A la espera de que se resuelva su solicitud de asilo, más de 15,000 migrantes haitianos aguardan en la frontera sur de México, en Tapachula, Chiapas, retenidos por la Guardia Nacional. Además de la violación a sus derechos humanos, el racismo se ha manifestado contra esta población que inició una migración forzada desde Haití, hace más de una década.
“Han recibido insultos en hospitales; les dicen que pueden aguantar porque ‘son de la raza negra’. Hemos visto en redes sociales comentarios racistas por la presencia de migrantes haitianos por la razón de su color de piel. Hay bastante discriminación, es odio”, denuncia Wilner Metelus, presidente del Comité Ciudadano en defensa de los Naturalizados y Afromexicanos, organización que trabaja desde 2011 por el reconocimiento de comunidades afroamexicanas.
Metelus, haitiano y naturalizado mexicano desde hace 16 años, lo cuenta desde su experiencia: ha sido detenido 14 veces en México por su color de piel. La última ocurrió apenas en mayo de 2021, en el Aeropuerto Internacional de Tapachula; agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) lo retuvieron porque no creían que fuera “mexicano”.
Corrupción oficial y racismo
Hasta agosto de 2021 la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) reportó 18,883 solicitudes de asilo de personas de Haití; en todo 2020 se registraron apenas 5,956 solicitudes.
Haití ocupa el segundo lugar en la lista de solicitudes de asilo en México, cuando en 2019 era el quinto sitio. Pero la respuesta es lenta: de 18,883 peticiones, la Comar ha procesado 2,616, de las cuales solo 813 se resolvieron como positivas. El resto está en el limbo: mientras no haya respuesta no pueden dejar Tapachula.
—Acceder a una cita ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados para iniciar el procedimiento es, prácticamente, imposible; no hay citas hasta febrero de 2022 —afirma Yuriria Salvador, coordinadora del área de Cambio Estructural en el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, en Tapachula.
Este tipo de ineficiencias ya lo había detectado el centro Fray Matías desde 2019, según el reporte “Hallazgos de la misión de observación de derechos humanos en Tapachula, Chiapas”. Destaca que el sistema migratorio mexicano es rápido y eficiente para detener y deportar a las personas, pero “lento, obsoleto y corrupto para los trámites de regularización migratoria”.
Como no todos hablan español, las personas de origen haitiano no pueden iniciar un proceso ante el INM. “Gestores intentan cobrar por brindarles información u ofrecer documentos migratorios o solicitudes ante la Comar”, denuncia el centro Fray Matías.
Pese al creciente número de migrantes haitianos que hablan francés, no hay suficientes traductores que auxilien a las personas en su trámite, expone Salvador. Entonces, “no pueden acceder a la salud, la vivienda o la educación; se afectan la vida y a la integridad de las personas, la salud física y emocional”.
Desde la ciudad chiapaneca, habla Irineo Mujica, de la organización Pueblos sin Fronteras. Teme que la contención por la tardanza del trámite estalle en un problema de violencia a partir del racismo.
—No queremos que la violencia se desborde, que el sur del país se vea manchado de sangre.
Lo dice por comentarios que ha escuchado en las calles. Como que los haitianos, por su color de piel, “vienen del mono, tienen ‘el sida’ o son todavía, en parte, animales; es lo que escuchas de la población”.
Éxodo haitiano: rumbo “al norte”
El éxodo haitiano es un fenómeno que se remonta a 2010, cuando un terremoto devastó la isla caribeña. Según un artículo académico sobre migración haitiana, firmado por Luz Coello, entre 2011 y 2013 el gobierno brasileño de Dilma Rousseff instrumentó medidas como la no deportación o el trámite de visas que beneficiaron a 67 mil haitianos; por su parte, Chile acogió a casi 120 mil personas.
Brasil entró en crisis y, para 2016, miles de haitianos migraron hacia Perú y Ecuador con el fin de avanzar al norte. Tras sortear Colombia llegaron a Centroamérica y alcanzaron México. La intención era entrar en Estados Unidos, a donde se dirige 46.6% de los migrantes haitianos.
La llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos trajo un plan de reforma a las políticas de migración de Donald Trump, calificadas como “crueles e imprudentes”. Tal acción se interpretó como una oportunidad de obtener una visa de asilo, lo que generó una nueva oleada.
Luis García Villagrán, integrante del Centro de Dignificación Humana, que da acompañamiento legal a personas migrantes, sostiene que la política de Biden es más agresiva que la de Trump: “Ordenó al gobierno de México quitar los albergues de la frontera norte porque representan un ‘peligro’ para su frontera”. En cambio, en la conferencia matutina del 8 de septiembre el presidente Andrés Manuel López Obrador negó que las acciones de política migratoria obedezcan a que “estemos de peleles o de empleados del gobierno de Estados Unidos”.
Ataque en Veracruz
La idea de una política migratoria más relajada fue lo que motivó a Rosedanie Gabolus, de 23 años, a dejar Chile. Había llegado desde Haití años atrás, con el sueño de estudiar medicina. Para pagar sus gastos comenzó a vender artículos por internet, pero la pandemia complicó su situación económica. Como el dinero no le alcanzaba para mantenerse, tuvo que emigrar de nuevo.
—La situación era muy difícil. Entonces preferí ahorrar y salir de Chile.
Rosedanie narra su historia desde Las Choapas, Veracruz, ciudad que forma parte de la ruta migrante, a 536 kilómetros de Tapachula.Ella se comunica en español; la mayoría de haitianos tiene más dificultades: su lengua materna es el francés o el criollo haitiano, una mezcla de francés con lenguas africanas.
Ante la tardanza para tramitar una solicitud de asilo en Tapachula, otros haitianos se trasladaron a Las Choapas; la población local improvisó un albergue con ropa, medicinas y comida. Ismael y su familia fueron algunos de los que llegaron hasta la ciudad del sur de Veracruz:
—No somos delincuentes, somos migrantes y solamente queremos pasar tranquilos —comentó con frustración al diario local Presencia Sureste.
El pasado 9 de septiembre, la Guardia Nacional rodeó la manzana del refugio donde estaban Rosedanie e Ismael. En un operativo detuvieron a medio centenar de migrantes para trasladarlos a la estación del INM en Acayucan o llevarlos de vuelta a Tapachula. Durante las jornadas posteriores hubo más detenciones entre Las Choapas y el puerto de Veracruz.
Medios locales publicaron sobre los haitianos que lograron sortear las redadas. Pero en las redes sociales surgieron los comentarios racistas: “Son un problema y debe haber un orden adecuado. No podemos saber qué personajes se cuelan entre ellos o nueva cepa de covid. No es nuestra culpa que emigren, no es crueldad o racismo”.
Entre la desmoralización y la búsqueda de reconocimiento
Wilner Metelus menciona que entre el racismo, la incertidumbre económica y la falta de apoyo psicológico para tratar la depresión, se ha disparado el consumo de alcohol entre los migrantes varados en Tapachula.
Muchas de estas personas, asegura, “son profesionales; hay médicos, ingenieros, agrónomos, gente con preparación”. Sin embargo, el racismo reduce sus oportunidades laborales.
Por ello apunta que es fundamental atacar al racismo como problema cultural y terminar con la “negación del multiculturalismo, de la afrodescendencia en México”. Una vía es hacerlo a través de la educación.
Apenas en febrero de 2021 el Gobierno de México reconoció a Vicente Guerrero como persona afroamericana. En la ceremonia estuvo presente el presidente López Obrador. Desde luego, la deuda histórica abarca más que eso y no se salda con un acto protocolaria.
—Urge visibilizar la presencia de los afrodescendientes y todo lo que ha aportado dicha comunidad a nuestra cultura —concluye Metelus.
Sin este reconocimiento, “la participación, integración e igualdad de derechos en la vida económica, política, social y cultural” se ve lejana.