El Museo de Arte Contemporáneo de Ecatepec (Marce) abrió sus puertas en Santa Clara Coatitla, pueblo ubicado en el Estado de México, en septiembre de 2016. A la inauguración —según cuenta el libro Museo de Arte Contemporáneo de Ecatepec (Marce) / Memorias 2015-2018 (2020)— asistió una niña de secundaria que no conocía los museos, de por sí escasos en el municipio y la entidad. Ella y su madre vieron los anuncios, les llamó la atención y se animaron.
Al llegar a la dirección indicada no encontraron más que una pequeña cafetería. Ése era el sitio y ahí tenía lugar la muestra anunciada: una activación donde el protagonista era un coctel preparado con miel de tuna roja, licor de piñón y destilado de pulque: Coatitlán 16 oz. El objetivo de la bebida recién inventada era producir una identificación con la comunidad, puesto que los tres ingredientes son representativos de Santa Clara Coatitla. Al final, la niña se fue con la idea de contarle a su maestra lo aprendido en la activación.
El “museo” que buscaban no era un lugar sino una idea, un proyecto, un encadenamiento de acciones desplegadas por un colectivo de artistas y curadores convencidos de poder vincular ciertas prácticas de la estética contemporánea con sus comunidades de origen, ubicadas en lo que se conoce comúnmente como “periferia” de la Ciudad de México.
Sin paredes ni objetos
El Museo de Arte Contemporáneo de Ecatepec se define como un museo sin paredes, que ocupa los espacios públicos con el fin de generar interacción con los habitantes del lugar para que manifiesten sus preocupaciones, alegrías y modos de vivir. Una respuesta a la escasez de espacios culturales en su localidad, pero desde un enfoque no convencional: en lugar de gestionar o administrar un inmueble, desarrollar estrategias de arte contemporáneo no enfocadas a la creación de objetos sino a generar procesos creativos o establecer relaciones con la sociedad.
“Si las personas no se activan y no participan con nosotros, no podemos hacer museo. El Marce no solo somos los facilitadores sino todos los que, de alguna manera, directa o indirectamente, se involucran en las acciones”, comenta en entrevista Salvador Vásquez, integrante del colectivo.
“Los museos clásicos de arte contemporáneo se centran en lo ‘estético’. Pero, en realidad, no muchas personas tienen acceso. Mucho menos personas de Ecatepec”, sigue Vásquez.
Además, esos museos clásicos o cubos blancos, aparentemente neutrales, poseen un inconveniente: las diferencias en los contextos de sus espectadores.
Para Helena Lugo, curadora e historia del arte, la estética contemporánea no debe ser, necesariamente, “100 por ciento elevada o con un academicismo y una intelectualización de gente que solo acude a museos mucho más refinados. El Marce trabaja con los lenguajes y las estéticas locales. No está trayendo el lenguaje del arte contemporáneo de Chicago… Ése, a lo mejor, no tiene pertinencia en Ecatepec”.
Ejemplo de lo anterior es el proyecto Toco madera, que el colectivo realizó en 2017.
La Virgen, el pan y los pesares
Santa Clara de Asís es la patrona del pueblo donde el Marce realiza su trabajo. Los lugareños la celebran en agosto. Durante su fiesta, adornan las calles con tapetes de aserrín para que un grupo de mujeres llamadas “las azucenas” caminen sobre ellos mientras cargan a la Virgen.
En ese contexto, el colectivo desarrolló Toco madera, acción dividida en tres etapas. En la primera, Las penas con pan son menos, recorrieron la localidad en un triciclo de tamales para recoger historias de preocupaciones o aflicciones a cambio de un bolillo. En la segunda, Maratón de dibujo de Santa Clara Coatitla, invitaron a los vecinos a la plaza principal para transformar en imágenes los pesares recolectados. Finalmente, en La noche en la que nadie duerme, reprodujeron estas ilustraciones en los tapetes de aserrín para la procesión de la Virgen.
El objetivo de Toco madera fue visibilizar los problemas de la comunidad, convertir las calles en espacio de diálogo y simbolizar su “desaparición” luego de la caminata con la Virgen.
“No solo somos un grupo de artistas intentando crear un museo porque no tenemos voz en los espacios institucionales. También somos un grupo de habitantes de Ecatepec, o de lugares de similar contexto, tratando de hablar a nuestra gente y a nuestro público”, precisa Tonatiuh López.
Un origen contradictorio
En el arranque del proyecto, el colectivo sufrió una escisión por diferencias entre sus integrantes.
