Este 8M, colectivas y contingentes vuelven a tomar la Ciudad de México para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, exigir un alto a la violencia de género y dar muestra de lo que hoy es el movimiento feminista en nuestro país.
“El Estado tiene oídos sordos”, acusa Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín quien, a sus 22 años, fue asesinada por su pareja dentro de Ciudad Universitaria el 3 de mayo de 2017. Este 8 de marzo, las madres de víctimas de feminicidio toman las calles con un propósito: ante el desdén de las autoridades locales, buscan que sus demandas y denuncias alcancen a la comunidad internacional.
–En México nos están asesinando y nos están secuestrando –insiste Osorio–. No [nos están] desapareciendo: las personas no desaparecemos de la nada. Lo están haciendo con un fin que ha rebasado al Estado. La inseguridad en este país a lo largo y ancho es tremenda.
Las convocatorias para marchar son incontables. A las 10:30 de la mañana, las madres de las víctimas de feminicidio se apropiaron de la Plaza de la República, bajo el Monumento de la Revolución. Fueron de los primeros contingentes en llegar. Algunos grupos separatistas se reunieron a la una de la tarde en este mismo espacio. A esa misma hora, un grupo mujeres con discapacidad se encontraron cerca del Metro Hidalgo. Amnistía Internacional y Coordinación 8M convocaron a las 3:30 de la tarde en la ahora Glorieta de las Mujeres que Luchan. Otras colectivas citaron a sus integrantes en la Estela de Luz.
–Siempre el beneficio de la duda es para los criminales –acusa Araceli en entrevista con Corriente Alterna–. Mientras que el testimonio de las mujeres que han sobrevivido estas violencias se nulifica, se cuestiona. Sobre todo se nos estigmatiza cuando salimos a denunciar algo que es evidente a los ojos de todas, todos, todos”.
Comienza el 8M: tambores, batucadas y policías
Poco antes de las tres de la tarde, una multitud de mujeres vestidas de violeta y gritando consignas en la entrada del Metro Copilco: “Abogada, escucha, esta es tu lucha”, “Abogada, consciente, se une al contingente”. Se trata de estudiantes de la Facultad de Derecho de Ciudad Universitaria.
–Estamos exigiendo la seguridad que no se nos da –dice una estudiante de derecho del Contingente Celestita–. Es importante para hacernos visibles: que en un futuro las nuevas generaciones no vivan lo que todavía sufrimos hoy.
–Se los debemos a nuestras ancestras que pelearon por los derechos que hoy tenemos –Ingrid Solís, también de la Facultad de Derecho–. Y se los debemos a las niñas que nos siguen: que tengan una vida digna, libre y sin miedo. Somos más de 800 chicas en este contingente: la Facultad está llena de docentes machistas y misóginos.
A esa misma hora, en el cruce de Reforma y Bucareli, varios contingentes feministas se preparan para la marcha y calientan el ambiente con tambores y batucada. Formaciones de mujeres policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), uniformadas con cascos y escudos antimotines avanza sobre Reforma hacia el Zócalo capitalino. “Esto ya no es vida: es una pesadilla. En México asesinan 10 mujeres cada día”, rezan las primeras consignas.
Un tendedero en la Glorieta de las Mujeres que Luchan
“No tenía pruebas para demostrarlo. Esa noche yo estaba borracha y después del suceso ellos me dejaron en mi casa”, se lee en una de las denuncias que conforman el tendedero de la Glorieta de las Mujeres que Luchan, un espacio que hoy se disputan las colectivas que han transformado la antigua Glorieta de Cristóbal Colón en un memorial para las víctimas de violencia de género, coronado por un antimonumento que representa la silueta de una mujer con el puño en alto.
–Fue el 14 de mayo de 2022 –cuenta Lourdes Domínguez, madre de Brenda Trinidad Domínguez, de 24 años de edad–. Mi hija era estudiante de medicina, estaba a 15 días de terminar la carrera cuando se reunió con sus compañeros para festejar un logro. A las once de la noche me llamaron para decirme que “resbaló” de un treceavo piso. Brenda no “resbaló”. Hay evidencias que dicen que no fue así. Y estamos aquí para exigir justicia: cuatro ministerios públicos han manoseado la carpeta y obstruido las diligencias. Brenda tenía planes, proyectos. Era feminista y protectora de animales.
–Me preocupa que mi hija sale a la universidad y todo lo que veo en la tele –dice Teresa Mijares–. Yo vengo en paz a protestar. A mí no me gusta que haya destrozos. Que se vea que podemos hablar: ya no tenemos esa venda en la boca.
Una muchedumbre agrupada en torno a la Colectiva Venustiano Carranza comienza a brincar con euforia. “¡El que no brinque es macho!”, gritan. Tienen las manos llenas de flores.
Aquí están las migrantas
Una mujer vestida de blanco, el rostro cubierto con un cubrebocas, derrama pintura roja sobre el asfalto. Pinta una silueta y delinea su contorno con una línea blanca como si se tratara de una escena del crimen. Se trata de una integrante de Las Vanders, una organización que busca visibilizar la presencia de las mujeres migrantes en el movimiento feminista mexicano.
–Acompañamos a mujeres migrantes en contextos de violencia letal –cuenta una de las integrantes de la colectiva–. Son mujeres que vienen de distintas partes del mundo, sobre todo del “triángulo norte de Centroamérica”. Queremos reivindicar su presencia en este país y visibilizar las violencias de las que son víctimas. Hace un año nos preguntábamos “¿dónde están las migrantas?”. Hoy estamos recabando testimonios de mujeres de Costa Rica, de Tijuana y de distintas partes del mundo.
Primavera morada
La primavera se aproxima y, como cada 8M, el viento hace caer flores de jacaranda sobre las cabezas de las manifestantes. Morado que salpica morado. Las consignas se repiten de un contingente a otro desplegando una variedad de demandas, coros y melodías que, en sí mismas, parecen un resumen del movimiento: “Hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal”.
–Tania Karina Domínguez Morales es mi hermana –dice Margarita Aguilar Morales–. Hace tres años y medio se fue a convivir con sus amigos, ya no regresó. Está la denuncia por la desaparición, dimos datos, dimos información sobre su pareja, el principal sospechoso; les dimos datos sobre de su celular, en dónde se utilizó; les dimos un croquis de las cámaras de seguridad de los locales alrededor. No hicieron nada las autoridades. De ellos sólo hemos recibido amenazas, ofensas, violencia. Es desconsolador.
Mariposa que protesta
Alrededor de las cinco de la tarde, ya en el Zócalo de la Ciudad de México, grupos de mujeres embozadas y vestidas de negro comienzan a atacar las vallas policiacas con las que ha sido protegido el Palacio Nacional y sobre las cuales, esta mañana, un grupo de activistas escribió nombres y apellidos de mujeres asesinadas o desaparecidas en los últimos años.
–¡Esas porras no me representan! –gritan algunos grupos de mujeres señalándolas.
La policía responde al Bloque Negro con extintores y un olor a pimienta comienza a esparcirse por el aire. Las asistentes a la marcha comienzan a abandonar el Zócalo en medio de tos e irritación. Algunas llevan a sus hijas e hijos de la mano. Una niña de no más de 10 años lleva su pancarta en la espalda, como si esta fuera un par de alas: “Mariposa que protesta”, dice.