La Unidad de Investigaciones Periodísticas (UIP) de CulturaUNAM festejó su tercer aniversario con la presentación de dos documentales realizados para el Festival El Aleph 2023 y un conversatorio con los periodistas Diego Enrique Osorno, Nayeli Roldán y Daniela Rea.
El equipo de proyección está preparado desde hace una hora y media. Las pruebas necesarias para que el internet no falle durante la transmisión están hechas. La cámara para el registro fotográfico, preparada. Café, bebidas y bocadillos en su lugar. Ventiladores y micrófonos, funcionando. Los estudiantes que participarán en las mesas de diálogo y que ayudarán a cubrir el evento en redes sociales esperan ansiosos, nerviosos o emocionados, el inicio oficial del encuentro. Las y los mentores afinan detalles mientras esperan a los invitados. Todo listo.
El vestíbulo de la Casa Universitaria del Libro (Casul) se colma de voces que saludan con alegría. Rápidamente, el collage sonoro se intensifica. Los efectos y afectos que afloran con más intensidad cuando estamos en presencia de los otros se expresan sin mesura. Esta imagen perfila el inicio del primer encuentro intergeneracional de la Unidad de Investigaciones Periodísticas (UIP) de CulturaUNAM.
La violencia y el oficio periodístico
Todas las sillas del salón principal de Casul están ocupadas. El conversatorio “Reportear en un país polarizado: Encuentro intergeneracional de periodistas de la UIP” inicia mientras los últimos en llegar se acomodan en el pasillo. Karla Guerrero, estudiante de la cuarta generación de la UIP, pregunta a Diego Enrique Osorno, Nayeli Roldán y Daniela Rea: ¿Qué significa ser reportera o reportero en un país atravesado por la violencia?
Osorno responde contextualizando el ejercicio periodístico de su generación. Nos cuenta que ésta tenía una expectativa política de cambio. Sin embargo, lo que vivieron fue una efervescencia social que antecedió la dinámica de la guerra contra el narco:
―En esas condiciones, nosotros tuvimos que reportear la violencia del país, tratando de hacer periodismo con una perspectiva política y social porque la violencia estaba en las decisiones políticas y las dinámicas sociales.
Daniela Rea parte de ese contexto para destacar la importancia de alterar las líneas de tiempo en las que se narra la violencia y no ser rebasados por ella:
―Yo necesito contarme ese periodo de violencia en una línea temporal mucho más amplia porque, si no, voy a creer que somos lo peor que le ha pasado a la humanidad y yo no puedo vivir con eso. No puedo sostenerles una promesa de vida a mis hijas y a otras generaciones si estoy convencida de que somos lo peor que le ha pasado a la humanidad.
Frente a la violencia estructural que se manifiesta de diversas formas en distintos ámbitos es fundamental ser periodista desde lo te indigna, explica Nayeli Roldán y añade:
―Aunque suene utópico e, incluso, ególatra, yo sí soy periodista intentando que las cosas mejoren. ¿Una persona va a hacer que el mundo cambie? No, creo que no. Pero si somos varios intentando sumar una piedrita tras otra, a lo mejor un día logremos ese cambio. Me parece que sin esa utopía no nos podríamos levantar todos los días a hacer esta chamba a contracorriente.
Apenas se abre el micrófono para la ronda de preguntas, los asistentes levantan la mano. Es la forma de preguntar, y no tanto las preguntas, lo que pone de manifiesto un auténtico interés por conversar sobre cómo tejer redes para protegernos de la violencia, cómo contar la violencia sin paralizar, cómo hacer periodismo de la esperanza y sobre la militancia en el ejercicio periodístico.
Nayeli explica que tejer redes implica incluir en los equipos periodísticos colegas de otras disciplinas: “Ni publicar ni reportear se hace en solitario”. Por otra parte, considera que si en algo tenemos que militar es en la defensa de los derechos humanos.
En relación con la violencia que paraliza, Daniela responde que debemos aceptar que no se puede resistir todo el tiempo ni de la misma manera. Intentarlo tiene un costo muy grande y nos hace sentir insuficientes.
A su vez, Diego retoma la metáfora del periodista que va hacia el incendio en vez de huir de él y especifica que, para hacer periodismo de la paz y esperanza, no debemos ver el humo o el fuego sino entender quién lo provocó.
UIP: un pacto colectivo e intergeneracional
Tomamos un receso y, nuevamente, un barullo de voces se apodera del vestíbulo de Casul. Las conversaciones entre los asistentes parecen inagotables. La algarabía se apodera del espacio. El encuentro se vuelve festejo. Volvemos al salón principal para la proyección de los cortometrajes con el ánimo álgido.
Carlos Acuña, mentor de la UIP, abre la presentación señalando que cada generación de estudiantes tiene nuevas preguntas y críticas a las formas de periodismo que “se dan por hecho”, lo cual exige a los mentores proponer formas de trabajo más horizontales. Proyectos como los dos cortometrajes realizados por la UIP para el Festival de Arte y Ciencia El Aleph (este año dedicado a explorar la violencia y la cultura de la paz) exigen trabajo colaborativo, escritura en manada e, incluso, dejar de ver a los protagonistas de las historias como “fuentes” y considerarlos, también, colaboradores.
La estudiante Pamela García, quien participó en el cortometraje Karem Ta: un refugio para la niñez en el Mercado de La Merced, explica que entrar en un espacio como La Merced exige tener la mente abierta y alejarse de la idea colonialista de que se está ahí para darle voz a las personas: “Hay diferentes formas de acercarse a la paz y de sobrevivir. Mirar esas otras formas sin prejuicio es sumamente importante”.
Sobre Soy mujer y digo no: zoom a la violencia laboral de género, Álvaro Vallarta, también estudiante de la UIP, hace énfasis en la importancia de hacer las preguntas correctas en una entrevista:
―Uno borda a la otra persona con los hilos de su propia historia. Sabes que la entrevista es buena cuando empiezas a darte cuenta de que la entrevistada está reflexionando algo acerca de su vida que no se había preguntado.
Los cortometrajes atraviesan la sensibilidad de los asientes de formas diversas. Algunos lo hacen saber con micrófono en mano y otros tantos, como yo, reservamos el nudo en la garganta para nosotros mismos. Alondra Reséndiz, integrante de la primera generación de la UIP, ofrece algunas palabras que, más que cerrar el acto, nos conminan a sabernos parte de una comunidad que no sólo imagina formas de narrar sino maneras de habitar el mundo.
La proyección concluye y, aunque hemos sobrepasado nuestro tiempo en Casul, nos resistimos a abandonar la antigua casa de don Joaquín Baranda. Alargamos la conversación en cada paso que damos hacia la salida. El cuerpo colectivo que formamos durante cuatro horas, finalmente, se disgrega. No sin la certeza de haber generado, en palabras de Daniela Rea, un pacto intergeneracional: no somos sin los vínculos con los otros y las otras que viene antes o después.