Federico Martínez fue el organizador de las reuniones donde se construyó el Marce. En ellas participó la historiadora de arte Paola Eguíluz, quien junto con el curador Silverio Orduña perfiló el concepto de “un museo sin paredes”.
El acrónimo que da nombre al grupo surgió como respuesta a una de sus compañeras de la universidad (Marcela o Marce), quien se burlaba de la idea de llevar el arte contemporáneo a Ecatepec, señaló Paola Eguíluz.
Durante la participación de Paola y Silverio, cuenta Federico Martínez, el concepto del Marce era contar con un espacio de exhibición para activaciones individuales. Sin embargo, la diferencia de ideologías e intereses derivó en la división del grupo original. Y, poco a poco, el planteamiento se transformó en museo colaborativo sin paredes.
Desde el comienzo, continúa Martínez, el Marce no estaba de acuerdo con los artistas que “van a la periferia” y hacen trabajos para después exhibirlos en la Ciudad de México. Por ello, hasta el momento, todos los proyectos gestionados han sido activados en Ecatepec.
A pesar de ello, la visión de Paola Eguíluz sigue siendo crítica, al grado de calificar al Marce como una iniciativa “colonialista y exotista”: “Hay una mirada desde el privilegio. Me preocupa que algunas personas solo vengan a Ecatepec cuando deben tomar una foto de un proyecto”. En sus activaciones, concluye, “romantizan e instrumentalizan” las condiciones de vida de Ecatepec.
Otro tipo de museo
Al renunciar a un inmueble, el Marce desafía el concepto tradicional de un museo dependiente de un grupo de académicos y funcionarios para decidir su configuración, museografía y contenidos. Es un formato que apuesta por la colaboración social y además cuestiona el régimen visual dominante.
En las piezas del Marce intervienen los cinco sentidos y el movimiento corporal. Sus activaciones artísticas son planeadas por una base de siete integrantes. No obstante, con regularidad participan otros creadores y activistas. Todos ellos retan la idea tradicionalista de un museo pensado desde el edificio y no desde las dinámicas realizadas ahí.
En todos los casos, la propuesta de acciones artísticas busca ofrecer herramientas a la gente de la comunidad para que piense su propia realidad. Sin embargo, ella decide si las utiliza o no. “La comunidad es quien determina el futuro de su reproducción social. Nosotros sólo proporcionamos mayores elementos de ponderación, asumiendo y fijando nuestra postura a través de una acción. Es la gente la que, al final del camino, genera el cambio, no nosotros”, plantea Jaime Delgado Rubio, investigador especialista en arqueología urbana y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Prácticas como las efectuadas por el Marce, concluye, solo significan reflexión y gozo para las personas no dedicadas a ámbitos artísticos, de estudio o investigación. Porque, en última instancia, las principales preocupaciones de la gente son económicas y familiares.
En esa perspectiva, el entorno social y comunitario impone prioridades ineludibles. Sobre todo si se considera que Ecatepec figura entre los municipios con más violencia, inseguridad y pobreza no solo del Estado de México sino del país.
Objetivo prioritario: sobrevivir
Uno de los mayores desafíos del Marce es subsistir económicamente. Al principio, el financiamiento para sus proyectos salía de donaciones y del bolsillo de sus integrantes. Ahora, se sustenta de becas otorgadas por fundaciones e instituciones públicas. No obstante, estas han reducido la ayuda debido a la política de austeridad del gobierno federal. Por ahora, estos apoyos económicos apenas son suficientes para pagar los materiales utilizados en las activaciones del colectivo y de sus artistas invitados.
Por si fuera poco, el Marce enfrenta la incomprensión de algunas autoridades. El colectivo ha tenido conflictos con el Consejo de Participación Ciudadana de Santa Clara Coatitla, que les niega la Plaza para realizar sus actividades o, de plano, les manda patrullas para desalojarlos.
“Lo padre de no definirse como institución es que cabe tanto el conocimiento de la señora del mercado como el del doctorado en Harvard. Sí, es muy bonito hacerlo por amor al arte. Sí es gratificante ver los resultados. Pero, también, es muy frustrante no tener para comer o hacer chambas no tan gratificantes para mantener un proyecto que sí nos da lo que buscamos”, comenta Tonatiuh López.
El Marce no busca el reconocimiento, sino inspirar a las personas para que hagan ‘otro museo’, como dicen sus integrantes. Para ellos, la conversación iniciada por un proyecto como este demuestra que otro tipo de sociedad, de personas y de mundos es posible. “El mensaje que hay de fondo en el Marce es decir que si nos juntamos entre nosotros podemos hacernos cargo de cosas y exigir que otros también se hagan cargo”, concluye Federico Martínez.