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Un canto en el Metro, para poder vivir
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Payasos, cirqueros y acróbatas: malabares de sobrevivencia

De por sí precarizados antes de la pandemia, los trabajadores de circo se han sumado a los más de 12 millones de desempleados de los últimos meses.

/ Corriente Alterna el 12 de junio, 2020

Se juegan la vida en el transporte público, hacinados y expuestos al contagio mientras cuentan chistes. Algunos cambiaron la carpa por el semáforo en rojo. O se las buscan en transmisiones virtuales de acrobacias y malabares. De por sí precarizados antes de la pandemia, los malabaristas, acróbatas, payasos y otros artistas circenses se han sumado a los más de 12 millones de desempleados de los últimos meses. Corriente Alterna presenta cuatro estampas de trabajadores del circo que hacen malabares para sobrevivir a la contingencia.

Kokín se encuentra en una esquina del parque del centro de Naucalpan con Chirrín, su amigo y colega. Caminan a la banqueta. Kokín extiende la mano, guiña un ojo. El microbús se detiene de un enfrenón y ambos suben. 

El pasaje cuesta 12 pesos pero ellos no lo pagan. Como a otros artistas callejeros, la mayoría de los conductores los dejan pasar gratis. 

—Muy buenas tardes, muy buenos días, muy buenas noches. Yo soy el payaso Kokín-Tontito del pantalón cortito. Y el día de hoy les traemos el chisme, el cotorreo, el mitote. Muy buenas tardes a todos. ¡Ay no sean gachos, háganme caso! Olvídense que le deben a Coppel, Elektra, Famsa, Compartamos Banco. ¡Ahhh! ¿Y a todas estas, tú a qué vienes Chirrín…? ¡Tú aquí vienes a trabajar!

—No, chavito, me perdonas, pero que trabajen los pobres. 

—¿Qué te pasa, menso?

—¿Por qué? 

—¡Pos porque los dos somos pobres!

—¡Pobre tú, chaparrito! Yo ANTES era pobre, ANTES era pobre. 

—¿Ahora?

—¡Estoy bien jodido! Los expertos del Covid-19 dicen que después de esta pandemia viene una que se llama El Débola. 

—¡El ébola, menso!

—¡No! Se llama El Débola. Porque Débola luz, Débola renta, Débola lavadora… y hasta le debo a mi suegra y no sé ni qué le pedí.

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De por sí precarizados antes de la pandemia, los malabaristas, acróbatas, payasos y otros artistas circenses se han sumado a los más de 12 millones de desempleados de los últimos meses / Foto: Saúl López / Cuartoscuro

Kokín tiene 34 años y vive con su esposa en un barrio de Naucalpan. Por las mañanas hace trabajo doméstico y ayuda a preparar la comida. Después de comer, dedica una hora a maquillarse, a ataviarse con un overol rosado con mangas amarillas. 

“Estamos buscando alternativas para solventar los gastos de comida y pagos, pues el banco sigue pidiendo su dinero”, dice Kokín, quien antes de la pandemia vivía de contrataciones para trabajar en un promedio de ocho eventos privados al mes, por las que cobraba de dos mil a tres mil pesos por presentación: cumpleaños, primeras comuniones, bautizos y, en menor medida, también diseñaba figuras con globos para el Sanborns de Interlomas. Tenía 20 años de experiencia en el sector del entretenimiento.

En las fiestas infantiles, Kokín solía presentar un show de hasta una hora: malabares, trucos de magia, comedia familiar y amaestramiento de cachorros. Hoy el movimiento del microbús y el tamaño reducido del pasillo limitan su acto. No es muy alto, aunque mide 1.67, a veces le falta espacio y ni siquiera puede erguirse. 

En una jornada de cinco horas, Kokín y Chirrín abordan en promedio 25 microbuses al día, en las que gran parte de las personas no usa cubrebocas. Los artistas realizan un acto que dura entre 4 y 10 minutos, según la cantidad de pasajeros que encuentran.       

A pesar de la dificultad, Kokín manifiesta sentirse agradecido de contar con un buen estado de salud. Le preocupa contagiarse de Covid-19, pero le angustia más la depresión que se respira en su barrio, pues dice que los ánimos están muy bajos debido a la crisis económica. 

Al concluir la jornada, cada uno gana alrededor de 200 pesos que le alcanzan para cubrir sus necesidades básicas. 

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Resulta difícil dimensionar la cantidad de artistas circenses afectados por la Covid-19 debido a la falta de datos públicos sobre el sector. Desde el 2007 el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) dejó de contabilizar los espectáculos de circo realizados en México / Foto: Saúl López / Cuartoscuro

Juan Razo es atlético, tiene 32 años y es egresado de Sociología en la UAM Iztapalapa. Ha sido zanquero y malabarista desde los 21. Antes de la pandemia, Juan solía ejercitarse en el parque de su colonia, la Doctores. Allí moldeaba su cuerpo con abdominales y estiramientos y entrenaba para sus shows gracias a las máquinas de ejercicio públicas. Con los parques cerrados, ha tenido que diseñar una rutina a base de cuerdas para seguir trabajando sus músculos desde su departamento. 

Al igual que Kokín, Juan desea que su actividad laboral sea reconocida y que se garanticen sus derechos en tiempos de crisis. Señala que habitualmente los artistas de circo independientes “saltan” como acróbatas entre modalidades de empleo: carpas, publicidad, eventos públicos o privados. Pero ahora, en la cuarentena, no cuentan con ninguna de esas posibilidades y tampoco con ahorros.

Juan se considera afortunado, pues recibió un estímulo de 20 mil pesos que le otorgó la Secretaría de Cultura a raíz de la convocatoria Contigo en la distancia. “La verdad es que para mí sí está siendo un gran respiro para sobrellevar la cuarentena”, dice. 

Gracias a su formación sociológica y análisis académicos previos sobre la historia del circo, Juan presentó al concurso el podcast “Círculo gris” compuesto por cinco cápsulas de cinco minutos en las que dilucida una breve historia del circo callejero en México. 

Por ejemplo, hace reflexiones sobre el “arte de semáforo” y cómo la desigualdad en México excluyó de espacios oficiales expresiones como los malabares, y los orilló a presentarse en espacios callejeros.

Sin embargo, Juan es uno de los 51 artistas circenses beneficiados de un total de 1351 concursantes en todas las disciplinas artísticas participantes.

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Otro colega de Juan, el acróbata Leo Vázquez ––egresado de la Licenciatura en Artes Circenses de la Universidad Mesoamericana de Puebla–– se quedó sin trabajo. El último establecimiento donde laboró ––el Glez Brothers Circus–– tuvo que salir del terreno que ocupaba en Ecatepec, porque ya no pudo pagar la renta. 

Para solventarse, el circo ha programado transmisiones en vivo desde su página de Facebook y de esa manera ha recaudado fondos y solicitado donación de despensas. Mediante Facebook Live, el circo transmite una serie de actos: acrobacia, malabares, comedia, trampolín, lanzamiento de cuchillos o actos de magia. Luego intercalan en vivo las presentaciones con la invitación a las donaciones voluntarias a una cuenta bancaria para beneficiar a trabajadores del circo.

“Es una forma de no desfallecer en medio de la crisis”, dice Leo. Pero agrega que los vendedores de golosinas y recuerdos que viajan con el circo se ven todavía más afectados, no hay manera de realizar  su trabajo a distancia.

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Resulta difícil dimensionar la cantidad de trabajadores del circo afectados por la Covid-19 debido a la falta de datos públicos sobre el sector. Desde el 2007 el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) dejó de contabilizar los espectáculos de circo realizados en México, pues el recuento pasó a manos del desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, hoy Secretaría de Cultura.

Además, como destacó Juan Razo, la división entre variantes del circo genera confusión. Según dijo, por una parte está la variante contemporánea, que se origina de la aplicación de artes escénicas como la danza y el teatro con prácticas circenses como la acrobacia o el trampolín.

Por otro lado está la variante tradicional, que es el circo de carpa, en la que se presentaban funciones con animales exóticos hasta antes de 2017, año en el que se prohibió con la reforma a la Ley de Fauna Silvestre.

Y por otro lado, los artistas mixtos que buscan contrataciones por evento.

En 2019 el Fonca asignó 90 becas del Programa de Creadores Escénicos, de las cuales solo ocho fueron destinados a artistas de circo. Además, la categoría de “artes circenses” fue incorporada apenas en 2008. 

Por estas razones, artistas como Kokín, Juan Razo, y Leo Vázquez hacen un llamado a los gobiernos federal y locales a garantizar sus derechos laborales. Asimismo, exigen el reconocimiento de su actividad artística y piden ampliar los apoyos destinados en tiempos de crisis para que los trabajadores del circo no tengan que seguir haciendo “malabares” con su economía.