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Liberan a Leo, el hombre trans que luchó contra el sistema penal

Tras vivir 18 años preso y luchar contra el sistema penal mexicano, Leo fue liberado la noche del 2 de diciembre de 2021.

Dulce Soto, reportera; Xilonen Méndez y Jennifer Olvera, estudiantes / Corriente Alterna el 4 de diciembre, 2021

Leo Martínez está libre. 

Tras vivir 18 años preso en el penal de Santa Martha Acatitla y luchar contra diversas irregularidades del sistema penal mexicano, Leo fue liberado la noche del 2 de diciembre de 2021.

Corriente Alterna, en alianza con la Deutsche Welle Akademie, un instituto de formación de medios de la televisión pública alemana, y Aristegui Noticias, publicó el miércoles primero de diciembre la historia de Leo, hombre trans que, a los 18 años de edad, recibió una sentencia de 96 años de cárcel.

En prisión, Leo estudió Derecho, aplicó lo aprendido en su defensa y consiguió reducir su condena a 30 años. Por buena conducta, tenía derecho a la preliberación al cumplir la mitad de su condena. Sin embargo, carecía de los 92 mil pesos que costaba el brazalete electrónico que un juez le impuso como medida de vigilancia. 

A pesar de que tenía derecho a la libertad, Leo seguía preso. 

El primero de diciembre, horas después de la publicación del reportaje, un juzgado federal dio un plazo de tres días para que la autoridad responsable explicara por qué no se le había otorgado el brazalete a Leo.

Leo fue liberado la noche del jueves 2 de diciembre. 

“Todavía estoy que no me la creo”, contó Leo vía telefónica.

“Me dijeron que fuera al Jurídico y, ahí, me empieza a explicar el actuario del (Juzgado) Segundo de Ejecución (de Sanciones): ‘Vengo por ti, ya. Tienes 10 minutos, ya nos vamos’. Y corrí por mis cosas. Ya tenía la maleta más empacada que nada. Desde hace meses la tengo empacada”.

La historia de Leo, quien transicionó de género en la cárcel, es la historia de una batalla contra un aparato de justicia que olvida a los grupos históricamente discriminados: las mujeres, las personas que no pueden pagar un abogado, las poblaciones indígenas y las disidencias sexuales. Y es, también, la crónica de una victoria histórica contra esa maquinaria.

La ley establece que la Autoridad Penitenciaria es responsable de pagar los dispositivos de monitoreo electrónico a las personas sin recursos. Sin embargo, como informó Corriente Alterna, el sistema penitenciario no cuenta con un presupuesto asignado para costear dichos dispositivos.

Para acatar la orden del juzgado federal, la autoridad judicial de la Ciudad de México dio la libertad condicionada a Leo, por ahora, sin brazalete electrónico.

“Me dijeron que no hay en existencia porque no hay presupuesto para pagarlo. Pero que, en cuanto haya presupuesto, se me va a fijar”, explicó Leo.

Mientras esto sucede, Leo será monitoreado vía telefónica y deberá presentarse a firmar ante un juzgado. 

Volver con la familia

Aunque desde hace tres años esperaba salir del centro penitenciario, a Leo le tomó por sorpresa su liberación. Esperaba una notificación hasta el martes próximo. Ante la premura, tuvo que llamar a su familia para contarles la noticia. Después de tanto tiempo alejados se reencontró con su madre, su padre y sus hermanos.

Leo pisó de nuevo la calle que no veía desde que cumplió 18 años. Hoy tiene 36 y la ciudad le es desconocida.

“No manches, sentía que todos los carros me atropellaban. El Metro está igual, pero es distinto. Es bien raro porque ya hay muchas cosas que ni conocía”. 

Se prepara para continuar su proceso, a partir del lunes, en la Coordinación de Control y Seguimiento a Externados con Monitoreo Electrónico de la Ciudad de México. Planea, además, terminar la licenciatura en Derecho que inició en prisión.

—¿Qué viene, ahora, para Leo? 

—Tengo planes de terminar la carrera, terminar mi tesis, ponerme a trabajar. Ahora sí que, también, tengo que cumplir con las obligaciones que me van a fijar. Pero, también, pretendo ayudar a todas las que dejé allá dentro —las mujeres privadas de la libertad en el penal de Santa Martha Acatitla—. Hay muchas que me dejaron los teléfonos de sus familias, sus números de expediente para ponerme en contacto con sus familias y empezar a revisar sus casos. Algunos, gratuitos, porque hay gente que no tiene. Y hay gente, también, que se ofreció a darme un apoyo.