básicos comenzaron a ser difíciles de cubrir, por lo que recurrí a vender encendedores electrónicos. Iba una vez a la semana al Centro Histórico a una plaza de mayoreo de mercancías importadas de China a surtirme y vendía por redes sociales. Me fue bien pero seguía sin ser suficiente. Opté por comprar termos y venderlos. Ahí no me fue tan bien, pero mínimo recuperé la inversión. 

Tras unos problemas familiares en casa, se presentó la oportunidad de iniciar un negocio propio y diminuto. Con ayuda de mi madre nos volvimos “creperos”. Compramos una crepera, los ingredientes necesarios y comenzamos. El inicio fue fructífero y estábamos motivados: hicimos un menú digital, creamos nuestra página en Facebook e incluso pasamos la voz a conocidos y familiares.

El sistema era simple: desde casa preparábamos las crepas, tomábamos los pedidos que llegaban al Whatsapp tras anunciarnos en múltiples grupos vecinales de Facebook y llevaba a domicilio en mi bicicleta. Las cosas fueron mejorando. Éramos un gran equipo y llegamos a ser las crepas más populares de la zona. Pero lo más importante, los gastos se solventaban. 

Si bien dejé la escuela un poco a la deriva para centrarme en la economía de casa, el estrés no disminuyó. Me sentí como responsable del hogar de la noche a la mañana. Debía organizar cuentas, ver gastos, prevenir pagos. Además, la ansiedad comenzaba a subir por mi espina dorsal cada vez más frecuentemente.

El trabajo tampoco era sencillo e inclusive diría que me arriesgaba. Viajaba lo más rápido posible en una bicicleta vieja mientras con una mano tomaba el manubrio y con la otra tomaba pedidos y veía Google Maps para revisar mi ruta; todo en medio de avenidas y calles transitadas de colonias no tan seguras.

Pese a ello, me sentía relativamente bien. Pero después el tiempo se me terminó y tuve que buscar un trabajo menos demandante tras regresar a la escuela virtual. Me volví promotor de cigarros al mismo tiempo que estudiaba y era becario. Y a partir de ahí nada cambió, solo los trabajos. El tiempo se me agotó y ahora me siento un adulto responsable.

Actualmente, casi por terminar la pandemia, ya no concibo mi vida sin estrés ni sin poco tiempo libre. Debo trabajar, estudiar y trabajar más para poder costearme cosas, gastos, necesidades y lujos. Tengo un constante tic en el ojo que me indica que mi estrés comienza a llegar al límite. 

Quizá el lado positivo es que ahora trabajo, soy becario y hago mi servicio social en lo que más disfruto: el periodismo. Tengo la esperanza de que algún día posea un salario que me permita vivir de ello y no tener que recurrir a trabajos despreciables.

Eso sí, siempre estaré agradecido con mi madre y esa crepera porque nos sacó de apuros que no disfruto recordar.

Aldo Canedo narró el estrés de crecer en pandemia durante la Fiesta
/ Foto: Eunice Adorno

Aldo Canedo integró la segunda generación de la Unidad de Investigaciones Periodísticas / Corriente Alterna. Su testimonio lo presentó en el Homenaje a Elena Poniatowska, en marco de la Fiesta del Libro y de la Rosa, durante un diálogo que se desarrolló con la escritora y periodista homenajeada y la Dra. Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM.